(Crux/InfoCatólica) El sacerdote camerunés Humphrey Tatah Mbuy ha alzado la voz contra lo que califica como una «esclavitud moderna» que asola al continente africano. En sus reflexiones semanales tituladas «Fe en busca de entendimiento», Mbuy denunció la pasividad de los líderes africanos y de la élite intelectual frente a tres problemas cruciales: la trata de personas, la migración ilegal y la fuga de cerebros.
El sacerdote compartió la historia de una joven camerunesa a quien conoció en la frontera entre Camerún y Nigeria. La chica, engañada con falsas promesas de empleo en Ghana o Burkina Faso, fue interceptada por la policía nigeriana antes de continuar su peligroso viaje. «Era una de más de 50 personas que intentaban cruzar la frontera hacia Lagos. Su familia había pagado miles de dólares a un supuesto agente de reclutamiento identificado como Ibrahima Oudraogo, a quien solo conocían a través de internet», relató Mbuy.
Esta experiencia, según el sacerdote, no es un caso aislado, sino un reflejo de la desesperación de muchos jóvenes africanos que arriesgan sus vidas en travesías extremadamente peligrosas. «Estas rutas incluyen el uso de embarcaciones precarias en mares turbulentos, el cruce de desiertos bajo condiciones inhumanas y el enfrentamiento a todo tipo de abusos», señaló.
Forma moderna de esclavitud
Mbuy describió estas migraciones como una forma moderna de esclavitud que, aunque menos brutal que el comercio transatlántico de esclavos que marcó la historia de África, sigue siendo igual de devastadora. Según un estudio del experto en política internacional Ezra Ninko, entre enero de 2020 y mayo de 2024, más de 7.000 africanos murieron en el intento de emigrar, mientras que otros 1.180 perdieron la vida cruzando el Sahara.
El sacerdote también puso de manifiesto las consecuencias sociales y económicas de estos fenómenos. «La mayoría de los que se van o son víctimas de la trata son jóvenes, el recurso más valioso de cualquier sociedad. Al perderlos, África se queda sin la fuerza necesaria para desarrollarse. Esta fuga de cerebros es un costo irreparable para nuestro futuro», afirmó.
Para Mbuy, el problema no radica solo en los traficantes de personas, sino también en las mentalidades profundamente arraigadas que perpetúan esta tragedia. «Muchos africanos creen que el éxito solo puede alcanzarse fuera del continente, lo que nos condena a buscar constantemente un futuro lejos de nuestras raíces», advirtió.
Descolonizar la mente
El sacerdote propone un cambio profundo, comenzando con lo que llamó «descolonización de la mente». Este proceso implica enseñar a las personas a valorar los recursos locales y a creer en la posibilidad de un desarrollo interno. «El dinero que se gasta en intentos de emigrar podría utilizarse para invertir en proyectos locales, como negocios o la agricultura, que ofrecerían beneficios tangibles y sostenibles», explicó.
Mbuy también subrayó la necesidad de reformar el sistema educativo africano, adaptándolo a las demandas actuales del mercado laboral. «La educación que tenemos no capacita a nuestros jóvenes para enfrentar los desafíos de nuestra realidad. Necesitamos un modelo educativo que fomente el emprendimiento, la innovación y la autosuficiencia», afirmó.
Pecado contra la humanidad
El sacerdote no dejó de lado la dimensión moral y espiritual del problema. Citando textos bíblicos y declaraciones papales, recordó que cualquier forma de esclavitud es un pecado contra la humanidad y una violación de los derechos fundamentales. «Según el papa Juan Pablo II, esta esclavitud moderna es una afrenta a los valores esenciales compartidos por todas las culturas y pueblos, y una herida abierta en el cuerpo místico de Cristo», señaló.
En sus reflexiones, Mbuy hizo un llamamiento a los líderes africanos para que tomen medidas urgentes contra estos flagelos. También instó a las comunidades a asumir un papel activo en la construcción de un futuro basado en el potencial del continente. «Debemos creer que podemos encontrar nuestro oro y nuestro ‘Eldorado’ en África, sin necesidad de buscarlo fuera», concluyó.