«Agradezco de todo corazón este premio, y agradezco sobre todo su existencia: la de los Premios y la de HO. La labor de concienciación y de «guerra cultural» que desempeñan HO y otras plataformas similares (pienso en el Foro por la Familia, Profesionales por la Ética, etc.) es impagable. Creo que el futuro de nuestra sociedad se juega en cuestiones tales como la supervivencia de la familia, la ingeniería genética, la natalidad, el respeto a la vida humana incipiente, la libertad de educación… Los que defendemos posiciones sensatas en estos temas estamos en clara minoría en España: especialmente en lo que se refiere al establishment político y la opinión publicada (lo que podríamos llamar «la cultura oficial»). Una encuesta internacional (la Pew Survey on Global Attitudes) nos abría los ojos recientemente: España es posiblemente el país más «progre» del mundo; el país en el que conceptos tales como el ‘matrimonio’ homosexual, la pornografía, el adulterio o la cohabitación sin matrimonio recibían mayores porcentajes de apoyo (y en la encuesta figuraban también Suecia, Dinamarca u Holanda, a los que ya estamos «adelantando por la izquierda»)».
«Se podrían aducir numerosas explicaciones posibles para esta situación. Una destaca, creo, entre las demás: la izquierda ha gozado de una hegemonía cultural aplastante en España durante los últimos 40 años. Y es una izquierda que ya no es primordialmente socialista (¿quién tiene, a estas alturas, alternativas serias al capitalismo?) sino «progre», sesentayochista: no habiendo podido revolucionar la economía, la izquierda se ha dedicado a revolucionar el espacio privado, la familia, la sexualidad, la bioética (como ya proponían «freudomarxistas» como Wilhelm Reich o Herbert Marcuse a mediados del siglo XX). Las banderas de la izquierda del siglo XXI no son ya el Plan Quinquenal, los servicios públicos a la escandinava o las reivindicaciones sindicales, sino el aborto libre, el feminismo radical, el matrimonio gay o el relativismo cultural».
«Y la izquierda ha podido imponer sin problemas sus nuevas concepciones morales y familiares porque no ha encontrado la mínima resistencia para ello en sus rivales políticos. La derecha política española arrastra desde la Transición un incomprensible complejo de inferioridad histórico frente a la izquierda. La derecha parece resignada a la hegemonía cultural de la izquierda; está acostumbrada a ir a remolque de ella en las cuestiones morales, ejerciendo en todo caso una tímida resistencia retardataria, pero sin verdadera convicción y, sobre todo, sin atreverse a desarrollar una alternativa cultural integral, capaz de competir de tú a tú con la imagen del mundo difundida por los autodenominados «progresistas». La derecha española vende sólo eficiencia gestora; carece de concepciones propias del mundo y de los valores».
«Por eso fue tan importante el despertar de una derecha digamos «social-cultural» –para distinguirla de la derecha política- durante los mandatos de Zapatero. Me refiero a las sucesivas manifestaciones, muy exitosas, contra el aborto, el matrimonio gay, los desmanes educativos de la LOE, la Educación para la Ciudadanía… Protestas en las que HO jugó un papel destacado. Estaba tomando forma un movimiento social en el que algunos queríamos ver la versión española del movimiento conservador norteamericano, que cuenta, y mucho, en la cultura y la política de Estados Unidos».
«Mi impresión es que ese movimiento se ha desinflado en buena parte tras el retorno al poder del PP. «Contra Zapatero vivíamos mejor». Puede que entre los que se manifestaban hubiese una fracción en la que podía más el simple sectarismo antisocialista –aplacado con la caída de Zapatero- que la creencia real en las causas defendidas. Pero incluso entre los sinceramente comprometidos, la presencia en el gobierno de un partido supuestamente afín a nuestros principios genera un efecto desconcertante y desmovilizador. «Hay que darles tiempo». «Los otros eran peores», etcétera. Y lo cierto es que, con la excepción de la Educación para la Ciudadanía, no se ha derogado hasta ahora ni una sola de las leyes ideológicas de Zapatero: ni la del matrimonio gay, ni la de Violencia de Género (me refiero a su parte ideológico-discriminatoria, no a los razonables mecanismos de prevención del crimen), ni la de «memoria histórica»… Existe un importante boceto de reforma del aborto, pero los meses pasan y muchos comenzamos a temer que el proyecto sea aplazado sine die, o al menos seriamente descafeinado. Sobre todo, porque los portavoces del partido gobernante no exhiben el menor entusiasmo en su defensa. Como siempre cuando se trata de temas morales y culturales, eluden el debate y dejan todo el espacio dialéctico a la izquierda. No están dando la batalla de la opinión pública (con alguna honrosa excepción, como la diputada andaluza Esperanza Oña). Parecen querer reformar la ley del aborto clandestinamente, vergonzantemente, como pidiendo perdón por ello».
«Por eso es tan esencial que movimientos como HO mantengan la llama de la resistencia, incluso frente a «los nuestros». Vivimos tiempos oscuros, y no sabemos cuánto tiempo durará aún la noche. Pero si la sociedad española ha de tener futuro, será imprescindible recuperar la familia, el matrimonio, el respeto a la vida incipiente, la natalidad… El otro camino lleva a la extinción. Además de contar con Dios, debemos confiar en el mero sentido de supervivencia de las sociedades. Personas como las de HO serán celebradas como precursores y resistentes heroicos en algún momento del futuro, que no sabemos cuánto tardará en llegar. El parlamentario británico William Wilberforce presentaba anualmente mociones solicitando la abolición de la esclavitud; cada año era derrotado. Persistió sin desmayo durante más de cuatro décadas, a partir de 1790. El 26 de julio de 1833 –tres días antes de la muerte de Wilberforce- el Parlamento aprobó la abolición definitiva de la esclavitud en todas las colonias británicas».