(RV) «Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy reflexionamos sobre las heridas que se producen en la misma convivencia familiar. Se trata de palabras, acciones y omisiones que, en vez de expresar amor, hieren los afectos más queridos, provocando profundas divisiones entre sus miembros, sobre todo entre el marido y la mujer. Si estas heridas no se curan a tiempo se agravan y se transforman en resentimiento y hostilidad, que recae sobre los hijos».
A veces marido y mujer, dijo el Sucesor de Pedro, «afectados por estas profundas heridas», buscan «comprensión, apoyo y el consuelo» en otra parte, «pero a menudo estos ‘apoyos’ no piensan en el bien de la familia». «El vaciamiento del amor conyugal», señaló el Papa, difunde «resentimiento en las relaciones», y esta desunión, muy a menudo, «recae» sobre los hijos.
«Cuando los adultos pierden la cabeza y cada uno piensa en sí mismo; cuando los padres se hacen daño, el alma de los niños sufre marcándolos profundamente. En la familia todo está entrelazado».
De ahí que el Obispo de Roma preguntara si «no obstante la «sensibilidad aparentemente evolucionada», y los «refinados análisis psicológicos» de nuestros días, no estamos como «anestesiados» respecto a las heridas del alma de los niños. «¿Sabemos qué es una herida del alma?»
Una sola carne
«Los esposos son 'una sola carne', de tal manera que todas las heridas y abandonos afectan a la carne viva que son sus hijos. Así se entienden las palabras de Jesús sobre la grave responsabilidad de custodiar el vínculo conyugal, que da origen a la familia».
Porque los esposos son una sola carne, y las criaturas son carne de su carne, cuando el alma misma de la familia está herida en algún punto «la infección contagia a todos», profundizó el Papa en su catequesis en italiano, y es por eso que «cuando un hombre y una mujer piensan en modo obsesivo en las propias exigencias de libertad y gratificación», esta distorsión «carcome» profundamente el «corazón y la vida de los hijos».
Separaciones inevitables
Asimismo el Santo Padre se detuvo sobre los casos en los cuales la separación resulta inevitable e incluso moralmente necesaria. Son aquellos casos «en los que se trata de salvar al cónyuge más débil», o a «los hijos pequeños», de los «daños más graves» «causados por la prepotencia y por la violencia, por el envilecimiento y la explotación, por la distancia y la indiferencia».
«Pero no faltan los casos en que los esposos, por la fe y el amor a los hijos, siguen dando testimonio de su fidelidad al vínculo en el que han creído».
El Papa Francisco concluyó su catequesis dirigiendo una pregunta a todos: ¿cómo ayudar y acompañar a las familias en esta situación?
«Pidamos a la Virgen María que interceda por nuestras familias, especialmente por los que pasan por dificultades, para que sepan superar y sanar siempre las heridas que causan división y amargura. Muchas gracias y que Dios los bendiga».