(AICA) El papa Francisco presidió hoy, Viernes Santo, celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro. Con la sobriedad de la ceremonia en la que no se celebró la Eucaristía, el Santo Padre, vestido de púrpura en recuerdo de la sangre de Cristo derramada en la Cruz, se postró en el suelo delante del altar para orar durante unos minutos.
Tras esos minutos de silenciosa oración, acompañado de los fieles presentes arrodillados, el pontífice se puso de nuevo en pie para la liturgia de la Palabra en la que el Evangelio que relata la Pasión de Cristo fue leído completamente en latín.
Además de la oración del Papa ante el altar, un momento de especial emotividad espiritual fue la adoración de la Cruz aclamada tres veces con las palabras «Miren el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. ¡Vengan a adorarlo!».
El predicador de la Casa Pontificia, padre Rainiero Cantalamessa, pronunció la homilía. Esta vez su prédica llevó por título «Despreciado y rechazado por los hombres».
Jesús de Nazaret, el hombre de dolores
La prédica planteó un primer elemento: Jesús como prototipo y representante de todos los rechazados, los desheredados y los descartados. «El relato de la pasión ha dado un nombre y un rostro a este misterioso hombre de dolores, despreciado y rechazado por los hombres: el nombre y el rostro de Jesús de Nazaret. Hoy queremos contemplar al Crucificado precisamente en esta apariencia», afirmó el padre Cantalamessa.
La pobreza de Jesús
El predicador de la Casa Pontificia recordó que la familia de Jesús era pobre. Nació en un establo porque para los suyos «no había puesto en la posada». Al presentarlo en el templo, los padres ofrecieron «un par de tórtolas o dos pichones», la ofrenda prescrita por la ley para los pobres que no podían permitirse el lujo de ofrecer un cordero. Un auténtico certificado de pobreza en el Israel de entonces. Durante su vida pública, no tiene «dónde reclinar la cabeza»: un sintecho.
El padre Cantalamessa invitó a detener nuestra mirada en lo que sucede durante la Pasión: Jesús, en el pretorio de Pilato. Las burlas de los soldados; los símbolos que usan para lograrlo: corona de espinas, flagelado, el manto y las manos amarradas. «Es el prototipo de las personas maniatadas, solas, en manos de soldados y bandidos que desfogan sobre los pobres desgraciados la rabia y la crueldad que han acumulado en la vida. ¡Torturado!». Seguidamente recordó al escritor Primo Levi quien afirma: «En la cruz, Jesús de Nazaret se convierte en el emblema de toda esta humanidad «humillada y ofendida».
Más adelante el padre Cantalamessa recordó al teólogo Howward Thurman, quien escribió un libro con este título: Jesús y los desheredados. «En él, hace ver lo que representó la figura de Jesús para los esclavos del Sur, de los que él mismo era un descendiente directo. En la privación de todo derecho y en la abyección más total, las palabras del Evangelio que repetía el ministro de culto negro, en la única reunión que se les consentía, daban nuevamente a los esclavos el sentido de su dignidad de hijos de Dios».
«En este clima nacieron la mayoría de los cantos espirituales negros que todavía hoy conmueven al mundo. En el momento de la subasta pública habían vivido el desgarro de ver a las esposas separadas de los maridos y a los padres respecto de los hijos, vendidos a dueños diferentes. Es fácil intuir con qué espíritu cantaban bajo el sol o en el interior de sus cabañas: Nadie sabe el dolor que he experimentado; nadie, excepto Jesús».
La Pasión de Jesús. Invitación a profundizar
Aquella muerte redimió al mundo del pecado, llevó el amor de Dios al punto más lejano y más oscuro en el que la humanidad se había metido en su huida de él, es decir, en la muerte, afirmó el predicador. Jesús se hizo pobre con los pobres.
«Él mismo se ha encargado de asegurárnoslo cuando solemnemente afirmó que lo que hicimos por el hambriento, el desnudo, el preso, el exilado, se lo hicimos a él y lo que omitimos hacérselo a ellos no se lo hicimos a Él.
¡El Crucificado ha resucitado!
«El vencido se ha convertido en vencedor, el juzgado se ha convertido en el juez, «la piedra descartada por los arquitectos se ha convertido en piedra angular». La última palabra no ha sido y no será nunca la de la injusticia y la opresión. Jesús no ha devuelto sólo una dignidad a los desheredados del mundo; ¡les ha dado una esperanza!».
El padre Cantalamessa recordó que en los tres primeros siglos las comunidades cristianas celebraban todo en un solo día: «En la Vigilia pascual se conmemoraba tanto la muerte como la resurrección». Allí se conmemoraba el tránsito de Cristo, de la muerte a la resurrección. Pascua» (pasech) significa tránsito: paso del pueblo hebreo de la esclavitud a la libertad, tránsito de Cristo de este mundo al Padre y tránsito, del pecado a la gracia, de los creyentes en él».
La cruz contiene un mensaje para los poderosos, los fuertes y los vencedores: «La muerte, como la espada de Damocles, pende sobre la cabeza de cada uno, colgada de un hilo. Pone en guardia contra el peor mal para el hombre que es la ilusión de la omnipotencia».
La Iglesia ha recibido el mandato de su fundador de ponerse de la parte de los pobres y los débiles, de ser la voz de quien no tiene voz. El otro mandato es construir la paz en el mundo, como trabajo que la Iglesia debe hacer en conjunto con todas las religiones. Ante esto no podemos permanecer indiferentes», concluyó.