(Juan Manuel Bellver/El Mundo) «El núcleo duro trata a las nuevas como carne de cañón, exige una disponibilidad absoluta que a veces está reñida con tu trabajo o tu vida en pareja», explica a Crónica (El Mundo) por teléfono, desde la oficina de su agente literario en el este parisino. «Te cortan cualquier iniciativa, te impiden opinar y te ocultan información. Te habías alistado para luchar contra el sometimiento de las mujeres y terminas viéndote a ti misma sometida».
Como miembro activo del colectivo feminista, la joven ha participado en muchas de las acciones de protestas ejecutadas estos últimos años en espacios públicos de la capital francesa, luciendo siempre su desinhibido uniforme de combate: flores en el pelo, pantalones vaqueros, zapatillas deportivas -por si hay que correr- y el torso desnudo, pintarrajeado con proclamas reivindicativas.
«Al principio, todo eso me atraía. El modo de actuar y de luchar por la causa feminista. Cuando llegas, te dices a ti misma: «Por fin he encontrado a gente que es como yo. Y te sientes menos sola», recuerda Alice. «Pero hay un algo que no funciona a nivel interno y no se puede luchar por la libertad de las mujeres cuando tu misma ves cercenada la tuya propia. Como yo, muchas otras chicas han dejado de acudir a las convocatorias porque no soportaban unas reglas tan estrictas. Hay una jerarquía soterrada que nadie te explica, un silencio que te imponen en cuanto quieres pensar por tu cuenta o haces preguntas improcedentes».
Resto de la entrevista de Juan Manuel Bellver