(Asia News/InfoCatólica) «Tras una globalización mal gestionada, pandemias y guerras -dijo Francisco-, nos encontramos ante una crisis de la deuda que afecta sobre todo a los países del Sur Global, causando miseria y angustia y privando a millones de personas de la posibilidad de un futuro digno. En consecuencia, ningún gobierno puede exigir moralmente que su pueblo sufra privaciones incompatibles con la dignidad humana». Para intentar romper el ciclo de financiación de la deuda, debe crearse un mecanismo multinacional, basado en la solidaridad y la armonía de los pueblos, que tenga en cuenta la naturaleza global del problema y sus implicaciones económicas, financieras y sociales. La ausencia de tal mecanismo, advirtió, «favorece la mentalidad del sálvese quien pueda, en la que siempre pierden los más débiles».
Precisamente el Año Santo 2025 -dijo el Pontífice- nos llama a abrir la mente y el corazón para poder desatar los nudos de las ataduras que estrangulan el presente, sin olvidar que sólo somos custodios y administradores, no amos. Les invito a soñar y actuar juntos -concluyó- en la construcción responsable de nuestra casa común; no podemos habitarla con la conciencia tranquila cuando sabemos que a nuestro alrededor hay multitud de hermanos y hermanas hambrientos y sumidos en la exclusión social y la vulnerabilidad. Dejar pasar esto es un pecado, un pecado humano. Aunque no se tenga fe, es un pecado social».