(Joan Antoni Mateo/InfoCatólica) En el transcurso de la Semana Mariológica celebrada en Lérida, la Sociedad Mariológica Española el pasado mes de septiembre, se eligió como nuevo Presidente al Dr. Antonio Aranda Lomeña, profesor de la Universidad de Navarra.
La Sociedad Mariológica Española fue fundada en 1940 gracias a la iniciativa, entre otros, del P. Narciso García Garcés, CMF, su primer presidente. Su objetivo es la investigación científica sobre todo lo relacionado con la Virgen María. Ha organizado diversos congresos y, anualmente desde 1941, celebra la Semana Mariológica, fruto de las cuales son los 80 volúmenes de la revista «Estudios Marianos». En la actualidad, cuenta con casi un centenar de miembros, todos ellos reconocidos especialistas en temas marianos.
Desde cuando pertenece usted a la SME?
Mi pertenencia a la SME se concretó en el año 2000, siendo entonces presidente el P. Cándido Pozo, S.J. Antes había asistido, como invitado, a algunas de las Semanas de Estudios Marianos que la Sociedad organiza anualmente, pero, teniendo entonces mi domicilio y mi trabajo en Roma, resultaba difícil tomar parte habitualmente en esas jornadas de estudio. Desde el 2000 pude hacerlo compatible, y desde 2003, residiendo ya de manera ordinaria en España, se estabilizó la colaboración.
Que retos le supone el haber sido elegido presidente de esta histórica Sociedad?
En lo personal, es un honor y una exigencia, pero los retos que tenemos por delante son algo que asume toda la SME y no solo su actual presidente. Nuestra Sociedad tiene tras de sí una historia de trabajo fecundo y de frutos constatable en el terreno de la teología y del fomento de la piedad mariana, y ese rico patrimonio ha de seguir progresando, como lo viene haciendo año tras año, con el esfuerzo de todos.
Desde ese punto de vista, los retos se pueden resumir en un serio y renovado empeño por mantener y acrecentar el legado científico y pastoral de la SME, proyectándola hacia delante al servicio de la Iglesia, dentro del horizonte de la nueva evangelización.
Qué proyectos hay para un futuro inmediato?
En lo más inmediato, y más como realidad que como proyecto, la SME está colaborando con la Pontificia Academia Mariana Internacional y con la Hermandad de la Esperanza Macarena en la preparación de un Congreso Mariológico-Mariano Internacional, que tendrá lugar el próximo mes de mayo en Sevilla. Estamos dentro de un Año Jubilar Macareno, motivado por la conmemoración del 50 Aniversario de la Coronación Canónica de María Santísima de la Esperanza Macarena. Entre los diversos actos programados con tan solemne ocasión, se cuenta con la celebración, durante los días 27-30 de mayo de 2014, del mencionado Congreso, bajo el título de: Llamados «a una esperanza viva» (1 Pt 1, 3). En él estará presente la SME a través de las diversas intervenciones de sus miembros.
Pero, mirando las cosas con una perspectiva más amplia, aunque siempre dentro del futuro inmediato, estamos trabajando en fomentar la colaboración con la SME de todos los teólogos interesados en la reflexión sobre la Virgen María, y de cuantos trabajan en el inmenso e importante campo de la devoción mariana. Consideramos que la SME ofrece un marco adecuado para sumar esfuerzos e ilusiones para honra y gloria de la Madre de Dios, en bien de la Iglesia y la sociedad, y queremos tener nuestras puertas bien abiertas.
Hay interés en el mundo teológico por el estudio de la mariología?
Lo ha habido en la Iglesia, de distintas maneras, desde los primeros siglos del cristianismo, y ese interés por la Madre de Cristo y Madre nuestra nunca dejará de existir. En realidad, y pienso que este es un punto de coincidencia entre los teólogos, en el misterio de María se dan cita y se entrecruzan todas las grandes líneas de reflexión sobre la doctrina revelada: la teología trinitaria, la cristología, la eclesiología, la antropología teológica, etc. Precisamente sobre esta temática girará la Semana de Estudios Marianos que estamos preparando para el año 2015.
Que temas suscitan más interés?
Lógicamente, en continuidad con la gran tradición católica, teológica y espiritual, ocupan un lugar preponderante todos los aspectos (bíblicos, históricos, teológicos, espirituales, pastorales) relacionados con los grandes dogmas marianos: Maternidad divina, Virginidad perpetua, Inmaculada Concepción, Asunción a los cielos. Pero siempre están asimismo presentes las otras grandes verdades relacionadas con la persona y la misión de la Madre del Verbo Encarnado, como son, por ejemplo, su mediación universal, su singular participación en la obra redentora de su Hijo, su maternidad respecto de la Iglesia, etc. Desde una perspectiva más directamente pastoral, es siempre importante seguir profundizando en la condición de María como modelo de existencia cristiana y de identificación con Cristo en medio de las ocupaciones de la vida ordinaria.
En perspectiva ecuménica: ¿María une o separa?
La consideración serena del misterio de María, de lo que Dios nos dice y nos entrega a través de Ella, es sencillamente fuente de unidad: lo ha sido desde el inicio de la Iglesia hasta nuestros días, y lo será siempre. María, como Madre de Cristo y nuestra, llama y atrae hacia la unidad. La parcial falta de consonancia teológica o devocional –que va siendo, por otra parte, cada vez menos «conflictiva»– entre las diversas Iglesias y confesiones cristianas en materia mariana, se ha debido históricamente a las diferencias confesionales –y las correspondientes disposiciones intelectuales (teológicas) derivadas de ellas– acerca del modo de concebir el insustituible papel que, como Madre del Hijo encarnado, ha querido Dios confiar a María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En la medida en que se ha incrementado el diálogo teológico interconfesional, no solo en el campo mariológico sino, sobre todo, en el cristológico, y se han estudiado con atención y mutuo respeto las causas de las diferencias, éstas, aun sin anularse, han ido adquiriendo un nuevo aire, más fraterno y dialogante. En ese camino estamos y quiera Dios que en él progresemos deprisa. Ha sido importante, en este sentido, la doctrina mariana del Concilio Vaticano II.