(Fides/InfoCatólica) Tomando como punto los dos eventos, uno civil (la independencia de Corea del Sur) y uno religioso (la fiesta de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María), el arzobispo, en un mensaje enviado a la Agencia Fides, recuerda la liberación de Corea del imperialismo japonés (agosto de 1945) afirmando que «la Iglesia católica coreana la considera como un regalo de la Virgen María».
La Virgen, que ya está hace más de 60 años fue la «madre de la liberación» para el pueblo coreano, hoy «es la madre de la reconciliación» y «por su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se debaten entre peligros y dificultades».
Citando la encíclica «Pacem in Terris», el mensaje del Arzobispo reflexiona sobre la situación actual en la península Coreana, 60 años después del final de la guerra entre Corea del Norte y del Sur: «La península coreana se enfrenta todavía a graves conflictos y divisiones entre el Norte y el Sur. La reconciliación entre Corea del Norte y Corea del Sur no es sólo una cuestión de la península, sino también el camino hacia la paz en el mundo. Es por eso que debemos dejar de lado el pasado y mirar hacia un futuro brillante de esperanza».
El texto enviado a la Agencia Fides habla del tema de la reunificación de las familias divididas: «Debido a la división de Corea del Norte y Corea del Sur, demasiadas personas han muerto y muchas familias han sido separadas. Me gustaría pedir al gobierno coreano que inicie por resolver los problemas más urgentes: la confirmación de la supervivencia de los miembros de las familias divididas por la frontera entre el Norte y el Sur; las modalidades de intercambio de cartas y las reunificaciones. Rezo para que se apliquen las políticas más acertadas de acuerdo a los criterios de humanidad y para que el diálogo pueda reanudarse hasta el día en que las dos Coreas pueden abrir el corazón mutuamente».
Mons. Andrew Yeom Soo-jung reitera que «para nosotros, los cristianos, lo primero es orar. La oración nos ayuda a prestar atención a la Palabra de Dios, y nos ayuda a convertirnos en instrumentos de su paz. Cuando seremos capaces de dejar a un lado todas las divisiones y el odio, podremos comenzar un brillante futuro de amor y paz».