(EP/InfoCatólica) «A lo mejor (los críticos) piensan que la Iglesia ese dinero lo coge para hacer apostolado pero no es así: son fondos que se dedican a la labor social, la Iglesia siempre ha sido una experta en labor social y los proyectos que ha desarrollado siempre han funcionado muy bien», ha asegurado.
En este sentido, se ha referido a la labor de Manos Unidas en India, donde la población católica es menos del dos por ciento, para incidir en que el objetivo, como el de la Iglesia, es «ayudar al pobre entre los pobres», sin dejar «nunca» de atender a nadie «por su raza, su ideología, su religión o por nada».
También hay desconocimiento, según ha dicho, cuando se señala a la Iglesia por no promover el uso del preservativo en los países del Sur. «Decir eso es no tener ni idea de lo que es África ni de cómo es la transmisión del VIH. Es dar una solución del primer mundo para el tercer mundo y eso no funciona así. Es no conocer la problemática del sida ni de la mujer», ha señalado.
Suárez critica que «no se hagan campañas para que las multinacionales farmacéuticas levanten las patentes» y sin embargo, se «culpe a la Iglesia Católica por no fomentar el uso del preservativo», lo que atribuye al empeño en «ver las cosas bajo el propio prisma» y a la necesidad de «buscar cabezas de turco para calmar la conciencia».
«Esa es la Iglesia, pero, claro la Iglesia es muy grande, son todos los misioneros que están allí con esas personas (. . . ) y muchas veces esta iglesia no interesa conocerla, porque escuece», ha añadido. En este sentido, ha instado a interesarse por la opinión de los misioneros al respecto para entender la situación.
«Una señora que no puede decidir con quién se casa, ¿Cómo le va a decir a su marido que utilice el preservativo?», ha planteado.
En el sur, «se muere»
Por otra parte, se ha referido a los fondos del Estado para cooperación. Suárez, que este mes cumple un año al frente de Manos Unidas, ha denunciado lo «injusto» de los recortes. «Costó mucho que la sociedad española llegara a aceptar destinar un 0,7% del PIB a desarrollo y no sólo no llegamos nunca, que nos quedamos en un 0,52%, sino que ahora se ha bajado al 0,2», ha apuntado. En su opinión, una decisión así «no es justa» no sólo por los fondos en sí, «que también», sino por una cuestión moral. «No nos parece bien por ética, no es sólo el dinero, es el concepto: no debemos abandonar el concepto porque era muy bueno», ha señalado la presidenta de la ONG.
Asimismo, recuerda que si bien son muchos los ciudadanos españoles en situación de pobreza a cuenta de la crisis, en España hay «todo un país que apoya y una sociedad que ampara». «Para las personas con las que trabaja Manos Unidas, la diferencia entre ayudarles o no, es la muerte: se mueren y la gente en España no se lo cree. Se mueren y por eso no se les puede dejar sin fondos», asegura. La presidenta de Manos Unidas considera que en lugar de recortar el presupuesto, se debería emprender «una reorganización de las ONG», estableciendo unos mínimos de base social para acceder a subvenciones públicas, de manera que no hubiese entidades exclusivamente dependientes de la Administración.
Además, defiende la necesidad de un «cambio en el sistema» que permita a esos «pobres entre los pobres» superar su situación. Su receta pasa por «fomentar mucho más el desarrollo», establecer «relaciones comerciales más justas» y «acabar con la hipocresía» evitando que «las multinacionales corrompan a los gobiernos como lo están haciendo». «La pobreza tiene un origen: que unos quieren ganar demasiado a costa de que otros vivan así y eso es lo que hay que cambiar. Esa es una labor muy lenta y difícil porque tenemos a muchas personas diciendo lo contrario, pero tenemos que seguir ‘dando la vara’», ha señalado.