(Gaudium Press/Asia News) «Nosotros, especialmente como creyentes, tendemos a ser optimistas empedernidos. Al inicio de un nuevo año nuestros deseos son de que las cosas sean mejores que en el pasado», comentó el purpurado. Sin embargo, señaló que las expectativas despertadas por el cambio de gobierno en China con respecto a la posibilidad de mejoras en la protección de la libertad religiosa han quedado sin respuesta. La llegada del Papa Francisco al pontificado tampoco obtuvo en el gobierno chino un cambio de posición. «Se requieren dos para bailar un tango», advirtió el purpurado.
Esclavizar a la Iglesia
Mientras las esperadas reformas en la administración china aún no se producen, continúa el daño causado por las actual forma de gobierno. «Mientras este líder supremo se toma su tiempo, los subordinados continúan su trabajo de destrucción.» Este término contundente fue reafirmado por el Cardenal Zen. «No sabría qué otra calificación dar a su trabajo. Con la posición de poder que han adquirido al manejar las religiones, están destruyendo no sólo las religiones sino también el buen nombre de nuestra nación».
El purpurado explicó las consecuencias de esta situación para la Iglesia Católica. «El director de la Oficina de Asuntos Religiosos esta 'administrando' la Iglesia cada vez más ostentosamente, incluso sin guardar las apariencias», denunció. «El único propósito de su trabajo parece ser 'esclavizar' a nuestra Iglesia (desafortunadamente con mucho éxito) al forzar a nuestros obispos y sacerdotes a traicionar su conciencia, su fe».
«Pero nuestros obispos y nuestros sacerdotes son chinos como lo son ellos. ¿Es motivo de gloria hacer esclavos a sus connacionales?¿Es una victoria de la cual se pueda estar orgulloso?» , cuestionó el Cardenal Zen. «No sólo es vergonzoso en sí mismo, esto trae desgracia a nuestra nación, a pesar de su posición recién adquirida como poder financiero».
La Iglesia en Hong Kong trabaja con mayor libertad que la del resto de China por estar en una Región Administrativa Especial que fue durante más de un siglo un protectorado británico. La diócesis de Hong Kong denunció el año pasado ante las Naciones Unidas la grave situación de la Iglesia y las numerosas violaciones de derechos humanos vinculados a las restricciones a la libertad religiosa en el país