(RV/SIC) En la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico del Vaticano, y ante la presencia del Papa Francisco y los miembros de la Curia Romana, el Padre Cantalamessa en su última predicación en preparación a la Pascua comenzó refiriéndose al camino ecuménico después del Concilio Vaticano II.
Al respecto explicó que cincuenta años de camino y de progresos en el ecumenismo demuestran la virtualidad encerrada en ese texto. Después de haber recordado las razones profundas que inducen a los cristianos a buscar la unidad entre ellos, y tras tomar nota del difundirse entre los creyentes de las distintas Iglesias de una nueva actitud al respecto, los Padres conciliares así expresan el intento del documento:
«Considerando, pues, este Sacrosanto Concilio con grato ánimo todos estos problemas, una vez expuesta la doctrina sobre la Iglesia, impulsado por el deseo de restablecer la unidad entre todos los discípulos de Cristo, quiere proponer a todos los católicos los medios, los caminos y las formas por las que puedan responder a este divina vocación y gracia». Las relaciones, o los frutos, de este documento han sido expresados de dos formas. En el plano doctrinal e institucional, ha sido constituido el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos; iniciaron otros diálogos bilaterales con casi todas las confesiones cristianas, con el fin de promover un mejor conocimiento recíproco, un debate de las posiciones y la superación de prejuicios».
El Predicador afirmó que junto a este ecumenismo oficial y doctrinal, se ha desarrollado desde el principio un ecumenismo del encuentro y de la reconciliación de los corazones. Y en este ámbito destacó algunos encuentros célebres que marcaron el camino del ecumenismo en estos cincuenta años: el de Pablo VI con el Patriarca Atenágoras, los innumerables encuentros de Juan Pablo II y de Benedicto XVI con los jefes de distintas Iglesias cristianas, del Papa Francisco con el patriarca Bartolomé, y, por último, con el Patriarca de Moscú Kirill en Cuba que ha abierto un horizonte nuevo en el camino ecuménico.
También destacó las muchas iniciativas mediante las cuales los creyentes de distintas Iglesias se encuentran para rezar y proclamar juntos el Evangelio, sin intenciones de proselitismo y en plena fidelidad cada uno a su propia Iglesia, tal como él mismo ha tenido la gracia de ver al participar en muchos de esos encuentros.
A un año del V Centenario de la reforma protestante (1517)
El Padre Cantalamessa recordó que en la Cuaresma del año pasado trató de mostrar los resultados a los que el diálogo ecuménico ha llegado a nivel teológico con el oriente ortodoxo. Y lo hizo en un libro titulado «Dos pulmones, una única respiración», en el que explica a lo que se tiende y que en gran parte ya se ha realizado. Y, en esta ocasión dirigió su la atención a las relaciones con el otro gran interlocutor del diálogo ecuménico que es el mundo protestante, aunque sin entrar en cuestiones históricas y doctrinales, sino sólo para mostrar cómo todo impulsa a ir hacia adelante en el esfuerzo de recomponer la unidad del occidente cristiano:
«Una circunstancia hace este esfuerzo particularmente actual. El mundo cristiano nos prepara a celebrar el quinto centenario de la Reforma en el 2017. Es vital para el futuro de la Iglesia no perder esta ocasión, permaneciendo prisioneros del pasado, o limitándose a usar un tono más conciliador en el establecimiento de los aciertos y errores en ambos lados. Es el momento de hacer, creo, un salto de calidad, como cuando una barca llega a la compuerta de un río o de un canal que le permite proseguir la navegación a un nivel superior».
Después de destacar que la situación ha cambiado profundamente en estos quinientos años y que, como suele suceder, es difícil tomar conciencia rápidamente de lo que es nuevo, recordó que las cuestiones que provocaron la separación entre la Iglesia de Roma y la Reforma en el siglo XVI fueron sobre todo las indulgencias y la forma mediante la cual se produce la justificación del pecador.
Más allá de las fórmulas
«Estoy convencido – dijo el Predicador – de que en el diálogo ecuménico con las Iglesias protestantes pesa mucho el papel de frenado de las fórmulas. Me explico: Las formulaciones doctrinales y dogmáticas, que en sus inicios fueron el resultado de procesos vitales y reflejaban el camino coral de la comunidad y la verdad alcanzada con fatiga, con el paso del tiempo tienden a endurecerse para convertirse en ‘consignas’, etiquetas que indican una pertenencia. La fe ya no termina en la realidad de la cosa, sino en su formulación. Estamos en las antípodas de lo que debería ser, según la famosa afirmación de Tomás de Aquino: Fides non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem: la fe no termina en su formulación, sino la cosa en sí misma».
Unidad en la caridad
Sin embargo – dijo el Padre Cantalamessa en el último punto de su meditación – no es suficiente encontrarse unidos frente a la evangelización y a la acción caritativa. Este es un camino que el movimiento ecuménico ha experimentado en sus inicios con el movimiento «Vida y acción», pero que se ha revelado insuficiente.
Y concluyó invitando a releer el himno a la caridad de San Pablo, en el cada una de sus frases toma un significado actual y nuevo, si se aplica al amor entre los miembros de las diversas Iglesias.
«La caridad es paciente…
La caridad no es envidiosa…
No busca solo su interés (o solo el interés de la propia Iglesia).
No toma en cuenta el mal recibido (sino más bien el mal hecho a los demás).
No goza de la injusticia, sino que se complace por la verdad (no goza de las dificultades de las otras Iglesias, sino que se alegra de sus éxitos espirituales).
Todo cree y todo soporta» (1 Co 13, 4 ss).
Nos preparamos a celebrar la Pascua, dijo al concluir el Padre Cantalamessa. En la Cruz, Jesús «ha abatido el muro de separación que existía entre nosotros, o sea la enemistad (…). Por medio del Él podemos presentarnos, los unos a los otros al Padre en un solo Espíritu» (Ef 2, 14.18). No dejemos de hacerlo para la alegría del Corazón de Cristo y para el bien del mundo.