(Juanjo Romero/InfoCatólica) José M.ª Martínez, profesor del colegio Gaztelueta, cercano a Bilbao, fue acusado en 2011 por un alumno de instigar a algunos compañeros para que le hicieran bullying. Meses más tarde las acusaciones pasaron a ser de abuso sexual, y después evolucionaron a agresión sexual. La fiscalía del País Vasco abrió una primera investigación y la archivó. Con la intervención del Papa Francisco en 2015, el caso adquirió una dimensión extraordinaria en la opinión pública.
La investigación eclesiástica ordenada por el Papa concluyó con la inocencia del profesor. Tiempo después, en 2018 la Audiencia Provincial de Bizkaia lo condenó a 11 años de cárcel, y el Tribunal Supremo –en una sentencia cuyo ponente fue el juez Manuel Marchena– rebajó esa condena a 2 años de prisión en 2020. En septiembre de 2022 el Papa ordenó la apertura de un proceso canónico para el mismo caso.
En las últimas semanas, algunos medios han afirmado que en Roma el caso está visto para sentencia y que se condenará al profesor. El Papa, que recibió al antiguo alumno, Juan Cuatrecasas, antes del verano, no ha accedido a la petición de José M.ª Martínez de verle para explicarle su versión.
Durante estos años el profesor ha defendido en todo momento su inocencia y ha guardado silencio en los medios, con excepción de una carta publicada tras conocer su condena por la Audiencia de Bilbao. Ahora conversa con InfoCatólica sobre su situación actual y su futuro inmediato.
¿Cómo está?
Muy cansado, la verdad. ¡Son 12 años! Este caso ha sido y es una tortura lenta, que no acaba nunca. Antes creía en la justicia. Hoy no. También creía que tras ser condenado por el Tribunal Supremo –a pesar de ser inocente– y de cumplir mi condena, esto se terminaría, pero ahora vuelve a empezar de nuevo.
¿Cómo ha llevado todos estos años?
Desgasta mucho vivir en esta pesadilla. Profesionalmente, desde que empezaron las primeras acusaciones, tuve que dejar la educación. He tenido y tengo que sobrevivir con todo tipo de trabajos temporales en áreas que no eran para lo que me había formado. En lo personal, si lo he sobrellevado y lo soporto sin desesperar es gracias al apoyo de mi familia y al de tantas y tantas personas que me han mostrado su respaldo y que siguen rezando por mí. He dicho infinidad de veces que soy inocente y lo seguiré diciendo, porque es la verdad.
Como es lógico, durante estos años he pasado por momentos en los que he estado destrozado psicológicamente. También he padecido un cáncer, que en opinión de algunos médicos, ha podido estar provocado por la somatización de todo lo que me ha sucedido. Estoy pensando escribir mis experiencias en un blog o una web porque creo que ha llegado el momento de contar la historia completa.
¿Qué opina de que su caso pueda cerrarse antes de Semana Santa, como ha salido publicado hace unos pocos días?
Desconozco por qué el anterior proceso eclesiástico ya no es válido. Desconozco con qué nuevas pruebas se me acusa porque no se me han comunicado. Ha habido un medio al que han filtrado la fecha de la resolución del proceso y su resultado, aunque ni siquiera he declarado o intercambiado ni una palabra con el delegado del Papa, quien parece haber decidido de antemano mi condena.
La primera vez que el delegado, el obispo de Teruel, don José Antonio Satué, se dirigió a mí en una carta, antes de iniciar el proceso, se permitió recomendarme reconocer mi culpabilidad y pedir perdón a la víctima. ¡Me subía por las paredes al leerlo! Mis abogados no dejan de asombrarse por la cantidad de atropellos que se están cometiendo. Cualquier ordenamiento jurídico medianamente serio no permitiría esta toma de postura previa por parte de un juez.
¿Sus abogados son optimistas?
Mis abogados no salen de su perplejidad ante la inseguridad jurídica que existe para mí en este proceso. Por eso, están decididos a llevarlo a todas las instancias de la justicia ordinaria que sean necesarias. Al menos ahí sabemos que en teoría, hay separación de poderes; en la justicia civil no se aplican leyes retroactivamente –a mí la Iglesia me está juzgando con una norma que entró en vigor después de lo que Juan dice que sucedió–; en la justicia civil se trasladan y no se esconden al acusado los poderes que facultan para actuar y se entregan al acusado las acusaciones y las pruebas, así como se comunica la apertura de un proceso oficialmente por escrito y no por la prensa y en la justicia civil; por último, se hace pública la sentencia una vez que se ha producido el juicio y no antes.
Y no estoy exagerando. Yo no he hablado ni una sola vez con el juez. Entonces, quien ha publicado cuándo se iniciaría el proceso, cuándo se terminaría y qué resultado iba a tener nos podrá decir quién le ha filtrado esa información.
Según usted, ¿por qué el Papa no le ha recibido ni parece que vaya a recibirle a corto plazo?
El Papa tiene un gran corazón, pero desgraciadamente alguien le está asesorando muy mal. Tiene también el compromiso de hacer todo lo que está en su mano por ser contundente contra la pederastia en la Iglesia, y yo le apoyo. Sin embargo, hay que respetar la justicia y el derecho para evitar abusos de poder como en mi caso. El respeto a las leyes sirve, entre otras cosas, para proteger a los débiles de los poderosos. Si en este caso se decide saltarse la ley, cambiarla ad casum, o aplicarla de modo retroactivo, se está abusando del poder. Si alguien –como dicen algunos medios– ha firmado un decreto que permite juzgar a un laico en un proceso previsto para clérigos y no respetar el principio de no retroactividad de la ley, eso es algo muy serio. Espero que todo eso se aclare.
¿Por qué no pide perdón a Juan y a su familia? ¿No se habría terminado todo esto mucho antes?
No he pedido perdón porque soy inocente. Juan miente cuando dice que lo humillaba en clase –sus compañeros lo negaron ante notario–. Miente cuando delante del Papa ha asegurado que sigo dando clase. Dejé la enseñanza en 2012 y no he vuelto a las aulas. La sentencia injusta en el juicio de Bilbao se basó casi exclusivamente en una convicción del juez: Juan Cuatrecasas no podía mentir. Sin embargo, ahora hemos visto que dice cosas que no son ciertas y cuya falsedad se puede demostrar: llevo diez años sin pisar un colegio, un instituto o una universidad. No he dado una clase desde 2012.
¿Cree que es posible que alguien se invente todo lo que Juan ha contado delante de distintos tribunales?
La psicología demuestra que estas desgracias ocurren. Cuando digo que Juan miente me refiero a que no dice la verdad. No juzgo su intención, ni sé si es fruto de su enfermedad y está convencido de lo que dice. Hace un tiempo encontré un libro –My lie– donde la autora reconoce haber inventado los abusos de su padre contra ella que antes creía firmemente. La primera manifestación de Juan ocurre un año después de la última vez que nos vimos, en un contexto de enfermedad agravado por el acoso que sufrió en esos meses. Ahí su supuesta acusación fue muy vaga, tanto que no se puede decir que sea una acusación. Sin embargo, a partir de ese día se le empezó a intoxicar a través de interrogatorios mal ejecutados. Después, sabemos que se manifestaron delirios y alucinaciones y no sabemos si pudieron ocurrir antes. Ya me gustaría a mí saber el motivo de todo esto. Es una pregunta que me ha atormentado todos estos años.
¿Cómo ve el futuro?
No lo sé. Me siento muy desprotegido. Cuando estaba intentando rehacerme de todo esto, me abren un proceso canónico como si fuera un eclesiástico –un sacerdote o un religioso–. Es como si a usted le intentan someter a un consejo de guerra sin ser militar. En lo personal, el estigma que me han impuesto ya no se puede borrar y el daño causado no se puede reparar. Un documental de Netflix, y ahora otro en Disney+ con el Papa. Miles de noticias –no exagero–- que hablan de mi caso; por no mencionar las consecuencias civiles de una sentencia injusta.
Por otro lado, no veo que los Cuatrecasas tengan interés en cerrar el caso y seguir con sus vidas. Más bien han hecho de esto su modo de vida. Separaron la demanda civil de la penal porque por esa vía es posible que puedan reclamar más dinero. Y van retrasando la demanda civil para estirar el caso todo lo que puedan. Me parece que se están sirviendo de la Iglesia para sus intereses. Lo explicó su propia abogada hace unos años en una entrevista en La Nueva España, diciendo que había sido idea suya acudir al Papa. He sido condenado injustamente por el Tribunal Supremo, porque soy inocente, y he acatado la sentencia. Acatarla significa cumplirla, no que te parezca bien. Y ahora viene este nuevo proceso canónico, no sé muy bien a cuento de qué. Sueño con el día en que pueda poner fin de verdad a todo esto.