(Don Orione/InfoCatólica) Ha sido una maravillosa y genial expresión de la caridad cristiana, una de las personalidades más eminentes del siglo pasado por su fe, vivida abiertamente. Tuvo el temple y el corazón del Apóstol San Pablo, tierno y sensible hasta las lágrimas, infatigable y audaz hasta el heroísmo. Ha mostrado a todos el camino del bien. Siempre atento y solícito a las necesidades de los pobres, sentidos como tesoros y perlas preciosas. El corazón de este estratega de la caridad fue «sin fronteras porque estaba dilatado por la caridad de Cristo».
Este humilde hijo de un empedrador de caminos proclamaba que la perfecta alegría no puede ser otra que la perfecta entrega de sí mismo a Dios y a los hombres, a todos los hombres. Don Orione fue un sacerdote todo de Dios y todo de los hombres. Dedicó su vida entera a amar y servir al Señor en los más humildes, en los más pobres y desposeídos. «Sólo la caridad salvará al mundo» fue la convicción que marcó su vida; una caridad necesaria y urgente para llenar los surcos que el odio y el egoísmo habían abierto en su época. Esta convicción le llevó a fundar la Pequeña Obra de la Divina Providencia (1903), congregación que se extendió en su Italia natal y en tierras de misión, en varios países de Latinoamérica. Hoy en día está presente en más de treinta países.
El mensaje de Don Orione es una invitación a mirar la realidad para transformarla con la caridad. Una caridad que se realiza no como paliativo asistencial, sino como promoción de justicia, de dignidad humana y de salvación integral del hombre y de la sociedad.
«Tenemos que ser santos, pero no tales que nuestra santidad pertenezca sólo al culto de los fieles o quede sólo en la Iglesia, sino que trascienda y proyecte sobre la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de amor a Dios y a los hombres que más que ser santos de la Iglesia seamos santos del pueblo y de la salvación social».
Hoy, sus obras y su mensaje reafirman la vigencia de un testimonio que sigue anunciando que la vida sólo es tal cuando se comparte solidariamente con el prójimo, especialmente con aquel más necesitado y abandonado, pues en él brilla la imagen de Dios.
Su vida
Nacido en Pontecurone, provincia de Alessandria (Italia), el 23 de junio de 1872, el ambiente de pobreza y de piedad sincera que caracterizaba a su familia fueron el mejor estímulo para hacer brotar en su corazón el germen, a la vez tierno y robusto, de un amor ardiente hacia Dios y hacia los hombres que se convertirán en la luz y guía de toda su vida.
Su vocación, acrisolada y robustecida en el sacrificio, recibió un fuerte impulso durante los seis meses pasados en el Convento de los franciscanos de Voghera (1885-1886), durante el trienio transcurrido junto con Don Bosco y sus santos colaboradores (1886-89) y durante el duro aprendizaje del tiempo pasado en el Seminario diocesano de Tortona rico en sacrificios y en humildes trabajos al servicio de la Catedral (1889-93).
Las vicisitudes religiosas y político sociales de aquellos años de fervorosa preparación al ministerio sacerdotal provocaron en Luis Orione un afán incontenible por actuar antes que nada a favor de los niños huérfanos, sin medios de subsistencia, abandonados, sin posibilidad de desarrollar sus propias capacidades intelectuales y de seguir sus inclinaciones; en un segundo momento abrirá todo tipo de instituciones caritativas al servicio de los más pobres y necesitados.
El impulso de su gran corazón le llevó a fundar las obras más diversas: colegios de enseñanza, centros agrícolas, escuelas profesionales, obras de caridad, Pequeños Cottolengos. Además de la rama de los sacerdotes y hermanos fundó los Ermitaños de la Divina Providencia (1898), las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad (1915), Las Hermanas Sacramentinas Adoradoras Ciegas (1927). Pasó cuatro años entre sus Misioneros en Sudamérica en dos viajes.
Muerte
Murió en una casa de reposo en Sanremo, donde, contra su voluntad, le habían mandado los médicos, confiando en su recuperación. Era el 12 de marzo de 1940. Antes de dejar Tortona el 8 de marzo había protestado: “No quiero vivir y morir entre palmas, sino entre los pobres que son Jesucristo”
Hallazgo de su cuerpo incorrupto
En el año 1965 cuando se cumplieron 25 años de su muerte, siguiendo las indicaciones de la Santa Sede, a fin de efectuar el reconocimiento de los restos de alguien que está en proceso de beatificación, se abrió el féretro donde se contenían los mismos.
Beatificación y Canonización
Don Orione había sido sepultado en la cripta del santuario de Tortona. Cuando se abrió la urna lo encontraron mejor que cuando lo habían enterrado. De hecho, la madera del cajón estaba prácticamente destruido y la ropa desintegrada, mientras que el cuerpo estaba intacto. Hasta le había crecido la barba.
Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 26 de octubre de 1980 y canonizado, por este mismo papa, el 16 de mayo de 2004.