La conversión y muerte de Chopin

Jesucristo recuerda en el Evangelio del XXI domingo de tiempo ordinario que llegará el momento: “Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta” (Lc. 13, 25), cuando uno ya no podrá hacer nada más para alcanzar la salvación ganada por el Señor. Sta. Mónica (332-387) se pasó muchos años preocupándose por su hijo Agustín(354-430) para que no le encontrara la muerte sin el Bautismo, y poco antes de su propia muerte, el Señor le concedió la inmensa alegría de asistir al Bautismo de su hijo (que llegaría a ser un santo Doctor de la Iglesia).

Una madre que no vería en vida la conversión de su hijo sería la madre del famoso compositor Chopin.  Éste se apartó de la fe en su juventud pero se convirtió en sus últimos días de vida, como recuerda el P. Jelowicki, un amigo de Chopin instrumental en ese cambio de corazón.

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Fragmento de “Project Gutenberg’s Chopin: The Man and His Music” (enlace en inglés) por James Huneker [traducción mía]:

“La siguiente narración auténtica de las últimas horas de Chopin aparecen aquí por la primera vez en inglés, traducida por el Sr. Hugh Craig. En la conocida obra de Liszt sobre Chopin, segunda edición, 1879, se menciona una conversación que tuvo con el Abbe Jelowicki respecto al fallecimiento de Chopin; y en la biografía de Chopin por Niecks, se citan algunas oraciones de cartas del Abbé. Estas cartas, escritas en francés, han sido traducidas y publicadas en el “Allgemeine Musik Zeitung”, que las recibió de la princesa Marie Hohenlohe, la hija de la princesa Caroline Syn Wittgenstein, el legado y ejecutor universal de Liszt, que murió en 1887.

‘Durante muchos años [según el documento] la vida de Chopin fue apenas un aliento. Su frágil y débil cuerpo estaba visiblemente desajustado para la fortaleza y fuerza de su genio. Era una maravilla que en tal estado débil pudiera siquiera vivir, y en ocasión actuar con gran energía. Su cuerpo era casi diáfano; sus ojos estaban casi ensombrecidos por una nube de la cual, de vez en cuando, destellaban los rayos de su mirada. Amable, bondadoso, rebosante de humor, y en toda forma encantador, no parecía ya pertenecer a la tierra, mientras que desafortunadamente no había todavía pensado en el Cielo. Tenía buenos amigos, pero muchos de ellos malos amigos. Estos malos amigos eran sus aduladores, eso es, sus enemigos, hombres y mujeres sin principios, o mejor dicho con malos principios. Hasta su éxito sin rival, tanto más sútil y por lo tanto mucho más estimulante que el de todos los demás artistas, llevaba la guerra a su alma y contuvo la expresión de la fe y de la oración. Las enseñanzas de la madre más cariñosa y pía se convirtieron para él en un recuerdo del amor de su infancia. En lo que ocupaba la fe, la duda se había adentrado, y sólo esa decencia innata en su generoso corazón le impidió el darse gusto en el sarcasmo y la burla de las cosas santas y de las consolaciones de la religión.

‘Mientras estaba en esta condición espiritual, le atacó la enfermedad pulmonar que pronto se lo llevaría de nosotros. El conocimiento de esta cruel enfermedad llegó a mis oídos a mi vuelta de Roma. Me apresuré a él con el corazón saliéndome del pecho, para ver una vez más al amigo de mi juventud, cuya alma me era infinítamente más querida que todo su talento. Le encontré no más delgado, porque eso era imposible, pero sí más débil. Su fuerza se hundió, su vida palidecía visiblemente. Me abrazó con afecto y con lágrimas en sus ojos, pensando no en su propio dolor sino en el mío; me habló de mi pobre amigo Eduard Worte, a quien acababa de perder, ya sabes cómo. (Fue fusilado, un mártir de libertad, en Vienna, 10 de noviembre, 1848).

‘Aproveché su enternecida disposición para hablarle sobre su alma. Le traje a mente la piedad de su infancia y la de su querida madre. “Sí”, dijo él, “para no ofender a mi madre no me moriría sin los Sacramentos, pero de mi parte no los considero en el sentido que deseas. Comprendo la bendición de la confesión sólo como una descarga de un corazón pesado en una mano amistosa, pero no como un Sacramento. Estoy listo para confesarme si lo deseas, porque te amo, no porque me parece necesario”. Basta ya: una multitud de discursos anti-religiosos me llenaron de terror y de cuidado por esta alma elegida, y no temía nada más que el ser llamado para ser su confesor.

‘Varios meses pasaron con conversaciones parecidas, tan dolorosas para mí, el sacerdote y el sincero amigo. Pero me aferré a la convicción de que la gracia de Dios obtendría la victoria sobre su alma rebelde, aunque no sabía cómo. Después de todos mis esfuerzos, me quedaba la oración como único refugio.

‘En la tarde del 12 de octubre me había retirado con mis hermanos para rezar por un cambio de mente en Chopin, cuando fui llamado por órden del médico, que temía que no sobreviviría la noche. Me apresuré a su lado. Apretó mi mano, pero me pidió que me fuera enseguida, mientras me aseguraba que me amaba mucho, pero que no deseaba hablar conmigo.

‘¡Imagínate, si puedes, la noche que pasé! El día siguiente era el 13, la fiesta de S. Eduardo, el santo patrón de mi pobre hermano. Celebré la Misa por el reposo de su alma y recé por el alma de Chopin. “Dios mío”, supliqué, “si el alma de mi hermano Edward te complace, concédeme, este día, el alma de Frederic.”

‘Doblemente afligido, fui entonces al hogar melancólico de nuestro pobre enfermo.

‘Le encontré con el desayuno, que estaba servida tan cuidadosamente como siempre, y después de que me invitó a compartirlo, le dije: “Amigo mío, hoy es el santo de mi pobre hermano”. “¡Oh, no hablemos de ello!” suplicó. “Mi más querido amigo”, continué, “debes darme algo por el santo de mi hermano”. “¿Y qué te daré?” “Tu alma”. “¡Ah! Comprendo. Aquí está; ¡tómalo!”

‘Ante esas palabras, una indescriptible alegría y angustia se apoderaron de mí. ¿Qué le debería de decir? ¿Qué debería de hacer para restaurar su fe, cómo no perder en vez de ganar esta querida alma? ¿Cómo debería empezar a llevarlo de regreso a Dios? Me tiré sobre mis rodillas, y después de un momento recogiendo mis pensamientos, grité en lo más profundo de mi corazón: “¡Atráele hacia Ti Tú mismo, Dios mío!”

Sin decir una palabra le mostré el crucifijo a nuestro querido inválido. Rayos de luz divina, llamas de fuego divino, corrieron, diría yo, visiblemente de la figura del Salvador crucificado, y al instante iluminaron el alma y encendieron el corazón de Chopin. Lágrimas ardientes corrieron de sus ojos. Su fe revivió de nuevo, y con un indecible fervor se confesó y recibió la Santa Cena. Después del sagrado Viático, penetrado por la consagración celestial que los Sacramentos derraman sobre las almas pías, pidió la Extremaunción. Deseó pagar con esplendidez al sacristán que me acompañaba, y cuando le comenté que la suma que presentaba era veinte veces demasiado, respondió: “Oh, no, ya que lo que he recibido no tiene precio.”

‘Desde esta hora era un santo. La lucha mortal comenzó y duró cuatro días. La paciencia, la confianza en Dios, hasta la gozosa seguridad, nunca le abandonaron, a pesar de todos sus sufrimientos, hasta su último aliento. Estaba verdaderamente feliz, y se decía feliz. En medio de los más agudos sufrimientos expresaba sólo gozo extático, conmovedor amor de Dios, agradecimiento por haberle conducido de vuelta a Dios, desprecio del mundo y de sus bienes, y un deseo por una muerte veloz.

‘Bendecía a sus amigos, y cuando, después de una aparentemente última crisis se veía rodeado por la multitud que día y noche llenaba su cuarto, me preguntaba: “¿Por qué no rezan?” Ante estas palabras, todos cayeron de rodillas, y hasta los protestantes se unían a las litanías y oraciones por los difuntos.

‘Día y noche estrechaba mi mano, y no dejaba que me apartara de él. “No, no me dejarás en el último momento”, dijo, y se apoyó contra mi pecho como un niño pequeño se esconde en el pecho de su madre en un momento de peligro.

‘Pronto llamó a Jesús y a María, con un fervor que se extendía al Cielo; pronto besó el crucifijo en un exceso de fe, esperanza y caridad. Espresó las más conmovedoras palabras. “Amo a Dios y a hombre”, dijo. “Estoy contento de morir así; no llores, mi hermana. Amigos míos, no llores. Soy feliz. Siento que me muero. ¡Adiós, rezad por mí!”

‘Agotado por convulsiones mortales, les dijo a los médicos: “Déjenme morir. No me mantengan más tiempo en este mundo de exilio. Déjenme morir; ¿por qué prolongan mi vida cuando he renunciado todas las cosas y Dios ha iluminado mi alma? Dios me llama; ¿por qué retenerme?”

‘En otra ocasión dijo: “¡O hermosa ciencia, que sólo le deja a uno sufrir más tiempo! Si pudiera devolverme mi fuerza, cualificarme para hacer cualquier bien, hacer cualquier sacrificio – pero una vida de desmayos, de pena, de dolor para todos los que me aman, prolongar tal vida– ¡O hermosa ciencia!

‘Entonces dijo de nuevo: “Me dejas sufrir cruelmente. Quizás te has equivocado sobre mi enfermedad. Pero Dios no se equivoca. Me castiga, y por eso Le bendigo. ¡Oh, qué bueno es Dios castigándome aquí abajo! ¡Oh, qué bueno es Dios!

‘Su lenguaje habitual era siempre elegante, con palabras bien elegidas, pero para expresar al fin su gratitud a todos, y a la misma vez, toda la miseria de los que mueren sin reconciliarse con Dios, exclamó: “Sin ti hubiera muerto (“krepiren”) como un cerdo”.

Mientras moría todavía invocaba los nombres de Jesús, María, José, besaba el crucifijo y lo apretaba contra su corazón exclamando: “¡Ahora estoy en la fuente de la Bienaventuranza!”

‘Así murió Chopin, y de verdad fue su muerte el más bello concierto de toda su vida.’

[Imágenes de Wikimedia Commons: Sta. Mónica con S. Agustín y un obispo ante la Virgen y el Niño Jesús (Giovanni Dall’Orto), Crucifijo (Nino Barbieri)]


Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]
: Si su madre influyó su propia fe católica, ¿cómo lo hizo? ¿Ha habido alguien en su vida que se haya preocupado particularmente por su conversión de corazón?

Siguiente post – S. Agustín – “se sentarán a la mesa en el reino de Dios” (Lc. 13, 29)

9 comentarios

  
susi
Verdaderamente, la Misericordia del Señor es infinita y busca a los pecadores hasta el final. Es lo mismo que pido para un familiar mío muy cercano.

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Susi, también tengo seres queridos por quienes rezo. Uno mis oraciones a las suyas y pido a los que lean esto que recen también por las intenciones de los que pasamos por aquí. Un saludo.

[Por cierto, recibí su último mensaje y espero encontrar algo de tiempo este fin de semana para responderle más detenidamente (y también a otros a quienes todavía no he contestado sus mensajes por correo electrónico)]
27/08/10 10:59 PM
  
Ana
Me alegra mucho saberlo.No sabía que hubiera vuelto a la Iglesia. Estuve en Mallorca viendo su casa y oyendo su música que me encanta y nadie habló nada de su conversión aunque hablaron de su biografía. Es una noticia muy gratificante por él y porque vemos que Dios va al encuentro

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Ana, los dos vídeos en el post son dos de las composiciones de Chopin que más me gustan. Por lo que he leído en diferentes sitios sobre la muerte de Chopin, parece ser cierto que el P. Jelowicki estuvo presente cuando falleció el compositor. ¡Que Dios nos conceda a todos la gracia de poder recibir los Sacramentos con devoción poco antes de ser llamados ante el Señor!
27/08/10 11:08 PM
  
Flavia
No tenía idea de esa conversión de Chopin, le agradezco mucho que nos la haya contado, María Lourdes. Estuve en Mallorca, como Ana.

Las dos partituras elegidas, emocionantes, sobre todo la segunda. La asocio con la mazurca número 67 de las Sílfides... porque ambas eran interpetadas por una religiosa de mi Colegio de Dominicas cuando íbamos silenciosas en filas, para inculcarnos la belleza. Esos son mis recuerdos: largos y amplios pasillos, hábitos blancos de las religiosas, largas filas de colegialas con precioso uniforme azul y velo de tul blanco en las grandes liturgias, pero al mismo tiempo resonando Chopin por los pasillos. Y era un colegio bastante normal, no de los llamados elitistas, pero las religiosas cuidaban mucho la belleza en todo, hasta en nuestra forma de colocar los libros en el pupitre. ¡ Cómo se lo agradezco !

Por eso me alegro tanto, no sólo por la conversión en sí misma, de Chopin, sino por el bien que su música me recuerda.

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Flavia, ¡cómo evoca profundos sentimientos la música! Me parece que esas dos composiciones que incluyo reflejan una búsqueda... cada una, en mi opinión, es un hermoso suspiro que surge del dolor sin rendirse.

Respecto al colegio que menciona, me parece una verdadera lástima que se esté perdiendo la presencia de las religiosas en los colegios católicos... una verdadera pérdida. ¡Cuánta belleza se pierden los que no han tenido la maravillosa experiencia de conocer a religiosas viviendo alegres su vocación! Ese testimonio de fe y de oración puede perdurar a lo largo de los años e inspirar más bien en el mundo por medio del Espíritu Santo que la música de Chopin. Lo mismo creo que pueden hacer las madres por sus hijos. Gracias por compartir sus recuerdos de esas dominicas.
27/08/10 11:56 PM
  
Odet
Maria Lourdes,debajo de la foto del crucifijo donde dice:que deberia de hacer para restorar su fe?,es restaurar.
en el segundo parrafo,debajo de la foto donde se ve a Chopin confesando dice:agotado por convulciones,no, es convulsiones.Ahora pensaré una respuesta al post,por cierto muy bueno.

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Odet, ¡muchas gracias por las correcciones!
28/08/10 12:11 AM
  
Odet
Ya lo dice Jesucristo en los Evangelios: "No temais a aquellos que pueden matar el cuerpo,sino a los que quieren arrebataros el alma ".
Dios quiere que se salven todas,por eso envió a Su unico Hijo para redimir a la humanidad.
Chopin pudo abrir los ojos a la fe gracias a su madre y al buen sacerdote,que el Señor nos conceda Santos sacerdotes que velen por la salvacion de las almas.

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Odet, sí, admiro que ese sacerdote no sólo perseveró en su oración por la conversión de su amigo, sino que estuvo dispuesto a recordarle el bien de su alma una y otra vez. Además, no le oyó su confesión cuando vio que no era sincera, sino que esperó a que mostrara verdadera contrición.

Otra cosa que quisiera destacar es la felicidad y consuelo que fue para Chopin recibir por fin los Sacramentos. Podría haber quienes piensan que el Sacramento de la Unción de enfermos es algo triste y que hace inevitable la muerte poco después. Pero, al contrario, he oído de sacerdotes que tras recibir ese Sacramento hay personas que mejoran físicamente al igual que espiritualmente. Se debería de llamar a un sacerdote si algún pariente está en peligro de muerte.

Como dice, demos gracias al Señor por los sacerdotes y pidamos más. ¡Qué diferencia poder morir con un sacerdote velando por nuestra alma en tan difícil momento!
28/08/10 12:26 AM
  
JSC
¡Qué romántica es la música de Chopin! Apasiomada, poética, lírica. Pero el romanticismo siempre termina en melancolía, en tristeza por lo vivido, en frustación por las obras incompletas que interrumpe la separación de la muerte. Excelente relato de la conversión de Chopin, quizás su sonata más romántica y eterna.
Sólo sabremos en el Cielo quién propició en la tierra las gracias que Dios nos concedió en vida, para nuestro caminar en la vida por la senda de la Fe. Por desgracia -y que conste que no es mi caso, mas al contrario- muchas personas no tienen a una madre como Chopin o san Agustìn, pero Dios, como Padre Justo y Misericordioso, le reserva a cada uno un plan de salvación personalizado y tenemos igualmente una Madre que igual está en el Cielo orando e igual está en la tierra obrando milagros de amor.
Una penitencia y oración en una habitación o capilla de Francia o España puede propiciar la conversión de un hombre o mujer de Chile o Uganda o Japón. Y viceversa, clar. Y es que María es nuestra Madre verdadera que nos vigila en duermevela noche y día e intercede por cada uno de nosotros de una forma tan discreta como hace 2.000 años. Es Mensajera, es diligente, buena Madre, Auxiliadora y máxima Colaboradora con Cristo en Su Redención.
Mi esposa para mi ha sido y es el pilar que me apuntala en mis vaivenes. Yo también trato de acompañarla en sus momentos malos. Pero creo que las mujeres, por ser madres, saben rezar mucho mejor y sufrir mucho más por los hijos y el marido que un padre o esposo. Las mujeres son más espirituales. El hombre es más bruto aunque es los dos son una la combinación perfecta -o deberìa de serlo-.
Un abrazo Mª Lourdes, ha sido un artículo muy evocador y emotivo.

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JSC, señala algo muy importante sobre cómo todos tenemos una Madre sin igual en la Ssma. Virgen María. ¡Cuántos santos se quedaron huérfanos de madre muy temprano en la vida! Supongo que más importante que los vínculos físicos son los vínculos espirituales a personas santas a quienes Dios ha puesto en nuestras vidas.

Pienso en los hijos de Sta. Gianna Beretta Molla, una santa del s.XX que dió su vida por su tercer hijo. Creo que su hijo mayor tenía unos 5 años cuando ella falleció. No hay garantía alguna de que los hijos de una madre santa serán santos también, pero me parece que historias como la conversión de Chopin (cuya madre no fue necesariamente santa sino al menos fue pía) animan mucho a uno a perseverar en la oración por seres queridos.

Me alegro de que le gustó el post (la mayor parte es simplemente una traducción). Saludos a su mujer.
28/08/10 4:19 AM
  
Norberto
El recuerdo de su piedad infantil nunca le abandonó, creo que voluntariamente, lo tenía como una cuenta de ahorro espiritual, que en cualquier momento le podía socorrer.

La primera parte las conversaciones muestra como, aun, el orgullo fatuo domina, sin embargo el poder de la oración terminó por rendir un alma desorientada, pero en búsqueda, esto me parece importante.

En pocos día Chopin vivió la alegría de la fe y el amor de Dios, como si lo hubiera gozado toda la vida, el buscador de la belleza se encontró con la Belleza de Dios.

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Norberto, su comentario me recuerda mucho lo que dice S. Agustín, cuya fiesta es hoy (un día después de la de su madre) sobre cómo nuestros corazones fueron creados para Dios y cómo no estarán satisfechos hasta que descansen en Él. También S. Agustín se dio cuenta, más o menos a la misma edad que Chopin, que Dios es la fuente inagotable de Belleza. Un saludo.
28/08/10 12:15 PM
  
Odet
Me ha recordado la conversión de Chopin, a otra que leí hace tiempo.
Era la hija de Stalin,ella no había vivido la fe,pero cuando siendo mayor un hijo suyo enfermó gravemente,se acordó de su abuela rezando a la Santisima Virgen,ella entonces pensaba que eran cosas de campesina y gente poco instruida,pero recurrió a N Señora,y su hijo sanó,frecuentó la Iglesia Ortodoxa y tiempo despues se hizo católica.
No sabemos los instrumentos que el Señor pone en nuestro camino,en este caso fué la abuela piadosa,en San Agustin,su madre,pero en todo caso!que bueno es el Señor!

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Odet, no conocía esa historia de conversión, que me ha encantado. Buscaré más detalles. Muchas gracias por haberla mencionado.
28/08/10 1:22 PM
  
Raúl
No conocía la historia, María Lourdes, pero me parece realmente impresionante. Muchas gracias por compartirla con nosotros.

No soy ningún experto en música clásica, aunque me gusta bastante, y creo que Frederic Chopin tiene algunas de las más bellas composiciones para piano.

Si me lo permite, me atrevería a recomendar a todos los amantes de la buena música la "Balada nº 4 in F minor" de este gran compositor.

Es de lo mejor que nunca he escuchado para piano.

Un saludo.

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Raúl, principalmente compuso Chopin para el piano y sus melodías son muy poéticas y conmovedoras. Aquí dejo un enlace a la balada no. 4. Muchas gracias por recomendarla. Curiosamente, Chopin nunca nombró sus composiciones, simplemente las numeró. Un saludo.
28/08/10 3:24 PM

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