(Zenit) Un gesto simbólico de gran importancia en una ciudad devastada por años de guerra de la llamada batalla de Alepo, iniciada a mitad de 2015, con la división de la ciudad en dos partes una del Gobierno y otra de los rebeldes. Una guerra de posiciones que concluyó a final de diciembre de 2016 con la conquista de toda la ciudad por parte de las tropas gubernativas.
En la ciudad no caen misiles, pero se vive sin electricidad ni agua corriente, en condiciones de pobreza extrema, indicó a Radio Vaticano el sacerdote franciscano Ibrahim Alsabagh.
La consagración será durante la Misa concelebrada por todos los obispos y sacerdotes de Alepo y presidida por el Eparca Antoine Audo, sj.
La iniciativa que partió de la parroquia latina de San Francisco inicia el 11 de mayo las celebraciones, sigue durante todo el viernes 12, cuando además se realizarán actividades varias, y concluye en la festividad de María con una procesión con la imagen de Nuestra Señora de Fátima y la consagración de la ciudad de Alepo a la Virgen María, con la participación de todos los ritos del norte de Siria.
Sobre el evento Mons. Audo declaró a Asia News que «todo el mes de mayo es importante para la comunidad cristiana de Alepo. Todas las iglesias están llenas de fieles que rezan el Rosario, se acercan a la Eucaristía, recitan las letanías. Este es un momento muy importante de oración y comunión en torno a María, una tradición agradable y arraigada en el tiempo».
De hecho, el pueblo de Alepo «ama mucho la devoción popular», desea «participar» y llevar a cabo una «profunda tradición», que une a las iglesias y las familias en torno a María. Esto, dijo, «es muy bonito, ya que crea una atmósfera de serenidad. Mayo es el mes preferido para orar por la paz, por el fin de todos los conflictos».
La consagración de Alepo a María, el tema de la paz – añade el obispo caldeo – son fuente de esperanza y un signo de nuestra presencia. Queremos aprovechar el evento para revivir los temas de diálogo, la unidad y el encuentro no sólo entre las diferentes denominaciones cristianas, sino también con los musulmanes aprovechando la gran repercusión que ha tenido el viaje del Papa a Egipto. Es un evento del que todavía se habla hoy, un testimonio hecho más con gestos que con palabras».
Al drama de la guerra, concluye Mons. Audo, se puede responder «con el fanatismo o con la comunión: la Iglesia ha ayudado a optar por la segunda. La fe cristiana es firme y fuerte, y esto genera optimismo, a pesar de que oermanecen las incertidumbres y las sombras en lo que concierne al futuro».