(El Faro de Vigo) Mientras dice la misa, gesticula y entona con fuerza. En el trato corto habla con la misma pasión, pero con suma sencillez. La semana que viene Lluís Martínez Sistach, cardenal arzobispo de Barcelona, cumple 50 años tras ser ordenado sacerdote. Para él, estar al servicio de Dios no es un trabajo, sino "una celebración de la fe", y no dudó en oficiar misa en sus vacaciones, que pasó en Mallorca.
–¿Oficiar misa durante las vacaciones es como no saber desconectar del trabajo?
–La misa no la considero un trabajo, sino una celebración de la fe. Es el acto más importante para un sacerdote.
–El 17 de septiembre hará 50 años de su ordenación sacerdotal. ¿No se ha cansado en este tiempo?
–Se han reforzado la fe y la vocación. Pueden venir dificultades, pero hay que superarlas igual que hacen los casados para continuar con su amor. Con la ayuda de Nuestro Señor, el esfuerzo y el rezo, maduran la fe y uno mismo.
–En una frase, ¿qué es la fe?
–La fe es depositar la confianza en Dios. Es creer y aceptar que tú has sido creado y salvado por Dios, que no te has hecho a ti mismo.
–Usted dijo una vez que "la sociedad laica no existe".
–El Estado es laico, pero la sociedad está formada por creyentes, no creyentes, iglesias y vocaciones religiosas. La sociedad es pluriconfesional. El Gobierno ha de valorar las religiones como un elemento positivo para el bien común.
–¿Qué hace mal la sociedad?
–Es difícil resumirlo. Quizás tendríamos que tomar más conciencia del bien común y de que la democracia no solo consiste en ir a votar sino en participar en la cosa pública.
–¿La Iglesia es un actor político?
–Si entendemos como político lo público, sí. La Iglesia está en medio de la sociedad.
–¿Cree que el Estado ningunea la Iglesia?
–No. Desde que la Iglesia ha existido hay una tentación doble: el Estado quiere aprovecharse de la Iglesia y la Iglesia quiere utilizar al Estado. Pero eso no es bueno.
–¿Entonces está de acuerdo con que el Estado sea aconfesional?
–Sí. Tiene que haber una separación, una mutua independencia entre Estado e Iglesia, que no quiere decir ni oposición ni enemistad, porque ambas están al servicio de unas mismas personas.
–Últimamente la opinión pública pone en entredicho la Iglesia como institución.
–Sí. Creo que hay quien a veces percibe la Iglesia como una voz profética y molesta. En la sociedad actual hay un interés por parte de algunos grupos de que haya un pensamiento único. Y la Iglesia ofrece su proyecto de vida. Eso molesta, porque está en disonancia con el pensamiento único.
–¿Ser más transparentes es uno de los objetivos?
–Yo diría que la meta es la coherencia, es decir, que los cristianos vivan según su fe. La Iglesia existe para evangelizar y toda la Iglesia ha de servir para eso y, si no, se ha de modificar.
–¿Cómo se pueden volver a llenar las parroquias?
–Pienso que es muy difícil. Tanto en España como en otros lugares, son muchos más los bautizados que los practicantes. Ahora por parte de los jóvenes hay un movimiento para ir reencontrando la fe. Y nosotros tenemos que procurar hacer algo: no podemos dejarnos llevar por el cansancio, el hedonismo. Hemos de procurar dar ideales e ilusión. Y la Iglesia puede ofrecer mucho. Un ejemplo de esa respuesta son los dos millones de jóvenes en las Jornadas Mundiales de la Juventud.
–¿Los que asistieron a las JMJ son representativos de los jóvenes?
–No de todos los jóvenes, pero sí de los cristianos.
–¿Vio en televisión las imágenes de participantes en las JMJ realizando conductas incívicas?
–Vi que hubo algún incidente en la plaza de Sol a raíz de una provocación. Con dos millones de personas no digo que no pueda haber algún problema. En otras ciudades comentaba la policía que, si un grupo de cincuenta jóvenes exaltados rompe cosas, ¿cómo puede ser que dos millones no rompan nada?
–Las estadísticas indican que las nuevas generaciones viven menos la fe.
–Pero el joven también busca, como toda persona, el sentido de la vida y busca felicidad. Yo creo que en la Iglesia encuentran un mensaje que suena bien. Y lo escuchan.
–¿Cómo es el Papa Benedicto XVI en la distancia corta?
–Es una persona encantadora, muy cordial. Te sientes querido cuando estás a su lado. Yo le quiero muchísimo. Y tiene una gran memoria. A veces parece tímido, pero es muy cercano.
–La Iglesia española y la catalana han tenido sus más y sus menos. ¿Cómo están las relaciones ahora?
–Tenemos funciones diferentes en zonas distintas. Las relaciones son buenas y respetuosas.
–Respetuoso suena algo distante.
–No, pero cada diócesis es independiente una de otra. Hay una legítima autonomía y eso también es bueno para evitar la intromisión y el centralismo.
–Las próximas elecciones generales están muy cerca. ¿La Iglesia volverá a posicionarse de cara al 20-N?
–La Iglesia siempre ha hecho lo mismo en España y Cataluña: hemos recordado a los ciudadanos que tienen una responsabilidad a la hora de votar, que lo hagan con conciencia, que estudien los programas y que sean coherentes con su ideología.
–Pero precisamente a veces se han mostrado más cercanos a una ideología que a otra.
–La Iglesia solo ha dicho, y es lo que ha de decir, que se tengan en cuenta los programas y, en ellos, los contenidos morales de la fe cristiana. Y luego que actúen con conciencia y coherencia.
–Usted hace tiempo criticó a la Cope. ¿La escucha más ahora que no está Jiménez Losantos?
–Yo lo que dije es que si una emisora es de la Iglesia ha de ser coherente con su ideario. No dije nada más ni critiqué a nadie. No tengo mucho tiempo para escucharla, pero creo que se esfuerzan.