(RV) En su discurso tras el rezo del ángelus dominical, el Santo Padre ha recordado la misión de los cristianos en la obra de la salvación, donde “Cristo no cesa de proponer su fuerza misteriosa -desarmada y que desarma- del amor para responder a los horrores de las guerras, la violencia, la miseria y la injusticia: al mal, que perdura también en nuestros días”.
Evocando la Cruz de Cristo, que sabe que la “última palabra será la resurrección”, y la fe aún inmadura de Pedro, “ligada a la mentalidad de este mundo”, el Papa ha hecho hincapié en que “si para salvarnos, el Hijo de Dios ha tenido que sufrir y morir crucificado, no es ciertamente por un diseño cruel del Padre celestial. La causa es la gravedad de la enfermedad de la que nos tenía que curar: un mal tan serio y mortal que requería toda su sangre”.
“En efecto –ha dicho el Pontífice- con su muerte y resurrección, Jesús derrotó el pecado y la muerte, restableciendo la señoría de Dios. Pero la lucha no ha terminado. El mal existe y resiste en toda generación. También, como sabemos, en nuestros días. ¿Qué son los horrores de la guerra, las violencias contra los inocentes, la miseria y la injusticia que infieren sobre los débiles, sino la oposición del mal al reino de Dios?”.
Una vez más, Benedicto XVI ha recordado la fuerza invencible del amor y la misión de los cristianos de abrazar la cruz de Cristo: “Y ¿cómo responder a tanta maldad sino con la fuerza desarmada y que desarma del amor que vence el odio, de la vida que no teme la muerte? Es la misma misteriosa fuerza que usó Jesús, a costa de no ser comprendido y de que lo abandonaran muchos de los suyos. Queridos hermanos y hermanas, para cumplir la obra de la salvación, el Redentor sigue asociando a sí y a su misión a hombres y mujeres dispuestos a tomar la cruz y a seguirlo. Como para Cristo, también para los cristianos llevar la cruz no es algo facultativo. Sino que es una misión que se debe abrazar por amor”.
Misión a la que Cristo nos invita constantemente, ha señalado el Papa, exhortando a invocar la ayuda de la Madre de Dios: “En nuestro mundo actual, donde parecen dominar las fuerzas que dividen y destruyen, Cristo no cesa de proponer a todos su invitación clara: el que quiere ser mi discípulo, reniegue de su propio egoísmo y lleve conmigo la cruz. Invoquemos la ayuda de la Virgen Santa, que fue la primera en seguir a Jesús hasta el final del camino de la cruz. Que Ella nos ayude a seguir con decisión al Señor, para experimentar desde ahora, aun en la prueba, la gloria de la resurrección”.
Y tras el rezo mariano del Ángelus y el responso por los fieles difuntos, Benedicto XVI ha saludado como es tradicional en varias lenguas. En español, se ha dirigido especialmente al pueblo cubano que ayer inauguró el trienio de las celebraciones del 400 aniversario del hallazgo de la Virgen de la Caridad del Cobre: “Saludo cordialmente a los fieles de lengua española, en particular a los Pastores y fieles de la querida Nación cubana, que ayer inauguraron solemnemente el Trienio preparatorio de la celebración de los cuatrocientos años del hallazgo y la presencia de la venerada imagen de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre. A todos los amados hijos e hijas de la Iglesia que viven en ese noble País los encomiendo fervientemente en mi plegaria, para que, a ejemplo de María Santísima, y ayudados por su maternal intercesión, tengan una fe rica en obras de misericordia y amor. Los invito asimismo a acoger cotidianamente en su corazón la Palabra de Dios, a meditarla y llevarla a la práctica con valentía y esperanza para que, como auténticos hijos de Dios Padre, discípulos fieles de Cristo y, con la fuerza del Espíritu Santo, sean misioneros del Evangelio en cualquier circunstancia de la vida. Reciban a la Virgen en sus casas, permanezcan con Ella en oración y encuentren su dicha en hacer lo que su Hijo Jesús les diga. En este hermoso camino los acompaña el afecto y la cercanía espiritual del Papa. Que Dios bendiga a Cuba y a todos los cubanos”.