(EP) «El velo de secreto que rodeaba estos crímenes abominables y que impedía a las víctimas obtener justicia y reparación ha sido levantado», ha subrayado Maud de Boer-Buquicchio, según un comunicado difundido por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
En este sentido, Maud de Boer-Buquicchio ha señalado que este «movimiento positivo» del Papa «que reconoce la magnitud de la crisis», significa «que las víctimas ya no tendrán que vivir en la desesperación de que estos crímenes pasen desapercibidos e impunes». «Ahora que se ha logrado la transparencia dentro de las jerarquías de la Iglesia, el camino hacia la responsabilidad civil y penal secular por estos abusos está abierto», ha añadido.
Solo un primer paso
Sin embargo, considera que es solo «un primer paso» y que ahora el Vaticano debe «tomar todas las medidas necesarias para garantizar que la justicia y la reparación para las víctimas en todo el mundo se realicen a través de investigaciones rápidas y exhaustivas que estén sujetas al escrutinio público, el enjuiciamiento de los presuntos perpetradores y apliquen informes obligatorios para todos los clérigos y el personal que tienen conocimiento de estos actos atroces».
Asimismo, urge a la Iglesia a hacer cumplir las políticas de tolerancia cero sobre el abuso sexual infantil en todas las instituciones bajo su supervisión, «asegurándose de desestimar de inmediato a aquellos que han abusado de niños». Y le insta a proporcionar a las víctimas los medios para acceder a asesoramiento y apoyo social «con carácter de urgencia».
La relatora especial de la ONU también ha hecho hincapié en que además de los casos del pasado, en la actualidad, «siguen» saliendo a la luz acusaciones contra miembros de la Iglesia por abuso sexual a menores y son «profundamente preocupantes». «Durante décadas, el flagelo del abuso contra los niños ha sido completamente ignorado, negado o renombrado como un pecado que podría ser absuelto si se busca el perdón», ha remarcado.
Además, ha apuntado que los gobiernos nacionales deberían complementar estos esfuerzos con educación pública y servicios sociales y, finalmente, ha agradecido a las víctimas su «coraje de hablar» sobre este tema «devastador». «El mundo está esperando que los Estados y la Iglesia cumplan con su deber de poner fin a este flagelo. Las acciones deben seguir a las palabras», ha zanjado.