(FarodeVigo) Miles de fieles se echaron un año más a la calle para acompañar al Cristo de la Victoria durante su multitudinaria procesión por el centro de la ciudad. Lleno absoluto en el Casco Vello para recibir a la imagen religiosa con más devotos en toda la comarca y que desde 1883 congrega a cientos de miles de fieles en el entorno de la Colegiata todos los primeros domingos de agosto.
Desde primera hora de la tarde ya no había espacio libre en el interior del templo ni en las calles aledañas. Cuando la imagen entraba en calle Real, la cola de la procesión aguardaba en Porta do Sol para poder avanzar, aunque a diferencia de otros años, muchísimos fieles prefirieron evitar el tumulto frente a la Colegiata y salieron delante del Cristo para esperarlo en los laterales de la calzada en Cánovas del Castillo, lo que facilitó su avance y permitió completar el recorrido hasta Porta do Sol en dos horas y media. Treinta minutos después regresaba de nuevo al templo mientras los cofrades cantaban el himno del Cristo escrito en 1922.
La salida de la talla de la Colegiata fue este año más espectacular si cabe porque además de aparecer custodiado por seis soldados de la Brilat y policías locales con uniforme de gala, le hizo el pasillo la Banda de Gaitas de la Diputación de Pontevedra. El Cristo salió en procesión con el dosel de gala y precedido por el estandarte de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Victoria portado por el exalcalde Manuel Pérez acompañado de sus dos hijos, Manuel y David. Detrás del carro avanzaban emocionados la Hermana Mayor de la Cofradía, Marora Martín-Caloto, y los demás cofrades, seguidos por el pregonero de este año, el conde de Torrecedeira, Felipe Bárcena.
Autoridades religiosas, civiles y militares
La imagen avanzó muy lenta por calle Real, tuvo que parar en dos ocasiones para que los organizadores levantaran unos cables del tendido eléctrico y no alcanzó O Berbés hasta las ocho en punto de la tarde, momento en el que tras vaciarse la concatedral, salían desde el templo el obispo de la Diócesis de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza, el cardenal emérito de Sevilla, monseñor Carlos Amigo, y sacerdotes de todas las parroquias de la comarca. La comitiva de autoridades la encabezaba el edil más joven de la Corporación viguesa, Alejandro Pérez, del PP, encargado de portar el pendón mayor, junto al alcalde, Abel Caballero. Y tras ellos avanzaban ediles socialistas y populares, además de numerosas autoridades civiles y militares como el subdelegado del Gobierno, la delegada de la Xunta, el presidente del Puerto, la presidenta del Consello Económico e Social (CES), la directora general de SEPES, y diputadas y senadoras del PP.
La carroza donde va anclado el Cristo la empujaban diecinueve costaleros de la Cofradía del Cristo de la Victoria. Otras dos personas van dentro del propio carro y son los encargados de activar los frenos en los descensos más pronunciados. Los vecinos del Casco Vello engalanaron sus balcones con las banderas viguesa, gallega y española y lanzaban pétalos al paso del Cristo, que sufrió su mayor retraso en O Berbés y no cruzó bajo la pasarela de A Laxe hasta las nueve de la noche, una hora y media después de iniciar el recorrido. Desde la terraza del centro comercial y las escaleras del Náutico cientos de personas hacían fotos de la procesión más multitudinaria de Galicia, a la que según estimaciones de la organización y del Concello acudieron este año en torno a 350.000 personas, entre las que realizaron el recorrido justo delante de la imagen y las que lo acompañaban detrás.
Durante las dos horas y media de caminata, la megafonía invitaba a los presentes a reflexionar sobre el compromiso que supone para cada uno participar en este “acto de comunión con Jesucristo”. También hubo un recuerdo muy especial para los trabajadores del mar y una petición al Cristo de la Victoria para que “proteja nuestras costas”. Mención también para la difícil situación económica que atraviesa el país con un mensaje claro: “Que las relaciones laborales y humanas estén siempre basadas en el respeto, la dignidad y la justicia”, se oía por los altavoces mientras los fieles avanzaban orando o entonando algún cántico.