El debate contemporáneo sobre las Teorías de género ha suscitado múltiples reacciones en el ámbito social, político y, especialmente, religioso. La doctrina católica, a través de su rica tradición, ofrece una perspectiva que se opone a la ideología de género, destacando las implicaciones morales y antropológicas de la misma. Este texto tiene como objetivo examinar la malicia inherente a las teorías de género, enfatizando la problemática de la mutilación y hormonación de niños, desde la óptica católica y de una antropología sana que respete la dignidad humana.
Las teorías de género y su contexto
Las teorías de género surgieron como una respuesta a algunas limitaciones del «patriarcado» y las estructuras tradicionales de poder en la sociedad. Sin embargo, han evolucionado hacia una ideología que busca deconstruir el concepto de la propia naturaleza humana. En este sentido, ha sido peor el remedio que la enfermedad. La noción de que el género es una construcción social ignora el hecho biológico del sexo, que es una realidad dada, tozuda, inherente a cada individuo.
El ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios, lo que implica que cada persona tiene un valor intrínseco y una finalidad importante que tiene que ir descubriendo. Cada persona es querida por Dios por sí misma. Esta visión teológica contrasta con las teorías de género, que pueden llevar a la desconexión total y traumática entre el individuo y su propia identidad biológica.
Mutilación y hormonación: una perspectiva ética
La mutilación y hormonación de niños bajo la influencia de las teorías de género plantea graves preocupaciones éticas. Desde un enfoque cristiano, el cuerpo humano es sagrado y debe ser respetado en su integridad. La intervención quirúrgica para modificar genitales sanos o la administración de hormonas tiene la potencialidad de causar daño irreparable a la salud física y psicológica de los menores, cánceres incluidos. Esto se basa en evidencias científicas establecidas.
La doctrina católica nos recuerda que los niños deben ser protegidos y guiados en su desarrollo, no expuestos a decisiones que pueden definir el resto de sus vidas sin una debida comprensión de las consecuencias. La opinión de los menores a menudo puede estar influenciada por factores externos, como la presión social de los compañeros y la búsqueda de aceptación. Esto contradice la idea de una paternidad responsable, donde el bien del niño debe ser la prioridad.
La malicia detrás de las teorías de género
Caracterizar las teorías de género como malignas no es un ejercicio de intolerancia, sino un reconocimiento de las consecuencias devastadoras que pueden acarrear. La deshumanización de la identidad personal y la reducción del ser humano a meras categorías sociales son manifestaciones de esta malicia. Los promotores de estas teorías a menudo argumentan a favor de la «libertad de elección», pero esto suele ignorar las manipulaciones psicológicas y culturales que pueden influir en esa elección. Y el hecho de que la mayoría de menores con disforia de género resuelven sus problemas con una buena atención pediátrica conservadora.
A la luz de la doctrina católica, sostenemos que el ser humano se encuentra en una relación intrínseca con su Creador y, por ende, cualquier intento de redefinir o alterar esta relación es una ofensa al orden divino. La resistencia a aceptar la realidad del sexo biológico y la promoción de transiciones irreversibles pone sin duda en peligro la esencia de lo que significa ser humano.
Una sana antropología: el respeto a la naturaleza humana
La necesidad de una sana antropología que promueva la aceptación de la realidad del cuerpo y la identidad sexual como don divino, o al menos natural, es fundamental. Desde esta perspectiva, abogo por una educación que fomente la autoestima (que no es lo mismo que el egoísmo) y la aceptación de las características sanas innatas de cada persona. La visión católica resalta la importancia de vivir en armonía con la Creación y de valorizar la singularidad de cada individuo.
A lo largo de la historia, la Iglesia ha enseñado que el amor hacia uno mismo y hacia los demás debe basarse en el reconocimiento de que todos somos criaturas de Dios. Esta aceptación, y no la alteración del cuerpo por medio de hormonas o cirugías mutilantes, es el verdadero camino hacia la realización personal. Propongo una visión integral del ser humano, abordando tanto sus dimensiones bio, psico, sociales, familiares y espirituales en conjunto.
La mutilación y hormonación de niños no solo son prácticas éticamente cuestionables, sino que reflejan una comprensión errónea de la naturaleza humana. En contraposición, una sana antropología proporciona un marco para valorar la integridad del ser humano y promover su bienestar sin renunciar a la verdad sobre la identidad sexual.
Es imperativo que la sociedad retome el discurso en favor de la dignidad de la vida humana en todas sus etapas y condiciones. La educación, el diálogo y la reflexión crítica son herramientas esenciales para abordar estos temas complejos y servir de guía para las futuras generaciones. Solo a través de la defensa de la verdad y el amor al prójimo se podrá construir un mundo más justo y humano.
Desde una perspectiva antropológica sana, es imprescindible cultivar una comprensión armónica del ser humano, en la que la aceptación de la propia corporalidad se convierte en un camino hacia la plenitud personal. Promover una identidad flexible y cambiante menoscaba esta unidad y fomenta una cultura de confusión que afecta el bienestar psicológico de los individuos, especialmente de los más jóvenes.
La voz de la Iglesia: acompañamiento y verdad en amor
La Iglesia católica, lejos de promover el rechazo hacia aquellos que experimentan disforias de género, llama a un acompañamiento compasivo y verdadero. Esto implica escuchar, comprender y ofrecer orientación basada en la verdad de la dignidad humana y en la moral cristiana. La enseñanza católica invita a la empatía, pero también a una firmeza en la convicción de que cada vida tiene un propósito y un diseño divino que debe ser honrado.
Las iniciativas de acompañamiento pastoral deben considerar la realidad compleja que enfrentan muchas personas, ofreciendo apoyo espiritual y psicológico que respete su dignidad. Asimismo, es vital proporcionar un espacio donde se pueda explorar la identidad y la sexualidad de manera saludable y respetuosa, sin caer en la instrumentalización del cuerpo como mero objeto de modificación.
Los efectos de la propagación de las teorías de género han sido profundos y a menudo devastadores. Las políticas que permiten la hormonación e intervención quirúrgica en niños y adolescentes han generado una discusión ética considerable. La presión social por conformarse a una narrativa de género particular puede llevar a muchos a optar por caminos que resulten en sufrimiento, arrepentimiento y una reducción de la calidad de vida.
La doctrina católica aboga por una sociedad que respete las diferencias individuales mientras se mantiene un compromiso firme con la verdad sobre la naturaleza humana. Hablar sobre la identidad de género sin un enfoque sólido en la antropología y la moralidad puede contribuir a la disolución de la familia y la estructura social en general. La confusión sobre el género puede llevar a la fragmentación de las relaciones humanas y a la erosión de la confianza social.