(Vatican.news/InfoCatólica) Recordando la «triste experiencia de ‘ayuno’ litúrgico» durante el aislamiento del año pasado y los diversos problemas que sacó a la luz, el Papa Francisco espera nuevas «orientaciones pastorales litúrgicas» para las parroquias, con el fin de hacer frente a la «marginalidad» hacia la que parecen «caer inexorablemente» el domingo, la asamblea Eucarística, los ministerios y el rito. El deseo es que todo esto recupere «centralidad en la fe y en la espiritualidad de los creyentes», escribe el Pontífice en un mensaje a Monseñor Claudio Maniago, Presidente del Centro de Acción Litúrgica (CAL), con ocasión de la apertura de la 71ª Semana Litúrgica Nacional, que comienza hoy, 23 de agosto, y termina el 26 de agosto, en la ciudad italiana de Cremona.
Las celebraciones puestas a prueba por la pandemia
En el texto, firmado por el Secretario de Estado, el Cardenal Pietro Parolin, leído al inicio de los trabajos, el Papa se siente agradecido a Dios por el hecho de que la Semana pueda finalmente celebrarse tras «el triste momento del año pasado», cuando fue prorrogada a causa de la pandemia. Una prórroga útil, sin embargo, para encontrar nuevas ideas para el tema elegido - «Dónde están dos o tres reunidos en mi nombre. Comunidad, liturgias y territorios» - y también para «profundizar en aspectos y situaciones de la celebración, tan duramente puestas a prueba por la llegada de la difusión del Covid-19 y las necesarias restricciones para contenerla».
Según el Papa, la suspensión de los servicios religiosos durante el año pasado, aunque ha sido una «triste experiencia», ha «puesto de manifiesto la bondad del camino recorrido desde el Concilio Vaticano II», en la senda trazada por la Sacrosanctum Concilium. El tiempo de privación ha permitido, en efecto, «percibir la importancia de la divina liturgia para la vida de los cristianos».
La creatividad pastoral de sacerdotes y laicos
«La reunión semanal en el 'nombre del Señor', que desde el principio ha sido considerada por los cristianos como una realidad irrenunciable e indisolublemente ligada a su identidad, se vio gravemente afectada durante la fase más aguda de la propagación de la pandemia», evidencia el Papa Francisco. «Pero el amor al Señor y la creatividad pastoral empujaron a los pastores y a los fieles laicos a explorar otros modos de alimentar la comunión de fe y de amor con el Señor y con los hermanos, a la espera de poder volver a la plenitud de la celebración Eucarística con tranquilidad y seguridad». «Fue una espera dura y dolorosa -afirma el Papa-, iluminada por el misterio de la Cruz del Señor y fecunda en muchas obras de atención, amor fraterno y servicio a las personas que más sufrieron las consecuencias de la emergencia sanitaria».
La liturgia «suspendida» y sus problemas
La liturgia «suspendida» durante el encierro y las dificultades de la reanudación posterior, sin embargo, confirmaron también lo que ya se había visto en las asambleas dominicales en Italia: un «indicio alarmante del avanzado estado del cambio de época». Es decir, el hecho de que, «en la vida real de las personas ha cambiado la propia percepción del tiempo y, en consecuencia, del propio domingo, del espacio, con repercusiones en la forma de ser y sentir la comunidad, las personas, la familia y de la relación con un territorio».
«La asamblea dominical -señala el Papa- se encuentra así desequilibrada tanto por la presencia generacional y la desigualdad cultural, como por la dificultad de encontrar una integración armoniosa en la vida parroquial, para ser la verdadera cumbre de todas sus actividades y fuente de dinamismo misionero para llevar el Evangelio de la misericordia a las periferias geográficas y existenciales».
Nuevas líneas de pastoral litúrgica
Por ello, el Pontífice espera que la Semana Litúrgica Nacional, con sus propuestas de reflexión y momentos de celebración, presenciales y en línea, «pueda identificar y sugerir algunas líneas de pastoral litúrgica» para proponer a las parroquias. En esta dirección, concluye el Papa, «la reciente publicación de la tercera edición del Misal Romano y la voluntad de los Obispos italianos de acompañarla con una robusta reanudación de la formación litúrgica del santo pueblo de Dios es un buen augurio».
Por último, el Papa Francisco bendice a todos aquellos -diáconos, sacerdotes, consagrados y laicos- que participan en la Semana Litúrgica Nacional, y se siente consolado por el hecho de que se desarrolle en «un territorio que ha sufrido tanto por la pandemia», pero que, al mismo tiempo, «ha visto florecer tanto bien para aliviar tan inmenso sufrimiento».