(Efe) El patriarca mostró su confianza en que el próximo pontífice continuará la senda dejada por sus antecesores y defenderá a los cristianos de la región.
Subrayó el interés personal de Benedicto XVI por lo que ocurre en la zona y, como muestra de ello, citó su histórica visita a los Santos Lugares en 2009.
Antes que él, el papa Pablo VI en 1964 y Juan Pablo II, con motivo del Jubileo en 2000, viajaron a Tierra Santa.
Twal repasó las dificultades que atraviesa la cada vez más pequeña comunidad cristiana en la zona y especialmente en Siria, Palestina, Israel o Egipto, donde los conflictos bélicos y, en algunos casos, el hostigamiento de las poblaciones mayoritarias, han obligado a los seguidores de Jesús a emigrar.
«Benedicto me dijo una vez que con todos los presidentes y embajadores que pasaban por la Santa Sede hablaba de Tierra Santa y sus cristianos y cada vez que me preguntaba cómo está la situación, a mí me daba pena decirlo, pero estamos peor que antes de su visita», afirmó el arzobispo del Patriarcado Latino de Jerusalén.
En su opinión, entre la Santa Sede y Tierra Santa «existe una línea» que va más allá del interés particular de cada pontífice y es una preocupación sincera por los cristianos en Oriente Medio.
Por ello cree que el cardenal Bishara Rai, patriarca maronita en el Líbano y único representante de la región en el próximo cónclave, será la voz de los cristianos de la zona, «además de muchos otros obispos y cardenales que defienden nuestra causa».
Natural de Jordania, Twal acaba de regresar de un visita pastoral al norte de ese país, donde pudo comprobar de primera mano la situación en los campos de refugiados sirios, que calificó de «drama humano».
«Los cristianos tienen miedo y sienten la necesidad de emigrar, es una hemorragia humana que no podemos aceptar», denunció, al tiempo que defendió que en el seno de la Iglesia se debe «hacer lo posible para dar seguridad a la gente y esperanza en un futuro mejor, aunque -reconoce- la realidad choca con nuestros discursos».
Sobre la situación en Jerusalén, afirmó que «el drama es que somos apenas 10.000 cristianos entre una masa musulmana de 244.000 y judía de 445.000».
Y para acabar con el sangrante fenómeno de la emigración insiste en que los cristianos deben experimentar «una sensación de pertenencia a esta tierra, deben saber que vivir aquí no es como en cualquier otro lugar, requiere sacrificios».
Igualmente tuvo palabras para referirse al conflicto entre palestinos e israelíes y lamentó que exista una ocupación, «que hace mal tanto al ocupante como al ocupado».
Abogó porque el libre acceso de los fieles a todos los lugares santos quede regulado por un «ente internacional», y que los peregrinos puedan acudir a ellos sin necesidad de pagar visados.
Doctor en Derecho Canónico, el arzobispo defiende que «los cristianos forman parte integral del pueblo en que viven, sufren con los demás, aspiran a más libertad como los demás, quieren la paz como todos los pueblos y no constituyen un gueto aparte».
Emulando a Luther King, el patriarca dice «tener un sueño, y es poder ver algún día a los niños israelíes y palestinos jugar juntos (...), pero para que se cumpla necesitamos pasos concretos cada día de las dos partes».
No duda en describir de muy positivo el reciente reconocimiento de Palestina como Estado observador de la ONU, y llamó a los israelíes a «no tener miedo».
Rememoró el último discurso de Benedicto XVI antes de abandonar Tierra Santa, en el que dijo sentirse feliz, «de ver a mis amigos palestinos y mis amigos israelíes, aunque apenado por ver los muros que separan a los hombres».
«Era un pater familias para todos, recuerdo que hasta el presidente (israelí, Simón) Peres lloró de emoción. Era un hombre grande y estoy seguro de que no va a olvidar a Tierra Santa en sus oraciones», concluye Twal.