(AsiaNews) – El Papa Francisco le ha confiado a la Inmaculada a todos aquellos que en Roma y en el mundo «están oprimidos por la desconfianza del desánimo por el pecado; aquellos que piensan que para ellos no hay más esperanza, que sus faltas son demasiadas y demasiado grandes y que Dios no tiene tiempo que perder con ellos». Así dice la oración compuesta por Francisco , y que él rezó esta tarde al pie de la imagen ubicada en Plaza España, que fue dedicada en 1857 a la madre de Jesús. Allí fue hoy el Papa, renovando un homenaje que se prolonga desde 1953.
Francisco llegó poco antes de las 16, proveniente de la Basílica de Santa María Maggiore, donde se detuvo en oración delante de la imagen de la «Salus Populi Romani». En Plaza España, donde fue recibido por la alcaldesa de Roma, Virgina Raggi, y por miles de personas, Francisco colocó un cesto de rosas blancas delante de la columna y luego rezó su oración.
«Tú, Madre – fueron algunas de sus palabras - , nos recuerdas que sí, somos pecadores, ¡pero ya no somos esclavos del pecado! Tu hijo, con su sacrificio, rompió el dominio del mal, ganó el mundo. Esto le dice tu corazón a todas las generaciones Tan claro como el cielo donde el viento ha disuelto cada nube. Y entonces nos recuerdas que no es lo mismo
ser pecadores y ser corruptos: es muy diferente. Una cosa es caer, pero luego arrepentirse, confesarlo y levantarse de nuevo con la ayuda de la misericordia de Dios. Otra cosa es la connivencia hipócrita con el mal, la corrupción del corazón, que se muestra impecable por fuera, pero por dentro está lleno de malas intenciones y mezquinos egoísmos».
«Tu pureza clara nos recuerda la sinceridad, a la transparencia, a la simplicidad. ¡Cuánto necesitamos ser liberados de la corrupción del corazón, que es el peligro más grave! Esto nos parece imposible, porque somos tan adictos, y en cambio está al alcance de la mano. ¡Basta con mirar hacia arriba a tu sonrisa de madre, a tu belleza virgen, incontaminada, para volver a sentir que no estamos hechos para el mal, sino para el bien, para el amor, para Dios!».
«Por esto, oh Virgen María, hoy te confío a todos aquellos que, en esta ciudad y en todo el mundo están oprimidos por la desconfianza del desánimo por el pecado; aquellos que piensan que para ellos no hay más esperanza, que sus faltas son demasiadas y demasiado grandes y que Dios no tiene tiempo que perder con ellos. Te los confío porque no eres solo una madre y como tal nunca dejas de amar a tus hijos, sino también eres la Inmaculada, llena de gracia, y puedes reflejar desde adentro de la oscuridad más profunda un rayo de luz de Cristo resucitado».
«Él, y solo Él, rompe las cadenas del mal, libera de las adicciones más implacables, se disuelve de los lazos más criminales, suaviza los corazones más endurecidos. Y si esto sucede dentro de las personas, ¡Cómo cambia la faz de la ciudad! En pequeños gestos y en grandes elecciones, los círculos viciosos se vuelven virtuosos poco a poco, la calidad de vida mejora y el clima social es más transpirable».
«Te damos gracias, Madre Inmaculada, Por recordarnos que, por el amor de Jesucristo, ya no somos esclavos del pecado, sino libres, libres de amar, de amarnos, para ayudarnos como hermanos, aunque si sean diferentes de nosotros y gracias por ser diversos entre nosotros. Gracias porque, con tu sinceridad, nos animas a no avergonzarnos del bien, sino del mal; ayúdanos a mantener alejado al maligno, que con el engaño nos atrae hacia él, en agujas de muerte; danos el dulce recuerdo de que somos hijos de Dios, Padre de inmensa bondad, fuente eterna de vida, belleza y amor».