(ACI/InfoCatolica) “Sin embargo –prosiguió el Papa- la Iglesia está incesantemente plasmada y guiada por el Espíritu de su Señor. Es un cuerpo vivo, cuya vitalidad es justamente fruto del invisible Espíritu Divino”.
"La Iglesia en el mundo entero revive hoy, solemnidad de Pentecostés, el misterio del propio nacimiento, del propio ‘bautismo’ en el Espíritu Santo, que tuvo lugar en Jerusalén cincuenta días después de la Pascua", señaló. Y agregó que "el Espíritu Santo, que con el Padre y el Hijo ha creado el universo, ha guiado la historia del pueblo de Israel y ha hablado por los profetas, que en la plenitud de los tiempos ha cooperado con nuestra redención, en Pentecostés ha descendido sobre la Iglesia naciente y la ha hecho misionera, enviándola a anunciar a todos los pueblos la victoria del amor divino sobre el pecado y sobre la muerte”.
Meditando sobre el Espíritu Santo, lo definió como “alma de la Iglesia”, sin el cual esta “sería un gran movimiento histórico, una compleja y sólida institución social, tal vez una especie de agencia humanitaria. Y es así como la consideran aquellos que están fuera de una óptica de fe”.
Más adelante el Pontífice recordó la presencia mariana y su relación con el Espíritu: “En Nazaret, Ella recibió el anuncio de su singular maternidad e inmediatamente después de haber concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, por el mismo Espíritu de Amor fue impulsada a salir al encuentro de su anciana pariente Isabel. La joven María es estupendo ícono de la Iglesia en perenne juventud del Espíritu, de la Iglesia misionera del Verbo encarnado, llamada a llevarlo al mundo y a testimoniarlo en el servicio de la caridad”.
Seguidamente el Papa rezó el Regina Coeli, saludó a los presentes en diversos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.