(Efe/InfoCatólica) A su vez, unos 900 sacerdotes españoles desempeñan su ministerio en otros países, una tercera parte de ellos en países iberooamericanos y bajo los auspicios de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano-Americana (OCSHA).
“No se trata de que aquí falten párrocos, que faltan, ni de que allí necesiten apoyo, que lo necesitan; la Iglesia es universal y funciona como un todo unitario de apoyo y colaboración”, subraya Gil. Así, según datos oficiales de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en España hay 18.633 sacerdotes para atender a 22.686 parroquias, lo que deja a 4.053 de ellas sin cura propio.
En los últimos cinco años, tras la llegada masiva de la inmigración, ha aumentado el número de sacerdotes extranjeros que llegan a España, donde son acogidos con los brazos abiertos por las diócesis. Así, en Canarias hay una decena de sacerdotes católicos llegados de otros países como Guinea Ecuatorial, Polonia, Colombia e incluso Corea.
Polacos y colombianos también están al frente de numerosas parroquias en las diócesis de Zaragoza, donde en total son cerca de 40 extranjeros; la mayoría procedentes de América Latina, aunque también hay llegados del centro y el Este de Europa y África. En Aragón, el 6 por ciento de los sacerdotes es extranjero, y en Valladolid 7 curas de otros países ya celebran misas en más de 20 pueblos de esta provincia.
“En algunas diócesis, el clero sudamericano llega ya al 20 por ciento”, confirma Gil, encargado, junto con el director del secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones, José Luis Pinilla, de la acogida de los extranjeros y el envío de los que se van.
Cómo vienen los sacerdotes extranjeros
Los sacerdotes extranjeros que llegan a servir en España no se consideran “misioneros”. En su mayoría llegan enviados por su diócesis de origen, cuando un obispo considera que muchos compatriotas están emigrando y necesitarán apoyo y acompañamiento de un párroco de su país de origen.
Otros muchos llegan “por libre, fruto de un deseo personal; por no encontrarse cómodos allá o porque sus familias se vinieron a España”, explica Gil, quien precisa que éstos llegan sin el apoyo de su diócesis de origen y se ofrecen a un obispo español, que por lo general les acoge sin problemas,
Todos ellos reciben unas “sesiones o cursos de adaptación” para conocer las características especiales de los fieles españoles y los usos y costumbres de los sacerdotes de aquí. “Hay que explicarles que si llegan y dan una misa de hora y media, el domingo siguiente no va nadie; nos vacían las iglesias”, comenta Gil.
Finalmente, otro grupo numeroso de sacerdotes extranjeros que ejercen en España son aquellos que llegaron a estudiar en los seminarios españoles y al terminar sus estudios optaron por quedarse.
Capellanías por nacionalidades
Pero no todos los sacerdotes extranjeros se ponen al frente de parroquias en pueblos remotos; muchos de ellos establecen capillanías o grupos de católicos con unas características especiales y que requieren una atención diferenciada.
Así, en Madrid funcionan siete capillanías por nacionalidades –filipina, polaca, dos rumanas, ucraniana, africana y china– cada una de ellas atendida por un sacerdote “de su mismo país, que habla el idioma, les comprende y les apoya y ayuda con sus problemas de adaptación”, explica el responsable de Migraciones de la CEE.
Según Pinilla, en Barcelona se han creado capillanías para atender a filipinos, polacos, chinos, guineanos y latinoamericanos; y en Mallorca, los católicos polacos, rumanos, chinos, alemanes y nigerianos también cuentan con su propia capillanía. “España es un país cada vez más internacional y eso se nota también en las iglesias”, subraya.