(ACN) El P. Kajo fue el primero en regresar a los pueblos cristianos de la Llanura de Nínive cuando las tropas del ejército iraquí consiguieron repeler a los yihadistas.
«Solo la Iglesia está trabajando con los cristianos de Irak y otras minorías para que recuperen sus vidas. Si las familias no vuelven a sus casas, desaparecerá el Cristianismo de Irak», reconoce con rotundidad durante su visita a la sede española de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. El padre Salar además coordina, a través del Comité de Reconstrucción de Nínive, los trabajos de reconstrucción de 9 pueblos de mayoría cristiana en la Llanura de Nínive, en los alrededores de Mosul.
¿Cuál es la situación actualmente en los pueblos de la Llanura de Nínive?
En la zona norte de la Llanura de Nínive, unas 1.000 familias ya han podido regresar a sus hogares. Todo esto ha sido posible gracias a la Iglesia, que ha posibilitado el regreso y también que estas familias vivan con dignidad en estos años de exilio. Pero hay que seguir trabajando para que vuelvan todos.
¿Cómo viven los que han podido regresar?
Ellos pensaban que no tendrían la posibilidad de regresar a sus hogares, habían perdido la esperanza, aunque no su fe en Jesús. Ahora otro reto es muchos casos es encontrar trabajo para estas personas. Han podido perdonar al Daesh y a sus vecinos que colaboraron con los yihadistas. Este es un ejemplo de fe profunda pues creen que sólo el perdón podrá cambiar los corazones de aquellas personas que han ejercido tanta violencia contra ellos.
Fue uno de los primeros que regresó a estas localidades. ¿Qué se encontró?
En el mismo día de la liberación de pueblos como Telleskuf, cercanos a Mosul, llegué con un grupo de jóvenes. En Batnaya, lo primero que visité fue la iglesia y vi que estaba todo destruido. Por el suelo había libros de la Biblia y los leccionarios recientemente quemados. Antes de que los militantes de Daesh se fuesen del pueblo, se habían ensañado especialmente con las iglesias. Después hicimos una visita a varias casas cercanas, no podíamos visitar más porque el pueblo estaba lleno de minas. Rezamos un padrenuestro en arameo y tocamos las campanas, que sonaban por primera vez después de tres años.
¿Qué pensó cuando vio las iglesias y las casas destruidas?
Sentí un gran dolor. Teníamos muchos recuerdos de nuestros pueblos y de las iglesias. Habíamos trabajado mucho para tener las iglesias bien adecentadas. Al mismo tiempo, nos acordamos de la gente que como nosotros, dejó todo atrás, menos la fe. Me decía: «Gracias, Señor, porque no hemos podido conservar la Iglesia como estructura pero sí la fe de la gente».
¿La fe de los cristianos de Irak es ahora más fuerte que nunca?
Creo que sí. Ahora estamos viendo los frutos de esta fe, como por ejemplo la caridad con los que han perdido todo y también con los vecinos de otras religiones, musulmanes de otros pueblos. Y también el fruto del perdón, que están teniendo todos los cristianos con las personas que eran sus vecinos y ayudaron a Daesh a ocupar sus casas, a robar y quemar los pueblos.
¿Cómo es posible perdonar después de haber perdido todo? ¿Es verdadero perdón?
Es de verdad porque en nombre de Jesucristo todo es posible. La gente ha sufrido mucho, en tres años como refugiados en el Kurdistán iraquí han vivido muchas dificultades. Pero tienen una base de fe que hace que hayan podido superar todo, no sin dificultad. Esta fe también hace que el perdón se viva de forma verdadera.
¿Tienes algún ejemplo?
Lo primero que han hecho las familias al regresar a sus pueblos ha sido ir a visitar a sus vecinos musulmanes. Para preguntarles qué tal estaban. Y les han dicho que querían regresar para tener paz y recuperar la convivencia. Esto es algo humanamente imposible pero desde la lógica de la fe, es posible.
¿Qué necesidades tenéis?
Tenemos gran urgencia por que todos puedan volver a sus pueblos. Esto es solo posible gracias a la ayuda de organizaciones, porque los gobiernos no nos ofrecen ayuda. Después de un año de la reconstrucción, solo a través de la Iglesia hemos podido ayudar a la gente a regresar. Es nuestra tierra, es nuestra identidad. Queremos regresar, para recuperar nuestra dignidad, y trabajar y vivir como antes del Daesh.
Personalmente, ¿cómo ha cambiado tu vida después de tanta destrucción?
La crisis del Daesh ha hecho crecer mi vocación sacerdotal. El Señor nos usa a los sacerdotes para que estemos más cerca del pueblo en estos duros momentos, en todos los ámbitos de la vida y no sólo disponibles para temas pastorales. Esto ha fortalecido las relaciones de la Iglesia con los fieles y ha hecho que la fe sea más profunda. Es importante que los cristianos sigan en Irak. Han pasado de ser 1.000.000 a 400.000. Es importante sobre todo la presencia. Se sienten misioneros en esa tierra. Si se vieran obligados a dejarla, la humanidad allí estaría en conflicto. Tienen por tanto una responsabilidad moral de hacer la paz y convertir los corazones de sus conciudadanos. Se sienten constructores de la paz en la zona de Oriente Medio.