(ACIPrensa/InfoCatólica) La Iglesia católica indonesia recuerda con afecto la vida y memoria de Sor Virgula Maria Schmith, religiosa que, durante largo tiempo de su vida, perteneció a la orden de las Hermanas Misioneras Siervas del Espíritu Santo, sirviendo a tiempo completo a leprosos de todo el país. El pasado 27 de junio, con 93 años de edad y un largo camino de apostolado, partió a la casa del Padre.
La congregación Hermanas Misioneras Siervas del Espíritu Santo fue fundada por San Arnoldo Janssen en 1889 en Steyl, y hoy en día cuenta con más de 3.000 integrantes distribuidos en 46 distintos países.
Sor Virgula nació en Alemania el 03 de septiembre de 1929 en Grunebrach, Alemania, pero, tras mudarse a Indonesia y fundar dos centros de ayuda especializados en la atención de pacientes de lepra y cambiar radicalmente el rumbo del servicio y cuidado de los enfermos en el país, comenzó a ser más conocida en estas tierras.
Según indica Sor Yohana M. Momas, superiora provincial de las Siervas del Espíritu Santo en Indonesia, Sor Virgula creó los primeros dos Centros de Rehabilitación de la Lepra en Cancar Y Binongko, en la isla de Flores, a los cuales nombró San Damián y San Rafael.
Según informa el medio católico Radio Veritas Asia, Sor Virgula compartió un poco de su testimonio acerca de su trabajo con los leprosos. Cuenta la hermana que el encuentro con un enfermo de lepra marcó el inicio de todo, después de que un sacerdote franciscano lo hubiese llevado al hospital donde ella se encontraba.
La hermana Virgula cuenta que verlo el causó tanto impacto que se sintió impulsada a hacer más y no conformarse solo con curarlo a él.
Comentó la hermana al momento de contar su experiencia: «Me quedé asombrada y atónita cuando el sacerdote me trajo al enfermo: Su cuerpo estaba plagado de heridas y su pelo despeinado y largo. No sabía qué hacer».
«Sin embargo, acepté al paciente y le di los mejores cuidados. Entonces pedí ayuda a mis parientes en Alemania, y ellos me ayudaron. Desde entonces, en 1966, el apostolado de la lepra se separó del Policlínico San Rafael», continuó.
En sus años de labor, Sor Virgula presenció la sanación de numerosos pacientes en estado de gravedad y riesgo de morir. Entre ellos, recuerda especialmente a Yance, el primer paciente que tuvo a su cuidado, un bebé prematuro y huérfano que sobrevivió a pesar de haber nacido pesando tan solo 600 gramos.
Sor Virgula solía hablar de las curaciones «como un milagro divino», que se logró principalmente por la gracia de Dios.
«No es todo trabajo mío. No soy un individuo maravilloso o intelectual del que se pueda escribir. Obedezco la voluntad de Dios», explicó la religiosa alemana a Floresku.
Además, la hermana recalcaba constantemente la providencia de Dios, que estuvo presente durante todos sus años de misión.
«Dios siempre proporciona ayuda oportuna. Cuando las hermanas necesitan medicamentos, ropa, alimentos u otros servicios, siempre hay ayuda disponible, especialmente en forma de dinero», indicó, explicando que siempre recordaba a sus compañeros de servicio: «Creo y experimento que Dios no puede abandonarnos».