(Rafael R. Mañueco/Abc) Al igual que los católicos, los ortodoxos celebran cada uno de los días "santos" de la semana, especialmente el jueves y el viernes. La liturgia y ritual en Rusia guardan similitud con el resto de las confesiones cristianas, pero tienen peculiaridades propias, incluso en comparación con el resto de los países ortodoxos.
Misa de Jueves Santo
En la última misa del Jueves Santo los fieles van provistos de velas, que cada uno lleva después a su casa para iluminar los iconos. Los cirios deben estar encendidos hasta el Domingo de Resurrección. El Viernes Santo no se oficia ninguna misa. Se reza sólo un responso, al final del día, en presencia del "sudario" con el que fue envuelto el cuerpo de Cristo, tras ser bajado de la cruz, y del icono con su imagen en el sepulcro.
Las procesiones forman también parte del ritual aunque no son tan vistosas ni multitudinarias como en España. En Rusia, estos vía crucis discurren alrededor de las iglesias y aglutinan a un número de participantes muy reducido. Salvo que se trate de parroquias muy señaladas o de las grandes catedrales, en donde el cortejo suele ir encabezado por el Patriarca, la máxima autoridad eclesiástica, o por algún alto prelado.
Las misas sí suelen tener más oropel y solemnidad que en el mundo católico. Grandes coros de voces masculinas y femeninas ayudan a crear la atmósfera de fervor necesaria. Son muchos los oficiantes y van ataviados con recargadas casullas y coronas adornadas con piedras preciosas. El ambiente general es también de mayor devoción.
La Semana Santa en Rusia no está asociada, como sucede en España, a unas cortas vacaciones. Ninguno de sus principales días es fiesta oficial. Tampoco, a diferencia de la Navidad, es una época en la que los feligreses rusos ocasionales sientan necesidad de dejarse ver en las ceremonias religiosas. Por eso, los que acudirán estos días a las iglesias son auténticos creyentes.
La fe tras el comunismo
Tras años de ateísmo, la caída del comunismo abrió la vía al restablecimiento de la fe. En Rusia hay musulmanes, budistas y también católicos, pero la religión preponderante es la ortodoxa.
Según cifras oficiales, el porcentaje de creyentes ortodoxos roza el 70 por ciento, sobre el total de la población. En el año 1989 era sólo del 20 por ciento, que es probablemente la proporción de practicantes reales de hoy día. En cuanto a los musulmanes, superan los 20 millones de personas, lo que supone el 15 por ciento.
Al anterior Patriarca, Alexis II, fallecido en diciembre, se le atribuye como principal mérito haber logrado el restablecimiento casi total del patrimonio de su Iglesia, expoliado por los bolcheviques después de la revolución de 1917. Para ello, tuvo que hacer ojos ciegos y oídos sordos a los abusos del régimen de Vladímir Putin (atrocidades en Chechenia, asesinatos y encarcelamiento de opositores, corrupción, etc.). Alexis II, de quien se afirma que fue agente del KGB, tuvo que pedir perdón por sus "compromisos con la ideología comunista".
Hay quien asegura que Kirill, el actual Patriarca, entronizado el pasado 1 de febrero, también colaboró con el KGB. Ello no quita para que los rusos amen su Iglesia, a la que consideran uno de los principales signos de identidad nacional. De ahí el conservadurismo de muchos de sus popes y su recalcitrante rechazo a que el Papa Benedicto XVI viaje a Rusia. Kirill, sin embargo, es partidario de la reunificación del cristianismo y se muestra favorable a estrechar lazos con el Vaticano.
Católicos y ortodoxos, más cerca de lo que puede parecer
Las dos Iglesias cristianas tienen muchas cosas en común. Más de las que algunos quieren creer. Tanto Benedicto XVI como Kiril son contrarios a prácticas como la eutanasia y el aborto. Desaprueban el matrimonio homosexual y el sacerdocio femenino. Kiril está convencido de que los cristianos están hoy día bajo amenaza y ve la posibilidad de una alianza con los católicos a fin de hacer frente a los desafíos que se planteen de manera conjunta.
Kirill oficiará en estos días algunas de las grandes misas de la Semana Santa ortodoxa. En general, los fieles rusos esperan de él más entrega. Confían en que ponga el dedo en la llaga y no mire en ningún caso para otro lado a la hora de denunciar la desigualdad social reinante actualmente en Rusia. A sus 62 años, Kirill se ha marcado el compromiso de acometer una ingente labor de evangelización, de atraer más gente a su Iglesia.