(Vatican Insider) Desde 2006 la diócesis mexicana de San Cristóbal de las Casas, en el sureño estado de Chiapas, tiene prohibido ordenar diáconos permanentes casados. Ante el temor de un cisma y tras un análisis minucioso de la explosiva situación imperante (también a nivel político), la Santa Sede pidió al obispo cesar las ordenaciones hasta nuevo aviso. Y lo instó a abrir los horizontes de la Iglesia local, para acabar con una “preocupante ideologización interna”. Siete años después las cosas parecen haber cambiado, al menos según Felipe Arizmendi, que se reunió con el Papa y le solicitó levantar la prohibición.
El número de diáconos permanentes en esa diócesis hoy supera los 300. Todos, menos uno, son casados. Aún así Arizmendi y su auxiliar, Enrique Díaz Díaz, consideran que la especial situación geográfica de Chiapas amerita nuevas ordenaciones diaconales. Esto se lo expusieron a Francisco el 12 de diciembre, cuando se reunieron con él por 25 minutos. En entrevista con el Vatican Insider Arizmendi habló del encuentro.
¿Qué temas abordaron con el Papa?
La situación de los indígenas en general y también la traducción de textos litúrgicos a las diferentes lenguas precolombinas. Él ya nos aprobó (en octubre) las fórmulas centrales de los siete sacramentos en Tzotzil y Tzeltal. Ahora faltan los demás temas de la misa, que hemos mandado a la Congregación para el Culto Divino (de la Santa Sede). El Papa escuchó con atención y nos dio esperanzas que se aprobará con prontitud.
También se está avanzando con el Náhuatl. Hay una petición para que la Congregación la autorice como una lengua litúrgica. Ese idioma lo habla un millón y medio de mexicanos, lo habló también la Virgen (de Guadalupe). Es una vergüenza que no tengamos una Biblia católica en esa lengua cuando existen otras cinco realizadas por los protestantes. Es una injusticia que hemos cometido y nos da vergüenza también que no haya misa autorizada en Náhuatl. Ya comenzamos a traducir el Padre Nuestro, el Ave María y estamos casi terminando la misa. Mandaremos todo, pero el primer paso es que se autorice como idioma litúrgico.
Su diócesis viene un proceso difícil con medidas sin precedentes de la Santa Sede que quizás no fueron bien comprendidas, como la prohibición para ordenar diáconos. ¿Abordaron esto con el Papa?
Fue algo en cierto sentido comprensible. Había desconfianza que por ser tantos diáconos y pocos sacerdotes. La pregunta era: ¿Tenemos aquí una Iglesia sólo de diáconos? Es explicable porque efectivamente había muchos diáconos y pocos sacerdotes. Además en varios agentes de pastoral existía la inquietud de poder ordenar sacerdotes casados. Se pensaba que, siendo tantos diáconos, se pudiese presionar a Roma o se hiciese directamente la ordenación de presbíteros provocando una disidencia notable.
Afortunadamente pasamos de 66 a 98 sacerdotes. Había 20 seminaristas y hoy son 66, casi todos de Chiapas. De estos, 32 son indígenas. Ya tenemos seis sacerdotes indígenas. De esta manera se abren caminos para que sean ellos responsables de la Iglesia y no sólo empleados. Que vayan asumiendo puestos importantes en la diócesis. Soñamos que llegue el tiempo en que no sean sólo sacerdotes sino también obispos indígenas. Porque en México existen 12 millones de indígenas pero ningún obispo de ese grupo social. Las autoridades de la Santa Sede y el Papa Francisco han mostrado mucha apertura a las señales que Dios nos está mandando para que se retomen las ordenaciones. Esto obviamente no ocurrirá de un día para otro, porque es un proceso.
¿El Papa se comprometióen algo concreto?
Ellos te animan, te alientan, pero es un proceso. El Papa no puede tomar decisiones sin consultar a sus consejeros lo cual es de prudencia mínima. Pero vio que Dios va dando señales, porque no se trata de la ocurrencia de unos obispos.
Cuando se prohibió ordenar nuevos diáconos se pidió también a la diócesis abrirse a otros horizontes para acabar con una ideologización interna. ¿Se ha avanzado en esto también?
Se hablaba de una no adecuada comprensión del concepto de “Iglesia autóctona”. Nunca se ha entendido, ni en tiempos de Samuel Ruíz ni ahora, a la Iglesia autóctona como “autónoma”, que fuese por sus propios rumbos. Hemos insistido que la Iglesia autóctona se comprende a través del decreto sobre las misiones del Concilio Vaticano II que explícitamente habla de las Iglesias insertadas en los pueblos, con sus propios ministros y cultura. Es posible que en algunas personas, antes de mi llegada a las diócesis en el año 2000, existía una tendencia autonomista. En todas partes pueden existir personas que piensen distinto, pero en ningún momento en Chiapas se puso en práctica una Iglesia autónoma.
Mirando hacia atrás, ¿cree que eran necesarias las drásticas medidas tomadas por la Santa Sede?
El camino fundamental es el diálogo. Que desde Chiapas podamos exponer la situación y que en la Santa Sede nos compartan sus inquietudes. Que se confronten los hechos con la realidad. Es obvio que ni Roma quiere hacer una injusticia a los indígenas, ni nosotros queremos ir por caminos distintos a la Iglesia universal. Pero a veces puede haber malas interpretaciones de una y otra parte, ante una falta de diálogo. Nosotros hemos apostado al diálogo y esto quizás nos ha hecho sufrir, porque existe quien te comprende y quien no.
¿Hubo exageración, tal vez de ambas partes?
No creo que haya existido exageración, pensar asísería condenar de entrada. Pero tal vez hubo una falta de diálogo. Allámismo al interior de la diócesis tenemos que dialogar muchísimo. Lo importante es no excluirse, es comprenderse y asíse logran muchas cosas.
¿Puede asegurar que los puntos en la base de esas desconfianzas son parte del pasado?
Podemos decir que hemos trabajado para que aquello no tan confiable sea ahora más confiable y hemos visto avances. De otra manera no nos atreveríamos a presentar las cosas. Si yo siguiera luchando porque se ordenasen diáconos como sacerdotes casados, ni me atrevería a venir aquí. Es obvio que no existe ya esa inquietud. En su momento ni los mismos diáconos pedían acceder al sacerdocio, sílo pedían algunos agentes de pastoral con mucha voz y mucho peso en los medios, que hicieron mucho ruido. Eso generóla idea que toda la diócesis pedía los sacerdotes casados. Eran algunos, pero no era lo que prevalecía.
Pero en su momento se dieron hasta manifestaciones públicas de protesta contra la decisión de la Santa Sede. ¿Por qué?
Todos influimos, de una y otra forma. Cuando tu hieres el sentimiento de una persona y le dices que por ser indígena no les permiten hacer esto o aquello, eso cala mucho. No es tanto la idea teológica o eclesiológica sino el sentimiento. Cuando la persona se siente menospreciada reacciona de una manera no tan prudente. Era explicable, ellos lo sintieron como un castigo por ser indígenas y aunque les explicamos que no era así, el sentimiento lo tenía. Y lo tiene, eso duele. Nosotros ahora nos vamos con la esperanza que las heridas se vayan sanando porque no veo mala voluntad, sino falta de comprensión y diálogo.
El Papa Francisco puede ayudar…
Cuando alguien ama, no importan las razas ni las culturas. Juan Pablo II demostróun amor extraordinario a los indígenas sin serlo. Benedicto XVI desde que era prefecto estuvo muy pendiente de la llamada “teología india”y nos pidióque no ocurriese con ella lo que pasócon la teología de la liberación, que provocómuchos choques. Nos pidióque dialoguemos al respecto y los estamos haciendo. Con el Papa Francisco existe más apertura porque él conoce la realidad latinoamericana, donde el tema indígena es álgido. Su presencia nos ayudaráaún más. Ojo, en los anteriores no señalo mala voluntad o ignorancia, sino falta de comunicación. Nosotros vemos con esperanza un tiempo con un mayor espacio para los pueblos originarios.