(347) Sínodo 2015. Relatio final 62-63: la anticoncepción sigue y prosigue (y II)
–No sabía yo que la anticoncepción es hoy uno de los más graves males que padece la Iglesia.
–Bueno, al parecer tampoco el Sínodo lo ha sabido.
–Status quaestionis
En el artículo anterior, haciendo un poco historia de la cuestión, llegamos a comprobar que en muchas Iglesias locales, la anticoncepción –viene a ser practicada habitualmente sin apenas conciencia de culpa por la mayoría de los matrimonios católicos. Ello se debe principalmente a que –la doctrina católica que la prohibe ha sido resistida y silenciada sistemáticamente por muchos Pastores. De hecho, –la pastoral la fomenta o al menos la tolera, separándose completamente de la doctrina católica, que al menos en forma implícita, y muchas veces explícita, viene a considerarse una doctrina falsa, por excesivamente rigurosa, o que al menos, se considera inviable.
Reproduzco dos comentarios al citado artículo, que vienen a confirmar este diagnóstico de situación, aunque en dos sentidos diversos.
Comentario de Isabel.– Gracias por concretar esa penosa trayectoria pastoral, que me tocó vivir en el colegio de monjas y en los cursillos prematrimoniales. La confusión era bárbara. Se decía que mientras fueran métodos barrera o píldoras anovulatorias no abortivas eran lícitos, que incluso era lo responsable, porque se partía de que era muy difícil, si no imposible, pedir castidad a un matrimonio (o pareja, puesto que algunos ya convivían) e incluso que el amor conyugal estaba por encima de todo eso… Creo que el error pastoral partía de no entender como decía San Juan Pablo II la «gramática de las relaciones conyugales», planteando la castidad como restricción en lugar de como afirmación gozosa.
Comentario de Nacho.– …Por favor, revisen la realidad. Hasta el más católico de los matrimonios tiene sexo con anticonceptivos, salvo que estén realmente enfermos de la cabeza. saludos
Los tres males peores que hoy sufre la Iglesia en muchos lugares son 1) la ausencia a la Eucaristía dominical, 2) la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas y 3) la epidemia de los matrimonios anticonceptivos
Los tres males se causan entre sí y se potencian mutuamente. Y son muy suficientes para ir llevando una Iglesia local hacia su extinción. La anticoncepción es hoy la mayor fuerza destructora de los matrimonios, pues los pervierte y degrada, estabilizándolos en un estado de vida objetiva y gravemente pecaminoso; los profana, separando la unión indisoluble entre amor conyugal y apertura a la procreación, que es fin principal del matrimonio; y reduciendo la natalidad hasta extremos demográficamente suicidas, con sumo perjuicio de la Iglesia y de la sociedad. Pablo VI describe en la Humanæ vitæ (17), como en un retrato tomado del natural, Las graves consecuencias de los métodos de regulación artificial de la natalidad. La anticoncepción, cuando se hace crónica, causa grandes destrozos no solo en la relación de los cónyuges, sino en todo lo que es la vida familiar y la educación de los hijos.
Un Sínodo del matrimonio y la familia tendría que haber considerado como uno de los asuntos más urgentes procurar la conversión de los matrimonios anticonceptivos, pues al haberse generalizado la anticoncepción, ha venido a ser una estructura de pecado. Era en el Sínodo urgente reafirmar con toda su fuerza iluminadora y sanante la doctrina de la Iglesia sobre matrimonio y procreación. Pero como veremos, los dos números dedicados a la dimensión generativa de la familia, 62-y 63, tal como quedaron formulados en la Relazione Finale del Sinodo dei Vescovi (24-X-2015), son deliberadamente ambiguos y débiles. No expresan suficientemente la extensión y la gravedad de la anticoncepción en los matrimonios. Y tampoco dan signos de querer combatirla frontalmente y con medios eficaces. Más bien parecen tolerarla como una deficiencia inevitable. Ese combate frontal era, es, especialmente necesario por el hecho de que, como sabemos, para algunos Padres sinodales la anticoncepción debería ser aceptada por la Iglesia, como una conquista irrenunciable de la ciencia y de la cultura del mundo actual. Una atención mucho mayor se prestó en el Sínodo a la comunión eucarística de «los divorciados vueltos a casar»… De la lícita comunión de los matrimonios anticonceptivos ni se trató siquiera. Como si se diera por supuesto que su situación es tolerable.
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Nº 62. La trasmissione della vita
Cumple la Relatio brevemente en este número con la ortodoxia católica, haciendo un elogio de la familia numerosa, confesando que «la apertura a la vida es una exigencia intrínseca del amor conyugal» y recomendando «divulgar mucho más los documentos del Magisterio de la Iglesia que promueven la cultura de la vida». Loables intenciones, incumplidas desde hace medio siglo. Alude apenas a la existencia de una mentalidad no-conceptiva, que lleva a «una grave caída de la natalidad».
Pero evita declarar abiertamente la gravedad de la situación. Nada dice de la gravedad mortal de la anticoncepción, ni denuncia que en muchas Iglesias locales una de las plagas peores es hoy la multiplicación innumerable de los matrimonios anticonceptivos, que profanan habitualmente el santo amor de la unión conyugal. Tampoco denuncia la difusión innumerable, casi siempre impune, de errores muy graves sobre la moral del matrimonio en predicaciones y publicaciones, en confesonarios y en cursillos prematrimoniales, errores que en muchos lugares han prevalecido ampliamente sobre la verdadera doctrina católica, rechazando en modo directo o indirecto la Humanæ vitæ, la Familiaris consortio, la Veritatis splendor, la Evangelium vitæ, y que llegan a establecer una estructura de pecado en los matrimonios sacramentales profanados.
Es notable. La Relatio sinodal pone gran empeño en «partir de la realidad», y dedica a describirla varios capítulos de la I parte, La Chiesa in ascolto della famiglia, analizando ampliamente la situación social, cultural, económica, etc. de matrimonios y familias. Dos cosas hay que decir a esto. 1ª.–Dando el pomposo nombre de «la realidad» a las cosas tan mudables del mundo presente –«pasa la apariencia de este mundo» (1Cor 7,31)–, y queriendo iniciar en ella la reflexión sinodal, queda en segundo plano la verdadera Realidad, que es Dios, su enviado Jesucristo, el Evangelio, la doctrina de la Iglesia. De ella debe partir toda reflexión sobre las situaciones actuales de lo que sea. Ésta es la verdadera Realidad que debe iluminar, transformar y salvar todas las pobres y cambiantes realidades de la sociedad mundana. Por eso es preciso señalar que ya el punto de partida del Sínodo es equívoco. 2ª.–Pero concediendo que esa reflexión primera del Sínodo pueda ser el pró-logo del Logos de la fe, al menos debemos exigirle que vea y describa la realidad en forma verdadera, sin falsificarla con tantas omisiones y palabras vanas. El examen que la Relatio describe del matrimonio católico actual, en orden a la transmisión de la vida, da un diagnóstico breve, paupérrimo, falso, in-significante. Precisamente por eso –aunque parezca una paradoja– este número obtuvo 259 sí y 0 no.
Al final de mi artículo (342) Sínodo: agua y aceite, advertía yo lo que ya muchos veían: que la Relación final de un Sínodo que congregaba a defensores y agresores de la doctrina católica sobre el matrimonio solamente podría ser aprobada por la mayoría, si los redactores formulaban cuidadosamente el texto final en términos deliberadamente ambiguos, aceptables por una y otra de las partes. Y así fue.
Nº 63. La responsabilità generativa
La Relatio se remite piadosamente a la doctrina del Vaticano II, Gaudium et spes, y al Magisterio apostólico de Pablo VI, Humanæ vitæ, y de Juan Pablo II, Familiaris consortio.
Sin embargo, en la cita de la GS 50, en la que se indica cómo «los cónyuges se abrirán a la vida formándose “un recto juicio"» señala bien una serie de valores que deben ser activados, pero omite lo que la propia GS señala con toda claridad: que «en su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esa ley a la luz del Evangelio» (50b). Eso no lo cita.
Esta trampa de la Relatio es la misma que emplea al tratar de la integración de los divorciados recasados en la vida de la Iglesia (85), cuando cita devota y ampliamente las palabras de Juan Pablo II en la Familiaris consortio (84) –acompañar, acoger, discernir las situaciones diversas, etc.–, pero corta la larga cita cuando llega al párrafo conclusivo: «La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura, reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez». Esto no lo cita. No le interesa.
Más trampas
Muy bien dice la Relatio del Sínodo (63) que «la encíclica Humanæ vitæ (cf. 10-14) y la exhortación apostólica Familiaris consortio (cf. 14; 28-35) deben ser redescubiertas con el fin de recuperar la disponibilidad a la procreación en contraste con una mentalidad frecuentemente hostil a la vida». Y en este sentido, sigue diciendo, encarece «la formación de la conciencia», la ayuda de «especialistas católicos en materia biomédica», el «acompañamiento espiritual», que libera de un subjetivismo arbitrario y de los condicionamientos del ambiente, y exhorta a que «sea recomendado el recurso a los métodos fundamentados en los “ritmos naturales de la fecundidad” (HV, 11)», al mismo tiempo que rechaza totalmente «las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción». Todas éstas son proposiciones verdaderas, que contentando a los sinodales ortodoxos, conseguirán la aprobación final del documento. Pero son muy breves y débiles, y apenas resultan creíbles.
No resultan creíbles porque no van acompañadas de una necesaria confesión de culpas, que reconozca penitencial y públicamente que con gran frecuencia la «pastoral» se ha hecho contraria en muchas regiones de la Iglesia a la «doctrina» del Magisterio apostólico, y ha orientado a los novios y matrimonios por caminos perdidos. El Sínodo silencia esa infidelidad tan grave y frecuente en la pastoral del matrimonio. Cito dos ejemplos en relación con la encíclica Evangelium vitæ (1995):
–Métodos naturales. «Respecto a los inicios de la vida, los centros de métodos naturales de regulación de la fertilidad han de ser promovidos como una valiosa ayuda para la paternidad y maternidad responsables» (n. 88). Es patente que el apoyo de la Iglesia a su difusión viene siendo mínimo en la gran mayoría de diócesis y parroquias: «no organicemos centros que enseñen los métodos naturales, y dejemos que la regulación de la fertilidad se siga realizando por la anticoncepción. Y ya que ésta se ha establecido activa o pasivamente en la pastoral de gran parte de la Iglesia, no despertemos la discusión doctrinal del asunto, en la que los doctrinarios llevan las de ganar».
–La virtud de la castidad. Dice Juan Pablo II en esta encíclica: «No se nos puede eximir de ofrecer sobre todo a los adolescentes y a los jóvenes la auténtica educación de la sexualidad y del amor, una educación que implica la formación de la castidad, como virtud que favorece la madurez de la persona y la capacita para respetar el significado “esponsal” del cuerpo» (n. 97). Por el contrario, la predicación de la castidad y del pudor, como virtudes necesarias a todo cristiano, y concretamente para vivir dignamente el matrimonio y la paternidad responsable –que requiere abstinencias periódicas–, ha cesado casi totalmente en amplias regiones de la Iglesia. En la propia Relatio se menciona la castidad solamente en dos breves frases (en nn. 31 y 58), en contraste con otros temas que son objeto de desarrollos mucho más amplios.
Este punto recibió en la votación final 237 sí y 21 no. La anticoncepción puede estar tranquila: seguirá y proseguirá como hasta ahora. Por el momento al menos, nadie la va a combatir. Bueno, sí la combaten quienes, fieles al Magisterio apostólico, promueven la paternidad responsable y la enseñanza de los métodos naturales. Pero son cuatro aislados, que rara vez encuentran apoyos fuertes en las diócesis.
San Juan Pablo II, en la misma Evangelium vitæ (97), elogia a quienes enseñan «el recurso a los métodos naturales de regulación de la fertilidad», para favorecer la paternidad responsable, bien consciente de que trabajan contra corriente. «Una consideración honesta de los resultados alcanzados debería eliminar prejuicios todavía muy difundidos y convencer a los esposos, y también a los agentes sanitarios y sociales, de la importancia de una adecuada formación al respecto. La Iglesia está agradecida a quienes con sacrificio personal y dedicación con frecuencia ignorada [cuando no estorbada y resistida] trabajan en la investigación y difusión de estos métodos, promoviendo al mismo tiempo una educación en los valores morales que su uso supone». Si no comunicaran estos valores morales, sus abnegados esfuerzos no estarían sirviendo a la paternidad responsable, sino a la anticoncepción.
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La Relatio final del Sínodo denuncia en forma mínima la difusión y la maldad de la anticoncepción, y también en forma mínima, casi imperceptible, promueve la paternidad responsable mediante los métodos naturales
Afirmar, como afirma, que «el amor conyugal entre un hombre y una mujer y la transmisión de la vida están ordenados el uno a la otra» (63), es una declaración en forma positiva muy loable, que no suscitará mayores resistencias, pero que es sumamente insuficiente si omite las condenas de la anticoncepción hechas en forma negativa. Éstas son mucho más comprometedoras para las conciencias. Con una fuerza inmensamente mayor que la del Sínodo se pronunciaron el Beato Pablo VI y San Juan Pablo II, empleando para ello formas positivas y negativas. En la Familiaris consortio (n. 32) se dice:
«El Concilio Vaticano II afirmó claramente que “cuando se trata de conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de la humana procreación, entretejidos con el amor verdadero. Pero esto es imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal” (GS 51).
«Es precisamente partiendo de la “visión integral del hombre y de su vocación, no sólo natural y terrena sino también sobrenatural y eterna” (HV 7), por lo que Pablo VI afirmó, que la doctrina de la Iglesia “está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador» (ib. 12). Y concluyó recalcando que hay que excluir, como intrínsecamente deshonesta, “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (ib. 14).
«Cuando los esposos, mediante el recurso al anticoncepcionismo, separan estos dos significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como “árbitros” del designio divino y “manipulan” y envilecen la sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación “total". Así, al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce, no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal.
«En cambio, cuando los esposos, mediante el recurso a períodos de infecundidad, respetan la conexión inseparable de los significados unitivo y procreador de la sexualidad humana, se comportan como “ministros” del designio de Dios y “se sirven” de la sexualidad según el dinamismo original de la donación “total", sin manipulaciones ni alteraciones (ib. 13)».
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La anticoncepción ha llegado a ser una «estructura de pecado»
Según ésta, al ser la anticoncepción aceptada por la mayoría de los matrimonios, incluso de los católicos, deja de ser pecado; entra en el catálogo de los pecados descatalogados. Se ve el aborto, que mata una vida humana, como algo horrible; pero no hay hacia la anticoncepción, que cierra el paso a una posible vida humana, que se resiste a Dios, negándose a colaborar con Él en la transmisión de la vida, un horror semejante. En ésas están muchos esposos anticonceptivos, y no pocos predicadores y confesores. Una característica propia de la estructura de pecado se da cuando en cierto sector de la vida humana las personas pecan ya sin conciencia de culpa: el mantenimiento, por ejemplo, de la esclavitud, de la poligamia, de la violencia por cuestiones de honor… o la práctica de la anticoncepción. Grave error. Por el contrario, de la consideración moral de la estructura de pecado, también llamada «pecado social», San Juan Pablo II en su exhortación apostólica Reconciliatio et poenitentia (2-XII-1984, n. 16) enseña que
«el pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la persona, porque es un acto libre de la persona individual, y no precisamente de un grupo o comunidad… No se puede ignorar esta verdad con el fin de descargar en realidades externas –las estructuras, los sistemas, los demás– el pecado de los individuos… Hablar de “pecados sociales", aunque sea en sentido analógico, no debe inducir a nadie a disminuir la responsabilidad de los individuos, sino que quiere ser una llamada a las conciencias de todos para que cada uno tome su responsabilidad, con el fin de cambiar seria y valientemente esas nefastas realidades y situaciones intolerables»… Después de todo, los diversos casos de «"pecado social” son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos “pecados personales"».
Esta doctrina de la Iglesia no parece estar integrada en la Relatio final del Sínodo al tratar de la moral conyugal y concretamente de la anticoncepción. Pero es necesario creerla, enseñarla y vivirla. No es lícito a los esposos anticonceptivos excusar su pecado alegando los condicionamientos ambientales muy generalizados que afectan su conducta. Por el contrario, cada cristiano está en el mundo, pero sin ser del mundo (Jn 15,18-19), y precisamente por eso está llamado a ser levadura en la masa (Mt 13,33), luz en medio de las tinieblas mundanas y sal que purifique y dé sabor a todas las realidades temporales (5,13-16). San Pablo mandaba a los cristianos
«no os conforméis a este mundo, sino transformáos por la renovación de la mente (metanoia)», buscando en todo discernir y hacer la voluntad de Dios (Rm 12,2). Así seréis «irreprochables, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación perversa y depravada, entre la cual brilláis como antorchas en el mundo, llevando en alto la Palabra de la vida» (Flp 2,15).
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La anticoncepción es intrínseca y gravemente pecaminosa
Si el Sínodo sobre el matrimonio y la familia quiere combatir y vencer, con la gracia de Cristo Salvador, la grave epidemia de la anticoncepción que degrada los matrimonios; si de verdad lo intenta; si no considera invencible un mal tan grande, tiene que emplear un lenguaje mucho más claro y fuerte, como el de San Juan Pablo II:
«Pablo VI, calificando el hecho de la contracepción como “intrínsecamente ilícito", ha querido enseñar que la norma moral no admite excepciones: nunca una circunstancia personal o social ha podido, ni puede, ni podrá convertir un acto así en una acto de por sí ordenado. La existencia de normas [morales] particulares, con una fuerza tal que obligan a excluir, siempre y sea como fuere, la posibilidad de excepciones, es una enseñanza constante de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, que el teólogo católico no puede poner en discusión» (12-XI-1988).
«Suponer que existan situaciones en las que no sea de hecho posible a los esposos ser fieles a todas las exigencias de la verdad del amor conyugal, equivale a olvidar esta presencia de la gracia que caracteriza la Nueva Alianza: la gracia del Espíritu Santo hace posible lo que al hombre, dejado a sus solas fuerzas, no le es posible» (17-IX-1983).
Los esposos que se unen en forma anticonceptiva no realizan un acto lícito y bueno de amor conyugal, sino una falsificación gravemente culpable de ese amor matrimonial.
No son pocos hoy en la Iglesia –y en el Sínodo– los que niegan la existencia de actos morales intrínsecamente malos
Mons. Jozef Johan Bonny, Obispo de Amberes, por ejemplo, designado por la Conferencia Episcopal belga para representarla en el Sínodo 2015, en una larga carta pública (1-IX-2014), según nos informaba Bruno Moreno en su serie de Polémicas matrimoniales, criticaba que la encíclica Familiaris consortio de San Juan Pablo II volviera a insistir en que el uso de anticonceptivos es «intrínsecamente inmoral», en lugar de dejar el caso a la conciencia de cada uno. Es más, negaba que hubiera actos intrínsecamente malos «independientemente de las circunstancias personales de cada uno, su experiencia vital o su historia vital». Esta doctrina, siempre enseñada por la Iglesia, él la consideraba «una injusticia contra la universalidad del pensamiento católico». Y pedía en consecuencia que el Sínodo corrigiera la doctrina de la Humanæ vitæ y de la Familiaris consortio.
El mismo Bruno, en un artículo de la misma serie, El P. Thomasset SJ contra la moral católica, cita lo que este «teólogo» dijo en una reunión semisecreta realizada en la Gregoriana (Roma), dedicada a procurar en el Sínodo 2015 la introducción en la Iglesia del divorcio, la anticoncepción, la comunión de los adúlteros, etc. Afirmó bien claramente en la reunión:
«Creo que la interpretación de la doctrina de los actos denominados “intrínsecamente malos” es una de las fuentes fundamentales de las dificultades actuales de la pastoral de las familias, porque es la que determina en gran parte la condena de los anticonceptivos artificiales, de la relaciones sexuales de los divorciados vueltos a casar y de las parejas homosexuales, aunque sean estables».
Por el contrario, la Iglesia Católica enseña desde siempre que hay actos humanos que son «intrínsecamente malos y pecaminosos»
San Juan Pablo II en su encíclica Veritatis splendor (6-VIII-1993) dedica varios números a reafirmar la doctrina católica acerca de la existencia de actos siempre e intrínsecamente malos (76-83).
80. «La razón testimonia que existen objetos del acto humano que se configuran como no-ordenables a Dios, porque contradicen radicalmente el bien de la persona, creada a su imagen. Son los actos que, en la tradición moral de la Iglesia, han sido denominados intrínsecamente malos («intrinsece malum»): lo son siempre y por sí mismos, es decir, por su objeto, independientemente de las ulteriores intenciones de quien actúa, y de las circunstancias. Por esto, sin negar en absoluto el influjo que sobre la moralidad tienen las circunstancias y, sobre todo, las intenciones, la Iglesia enseña que “existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto» (exhort. apost. Reconciliatio et poenitentia 17)». Cita aquí también al Vaticano II (GS 27) […]
«Sobre los actos intrínsecamente malos y refiriéndose a las prácticas contraceptivas mediante las cuales el acto conyugal es realizado intencionalmente infecundo, Pablo VI enseña: “En verdad, si es lícito alguna vez tolerar un mal menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien (cf. Rm 3, 8), es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social» (HV 14).
81. «La Iglesia, al enseñar la existencia de actos intrínsecamente malos, acoge la doctrina de la sagrada Escritura. El apóstol Pablo afirma de modo categórico: “¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el reino de Dios” (1Cor6,9-10)» […] Es doctrina ya claramente formulada en la Iglesia desde antiguo:
«En cuanto a los actos que son por sí mismos pecados (cum iam opera ipsa peccata sunt) –dice san Agustín–, como el robo, la fornicación, la blasfemia u otros actos semejantes, ¿quién osará afirmar que cumpliéndolos por motivos buenos (bonis causis), ya no serían pecados o –conclusión más absurda aún– que serían pecados justificados?» (Contra mendacium VII,18. Cf. Sto. Tomás, Quaestiones quodlibetales IX,7,2; Catecismo de la Iglesia Católica, 1753-1755). Por esto, las circunstancias o las intenciones nunca podrán transformar un acto intrínsecamente deshonesto por su objeto en un acto subjetivamente honesto o justificable como elección».
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Respondo finalmente a dos preguntas posibles.
–¿Puede recibir la comunión eucarística un cónyuge deliberadamente anticonceptivo? Si no se acerca previamente al sacramento de la penitencia, es decir, si no se convierte de su pecado, si está decidido a persistir en él, ha roto su amistad con Cristo, no está en la gracia de Dios, y no puede, pues, comulgar. «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15,14).
–¿Peca el cónyuge honesto si se une sexualmente con su cónyuge anticonceptivo? Es lícita esa unión para el cónyuge honesto, según enseña el Pontificio Consejo para la Familia en su Vademecum para los confesores sobre algunos temas de moral conyugal (12-II-1997), si se dan conjuntamente estas tres condiciones: «–la acción del cónyuge cooperante no es en sí misma ilícita; –existen motivos proporcionalmente graves para cooperar al pecado del cónyuge; –se procura ayudar al cónyuge (pacientemente, con la oración, con la caridad, con el diálogo: no necesariamente en aquel momento, ni en cada ocasión) a desistir de tal conducta» (n. 13).
Notemos que la expresión «cooperar al pecado del cónyuge» es inexacta. El cónyuge honesto no coopera al pecado del otro, sino que lo sufre. Valga el ejemplo: es como si se dijera que un turista que en un aeropuerto cede al soborno de un funcionario para poder volver de regreso a su casa, «coopera al soborno» si paga lo que le es exigido. No coopera al soborno, sino que lo padece como víctima, ateniéndose al principio moral del mal menor.
José María Iraburu, sacerdote
31 comentarios
Porque un Sínodo sobre la Familia que ignore HOY la peste de la anticoncepción, y que ni se plantee la realidad gravísima (ya que tan propenso ha sido en basarse en "realidades") de las comuniones potencialmente sacrílegas de los matrimonios anticonceptivos, daría la impresión de ser cualquier cosa antes que un Sínodo sobre la Familia.
Y esa impresión se ha visto reforzada por las propuestas de cierto número de prelados, minoritarios pero influyentes y apalancados, que pretendían la "inclusión" eucarística de los ADÚLTEROS.
Que son almas que no solamente han destruido familias propias y/o ajenas -cosa que bajo ciertas condiciones es exculpable ciertamente-, sino que además no tienen la más mínima intención de reparar en lo posible el daño, de arrepentirse y de enmendarse, pudiendo hacerlo.
Entonces, ¿en qué quedamos?
¿Fue en realidad un Sínodo de la Familia?
¿O ha sido tal vez el 1º Sínodo del Adulterio?
Y con su venia Padre, termino señalando que la "Relatio" final, que se ha basado en una componenda entre tirios y troyanos (agua y aceite), me hace recordar una situación como la que sigue:
Se reúne un Congreso Científico para tratar sobre la Luz de la Luna.
Una parte de los ponentes explica que la radiación lunar es blanca. Pero hay otra facción que sostiene que para ellos, la luz de la luna es color azul marino...
Agua y aceite.
Sólo se vislumbran dos soluciones: una, decir la verdad lisa y llana. Otra, redactar una "Relatio" final "de consenso" que explique que la radiación lunar es de color... ¡celeste!
Pero, ¿es blanca o no es blanca? Respuesta: es blanca, pero "pastoralmente" es azul. O sea y en definitiva, es celeste. ¿Está claro?
En la Historia de la Iglesia se han dado casos de que el poder temporal ha debido intervenir con energía para conjurar los desvaríos de ciertos clérigos despistados pero con poder. Ahora en cambio, vemos que los poderes temporales no conjuran los desvaríos sino que por el contrario, los aplauden y celebran.
No sé si esto es para publicarlo, tal vez no.
Soy ginecólogo y el Señor me dio luz y fuerza para convertirme de mi inmoral práctica medica. Despues me regalo la posibilidad de formarme en el método Creighton, el más moderno y avanzado, y en la Naprotecnología. He sido la primera persona en España en hacer este doble programa. Con motivo del Sínodo escribí en junio 39 cartas a obispos y cardenales muy relevantes de España y del extranjero, en las que incluía un pequeño folleto informativo. Apenas me contestaron la cuarta parte. Los participantes en el Sínodo eran muy representativos. No se puede alegar ignorancia. De los obispos españoles, dos me dijeron que habían pasado mi carta a su delegación de familia. Aún no he recibido ninguna noticia de dichas delegaciones, y uno de los dos no contesto mi llamada. Solo dos obispos me dijeron que les gustaría hablarlo en persona conmigo.
No han creido en la Gracia. No hacen caso de los profesionales. Seguramente han dejado la pastoral familiar en manos de quien práctica la anticoncepción. No puede ser de otro modo, cuando las pocas personas que desean enseñar un método natural han de hacerlo en solitario, nadando contra la brutal corriente.
En el fondo, eso atrae gracia tras gracia a quien intenta vivir esa fidelidad.
Dios le bendiga
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JMI.-Sí es para publicarlo, porque es iluminador y conmovedor.
Y de paso porque confirma desde una posición muy fidedigna el diagnóstico de situación de mi artículo, que no pocos considerarán excesivo. La situación es muy grave, y la razón que da usted es la principal: "No han creído en la Gracia".
Y otra más podría darse: "Son enemigos de la Cruz de Cristo" (Flp 3,18). Donde asoma la cruz, sea en vida conyugal o en lo que sea, se sienten autorizados a retirarla. "Espantaría a la gente, los ahuyentaría de la Iglesia"... Eso dice el diablo, padre de la mentira. Cristo dice otra cosa: "si alguno quiere ser mi discípulo, tome su cruz cada día y sígame".
Muchas gracias por su nota.
Pero además por algo más grave aún. Por dar la deprimente sensación de avergonzarse de exponer claramente la doctrina cristiana. Y el mismo Señor nos advirtió que "la lámpara se coloca sobre el candelero, no debajo del celemín" (Mt. 5,15)
Aunque supongo que se puede reformular de mil maneras distintas y estaremos hablando de lo mismo (1- abolición de la Caridad, 2- abolición de la Fe, 3- abolición de la responsabilidad moral / 1-Aburguesamiento, 2-corrupción de los sacerdotes, 3-corrupción de los laicos...)
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JMI.-Bueno, lo de "los tres males mayores"... hay que entenderlo.
Más graves son -la herejía -el cisma -el aborto etc.
Sí, es verdad lo que dice.
Es la verdad, a los matrimonios antriconceptivos no les gusta que les "menten la bicha" que les recuerda su pecado, y a los pastores que callan o promueven, no les gusta que les mencionen ni de pasada este tema, porque apela a su conciencia. No es que solo huyan de la cruz, es que huyen de sus conciencias que les recuerdan sus pecado (y el juicio sobre sus pecado).
Gracias por hacerlo padre, de todas formas siempre me hago la pregunta:
¿Sería conveniente hablar claro en los cursillos prematrimoniales o esto provocaría una espantada y menos matrimonios por la Iglesia? ¿Es mejor tener menos matrimonios que pasen por el altar o hacer la vista gorda?
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JMI.-Los cristianos, prolongando a Cristo, hemos sido enviados al mundo "para dar testimonio de la verdad". Sólo la verdad puede "hacer libres" a los hombres para que sean libres del demonio, mundo y pecado. Por supuesto que hay que decir la verdad en los cursillos prematrimoniales y en todas partes. Puede decirse, según ambientes, de uno u otro modo, siempre con alegría e incluso a veces sentido del humor. La verdad es un don fontal de todos los bienes. "El justo vive de la fe", esto es, de la verdad.
Danos, Señor, tu luz y tu verdad.
Con toda mi ignorancia y nada, me apena, a veces el silencio respecto de estos temas... porque es como si "no fuese una buena noticia"... y lo es!
Decía Fulton Sheen... tememos a Dios,no porque no es bueno, sino porque es Muy Bueno
Que la Virgen Sma nos bendiga, haga y de abundantes TESTIGOS de su Amor.
Podrán ocultarlo en sus homilías y relatios. Podrán incluso lanzar piedras dialécticas contra los "rigoristas" que apelamos a ese Magisterio. Pero todo fiel que por gracia esté dispuesto a dejarse iluminar por dicho Magisterio, podrá consultarlo fácilmente.
Dura? En los tiempos actuales relativistas, si.
La Verdad no todos la queremos escuchar o tenerla presente todo el tiempo. Hoy cuesta, pero con Fe y con la Gracia de Dios se puede.
Y necesitamos personas como ud clarificadora, de análisis profundo. La ambigüedad no ayuda nunca y menos en esta época donde todo depende del ego y su pensamiento. Gracias por ayudar a que la conciencia permanezca alimentada.
Abrazo en cristo.
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JMI.-Id a todo el mundo y predicad el Evangelio,
enseñad a todas las naciones para que vivan según todo lo que yo os he enseñado.
Bendición +
Pregunta. Si un matrimonio tiene varios hijos, y en conciencia considera que no debe de tener mas por no tener capacidad de atenderlos dignamente con su disponibilidad económica ¿Por qué sería inmoral o pecado si emplease métodos anticonceptivos artificiales, pero nunca abortivos? ¿Deberían limitarse a los métodos naturales, con el riesgo y la dificultad que conllevan? Tenga en cuenta que los ciclos hormonales de la mujer hacen que sea mas receptiva al hombre, precisamente en los momentos de máxima fertilidad. Es decir si se atienen a los métodos naturales, se estaría penalizando a la mujer a solo poder mantener relaciones sexuales con su esposo, cuando a ella menos le apetece y así de por vida. Es un pregunta no una afirmación o defensa de una posición u otra.
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JMI.-En el artículo, en torno a su segunda imagen, expongo la doctrina del Magisterio apostólico sobre el tema por el que usted pregunta. Si las razones aducidas por el Concilio Vaticano II, el Beato Pablo VI y San Juan Pablo II no le convencen, yo no tengo otras que ofrecerle. Tendrá que elegir entre su propio juicio personal y la doctrina de la Iglesia católica. Es inevitable tener que elegir. Como son contrarios, incompatibles, vea usted cuál le parece más fide-digno.
Por otra parte, el uso habitual de los métodos anticonceptivos artificiales, contrarios a la naturaleza del hombre y de la mujer, causa en uno y en otra grandes destrozos, entre otros porque con frecuencia ocasiona una sensualidad morbosa, de la que más víctima suele ser la mujer que el hombre. Quizá sea "la mujer la más penalizada" por el uso habitual de anticonceptivos, y no sólo por sus posibles efectos secundarios, sino porque fácilmente lleva a que el marido, sobre todo si es insaciable, le pierda el respeto y la "use" como puro objeto de placer. Pero, obviamente, no es ésta la razón principal para entender la maldad de la anticoncepción.
Habla usted de "los métodos naturales, con el riesgo y la dificultad que conllevan". Bien aprendidos y aplicados no tienen más "riesgo" que los métodos artificiales. En cuanto a la "dificultad", exigen por supuesto el ejercicio de la virtud de la castidad, porque implican la abstinencia periódica. A esto le diré que "nadie puede ser discípulo de Cristo si no toma su cruz cada día y le sigue". Y también le diré que hay mucha más alegría en la virtud que en el vicio. Y que "el yugo de Cristo es suave y su carga ligera". El yugo duro y la carga aplastante es la del pecado, la de una vida guiada no por la razón-fe-caridad, sino por las apetencias sensuales y corporales.
Sobre lo que dice usted: “Tenga en cuenta que los ciclos hormonales
de la mujer hacen que sea mas receptiva al hombre, precisamente en los
momentos de máxima fertilidad", etc. debo decirle que esto no ocurre en todas las mujeres; pero tanto en las que ocurre como en las que no, y en sus esposos, “el recurso a los métodos basados en los ritmos naturales de fecundidad” (H.V. 11), por las exigencias que lleva implícitas a la hora de vivirla, contribuyen a vivir las relaciones más allá de las tendencias instintivas, educando en una auténtica libertad, acrecentando la virtud de la castidad (que es "fuerza" y "libertad"), purificando el amor conyugal del egoísmo y favoreciendo el vivir las relaciones conyugales desde un orden más profundo en el que predomina la ternura. Esto se lo digo no sólo "en teoría", sino que está comprobado ampliamente en estudios "experimentales". Es así.
A veces pienso que no vemos la realidad.
Pero ¿como van a asumir una moral elevada gente que no está preparada? Empecemos por ahí. El tema de la anticoncepción es un tema complejo. No solamente es afirmar doctrinas seguras y elevadas. Es mentalización, estudio, pareja adecuada, espiritualidad sólida..........casi nada.
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JMI.-Son los tres peores, o unos de los peores, entre la gente cristiana que más o menos tiene fe. Más graves, por supuesto, son el pecado de herejía, cisma, apostasía, sacrilegio, homicidio, aborto, etc. Y yo creo que los lectores ya me entienden.
"entre gente cristiana que más o menos tiene fe" Pero bueno, no se dan cuenta que muchos que se casan por la Iglesia casi no tienen fe o una fe muy débil o ninguna.
Por cierto, no deja de ser chocante que la falta de fe no es causa de nulidad matrimonial (por lo menos hasta ahora). Pues ya me explicaran como se entienden los exigentes planteamientos de la "Humanae Vitae" de Pablo VI sin tener una fe y una espiritualidad mínimamente sólida y formada.
En vez de quejarnos tanto por estas cosas no entiendo porque no se plantean planes de formación serios y más largos (dos o tres o mas años) para los candidatos al matrimonio. Bueno, en realidad si que lo entiendo: si se plantean planes exigentes, por la Iglesia no se casarían mas que "cuatro y el del tambor" y eso en las diócesis tampoco gustaría mucho porque una Iglesia de "minorías" tampoco hace mucha gracia (y menos a las jerarquías eclesiales). Y que conste que estas ideas no son precisamente mías sino que me las esbozaron un par de sacerdotes, que en el fondo me vinieron a expresar que aunque somos conscientes de la situación actual a la hora de dar soluciones pastorales no se sabe muy bien por donde tirar. Entonces¿ en que quedamos?
Los novios van poco preparados al matrimonio (y menos en cuestiones de anticoncepción) aunque se les informe en unos cursillos matrimoniales que están muy bien, pero que no dejan de ser un "aperitivo" para afrontar lo que les viene después. ¿Es que no lo vemos?
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JMI.-Le recomiendo de un tal Iraburu el artículo (306) En las tormentas de la Iglesia, alegres en la esperanza (I), y también el que le sigue, (307) ... fe, esperanza y caridad (y II).
2. Me gustaría que ampliara esta cuestión. Aunque sea lícita la unión, al no estar abierto a la vida, se da una plena comunión marital?
3. Cómo casa esto con la declaración de Juan pablo II:
"la anticoncepción se ha de considerar objetivamente tan profundamente ilícita que jamás puede justificarse por razón ninguna"?¿
4. Entiendo que solo mediante una violenta imposición (no necesariamente física) por parte de un cónyuge, y dándose la 3 condiciones antes expuestas, puede resultar lícito. Se puede decir, en este caso, que el cónyuge inocente sufre injustamente el uso de anticonceptivos??? Aún siendo lícito, tendría consecuencias graves para el matrimonio?
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JMI.-He puesto número a sus preguntas para responderlas más fácilmente.
1. Ya la nota del Vademecum dice que no peca.
2. No se da plena comunión marital.
3. El cónyuge anticonceptivo peca, según la misma cita de S. Juan Pablo II que ud. trae.
4. Siendo como es un acto gravemente pecaminoso por parte del cónyuge anticonceptivo y teniendo en cuenta el 2. produce efectos malos en el matrimonio.
Ayer leía el siguiente documento del Pontificio Consejo para la Familia, sobre la baja de la natalidad en el mundo, escrito en el año 1998.
("Declaración sobre la disminución de la fecundidad en el mundo")
El articulo, que considero correcto en su enfoque (me hizo acordar al Pade Juan Claudio Sanahuja, un gran sacerdote argentino), solo menciona la anticoncepcion mínimamente, en un pasaje, y como problema lateral, no central.
¿Será que es un tema que a nadie le importa?
¿Como podemos hacer que esto cambie? Anunciar a los cuatro vientos que la anticoncepción es pecado grave (que es la verdad), ¿es el camino para que nuestra Iglesia vuelva a atraer a los fieles?. Lo planteo como una sincera disyuntiva, entre una visión de la Iglesia fiel, que plantee toda la verdad y sus exigencias, como respuesta al amor de Dios que nos primerea, que corre el riesgo de convertirse en una religicón con cada vez menos seguidores (aunque sea por algún tiempo) y una otra visión de la Iglesia que intente "volver a lo escencial" e ir enseñando las exigencias morales con cierta pedagogía progresiva, que pueda volver a "llenar" a la Iglesia, sus templos, y vaya convirtiendo de a poco a los fieles, acercandolos cada vez más a Dios.
No se si son dos caminos igualmente válidos, igualmente posibles. Pero creo que es una discusión interesante.
Que tenga mucha Paz en su misión.
Y rece por Uruguay!
santiago
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JMI.-El mundo de hoy no se aleja de la Iglesia porque ésta da verdades demasiado grandes y exigentes, sino por todo lo contrario: porque se silencia mucho la verdad, especialmente las más graciosas y exigentes. La Iglesia es tanto más atrayente cuanto más verdad vive, irradia y comunica. La prueba es la historia: la predicación de San Pablo, de los grandes misioneros, como Javier, Grignion de Montfort, de los evangelizadores de América, daba TODO el Evangelio, también, p.ej., la posibilidad de salvación o de condenación. Y naciones enteras se iban cristianizando por obra del ESanto, que es el Espíritu de la Verdad. Cristo -lo dice él mismo- vino al mundo "para dar testimonio de la verdad", Cuanto más testimonio de la verda de la Iglesia al mundo, más crece y se difunde; cuanto menos, más disminuye. Lea, p.ej., las cartas de San Pablo... iban dirigidas a cristianos que aún tenían la vieja piel de paganos, pero que habían renacido (Ef 2,1ss). Cuando la Iglesia no se atreve a hablar de "pecado mortal" (acciones desordenadas), de "adúlteros" (divorciados vueltos a casar), de la maldad grave de la anticoncepción, del cielo y del infierno, etc. no se atreve ¡¡ni a los mismos cristianos!! es de experiencia que va por el camino de la extinción. Quedará, con el favor de Dios, un Resto... pero, como lo estamos viendo, en medio siglo son muchas las Iglesias locales en las que se han perdido la mitad del rebaño o 3/4...
Otra cosa es que haya en la predicación una gradualidad, desde las verdades más fundamentales (Dios, creación, pecado, encarnación del Hijo, cruz y resurrección), que son como raíces y tronco del árbol, hasta llegar a otros temas derivados (anticoncepción, p.ej.), que son ramitas que fluyen del árbol y están en su extremo. A un ateo que no cree en nada del Cristianismo "no empiezo" por predicarle contra la anticoncepción, p.ej., estaría loco. Pero el árbol grandioso de la verdad de Cristo la Iglesia ha de manifestarlo al entero a todas las naciones.
No tengo que elegir entre mi juicio personal, y la Doctrina, solo se puede elegir Doctrina. Tengo claro que ante la duda lo que cuenta es la Doctrina. Por eso pregunto. Puedo tener dudas o hacerme preguntas, pero tengo claro que la manera de no equivocarse es seguir la Doctrina. Siempre he tratado de hacerlo, incluso en cosas que no llego a entender del todo. Yo no estaba planteando o exigiendo una alternativa, sino solo planteando un análisis doctrinal o teológico. Y además no me engaño, si quisiera hacerlo solo tendría que abonarme al campo de los Kasperosos, para pastoral y episcopalmente hacer lo que me diese la gana. Yo aunque admito que probablemente este equivocado, creo que el tema de los anticonceptivos no abortivos se podría permitir en determinados casos, que no voy a entrar, no como barra libre para todos. Pero mientras la Doctrina no lo admita o lo considere pues a seguir la Doctrina. En cualquier caso si se diese el improbable caso de que lo que yo pienso pudiese ser valido a ojos de Dios, si la Doctrina marca otro camino, entiendo que tenemos que seguir a la Iglesia, y que es válido lo de, lo que ateis en la tierra...puesto que aunque fuse valido un camino, si se renuncia a el por seguir mas precisamente a la Iglesia eso nunca nos va a hacer daño a ojos de Dios.
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JMI.-Adelante, pues, por el camino de la Iglesia, que es el mismo Cristo: el camino, la verdad y la vida.
Los métodos naturales sólo permiten reconocer el estado fértil o infértil de la mujer, para que los esposos puedan tomar una decisión responsable antes de cada acto conyugal, según el plan de Dios para sus vidas. Nadie obliga ni condena a usar unos días concretos. Cuando se emplean días de fertilidad, lo más probable es que ocurra un embarazo en pocos meses, si la fertilidad de la pareja es normal. Cuando se emplean días aparentemente infértiles, lo más probable es que no ocurra un embarazo. Pero no se le pone ningún impedimento a un posible embarazo. Simplemente se sabe que la probabilidad en esos días, es baja, ya que la fertilidad femenina, don de Dios para la mujer, es cíclica, porque El así lo ha previsto. El método que reconoce los cambios en la fertilidad no domina ni somete la fertilidad, ni tiene ninguna influencia sobre ella. No son los esposos los que controlan el don, sino que lo conocen en profundidad y pueden respetar su naturaleza. Por eso son naturales. Porque respetan la naturaleza del don (fertilidad), y la naturaleza del acto conyugal.
Nadie dice que sea fácil o cómodo enseñar, aprender y vivir un método natural. Pero se lucha por ser fiel a la verdad, y esa esperanza nunca se ve defraudada.
Gracias
www.speimater.com/es/rnf
https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2011/documents/hf_ben-xvi_hom_20111016_nuova-evang.html
Por lo demás, esa cuestión ya fue resuelta por el Señor, cuando le dijeron que su lenguaje era muy duro, que nadie iba a aceptar seguirle de esa manera. Él respondió interpelando a sus discípulos: ¿ustedes también quieren marcharse?
Por último, también está revelado que en la vida cristiana, en particular en la evangelización, nuestra preocupación debe estar puesta en nuestra actitud evangélica y la doctrina que poseemos y transmitimos, no en cómo reaccionan los demás a ella, si es de su agrado o no, si permanecen o si se van: «Vigila tu conducta y tu doctrina, y persevera en esta actitud. Si obras así, te salvarás a ti mismo y salvarás a los que te escuchen.» (1 Tm 4,16)
Muchas veces me da la impresión de que la moral sexual católica es como una especie de "compartimento estanco" que tiene poco que ver con la realidad pluridimensional y compleja de la vida de los individuos, como si fuera una cosa abstracta, muy idealizada y proyección de parejas ideales que apenas existen.
Cuidado, que con esto ni justifico ni condeno la anticoncepción, simplemente que muchas veces creo que estamos haciendo un discurso "de otro planeta". Se me dirá "eso es lo que quiere Dios y punto". Si de lo que se trata es de afirmar grandes verdades doctrinales, morales y teológicas sin dialogar con la realidad, pues vamos buenos.
Y un ejemplo muy claro y real ¿creis que todas las mujeres tiene la capacidad para controlar sus ciclos fértiles? Me direis que si, pues os aseguro que muchas no, por inconstancia, dejadez, olvido........dicho por un médico.
Insisto, no justifico ni me parece buena la anticoncepción, pero sería bueno que pisáramos más con los pies en la tierra.
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JMI.-"...la realidad pluridimensional..." Sí, hombre, ya hemos oído hablar de eso, y del primado de la conciencia, y del fuero interno, y de etc., etc. Pero lo que al parecer usted no acepta es que pueda haber "actos intrínsecamente malos", como ya he afirmado en el art. citando a Pablo VI, JP-II, Veritatis splendor, Catecismo... Reconciliatio et poenitentia 17: “existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto», como la anticoncepción. Ya puede ud. echarle a esos actos paletadas numerosas de "realidades pluridimensionales": siguen siendo actos gravemente pecaminosos.
No está ud. solo. Kasper, Bunny, Thomasset SJ, coinciden con ud.
A mayor don, mayor tarea y mayor gracia.
La fertilidad no es del hombre, sino don de Dios para el hombre.
La tarea de hacer un uso responsable de ella si es del hombre, y para eso necesita la ayuda de la gracia. Porque nosotros no podemos nada por nosotros mismos. Aqui tenemos un extraordinario ejemplo.
Gracias
La cuestión es que algunos sacerdotes con los que me he confesado al darme la absolución decían " yo te perdono los pecados" en vez de decir yo te absuelvo.La pregunta es ¿Es valida esa fórmula de absolución?
Agradeciendo de antemano su respuesta le saludo.
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JMI.-Por sí misma, creo que la fórmula es inválida.
Pero ud. sale perdonado como si fuera válida: supplet Ecclesia.
Creo que es así, pero no lo juraría.
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JMI.-No, el sacramento no es dudoso. El penitente recibe el perdón de sus pecados. Ciertamente.
Actos intrínsecamente malos: De acuerdo.
Tambien matar es malo. Una pregunta, ¿es lo mismo matar en defensa propia o por error o por premeditación y alevosía o para torturar o para causar una gran masacre o un genocidio? me parece que no.
Y matar de por sí ( es decir quitar la vida) es un acto intínsecamente malo, ¿no?
Pues lleve esto al terreno de la moral sexual, y en concreto el de la anticoncepción, para no meter a todos en el mismo saco.
¿que el ejemplo no es comparable? Pues no se que le diga.
Yo no hablo de teorías sino de casos de la vida real. que por cierto a veces es muy sangrante y dura ¿se puede valorar de la misma manera una pareja que vive en una chabola con veinte mil problemas de toda clase que otra de clase media alta con alto poder adquisitivo y que no quiere tener hijos por comodidad? Es un ejemplo muy exagerado y extremo, pero para orientarnos creo que vale. Insisto, para no meter a todos en el "mismo saco". Y no entender las circunstancias de la vida real creo con todo respeto que es hacer una moral de vivir en las nubes.
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JMI.-Nunca la Escritura ha considerado que dar muerte a un hombre es un acto intrínsecamente malo. Lea Catecismo 2267. No vale la analogía.
La maldad intrínseca y grave de la anticoncepción no cambia por vivir en una chabola en condiciones etc. Estas circunstancias, en cambio, sí pueden atenuar o eliminar la culpabilidad de las personas que las sufren cuando se produce, p.ej. una ignorancia inculpable. Vea también lo que dije a un comentarista sobre el caso de un cónyuge honesto al que exige la unión sexual el cónyuge anticonceptivo (Vademécum para confesores, n.13).
Decir que la doctrina de la Iglesia sobre la anticoncepción, siempre mala, en cualquier circunstancia (p. ej. Humanae vitae 14; Veritatis splendor 80) "es hacer una moral de vivir en la nubes" es, con perdón, una gran tontería.
He leido ese punto de catecismo y los que están próximos; hablan de la pena de muerte, el homicidio voluntario, la legítima defensa..........porque el asunto no es tan simple y sencillo y concurren circunstancias diversas. ¿y la analogía no vale para el asunto de la anticoncepción? ¿que también es algo muy simple y sencillo?
Claro, para los que lo vemos teóricamente haciendo una moral de gabinete.
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JMI.-Voy progresando, por lo que veo.
En el comentario anterior me ha dicho: "es hacer una moral de vivir en la nubes".
Ahora me dice "es hacer una moral de gabinete".
Siendo así que un gabinete siempre está situado en la tierra,
voy aterrizando en la verdadera realidad:
he pasado de estar en las nubes a trabajar en un gabinete terráqueo.
Bendigamos al Señor.
Como diría Forges:
-Ya hemos tocado fondo.
Y el otro:
-Sólo nos queda cavar.
"moral de gabinete" , "moral que está en las nubes"...........por favor, no se lo tome de forma literal y al pie de la letra. Es una forma de hablar; es decir de alguna forma que es una moral maravillosa, sublime, afirmativa de grandes verdades y perfecta.............y al mismo tiempo prácticamente inasumible para la mayoría de los mortales, unos por desconocimiento total, otros (la mayoría) por falta de preparación, y le aseguro que a la mayoría de la población (católicos incluídos) estos temas ni les preocupan ni les inquietan lo más minimo.
Pero bueno, usted trata con más gente que yo y posiblemente le consulten los fieles de estos temas mas de lo que yo creo, no sé.
Por otra parte, reiterar por si no queda claro, que yo no soy para nada un defensor del anticoncepcionismo; pero creo que el tema tiene mucha mas complejidad (y lo digo desde la experiencia de la vida real); que las que expresan las afirmaciones del Magisterio eclesial, que parece que lo que le preocupa por encima de todo es la naturaleza del acto sexual humano en sí, sin mencionar ni importarle apenas las circunstancias de la vida de las personas reales que lo practican.
Y simplemente decir nada más que si la anticoncepción es intrínsecamente tal mala (casi satánica); la Iglesia se tendrá que plantear muy seriamente el proponer planes de formación exigentes y largos para los candidatos al matrimonio sacramento porque la mayoría de los que se casan ni entienden ni aceptan estos planteamientos eclesiales. Y esto se sabe desde hace tiempo, pero tambien da miedo el proponer planes exigentes con escrutinios, etc porque entonces se casan por la Iglesia "cuatro mirlos blancos " y poco más. De hecho el marimonio-sacramento cada vez por desgracia va a menos y no se trata de rebajar las exigencias morales, pero si reconocer honestamente que pocos las asumen y las van a asumir de verdad. Pero así es la situación desde hace mucho y soluciones pastorales incisivas y de cierta contundencia no percibo que se den.
Es una opinión.
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JMI.-Dos observaciones sólo.
1.-Es perfectamente normal que quienes nunca o casi nunca han oído predicar la doctrina de la Iglesia sobre la anticoncepción estén en condiciones de librarse de ella. Nunca han oído que el uso de los métodos naturales, bien ajustado a la voluntad de Dios, en orden a una paternidad responsable, es para el matrimonio una maravilla, perfectamente viable. La M. Teresa de Calcuta y sus hijas lo enseñan en lugares paupérrimos.
Más aún, se hace inviable el camino enseñado por la Iglesia en estos temas si tantas veces han oído hablar en contra de su verdad benéfica a sacerdotes, teólogos, catequistas de cursillos prematrimoniales, etc. Están lógicamente convencidos de que el camino que en esta grave cuestión enseña la Iglesia está equivocado y es inviable.
2.-También es perfectamente comprensible que quienes ni rezan apenas, ni se confiesan, ni participan de la Eucaristía habitualmente (un 80, un 90%) estén en condiciones de entender y vivir castidad conyugal, la ascética propia de la moral conyugal cristiana. Pero es que sin la iluminación y el fortalecimiento de una vida cristiana bien vivida no se puede entender ni vivir cristianamente nada, ni la virtud de la castidad matrimonial ni ninguna otra de las virtudes cristianas. Un coche sin gasolina o diesel no marcha: es imposible. Pero no debe deducirse de eso que prácticamente es imposible que los coches marchen. Son "cuatro mirlos blancos" hoy los bautizados que viven la vida cristiana y que son capaces por la gracia de entender y vivir su matrimonio libres de la peste de la anticoncepción.
Pero vuelvo a reiterar lo que decía antes; si la situación es tan caótica ¿que soluciones pastorales se estàn haciendo fuera de los cursillos prematrimoniales y alguna cosa más?
Porque aquí vivmos en una continua queja por esto y por lo otro, pero la pastoral de las parroquias sigue como hace años mas o menos.
El caso es que los que se quieren casar por lo Iglesia por lo general lo acaban haciendo si o si con cuatro trámites (algunos ni hacen los cursillos o van algún dia suelto o dicen a todo que sí aunque en su interior es no).
Aquí no se hace ningún tipo de criba, porque en el fondo tampoco se quiere hacer por miedo, por respeto humano o por lo que sea, o porque convocar a un montón de reuniónes incómodas no gusta a nadie.
Y seguimos haciendo lo de siempre y quejándonos de lo de siempre.
¿soluciones pastorales? Casi ninguna.
Sin empuñar la verdadera doctrina, no hay pastoreo que reúna las ovejas. La pastoral no funciona porque se quiere agradar a muchos, sacrificándose la verdad. Lo que no puede agradar a quien se debe agradar: a Dios.
Sí, si todos vais mas o menos en esa linea, enseñar la verdadera doctrina, las verdades perennes.........si eso ya se hace en los cursillos prematrimoniales: informar.
Pero el asumir los métodos de regulación natural y excluir los demás no se improvisa con cuatro charlas que se den; supone mentalización, reflexión, conocimiento propio, estudio, hablar del tema largo y tendido desde novios.......encontrar a la persona adecuada que esté por la labor de vivir la sexualidad de esa manera,( ¿y si no se encuentra aunque tenga otros valores estupendos? ¿se queda uno soltero? porque esa es otra, lo de encontrar pareja) integrar una espiritualidad mínimamente sólida, dominio propio, coordinación esposo-esposa en un proyecto común en el que vivir la sexualidad así conlleva renuncias periódicas que no deben desestabilizar la relación conyugal..........
¿A que el asunto este no es tan sencillo? Es que no se trata de enseñar grandes verdades y ya está. Es que esto supone un período de formación más bien largo, procesos de formación prematrimonial que no se dan ni se quieren dar para "no cansar exesivamente" al personal si tienen que acudir a mucha charla y reunión.
Entonces, la política es, sí, informarles, pero no marearles demasiado y que se casen lo antes posible, no vaya a ser que se arrepientan si ven mucha exigencia y se acaben casando por lo civil o simplemente conviviendo.
Y eso es lo que estamos haciendo.
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JMI.-Bueno, sí, pero tiene fácil remedio:
irlos leyendo en pequeñas diócesis, quiero decir, dosis.
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