(Zenit/InfoCatólica) Durante declaraciones dadas a la American Psychological Association durante el año pasado, Debra Mollen, de la Texas Woman’s University, afirmó que «es importante que la gente sepa que el aborto no causa problemas de salud mental» puesto que «lo que es perjudicial es el estigma que rodea al aborto, la falta de conocimiento sobre él y la falta de acceso».
La conexión entre el aborto y la depresión representa uno de los debates más disputados en el ámbito médico, y es improbable que un estudio logre cambiar el consenso estadounidense al respecto. Sin embargo, según una reciente revisión sistemática y meta-análisis publicado en BMC Psychiatry, se sostiene que a nivel global, más del 34,5% de las mujeres experimentan depresión después de un aborto, lo que equivale a más de una de cada tres mujeres.
La disparidad podría atribuirse al hecho de que los seis coautores son de origen etíope. Sostienen que su artículo representa «el primer metaanálisis global de la literatura sobre la depresión postaborto, según el leal saber y entender de los investigadores».
Las conclusiones son provisionales, ya que se fundamentan en regiones geográficas en lugar de países, y no abarcan todas las regiones. Según explican, «los continentes de Norteamérica, Sudamérica y la Antártida no se incluyeron debido a la escasez de bibliografía disponible». Si bien no es sorprendente la falta de estadísticas sobre el aborto en la Antártida, resulta intrigante que Norteamérica y Sudamérica se excluyeran, planteando la posibilidad de que los investigadores estadounidenses hayan considerado que no es un tema digno de preocupación.
En todo caso, América del Norte y América del Sur no desempeñan un papel significativo en cuanto a la población mundial. Asia, África y Europa representan el 87% de la población global y son las regiones donde se concentra la mayoría de los casos de aborto.
Los investigadores etíopes revelaron que la depresión postaborto es más prevalente en la región del Mediterráneo Oriental y en Asia. Además, observaron que la incidencia de la depresión es considerablemente mayor en los países de ingresos bajos y medianos (42,91%) en comparación con aquellos de ingresos altos (24,9%).
«Esta disparidad puede atribuirse al bajo estatus social de los individuos, que puede impedir el acceso a recursos intangibles como la seguridad, las oportunidades y la educación, independientemente de sus niveles objetivos de ingresos cuando residen por debajo de los estándares materiales de la sociedad», escriben. «Se cree que la pérdida de ciertos tipos de capital social contribuye a la disfunción familiar, los problemas de salud y los trastornos del estado de ánimo».
Estas cifras resultan intrigantes a la luz de la firmeza con la que los defensores del aborto en Estados Unidos descartan la idea de que esta práctica pueda generar problemas de salud mental. La explicación podría estar relacionada con el matiz entre lo «deseado» y lo «no deseado».
La Asociación Americana de Psicología (APA) afirma que «someterse a un aborto deseado no provoca problemas psicológicos significativos, a pesar de las creencias en sentido contrario». No obstante, ¿es el aborto deseado por todas las mujeres del mundo? Según el Instituto Guttmacher, un grupo de análisis en el ámbito del derecho al aborto, «aproximadamente 121 millones de embarazos no planificados ocurrieron cada año entre 2015 y 2019. De estos embarazos no deseados, el 61% concluyó en aborto, lo que se traduce en 73 millones de abortos al año, y alrededor de 25 millones de mujeres que sufren depresión».
Este documento etíope merece un debate más amplio y profundo. Hasta ahora, los principales medios de comunicación parecen haberlo pasado por alto.