(ACI) Schweigert, una mujer de 36 años de Dakota del Norte (Estados Unidos), decidió casarse consigo misma en 2012, seis años después de un doloroso proceso de divorcio, y cansada de «esperar a alguien que aparezca y me haga feliz».
La mujer confesó a la prensa local que ella se compra regalos a sí misma, e incluso tiene citas sola. El amor que necesita, asegura, lo tiene en su corazón y «nadie más me lo puede dar».
En declaraciones a ACI Prensa, Jaime Urcelay señala que «la noticia es algo grotesca, por lo que en una primera lectura se presta a la broma. Pero el hecho tiene un mensaje de fondo en el que merece la pena pararse a reflexionar».
«Si el matrimonio deja de ser una institución diferencial cuya identidad viene definida por la unión de un varón y una mujer, prácticamente cualquier realidad afectiva podrá ya reconocerse como ‘matrimonio’».
«¿Por qué no?», se pregunta con ironía Urcelay, indicando que en ese esquema «los límites los pondrán solamente la imaginación y el tiempo, como esta excéntrica mujer de Dakota del Norte ha puesto de manifiesto».
El presidente de Profesionales por la Ética subraya que «con toda razón se ha dicho que, al prescindirse del componente biológico del matrimonio, la institución pasa de entenderse como un vínculo de relevancia social a enfocarse como una desvinculada vía de emancipación individual».
«El resultado de semejante artificio no es otro que la desprotección jurídica de los bienes que secularmente ha amparado el matrimonio, de los cuales el más obvio es el derecho de los niños a crecer con la natural referencia de un padre y una madre».