(Faro de Vigo) Nada más aparecer por la puerta fue recibido al grito de «Viva el Cristo. Viva Vigo». Tres horas tardó la comitiva en recorrer los dos kilómetros de recorrido hasta llegar a Porta do Sol, donde el obispo de la Diócesis de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza, realizó su tradicional invocación: «Te pedimos fuerzas para seguir caminando juntos y trabajando sin descanso para conseguir un mundo más justo y más fraterno», proclamó pasadas las diez y media de la noche en una Porta do Sol abarrotada e iluminada por las velas de los fieles de varias generaciones que ayer volvieron a mostrar su fidelidad a una cita con más de 200 años de tradición.
El primer domingo de agosto es el único momento del año en el que la imagen del Cristo abandona la Concatedral para recorrer las calles de su ciudad.
Un amplio dispositivo de seguridad formado por casi setenta agentes de la Policía Local y 36 voluntarios de Protección Civil trabajaron para señalizar el recorrido, impedir el aparcamiento de vehículos y organizar el constante flujo de personas que ya desde las siete de la tarde trataban de coger sitio en las inmediaciones del templo. Puntuales. A las 19.30 horas sonaron las campanas de Santa María para anunciar el arranque de una de las procesiones más multitudinarias de España. Desde la Cofradía del Santísimo Cristo de la Victoria valoraron con «grandísima satisfacción» la respuesta de la ciudad y destacaban la asistencia «de más gente que en 2014». La cifra podría rondar las 250.000 personas, según sus cálculos iniciales.
A pesar de la auténtica marea humana que se agolpaba en el Casco Vello desde la salida, la carroza con el Cristo salió puntual de la plaza de la Colegiata en dirección al Berbés. Encabezando la comitiva avanzaba el empresario Mario Cardama y sus hijos M. Borja y Xocas Cardama Aldecoa, encargados este año de portar el estandarte. La imagen avanzaba al ritmo de los tambores y el paso marcial de la Brilat de Pontevedra que acompaña al Cristo todos los años. A continuación llegó el turno de la hermana mayor de la Cofradía del Cristo de la Victoria, Marora Martín-Caloto, junto al obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza, y el obispo emérito de Barbastro-Monzón, Alfonso Milián Sorribas, encargado de la novena que precede a la misa solemne y la procesión del domingo.
Importante presencia de autoridades encabezadas por el alcalde, Abel Caballero, y el pregonero del Cristo de 2015, el empresario y presidente del Celta, Carlos Mouriño. Avanzaban a su lado el subdelegado del Gobierno en Pontevedra, la delegada de la Xunta en Vigo, la directora general del Sepes, el presidente de la Autoridad Portuaria, el capitán de la Guardia Civil de Vigo, el presidente de la Cámara de Comercio, alcaldes de la comarca, una amplia representación del gobierno socialista, del PP vigués y algunos empresarios.
A pesar de la destreza de los carreros con Carlos Borrás en cabeza guiando sus pasos, el Cristo tardó media hora en recorrer los 300 metros de calle Real, un angosto pasillo en el que los vecinos casi rozan la imagen y la cubren de pétalos. Son necesarios también voluntarios que van levantando el cableado para que pueda pasar la imagen mientras los fieles se agolpan en los laterales. En calle Real se formó como es habitual un importante tapón que provocó que cuando la imagen recorría ya la plaza de O Berbés aún había personas incorporándose al largo pasillo de gente desde Porta do Sol.
Aunque cada vez son menos, aún quedan fieles que realizan el recorrido descalzos y fueron cientos los que para evitar aglomeraciones aprovecharon el inicio de la procesión para acabar ellos el recorrido y poder entrar en la Colegiata a depositar sus cirios. Los altavoces instalados a lo largo del recorrido contribuían al recogimiento con lecturas del Evangelio, cánticos y continuas reflexiones con llamadas a la construcción de una sociedad «más solidaria y generosa» y un recordatorio del Jubileo Extraordinario de la Misericordia anunciado por el Papa Francisco y que arranca en diciembre.
Mensajes continuos contra «la hipocresía, la ostentación y el lujo» y palabras de cariño como todos los años para los trabajadores del mar. Las bocinas de los barcos amarrados en el puerto recibieron al Cristo a todo volumen en cuanto enfiló Cánovas del Castillo a las ocho y media de la tarde. «Premia sus esfuerzos y su tarea diaria en el mar. Hazlos volver a buen puerto», pidieron los religiosos que participaban en la procesión, quienes tuvieron un recuerdo especial para «los náufragos del mar» y sus familias.
Dos horas después del arranque, el Cristo y las miles de personas que lo acompañaban aún subían por la calle Colón y eran las diez en punto de la noche cuando la comitiva alcanzaba el cruce con Policarpo Sanz. En ese momento se repitió una nueva ofrenda «por la gente que no acaba de encontrar trabajo» y se pidió una «bendición especial para los solidarios que ayudan a los más olvidados».
A las diez y veinte de la noche se oían de nuevo atronadores aplausos cuando la carroza se instalaba en Porta do Sol. Un baile regional y una ofrenda floral pusieron el punto y final a una celebración en la que el obispo de Tui-Vigo recordó que el Cristo «es mucho más que una tradición. Es parte de nosotros mismos y seña profunda de nuestra identidad», destacó antes de realizar dos ruegos «muy especiales» por los parados y las familias jóvenes.