(ACN/InfoCatólica) La Iglesia católica local por medio de sus instituciones y organizaciones, pero también gracias a la red de monasterios, conventos y parroquias, es una enorme red de solidaridad y ayuda. Entre ellos, se encuentran seis monasterios de la orden greco-católica de los basilianos, todos ellos situados en el oeste del país, que han acogido desde el comienzo de la guerra a un gran número de refugiados.ania. (ACN)
Uno de ellos, es la casa provincial de los basilianos que cuenta con su propio seminario y facultad teológica en Bryukhovychi, cerca de Leópolis. Unas 150 personas han encontrado refugio en el edificio. A diario, llegan mujeres y niños que huyen de la tragedia.
«Duele. Es muy duro… Nuestros hombres se quedan a pelear y nosotras nos vamos, yo tengo cuatro hijos aquí. No sé qué decir, tengo miedo, mucho miedo. Somos de Kiev, hay una situación horrible en la ciudad ahora», cuenta una de las refugiadas que acaba de llegar. Y señalando a la bebé en sus brazos añade: «Tiene dos meses…tratamos de que esté a salvo todo lo que podemos, al menos por un tiempo. Tuvimos que separarnos de nuestros esposos, yo me llevé a mi nuera con la bebé y dos adolescentes. Así es…no esperábamos esto».
Días eternos
Los días de guerra se hacen eternos, «como si ya hubieran sido la mitad de nuestras vidas», mientras habla se le quiebra la voz una y otra vez. Una de las voluntarias trata de consolarla: «No te preocupes, volverás algún día a casa, con la ayuda de Dios».
Los refugiados se quedan en el monasterio todo el tiempo que pueden, muchos no quieren irse del país y las madres con sus hijos llegan a menudo solo con una bolsa, nada más. La crisis supone un enorme costo para los monjes porque supone grandes costos de funcionamiento como gas, electricidad, agua, así como medicamentos y artículos de higiene. La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) acaba de prometer una nueva ayuda de emergencia para que los seis monasterios puedan seguir dando consuelo a los afligidos y techo a los desamparados.
Acogiendo a familias y desplazados
También en el precioso e histórico monasterio de la Exaltación de la Santa Cruz (en ucraniano: Бучацький монастир оо. Василіян) en Buchach, los padres basilianos han recibido deplazados internos. Durante siglos, el monasterio situado a unos 70 km al sur de Ternopil ha sido uno de los centros de la Iglesia católica griega ucraniana en el oeste del país. Entre los mas de 130 desplazados que han encontrado refugio está por ejemplo Yevhen, que llegó hace aproximadamente dos semanas desde Kiev con su mujer Ivanka y sus hijos Lena, Yekateryna, e Ivan. «Estamos muy contentos de haber recibido un trato tan cálido y amable. Nos proporcionan techo y alimentos. Personas muy bondadosas viven aquí y los voluntarios nos ayudan constantemente. Esperamos que la guerra termine muy pronto y que todos regresemos a casa. Estamos muy agradecidos con los monjes», dice Yevhen.
También Halyna, una mujer de mediana edad que llegó a Buchach desde Makariv, cerca de Kiev, cuenta su trágica historia: «Nos quedamos allí tanto como fue posible, pero al final tuvimos que salir porque el lugar estaba siendo fuertemente bombardeado. Ahora, todo está destruido. Estamos muy agradecidos con los monjes que nos acogieron. Nos han acogido muy, muy bien. No es una exageración. Nos sentimos muy bien aquí. Estamos esperando que termine la guerra y poder volver a casa, si queda casa. Estamos esperando la victoria y el final de la guerra. Pero estamos bien aquí. Muchas gracias a todos por su solidaridad».
Los Basilianos de San Josafat (OSBM) están adscritos al rito de la Iglesia greco-católica rutena e integrados en la Iglesia greco-católica ucraniana. Tras la caída del muro en Europa del Este, solo quedaba en pie un minúsculo monasterio de la orden ubicado en Varsovia. En 2001, san Juan Pablo II beatificó durante su viaje a Ucrania a 25 mártires de la Iglesia greco-católica ucraniana. Entre los nuevos beatos también había cuatro miembros de la orden de los basilianos que murieron en campos de trabajo y prisiones soviéticos, y también un obispo.