(Asia News) Así como es «fácil y rápido» destruir un país «hasta sus cimientos», es «igualmente difícil y lento tratar de reconstruirlo. […] Aunque el mundo se haya olvidado de Siria, el Señor vela por la nación y su pueblo y no permitirá que su barco se hunda».
Son palabras del arzobispo maronita de Damasco Mons. Samir Nassar, en el mensaje de Cuaresma que envió a AsiaNews, en el que describe una realidad en graves dificultades debido a la devastación provocada por el conflicto y la guerra económica que padece el pueblo.
En este tiempo de ayuno y oración que conduce a la Pascua, el prelado describe las «escenas de desolación» que presenta el país árabe, aunque la Iglesia local está dispuesta y preparada para asumir el desafío del renacimiento y la reconstrucción. Un desafío que se concreta en «obras de caridad en el campo de la salud y la educación, y un programa pastoral dedicado a los jóvenes, la mediación familiar y la ayuda a las familias con mayores dificultades, no solo a nivel económico».
Este es el mensaje del arzobispo maronita de Damasco.
El naufragio de un barco
Parece que la guerra de Siria es el drama más cruel que ha presenciado el mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando empezó a disminuir la violencia relacionada con el conflicto, estalló una guerra económica aún más dura, que puso de rodillas cualquier resto de esperanza de recuperación para el pueblo, cuyo sufrimiento se duplicó.
El escenario actual sigue dominado por el caos:
1 - Las víctimas son no menos de 950 mil, lo que ha sumido a muchísimas familias en el dolor, el luto y la precariedad.
2 - Hay más de 200 mil personas desaparecidas, entre ellas dos obispos y cuatro sacerdotes, de las que no se sabe nada desde hace tiempo. Una pesadilla para sus familiares y amigos, que no saben qué les ha ocurrido a sus seres queridos.
3 - Al menos 13.000 desplazados internos de diferentes regiones viven en la más completa miseria, incertidumbre y desesperación.
4 - Hay 95.000 sirios con manos, pies o piernas amputadas o paralizadas. Constituyen un grave problema que el Estado no está en condiciones de abordar y cuyas consecuencias son muy graves tanto médica como psicológicamente.
5 - Según las últimas estimaciones, 2,5 millones de edificios han quedado destruidos, dañados, arrasados o son inhabitables debido a la guerra. Hay ruinas por todas partes y muchas zonas parecen pueblos fantasmas que, con el tiempo, se han convertido en campamentos para refugiados o personas sin hogar.
6 - A la crisis generalizada se suman bloqueos y sanciones internacionales, que limitan incluso las pocas ayudas, recursos o financiación que pueden venir del exterior. También hay que recordar el colapso de la moneda local, la lira siria, y la inflación galopante, que se suman a la pandemia del nuevo coronavirus en una combinación de efectos devastadores que bien enmarca la situación actual del país.
Por otra parte, así como es fácil y rápido destruir un país hasta sus cimientos, es igualmente difícil, arduo y lento intentar reconstruirlo.
Ante estas escenas de desolación, la Iglesia en Siria - aunque minoritaria en el país - no ha querido ser solo un espectador silencioso, sino que ha decidido poner en marcha un Sínodo de renovación y contribuir a llevar la luz del Espíritu (Santo) de muchas maneras diferentes. Esa es la razón del testimonio directo y activo en la promoción de obras de caridad en el campo de la salud y la educación, y un programa pastoral dedicado a los jóvenes, la mediación familiar y de ayuda a las familias con mayores dificultades, no solo a nivel económico. A esto se suma la atención a las personas más frágiles, el apoyo a los que han sido golpeados por la guerra en términos materiales o humanos, víctimas de lo que ha sido una verdadera destrucción del país. En este sentido, los encuentros dedicados a la adoración del Santísimo Sacramento fueron uno de los eventos más sentidos para tratar de comprender la esencia del mensaje (cristiano) en este horizonte de devastación.
Qué rápido y fácil es destruir una nación. Y cuánto más difícil es reconstruirla. ¡Qué herida tan terrible y profunda!
»Maestro, ¿no le importa que muramos? (Marcos 4, 35)
Aunque el mundo se haya olvidado de Siria, el Señor vela por la nación y su pueblo y no permitirá que su barco se hunda y desaparezca en la nada.
* Arzobispo maronita de Damasco