(M. Poveda/La Razón/InfoCatólica) Kazajstán: 15 millones de habitantes, 40 religiones y 130 etnias en un país que ocupa cinco veces la superficie de España. La recien estrenada capital del país, Astana (centro geográfico de toda Eurasia), acogió a inicios de mes el Tercer Encuentro de Líderes Religiosos y del Mundo, con numerosos representantes de confesiones y de gobiernos.
«Todos compartimos el mismo Dios que creó al hombre a su imagen y le hizo sacrificar la vida: cristianos, musulmanes y judíos. Será dificil vivir sin un Dios de justicia y paz para la humanidad», dijo el premio Nobel Simon Peres, presidente de Israel, durante su participación en el encuentro, que tuvo como escenario la imponente pirámide que el arquitecto Norman Foster ha erigido como símbolo de la ciudad.
«La construccion del mundo es imposible sin espiritualidad, pero también hace falta responsabilidad y un alto sentido de la moralidad por parte de la gente y la espiritualidad vive un momento de retroceso por culpa de la crisis», previno el presidente del país anfitrión, Nursultan Nazarbayev. El político destacó la convivencia entre religiones en Kazajstán, donde se vive un islam moderado acostumbrado a la pluralidad.
Al encuentro asistió el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que puso de relieve una de las claves del encuentro: «No se trata de coexistir, sino de convivir», dijo. William Bentley, secretario general de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz, defendió el «tremendo poder de la cooperación entre comunidades religiosas en la construcción de la paz». Para Bentley, las religiones «pueden llegar incluso a donde los Gobiernos no llegan». Por eso, dijo, la paz mundial se construirá a través de dos caminos paralelos el intergubernamental y el interreligioso.
Adel Al-falah, subsecretario del Ministerio de Kuwait para Asuntos Islámicos, se mostró a favor de «respetar la diversidad y las diferencias en religiones y civilizaciones», así como de «intercambiar opiniones y tener un diálogo» para vivir en paz. Y para concluir, un asistente propuso una meditación: «Si hubiera nacido en otro país, ¿tendría la misma religión?».
Contra «la cultura del enemigo»
Los católicos estuvieron representados por Marco Impagliazzo, el presidente de la Comunidad de San Egidio, considerada una de las más eficaces herramientas diplomáticas de la Iglesia. «El diálogo que celebramos radica en la estima del otro, pese a sus diferencias, una lección en nuestra época dominada por una “cultura del enemigo”», afirmó. «Los hombres favorables al diálogo son considerados ingenuos», añadió. Pero «la historia es rica en milagros, en fuerzas sumergidas que emergen», aseguró citando al fundador de San Egidio, el historiador Andrea Riccardi. Y enumeró algunos hechos concretos que dan esperanza: el programa Dream con 70.000 enfermos de sida en África, las campañas por la paz de la comunidad en Argelia, los Balcanes y Mozambique (donde ayudaron a frenar la guerra en 1992), la lucha contra la pena de muerte (Togo la abolía recientemente citando a San Egidio)... Son tareas donde trabajan diversas confesiones. «Ni indiferencia a la fe del otro, ni exaltación de las contraposiciones: la vía es el diálogo respetuoso».