(CW/InfoCatólica) El Parlamento británico ha desestimado un intento de legalizar el suicidio asistido en Inglaterra y Gales. La enmienda 170 al proyecto de ley de salud y asistencia social habría obligado al gobierno británico a legalizar el suicidio asistido en un futuro próximo.
Los miembros de la Cámara de los Lores, la segunda cámara política británica, rechazaron la enmienda, por 179-145, tras un debate celebrado el 16 de marzo.
La derrota de la enmienda representa la duodécima vez en 25 años que el Parlamento británico desestima un intento de legalizar el suicidio asistido, que está castigado por la Ley de Suicidio de 1961 con hasta 14 años de cárcel.
Sin apoyos suficientes
Danny Kruger, presidente del Grupo Parlamentario de Todos los Partidos para Morir Bien, que se opone a la eutanasia y al suicidio asistido, dijo:
«La Cámara de los Lores ha rechazado inequívocamente el último intento de meter con calzador leyes radicales sobre el suicidio asistido. Dado que los partidarios del suicidio asistido han dicho que la Cámara de los Lores es más partidaria que la de los Comunes, esto es una amplia prueba de que el suicidio asistido no goza ni de impulso ni de apoyo»
El proyecto de ley de salud y asistencia social tiene como objetivo reformar y reestructurar el Servicio Nacional de Salud británico y está llegando a sus últimas fases de tramitación parlamentaria, habiendo pasado ya por la primera cámara, la de los Comunes.
Su aprobación habría obligado a legalizar el suicidio asistido
La enmienda sobre el suicidio asistido habría impuesto al gobierno la obligación de introducir una legislación «que permita a los adultos con enfermedades terminales y mentalmente capacitados poner fin legalmente a su propia vida con asistencia médica» en el plazo de un año desde que el proyecto de ley se convierta en ley.
El gobierno se opuso a la enmienda porque sentaría un precedente por el que los políticos podrían dictar programas legislativos antes de su mandato.
Nathan Stilwell, de Humanists UK, un grupo que apoyó la enmienda, dijo que el fracaso de la misma «roba a aquellos que necesitan una muerte asistida la elección, la dignidad y la autonomía de cuándo acabar con sus vidas. Permitir a las personas elegir la forma y el momento de su propia muerte es el sello de una sociedad compasiva y debería ser un derecho básico»