(Infocatólica) El cardenal aseguró que «si el matrimonio es indisoluble y alguien está viviendo en un estado que contradice la indisolubilidad del matrimonio, no entiendo cómo puede permitirse que reciba la sagrada Comunión». En ese sentido, pidió a los fieles católicos que escribiesen al Papa Francisco y a los representantes de la jerarquía irlandesa en el Sínodo para expresar su opinión.
A este respecto, el cardenal afirmó que los temas de la Comunión para los divorciados en una nueva unión, la convivencia extramatrimonial y el matrimonio del mismo sexo debían retirarse de los temas tratados por el Sínodo. «Incluso dentro de la Iglesia hay algunos que querrían oscurecer la verdad de la indisolubilidad del matrimonio en nombre de la misericordia».
La Relatio provisional no citaba consistentemente el Magisterio
También recordó que la Relatio provisional dejó «llamativamente clara la gravedad de la situación», ya que «carecía prácticamente de cualquier referencia consistente al Magisterio» y constituía un «nuevo enfoque de los temas fundamentales de la sexualidad humana en la Iglesia, un enfoque que constituye una ruptura completa de la Tradición de la Iglesia».
En relación con las presiones del lobby gay, señaló que la «sociedad ha llegado aún más lejos en su afrenta a Dios y a su ley al aplicar el nombre de matrimonio a uniones entre personas del mismo sexo. También indicó que él no daría la Comunión a un político católico que hubiese votado a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo.
En este sentido, explicó que él no llamaba matrimonio tradicional al matrimonio entre un hombre y una mujer. «Mi respuesta es: ¿acaso hay otro tipo de matrimonio? Temo que usar esa terminología de la impresión de que creemos que hay otros tipos de matrimonio. No es así».
Inmersos en una gran lucha
También criticó la ideología de género y la mentalidad anticonceptiva. A su juicio, esa mentalidad es la causante de la «devastación» producida por la «industria multimillonaria de la pornografía». Asimismo, advirtió de la «profunda infelicidad» y de la «desesperanza» que provocan estas cosas y del peligro que supone la introducción de ese «pensamiento corrupto» en los colegios. «Estamos inmersos en una gran lucha, que golpea el mismo corazón de la Iglesia», señaló.