3.06.10

La Confirmación, asunto complicado. La celebración del sacramento.

Antes de comenzar con este tema, quiero excluir cualquier apariencia de pesimismo o ligereza. La verdad es que en todas nuestras parroquias, también en los Colegios católicos, existe un interés extraordinario en torno al sacramento de la Confirmación. Una atención compartida por los sacerdotes, los catequistas, las familias y los propios jóvenes. Podrá haber deficiencias. Pero el dato central es enormemente positivo. No es fácil mantener alrededor de las parroquias a tantos jóvenes en esas edades tan difíciles y tan decisivas para el conjunto de la vida. Parece que las cifras de los niños y jóvenes que reciben el sacramento están descendiendo, pero aun así contamos con una hermosa oportunidad de evangelización y formación de muchos jóvenes.

La celebración del sacramento de la Confirmación sigue siendo objetivo central en la actividad pastoral de la mayoría de las parroquias, y en la vida de los mismos chicos y chicas que se preparan para recibirla. Incluso podríamos preguntarnos si el interés y el esfuerzo que se despliega en torno al sacramento de la Confirmación no es desproporcionado en relación con lo que hacemos en torno a otros sacramentos por lo menos tan importantes o más, como pueden ser el Bautismo, la Eucaristía, el Matrimonio o el mismo sacramento de la penitencia y del perdón.

En realidad lo que hacemos en torno a este sacramento forma parte de algo tan importante como la iniciación cristiana, que tiene que ser, en nuestra tierra, el capítulo central de la evangelización. Pero el criterio fundamental para juzgar el acierto de las celebraciones son los frutos. Por eso tenemos que preguntarnos ¿cuáles son las consecuencias reales de estas celebraciones en la vida de nuestros jóvenes? En España confirmamos varios miles de jóvenes cada año. Justo es que nos preguntemos qué estilo y qué grado de vida cristiana llevan los recién confirmados en los años que siguen al de su Confirmación..

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14.05.10

El Santo Rosario, hermosa devoción que merece ser conservada y favorecida

En tiempos pasados, en las familias cristianas era costumbre muy frecuente el rezo del Rosario, junto al hogar, o alrededor de la mesa camilla. Hoy, el ritmo de vida, la creciente dispersión y el extendido enfriamiento religioso de muchas familias ha hecho que esta buena costumbre haya desaparecido de muchas de ellas casi por completo. Sin embargo, las características de esta oración la hacen muy recomendable y muy provechosa precisamente para estos tiempos.

El Rosario de María es una oración reposada y sosegante, es una contemplación de la vida santa de Jesús, acompañados de la Virgen María, bajo la mirada paternal del Dios salvador. El breve rezo del Gloria, al final de cada misterio, nos hace levantar la mirada del corazón hasta la grandeza bondadosa y vivificante de la Santa Trinidad. Todos los papas han apoyado la devoción al Santo Rosario, explicando y ponderando las excelentes cualidades de esta oración: Es oración sencilla y popular, pero está llena de riqueza espiritual y proporciona muchos bienes a quienes la rezan con piedad.

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19.03.10

Espiritualidad sacerdotal: mis consejos sencillos y sinceros

En la fiesta de San José, Custodio del Redentor, Nuestro Señor Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote.

Recordé antes que Jesucristo ha manifestado en sí mismo el rostro perfecto y definitivo del sacerdocio de la nueva Alianza, y que lo ha hecho en su vida terrena, pero sobre todo en el acontecimiento central de su pasión, muerte y resurrección. Él eligió a los Apóstoles, y Él sigue eligiendo a los sacerdotes, como sacramentos vivientes de Cristo sacerdote, presente y actuante en el mundo, para alabanza de la gracia de Dios y salvación de todos los hombres. Sí, somos sacerdotes, con un sacerdocio singular que es el mismo sacerdocio único y universal de Jesucristo.

Nosotros ejercemos este ministerio desde la debilidad. Debilidad de nuestra propia carne, porque somos vasijas de barro que nos podemos romper en cualquier momento, y debilidad de Dios en el mundo, que no ha querido actuar con su omnipotencia creadora sino con la fuerza del amor, de un amor que sirve, que respeta, un amor que calla y se deja matar para vencer la incredulidad y el orgullo de los hombres. La fuerza de nuestro ministerio está en la verdad y el poder de Dios que está en Cristo y actúa poderosamente en El y por El, transformando todas las realidades de nuestro mundo por medio del amor. Somos marginados y despreciados en muchas ocasiones, pero tenemos en nuestro poder la única fuerza capaz de transformar el mundo, la verdad del evangelio de la salvación, la fuerza del Espíritu Santo de Dios. Unos nos piden maravillas espectaculares, otros sabiduría y eficacia. Nosotros tenemos que anunciar siempre la bondad y el amor de Dios, manifestados en Cristo crucificado como centro y norma y esperanza de la vida humana, personal y colectiva (Cf I C, 1, 22-25; II C cc. 4 y 5).

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25.02.10

Sacerdotes según san Juan y san Pablo, como Jesucristo

El ser sacerdotal de Jesús, según san Juan

Podemos hacer un recorrido por el evangelio de San Juan para ver el fundamento, la originalidad, la unicidad del sacerdocio de Jesús. Dios le ha dado el poder de juzgar, el que crea en lo que él dice no tendrá juicio de condenación, sino que alcanzará la vida eterna, ha pasado de la muerte a la vida; el Padre le ha dado el poder de dar la vida (Jn 5, 22.24.26). Las Escrituras hablan de él, Moisés da testimonio de él, un testimonio que los judíos no aceptan, porque su orgullo les impide entender las Escrituras en su verdadero sentido (Jn 5, 44).

Lo que Dios nos pide es que creamos en el que El ha enviado (Jn 6. 29). El es el pan de Dios que viene del Cielo para dar la vida al mundo. El ha venido al mundo para hacer la voluntad de su Padre y la voluntad del Padre es que no rechace a nadie sino que nos resucite en el último día. El Padre quiere que todos los que vean al Hijo y crean en El tengan vida eterna y El los resucitará en el último día. (Jn 6, 34-40). Sólo El, que viene del Cielo, conoce al Padre. El es el verdadero pan del Cielo, el pan de vida, quien cree en El no morirá (Jn 6, 43-50). Este pan de vida es su propia carne entregada en sacrificio por nosotros.

Desde el principio, en la conciencia de Jesús está presente la previsión de la cruz, por eso su presentación como pan del cielo pasa a ser invitación a comer su carne y beber su sangre, en una evidente alusión a su muerte. Su carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida. Jesús es consciente de que llega a ser pan de vida para toda la humanidad mediante su muerte en la cruz. (Jn 6, 53-59). Este “comer su carne” es sinónimo de “vivir por El”. Como El vive con y por el Padre, así tenemos que unirnos a El (por la fe) para poder vivir con El y por El (vv. 57 y 58). “Nosotros creemos y sabemos que Tu eres el Santo de Dios” (v.69). Sabe que uno de los suyos le va a entregar. “Uno de vosotros es un diablo”.

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11.02.10

Sacerdote nuevo, sacerdote eterno

Jesucristo, el único Sacerdote del Nuevo Testamento

Para valorar nuestro sacerdocio tendríamos que comenzar negándolo. Esto puede sonar mal, quizás no es del todo verdadero, pero no está mal decirlo para darnos cuenta de que en nuestro mundo el único verdadero sacerdote es Jesucristo. N. S. Es curioso que ahora nos quieran decir que Jesucristo es un laico. Y de ahí sacan consecuencias peregrinas de eclesiología y de espiritualidad cristiana. Esta misma semana leía en una Revista de Teología, Que Jesús nos es clérigo sino laico. No pertenece a la casta de los levitas sino de los laicos. Somos discípulos de un profeta laico. Por eso la Iglesia no tiene que ser clerical, sino laica, Iglesia de hermanos, sin jerarquía ni poderes de ninguna clase. Confusión, sofismas, saltos en el vacío.

Sacerdote significa ser mediador entre Dios y los hombres, poder hablar a los hombres en nombre de Dios y sobre todo poder presentarse ante Dios en nombre de la humanidad. Ser sacerdote es traspasar el muro impenetrable que separa de Dios el mundo de los hombres. El sacerdocio de la antigua alianza no cumplió la obra de Dios, es Jesús quien la ha llevado a su perfección (Hb 7, 19). La carta a los Hebreos nos dice que los sacerdotes de la Antigua Alianza tenían que repetir sus sacrificios una y otra vez porque no eran eficaces, no lograban comunicarse realmente con Dios ni abrir los caminos de la humanidad hasta la verdad de Dios.

En cambio, la hora de Jesús es la hora definitiva, la hora de las cosas verdaderas y definitivas. Viene hasta nosotros el Reino de Dios y es el tiempo de establecer relaciones verdaderas y efectivas con Dios. Nadie es capaz de hacer presente a Dios en el mundo sino su Hijo Jesucristo. Solo Jesucristo viene de Dios y puede hablarnos de Dios; solo El puede conducirnos hasta Dios y representarnos delante de El. En el Nuevo Testamento no hay más sacerdocio que el de Cristo, ni hay otro sacerdote que Jesucristo. Por eso, después de Cristo, no hay una familia ni una casta sacerdotal. Nadie es sacerdote por sí mismo, el sacerdocio verdadero, eficaz, definitivo es sólo el de Cristo, y los demás somos vicarios suyos, representantes, enviados del sacerdote único, universal e irrepetible. Su sacerdocio es inmenso, lo envuelve todo y lo abarca todo. Siempre vivo, eternamente junto a Dios, para interceder por nosotros.>”.

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