(Die Tagespot/InfoCatólica) En una contribución para «Welt & Kirche», el suplemento especial para el correo diario de la Asamblea Sinodal, el cardenal indica que los sínodos y los concilios nunca presumieron de dar a la Iglesia «doctrinas y creencias conformes al espíritu de los tiempos (Zeitgest) ni que sea necesario adaptarse a las cosmovisiones y estilos de vida del momento».
Lo que pensaban los cristianos el siglo pasado
En este sentido, hubo unanimidad con los cristianos creyentes de denominación protestante, enfatiza Müller. En la «Declaración Teológica de Barmen» (1934), se sijo a los cristianos alemanes que era herejía poner las «realidades de la vida como la segunda fuente de revelación» junto con la Palabra de Dios: «Rechazamos la falsa enseñanza de que la Iglesia tenga permiso para darle forma (a la Revelación). Ni para abandonar su mensaje y organizarse a su gusto siguiendo el cambio de las convicciones ideológicas y políticas prevalecientes».
Límites de la autoridad de la iglesia
Müller recuerda los límites de la autoridad de la iglesia. El Papa y todos los creyentes deben estar sujetos a las Escrituras, la Tradición y al magisterio anterior. Bajo el pretexto de una «nueva hermenéutica» es imposible reinterpretar sustancialmente o incluso socavar el credo y la enseñanza de la Iglesia.
El cardenal añade que difícilmente se puede aceptar que un organismo como la Asamblea Sinodal en Alemania puede reclamar el Espíritu Santo para sí mismo para suspender, corregir y reinterpretar la autoridad de las Sagradas Escrituras, la Tradición Apostólica y las decisiones infalibles del magisterio..La Asamblea Sinodal no está autorizada por la Iglesia para que pueda «desarrollar más» los dogmas o la ley divina.
Defectos de nacimiento del principio sinodal
Müller indica que está justificado hablar de un principio sinodal cuando obispos, sacerdotes y laicos trabajan juntos en cuerpos diocesanos y superdiocesanos, pero hay peligro de que se produzca un defecto de nacimiento en el proceso actual. En opinión del cardenal, esto consiste en el «malentendido político» de que la Iglesia, al abordar la cuestión de la autoridad, sostenga que ahora debe ser «democráticamente» limitada y compartida. Criticar la «separación de poderes en la iglesia» es «populismo e ignorancia teológica», advierte el purpurado. En realidad, la autoridad espiritual de los obispos y la misión de los laicos están «al servicio de la verdad revelada y de la salvación eterna de todos aquellos por quienes Jesucristo sacrificó su vida en la cruz».
El cardenal apuesta definitivamente por la nueva evangelización. «En lugar de enfrentar los grandes desafíos teológicos y antropológicos del proceso de descristianización intelectual y espiritual, se pretende que es necesaria la reedición de la antigua agenda de la década de 1970 (fin del celibato sacerdotal mal entendido, acceso de las mujeres al oficio sacramental, intercomunión mientras se mantienen diferencias fundamentales en la fe, aceptación de la sexualidad y la cohabitación fuera del matrimonio, etcétera) para modernizar la iglesia».
Revangelizar en lugar de exportar declive
En cambio, el principio sinodal para el trabajo común a favor de la nueva evangelización de Alemania debería ser fructífero, exigió Müller. «Con eso, los alemanes haríamos lo suficiente por la Iglesia en todo el mundo, que no está esperando la exportación del declive sin precedentes de la vida cristiana en Europa Central».