(InfoCatólica) El Pontífice empezó así su catequesis:
San Pablo, enamorado de Jesucristo y que había entendido bien qué era la salvación, nos ha enseñado que los «hijos de la Promesa» (Gal 4,28) —es decir todos nosotros, justificados por Jesucristo—, no están bajo el vínculo de la Ley, sino llamados al estilo de vida arduo en la libertad del Evangelio. Pero la Ley existe. Pero existe de otra manera: la misma Ley, los Diez Mandamientos, pero de otra manera, porque por sí sola no puede justificar una vez que vino el Señor Jesús.
Y luego añadió:
«... a partir de la fe en Cristo hay un «antes» y un «después» respecto a la misma Ley, porque la Ley está, los Mandamientos están, pero hay una actitud antes de la venida de Jesús y después».
Además, negó que el cumplimiento de los mandamientos (todos) justifique al hombre:
«Una vez que se alcanza la fe, la Ley agota su valor propedéutico y debe ceder el paso a otra autoridad. ¿Esto qué quiere decir? Que terminada la Ley nosotros podemos decir: «¿Creemos en Jesucristo y hacemos lo que queremos?» ¡No! Los Mandamientos están, pero no nos justifican. Lo que nos justifica es Jesucristo. Los Mandamientos se deben observar, pero no nos dan la justicia; está la gratuidad de Jesucristo, el encuentro con Jesucristo que nos justifica gratuitamente. El mérito de la fe es recibir a Jesús. El único mérito: abrir el corazón. ¿Y qué hacemos con los Mandamientos? Debemos cumplirlos, pero como ayuda al encuentro con Jesucristo.
El Pontífice concluyó su mensaje diciendo:
«Nos hará bien preguntarnos si aún vivimos en la época en que necesitamos la Ley, o si en cambio somos conscientes de haber recibido la gracia de habernos convertido en hijos de Dios para vivir en el amor. ¿Cómo vivo yo? ¿En el miedo de que si no hago esto iré al infierno? ¿O vivo también con esa esperanza, con esa alegría de la gratuidad de la salvación en Jesucristo? Es una buena pregunta. Y también la segunda: ¿desprecio los Mandamientos? No. Los cumplo, pero no como absolutos, porque sé que lo que me justifica es Jesucristo».
Las palabras del Papa no han gustado a los rabinos judíos. «En una carta vista por Reuters, el rabino Rasson Arousi […], presidente de la mencionada Comisión, dijo que los comentarios parecían sugerir que la ley judía está obsoleta», informó la agencia de noticias.
«En su homilía, el Papa presenta la fe cristiana no sólo como un sustituto de la Torá, sino que afirma que la Torá ya no da vida, lo que implica que la práctica religiosa judía en la época actual queda obsoleta», lamenta el rabino Arousi en su carta enviada al cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Y añadió:
«Esto forma parte de la enseñanza del desprecio a los judíos y al judaísmo, que creíamos totalmente desautorizada por la Iglesia».
Por ello, el rabino pidió una aclaración al papa Francisco para «asegurar que cualquier conclusión despectiva extraída de esta homilía sea claramente repudiada».
Las autoridades del Vaticano están «estudiando actualmente la misiva y considerando una respuesta», añadió la agencia Reuters.
¿Cuál es la doctrina bíblica y católica?
Desde tan pronto como el concilio de Jerusalén (Hechos 15) la Iglesia entendió y estableció que los cristianos son justificados por gracia y no por guardar toda la ley mosaica. Al mismo tiempo, eso no significa que no se deba guardar la ley natural, los mandamientos del Decálogo y los que Cristo dio.
Cristo mismo habló de la importancia de guardar los mandamientos:
«Si me amáis, guardad mis mandamientos».
Jn 14,15«El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él».
Jn 14,21«Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor».
Jn 15,20
Y el apóstol San Juan:
«Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él»
1 Jn 2,3-4«Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado».
1 Jn 3,24«Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos».
1 Jn 5,3
Por su parte, el concilio de Trento, además de condenar el solafidéismo protestante, herejía que enseña que somos justificados solo por la fe, establece que aunque ciertamente somos justificados por Jesucristo, estamos obligados a guardar los mandamientos.
Canon XX sobre la Justificación del Concilio de Trento:
«Si alguno dijere, que el hombre justificado, por perfecto que sea, no está obligado a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, sino sólo a creer; como si el Evangelio fuese una mera y absoluta promesa de la salvación eterna sin la condición de guardar los mandamientos; sea excomulgado».
Y segura es la doctrina de Santo Tomás de Aquino sobre la relación entre la ley mosaica , la ley natural y la ley que deben cumplir los cristianos. Cita de la Summa:
«Respondo: La ley antigua contenía preceptos de ley natural, a los cuales añadía otros particulares. Cuanto a los primeros, todos los hombres estaban obligados a su observancia, no en virtud de la ley mosaica, sino de la misma ley natural. Cuanto a los otros preceptos añadidos por la ley antigua, no obligaban sino a solo el pueblo judío.
La razón es que, según se dijo en el artículo precedente, la ley antigua fue dada al pueblo judío a fin de que con ella tuviera ciertos privilegios de santidad por reverencia de Cristo, que de él debía nacer. Ahora bien, las leyes establecidas en orden a la especial santificación de algunos, sólo a éstos obligan, como los clérigos, consagrados al ministerio, están obligados a ciertas normas que no obligan a los laicos; y, asimismo, los religiosos, en virtud de su profesión, se obligan a ciertas obras de perfección a que los seglares no están obligados. No de otro modo, aquel pueblo era obligado a ciertas normas especiales a las que los demás pueblos no estaban obligados. Por esto se dice en Dt 18,13: Sé puro ante el Señor, tu Dios. Y así usaban de cierta forma de profesión, como se ve en Dt 26,3: Yo reconozco hoy ante el Señor tu Dios, etcétera.» (I-IIae, c98, a5)
Y:
«A las objeciones:
1. La ley antigua se dice duradera para siempre en absoluto en lo que toca a los preceptos morales; pero en cuanto a los ceremoniales, sólo en cuanto a la verdad por ellos figurada.» (I-IIae, c103, a3, a obj.1)
Y:
«A las objeciones:
1. La nueva ley no impide la observancia de la antigua sino en los preceptos ceremoniales, como se dijo arriba (q.103 a.3.4). Ahora bien, estos preceptos eran figura del futuro. Por lo cual, por el mero hecho de haberse cumplido los preceptos ceremoniales, realizadas las cosas por ellos representadas, no deben observarse más, porque, si se observasen aún, se significaría alguna cosa como futura y todavía no cumplida. De la misma manera, la promesa de un obsequio no tiene razón de ser una vez cumplida la promesa. Y de esta manera desaparecen las ceremonias de la ley al cumplirse.» (I-IIae, c107, a2, a obj. 1)