(AsiaNews/InfoCatólica) En los últimos días, alrededor de seis mil combatientes salieron de Alepo con sus familias. Mientras, más de dos millones de civiles decidieron permanecer bajo el control del Gobierno en la segunda ciudad más importante de Siria. Un hecho que no necesita de muchos comentarios y que tranquiliza a todos aquellos que mostraron preocupación por el destino de los civiles en la martiriada metrópolis. Según fuentes bien informadas, el pueblo de Alepo celebró con cantos y bailes su liberación. Esta semana, hay un ambiente de alegría generalizada, a pesar de los estragos de la guerra y de las marcas del conflicto que surgen por todas partes.
Sin embargo, la mayor victoria de Alepo no fue la liberación de la ciudad de los yihadistas y los insurgentes, sino el fracaso total de los grupos armados rebeldes que durante cuatro años intentaron matar el espíritu de tolerancia y convivencia entre las religiones y etnias. Un elemento peculiar de Siria, y en especial, de esta ciudad del norte, que ningún extremismo yihadista pudo borrar en todo este tiempo.
Como una señal de triunfo y de fiesta, el barrio cristiano armenio de Al Azizia erigió este martes el árbol de Navidad más alto del país, iluminando festivamente las calles de Alepo. Una banda, compuesta por jóvenes armenios vestidos de Papá Noel, actuó en la plaza para el deleite de todos los habitantes de la zona. En la iluminación del árbol, había más musulmanes que cristianos. Todos unidos, mostraron su entusiasmo cantando y bailando en un clima típico de las fiestas de Navidad.
La noticia de gente celebrando, testimoniada por las transmisiones en directo desde una plaza llena de gente, no agradó a los grupos salafistas y yihadistas. Durante cuatro años, hicieron proselitismo tratando de imponer un islam wahabí y takfiri: una visión basada en la exclusión de los “infieles” y en una lucha abierta contra los no creyentes.
Estos grupos extremistas trataron de sembrar nuevamente el terror y la incertidumbre en la población. Intentaron golpear con un ataque terrorista, frustrado por la Policía local, a la gente reunida en las calles para celebrar. Colocaron una bomba a punto de explotar en la plaza de Al Azizia, para frenar el masivo retorno de todos los desplazados internos alepianos, que habían salido de la ciudad poco después del ascenso de los rebeldes y los yihadistas.
Después de la liberación por parte del Ejército sirio, alrededor de un millón de personas originarias de Alepo regresaron a la metrópolis. Ahora, se disponen a reanudar sus vidas, que fueron súbitamente interrumpidas por los grupos yihadistas. Toda esta gente quiere reconstruir, reemprender las actividades y volver a abrir las fábricas, devolver el equipamiento robado por las milicias y contrabandeado con Turquía. En la zona se respira un ambiente de entusiasmo y dinamismo, elementos que siempre caracterizaron al pueblo de Alepo.
La noticia del atentado fallido no hizo mella en la población, que ya es inmune a los «trucos» de los combatientes «por la libertad» y los partidarios de un «califato querido por fuerzas extranjeras». Irónicamente, los ciudadanos de Alepo ven en lo que está sucediendo exactamente lo contrario de lo que había sucedido anteriormente.
Todo comenzó con bombas y ataques terroristas, seguido por la ocupación de los distritos al este de Alepo y la llegada de los yihadistas. Ahora, lo que ocurre es exactamente lo contrario: la salida de los yihadistas en primer lugar, precedida por la liberación de los barrios al este y ahora el regreso a lo básico, con las bombas y los ataques terroristas.
Aunque pueda parecer paradójico, la población considera como una buena señal dicho intento de atentado. Lo califican como una suerte de señal de desesperación y desconcierto de los grupos yihadistas, ahora impotentes y luego forzados a ataques cobardes e impredecibles. Un gesto de quien sabe que ya no tiene futuro en una ciudad que volvió a vivir y esperar.