(AsiaNews/InfoCatólica) Hace tres meses el Patriarcado de Moscú informaba de la publicación del tercer volumen del libro «El crimen del siglo. Material de investigación» elaborado por el Comité de Investigación de la Federación de Rusia y dedicado a la investigación del asesinato de la familia del zar Nicolás II.
Esta semana, con una declaración del patriarcado de Moscú, vuelve a cobrar actualidad una cuestión que Rusia arrastra desde el final del periodo soviético: el reconocimiento de los restos mortales del último zar, Nicolás II, y de los miembros de su familia, que fueron hallados en las fosas comunes de un bosque cercano a Ekaterimburgo. Los bolcheviques asesinaron a los miembros de la realeza por orden de Lenin en julio de 1918. El zar fue canonizado en el año 2000 como mártir «strastoterpets», la categoría de mártires «políticos» rusos que defendieron la fe ortodoxa.
Como informa Vladimir Rozanskij para AsiaNews, desde 1998, los presuntos restos mortales del zar, de su esposa y sus cinco hijos -incluido el «zarevič» Alexis, y sus sirvientes (entre ellos un médico católico y una niñera protestante)- descansan en una capilla especial. Ésta fue inaugurada durante la presidencia de Boris Yeltsyn, en el marco de un funeral de Estado en la Catedral de los Santos Pedro y Pablo de San Petersburgo, junto a las tumbas de todos los demás zares de la dinastía Romanov.
El 22 de enero, el Metropolitano Hilarión (Alfeyev) intervino en su programa semanal de televisión «La Iglesia y el mundo» en el canal Rossija-24, declarando que «nada impide ahora que se reconozca la autenticidad de los ‘restos de Ekaterimburgo’, pero para ello será necesaria una decisión sinodal de la Iglesia». Desde 1990, año en que se encontraron los huesos, se realiza un largo y controvertido proceso de análisis y estudio, que ha dado lugar a diversos debates; el presidente Putin decidió dejar la última palabra a la Iglesia Ortodoxa.
Hilarión recordó que durante el sínodo del año pasado, en el mes de junio, el presidente de la comisión de investigación expuso un informe con los resultados. Su exposición ante los obispos fue «convincente». El próximo sínodo debía celebrarse en noviembre de 2021, pero la situación epidemiológica obligó al patriarcado a posponerlo hasta mayo de 2022; si no surgen nuevos aplazos, se podrá proceder al ansiado reconocimiento oficial.
Como explicó Hilarión, en ese caso «los restos se convertirán en reliquias sagradas, y podrán ser veneradas como es debido». En la actualidad, las reliquias se conservan en la capilla, que funciona como un simple sepulcro. Con el reconocimiento, las reliquias quedarían expuestas a la devoción, como marca la hondamente arraigada veneración de los santos en la tradición ortodoxa rusa. Durante años, el principal impulsor de este acto solemne fue el «padre espiritual» de Putin, el Metropolitano Tikhon (Ševkunov), y muchos ven en su insistencia un significado político e ideológico, para establecer una continuidad entre Putin y los zares.
En efecto, el debate sobre los restos imperiales también estuvo ligado al cambio de régimen: los análisis que Yeltsin encargó realizar no fueron aceptados, mientras que los efectuados durante el gobierno de Putin se consideran fiables, sobre todo porque el propio Tikhon tomó el asunto bajo su supervisión en 2015, precisamente en la fase neoimperial de la política de Putin
Ahora se esperan solemnidades no sólo en la capital, sino también en Ekaterimburgo, en los Urales, en el santuario de Galina Jama, erigido en el lugar del martirio de Nicolás y donde los fieles acuden incluso en tiempos de pandemia, a pesar de las prohibiciones.
Por tanto, el zar Nicolás y las reliquias de su estirpe serán el «arma espiritual» invencible de los rusos contra cualquier amenaza a Rusia: externa e interna, de Oriente a Occidente. Y exaltarán el «sacrificio patriótico» de quienes encontraron la santidad en la derrota y la humillación.