(Efe) El lío, que apenas se solucionó hace una semana, comenzó hace tres meses, cuando la oficina del Vaticano llamó a Pepita Pla con la intención de beatificar a un hombre que llevaba el mismo nombre y apellidos que su padre, un republicano que llegó a ser encarcelado durante la Guerra Civil.
«Me llamaron por teléfono y primero pensé que era una broma», relata esta vecina de Santa Bàrbara. «La primera vez les colgué casi de malas maneras. Pero, a partir de entonces, empezó a llamar el mosén del pueblo».
Después de tres meses de tira y afloja, Pepita Pla y su hermano han tenido que aportar las partidas de nacimiento y defunción de su padre.
«Por suerte lo hemos podido solucionar, pero hemos tenido que demostrar que mi padre tuvo familia, que no tenía nada que ver con la Iglesia y que nosotros nacimos pasada la guerra», relata Pepita en tono de broma, ya aliviada.
En la resolución del entuerto ha actuado de intermediario el cura del pueblo, ante el cual han firmado la veracidad de la documentación.
«Mi padre era republicano, pero no era de los fanáticos. Era muy buen hombre. Lo tuvieron encarcelado hasta que acabó la guerra. Primero se lo llevaron a Alcanar (Tarragona), después a Zaragoza y también a Madrid, y tras la guerra volvió a casa. Tenía fama de muy trabajador. Nunca hizo daño a nadie», ha explicado a Efe su hija.
Tanto es así que Josep Pla Arasa, herrero de profesión, llegó a construir el andamio sobre el que se colocó el Generalísimo en su visita a las Tierras del Ebro en plena dictadura.
El verdadero mártir
El mosén al que en realidad se quiere beatificar, también de nombre Josep Pla Arasa, era, como el herrero, originario de Santa Bàrbara, aunque era conocido como «mosén Flores».
«Recuerdo que cuando era pequeña, delante de la iglesia del pueblo, había un cartel con un listado de los nacionales que mataron en la guerra y había uno que se llamaba igual que mi padre. Él siempre decía: ¡No! ¡No soy yo!, cuando le preguntaba», relata Pepita Pla.
De hecho, por lo que ha revelado la investigación, los dos hombres llevaron vidas paralelas, pues ambos estuvieron en Zaragoza y Madrid.