(Aleteia) Estas son las estremecedoras palabras pronunciadas por una joven yezidí durante una conversación por celular con activistas de Compassion4Kurdistan. Según un artículo de Nina Shea en The American Interest, esta joven no es la única. Chicas y mujeres siguen siendo vendidas para llenar las cajas de la abominación que se autoproclama «Estado Islámico», y para atraer a hombres jóvenes a la barbarie de la yihad en Iraq y en Siria.
Mientras el mundo recuerda esta semana el primer aniversario de la expulsión de miles de cristianos del norte de Irak, la directora senior del Departamento del Instituto Hudson para la Libertad Religiosa, Nina Shea, afirma que la esclavitud sexual de mujeres cristianas y yezidíes en manos de los militantes del Estado Islámico sigue siendo ampliamente ignorada.
El director del Wilson Center Middle East, Haleh Esfandiari, observa que «los Gobiernos árabes y musulmanes, aun condenando en voz alta el Estado Islámico como organización terrorista, callan sobre el trato reservado a las mujeres».
También la reacción de la Casa Blanca es de un silencio atronador. El informe 2015 del Departamento de Estado norteamericano sobre el tráfico sexual, difundido el 27 de julio, dedica dos párrafos sobre 380 páginas a la institucionalización de la esclavitud sexual por parte del Estado Islámico el año pasado.
«En agosto del año pasado, poco después de que el ISIS instituyera su ‘califato’, comenzaron a capturar a mujeres y jóvenes no suníes y a darlas come premio o a venderlas como esclavas sexuales. La gran mayoría eran yezidíes, pero según los informes de la ONU, también había cristianas», escribe Shea, entre cuyos relatos angustiosos están los de niñas de 9 años violadas por sus «amos».
Frank Wolf, ex diputado norteamericano que en enero entrevistó a refugiados del Kurdistán, escuchó el relato de Du’a, una adolescente yezidí que estuvo prisionera en Mosul con otras 700 jóvenes de la misma etnia. Las prisioneras eran separadas en base al color de los ojos, y los miembros del ISIS las elegían para sí como productos. El resto era separado entre «bellas» y «feas». Las más bellas eran entregadas a miembros relevantes del ISIS.
En este mes, el SITE Intelligence Group, que controla las actividades on-line de los extremistas, descubrió en Twitter un folleto del ISIS que anunciaba que las jóvenes capturadas en batalla estarían entre los tres primeros premios de un concurso de recitación del Corán realizado en dos mezquitas sirias durante el Ramadán. La cobertura del escándalo se limitó a mensajes vía Internet.
El fenómeno es tan innegable que «juristas islámicos» han tenido que hacer pronunciamientos teológicos al respecto: el Departamento de la Fatwa de lo Estado Islámico «ha aclarado» que «las mujeres de los Pueblos del Libro», incluidas las cristianas, pueden ser esclavizadas con fines sexuales, pero las «musulmanas apóstatas» no.
No se conoce el número de las esclavas sexuales. En marzo, 135 mujeres y niños estaban entre los secuestrados de 35 aldeas cristianas de la región del río Khabour, en Siria. El ISIS pidió 23 millones de dólares para el rescate, que obviamente las familias no estaban en condiciones de pagar.
«Ahora nos pertenecen», escribieron los fanáticos. Las menos jóvenes fueron liberadas, las más jóvenes no. Aunque no hay confirmación, lo más probable es que hayan sido reducidas a la esclavitud.
Esta práctica, escribe Nina Shea, «debe ser vigorosamente condenada como parte de un genocidio religioso, igual que las horribles decapitaciones».