(268) Liturgia -4. De pie, de rodillas, sentados
–A ver, léanos la Cartilla.
–Las normas litúrgicas de la Iglesia, bien realizadas y cumplidas, nos trazan un camino sagrado que nos lleva a Cristo.
–Cristo ascendió a los cielos, una vez cumplida su obra: salió del Padre y vino al mundo, y finalmente dejó el mundo para volver al Padre (Jn 16,28). Los discípulos «vieron» como Jesús se iba del mundo (Hch 1,9), y ascendía al cielo. Desde allí ha de venir, al final de los tiempos, para juzgar a vivos y muertos (Mt 25,31-33). Pero hasta que se produzca esta gloriosa parusía, una cierta nostalgia de la presencia visible de Jesús forma parte de la espiritualidad cristiana: «deseo morir para estar con Cristo, que es mucho mejor» (Flp 1,23; cf. 2Cor 5,6-8).
Cristo nos prometió su presencia espiritual hasta el fin de los siglos (Mt 28,20). No nos ha dejado huérfanos, pues está en nosotros y actúa en nosotros por su Espíritu (Jn 14,15-19; 16,5-15). Jesucristo tiene un sacerdocio celestial, que está ejercitándose siempre en favor de nosotros (Heb 6,20;7,3-25). Y en la liturgia vivimos esa Presencia los miembros de la Iglesia peregrina, «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo» (Col 3,1).
Y es en la Liturgia donde los fieles cristianos vivimos el encuentro más pleno, más cierto y santificante que tenemos con Él en la tierra. Como dice el Catecismo, la Liturgia de la Nueva Alianza «es un encuentro entre Cristo y la Iglesia» (1097).
–Cristo se hace presente a los fieles en varias modalidades, y todas ellas son presencias verdaderas y reales. Las principales son confesadas en un admirable texto del Vaticano II.
«Cristo está siempre presente a su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, sea en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la sagrada Escritura, es él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: “Donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20)» (Sacrosanctum Concilium 7).
Todas estas modalidades de la presencia de Cristo son verdaderas y reales, aunque solamente es substancial la que se da en las especies consagradas. Así lo advierte Pablo VI en la encíclica Mysterium fidei (1965, nº 22).
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Mysterium fidei. Esa presencia invisible de Cristo, por medio de palabras y de signos sensibles, se hace visible en la Liturgia sagrada de la Iglesia. Es unidad de palabras y de signos –gestos, inclinaciones, genuflexiones, posturas corporales del sacerdote y del pueblo, todo un lenguaje no-verbal– tendrá una magnífica importancia y eficacia en la vivencia de las sagrados misterios. En efecto, en la Liturgia los signos sensibles significan y, cada uno de ellos a su manera, realizan la santificación del hombre [soteriología], y así el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro [doxología]» (SC 7). Y de este modo maravilloso «en la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén» (SC 8).
Signos sagrados, que hacen visible lo invisible. Signos terrenos que expresan realidades celestiales… Mysterium fidei. A lo largo de los siglos, por obra del Espíritu Santo, los signos de la liturgia de la Iglesia se mantienen y, al mismo tiempo, se desarrollan en un crecimiento siempre homogéneo –como se desarrollan los dogmas–, expresando siempre unas mismas realidades de gracia. Y solamente «la Autoridad apostólica» es la que legítimamente puede establecer las formas concretas de la liturgia o aprobar las que por tradición se hayan ido formando (SC 22). Y así, «a través de las palabras, las acciones y los símbolos que constituyen la trama de la celebración, el Espíritu Santo pone a los fieles y a los ministros en relación viva con Cristo, Palabra e Imagen del Padre» (Catecismo 1101).
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–«42. Ordenación General del Misal Romano. Los gestos y posturas corporales, tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben tender a que toda la celebración resplandezca por el noble decoro y por la sencillez, a que se comprenda el significado verdadero y pleno de cada una de sus diversas partes y a que se favorezca la participación de todos (SC 30, 34; 21). Así, pues, se tendrá que prestar atención a aquellas cosas que se establecen por esta Instrucción general y por la praxis tradicional del Rito romano, y a aquellas que contribuyan al bien común espiritual del pueblo de Dios, más que al deseo o a las inclinaciones privadas.
«La uniformidad de las posturas en la Liturgia, que debe ser observada fielmente por todos participantes, es signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregados en la sagrada Liturgia: expresa y promueve, en efecto, la intención y los sentimientos de los participantes».
Es una tradición de la Iglesia que los fieles que participan en la liturgia guarden una humilde uniformidad de sus posturas durante la celebración litúrgica, especialmente en la Eucaristía, que es el sacramento de la unidad de la Iglesia. Por esa uniformidad se significa la unidad de la Iglesia y al mismo tiempo se favorece. Según eso, todas las razones –psicológicas, culturales, de ritos cristianos antiguos, de religiones no cristianas, etc.– que puedan alegarse para justificar una dis-formidad de gestos y posturas corporales en la liturgia, todas son inválidas, porque no expresan ni favorecen la unidad de la Iglesia y porque son contrarias a la Tradición.
Las posturas principales de quienes participan en la liturgia de la Iglesia son las signaciones con la señal de la cruz, estar de pie, arrodillado o sentado, alzar las manos en la oración (1Tim 2,8), genuflexiones e inclinaciones, incensaciones, besar el altar, darse la paz. En el Novus Ordo este lenguaje no-verbal se ha simplificado considerablemente respecto del Rito tradicional anterior, especialmente en lo que se refiere a la acción del sacerdote. Pero por eso mismo debe ponerse hoy un especial cuidado en realizar los gestos y las actitudes corporales prescritas que se mantienen en la liturgia, especialmente en la Eucaristía. Menospreciarlos o incluso omitirlos es un modo de desacralizar la celebración litúrgica comunitaria, que adquiere entonces la forma de una reunión normal y corriente, y que acaba por vaciarse de asistentes.
Por el contrario, es misión de sacerdotes y diáconos instruir a los fieles en el significado y el valor de los signos y gestos litúrgicos, exhortándolos a realizarlos con toda reverencia. La Ordenación General de la Liturgia de las Horas quiere que en la oración litúrgica «la mente concuerde con la voz» (19), norma que ya era tradicional en tiempos de San Benito. Pues bien, digamos también lo mismo de la celebración litúrgica: que «la mente concuerde con el gesto».
–Orar de rodillas y hacer la genuflexión son gestos sumamente venerables, por ser los únicos que exclusivamente se dedican a Dios, y por ser muy arraigados en la tradición de Israel y de la Iglesia, como también en la tradición de muchas religiones paganas. La inclinación de la cabeza o también del cuerpo, lo mismo que otros gestos de respeto, pueden hacerse a un hombre, a una bandera, a un difunto ilustre; pero la genuflexión, la adoración de rodillas, que a veces se completa rostro en tierra, es un signo total de adoración al Señor: «a Él solo adorarás» (Deut 6,13; Mt 4,10). El orante, puesto de rodillas, se abaja ante el Señor, disminuye medio metro su estatura, se pega más al suelo humildemente (humus, tierra), ora a Dios desde lo más profundo (de profundis).
La adoración añade al arrodillamiento la inclinación profunda, a veces rostro en tierra. Expresa al máximo la obediencia humilde del hombre al Señor del cielo y de la tierra, el amor, el culto reverencial. De la boca (os-oris, orare, oratio, ad-orare, adoratio) deriva su etimología. «Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios… mis labios te alabarán jubilosos» (Sal 63,4.6). La adoración incluye en ocasiones la postración horizontal del cuerpo entero (proskineo: Lc 4,7; Hch 10,25).
El rey Salomón reza «arrodillado ante el altar de Yavé, con las manos elevadas al cielo» (1Re 8,54). Tanto los profetas como los salmistas anuncian que «todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia» (Sal 85,9). Y así lo asegura la palabra de Dios: «ante mí se doblará toda rodilla» (Is 45,24). En la plenitud de los tiempos, en la total epifanía de Dios, en Belén, los Magos llegan a Jesús, y «postrados, lo adoraron» (Mt 2,11). En la vida pública de Jesús hay momentos en los que destella su divinidad especialmente, como en la pesca milagrosa, que llena de «estupor» a los apóstoles. «Simón Pedro se arrodilló delante de Jesús, diciendo: “apártate de mí, Señor, poque soy un hombre pecador”» (Lc 5, 8). El mismo Jesús, en Getsemaní, «puesto de rodillas, oraba» (Lc 22,41); «se postró sobre su rostro, orando» (Mt 26,39)
Y no se diga que esos gestos extremos de adoración se producen «antes» de la Resurrección de Jesús y de la efusión del Espíritu Santo, que concede al hombre la filiación divina. Después de la Pascua, insiste San Pablo en este deber de toda la humanidad, empezando por los cristianos: ante el Señor resucitado «ha de doblarse toda rodilla en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua ha de confesar que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre» (Flp 2,5-11). Después de la Pascua fue también la visión del Resucitado que tuvo el apóstol San Juan en Patmos. Aunque él era uno de los más íntimos amigos de Jesús, aunque había comido y bebido con Él después de su resurrección, sin embargo, como él mismo refiere, cuando se le apareció en Patmos el Cristo glorioso, cae en tierra, postrado en su presencia: «así que le vi, caí a sus pies como muerto; pero Él puso su diestra sobre mí, diciendo: “No temas”» (Apoc 1,17).
La tradición orante y litúrgica de la Iglesia realiza en sí misma las profecías: «ante mí se doblará toda rodilla». La difusión del Evangelio por el mundo trae consigo que en todas las razas y naciones surjan comunidades cristianas, que se honran en arrodillarse y postrarse ante nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Las Constituciones de los Apóstoles, a finales del siglo IV (ha. 380), cuando ya la Iglesia ha organizado más su catequesis y liturgia, nos dan testimonio del aprecio que por este gesto orante tiene la Iglesia. Por ejemplo, en la Oración universal de los fieles rezada en la Eucaristía, el diácono manda retirarse a catecúmenos y bautizados sujetos a penitencia: «Salid penitentes». Y añade: «Todos los fieles, pongámonos de rodillas. Oremos a Dios por medio de Cristo». Pide seguidamente por la paz, la Iglesia de Dios, «por esta santa parroquia», por el Obispo y el clero, las vírgenes consagradas, los pobres y enfermos, los catecúmenos y neófitos, los encarcelados y exilados, los enemigos, la conversión de los que están fuera de la Iglesia, etc. Y terminada la oración, dice: «Pongámonos de pie» (VIII,9,11; 10,1-22).
La Iglesia antigua, medieval y moderna, como sabemos por innumerables testimonios, aprecia, practica y recomienda vivamente la oración de rodillas o en postración, lo mismo que las genuflexiones. Recuerdo algunos ejemplos.
San Justino (+163) dice: «¿quién de vosotros ignora que la oración que mejor aplaca a Dios es la que se hace con gemido y lágrimas, con el cuerpo postrado en tierra o las rodillas dobladas?» (Diálogo con Trifón 90,5). San Gregorio Magno (+604) predica al pueblo cristiano reunido en una statio: «vemos, muy queridos hermanos, qué inmensa muchedumbre os habéis congregado aquí; y cómo os arrodilláis en tierra, y golpeáis vuestro pecho, y clamáis en voces de súplica y de alabanza, y bañáis vuestras mejillas con lágrimas» (Hom. sobre Evangelios I,27,7). El Beato Raimundo de Capua, O.P, director y biógrafo de Santa Catalina de Siena, nos dice que «arrodillada en un banco, según solía, estaba en éxtasis» (Leyenda mayor 321). Conocemos muy al detalle la vida de San Luis, rey de Francia (+1270), amigo de franciscanos y dominicos, pues hay tres biografías de compañeros suyos. Ellos nos refieren que rezaba con los clérigos y frailes de su Capilla real las Horas litúrgicas, y que a estas plegarias litúrgicas añadía largas oraciones privadas, sobre todo por la noche. En la iglesia, arrodillado directamente sobre las losas del suelo, y con la cabeza profundamente inclinada, después de Maitines, «el santo Rey (beatus Rex) rezaba a solas ante el altar». También solía rezar diariamente un rosario incipiente, en el que hacía cincuenta genuflexiones, diciendo cada vez un Ave María (Acta Sanctorum, Venecia 1754, V,586). En ese mismo tiempo, también Santo Tomás de Aquino (+1270) solía levantarse por la noche para orar postrado ante el Santísimo Sacramento. San Pedro de Alcántara (+1562), según cuenta Sta. Teresa, «hincado de rodillas murió» (Vida 27,18). Pocos años antes, San Juan de Dios (+1550), «después de muerto, quedó su cuerpo fijo de rodillas sin caerse» al pie de su cama: así lo hallaron (Vida, cp. XX, Francisco de Castro, 1585; cf. múltiples testimonios en su Proceso). San Ignacio de Loyola (+1556) enseña a orar en los Ejercicios «cuándo de rodillas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arriba, cuándo sentado, cuándo en pie» (75-76); «de rodillas o sentado, según la mayor disposición en que se halla y más devoción le acompaña» (252). Santa Margarita María de Alacoque (+1690) recibió de rodillas ante el Santísimo sus principales revelaciones, y escribe ella que el Señor «me mandó velar todas las noches del jueves al viernes durante una hora, postrada en tierra ante Él» (Carta XXXIII, 3 nov-1689)… Podría seguir citando a santos y a grandes maestros espirituales: Cura de Ars, santo Padre Pío, Teresa de Calcuta y sus hijas, Misioneras de la caridad; pero no es necesario. Y no quiero cansar al lector. Ni tampoco quiero cansarme yo.
La tradición orante, mantenida desde el fondo de la historia de Israel, a través de veinte siglos de tradición de la Iglesia, ha mantenido siempre un sumo aprecio por la oración privada o litúrgica realizada de rodillas o en postración. En los sepulcros cristianos más preciosos –medievales, renacentistas, barrocos– era muy frecuente que el difunto, si no era representado en forma yacente, apareciera pintado o esculpido orando de rodillas con las manos juntas, mirando hacia el altar central de la iglesia. El muerto quería permanecer orante de rodillas ante el Señor, a la espera de la resurrección final.
–Todo esto nos hace ver con pena que hoy el arrodillamiento se haya devaluado mucho como posición orante, tanto en la oración privada como en la litúrgica. Hay incluso iglesias en las que se quita de los bancos los reclinatorios, haciendo casi imposible arrodillarse, sobre todo cuando el suelo desciende inclinado hacia el altar. Quienes propugnan esta contra-costumbre devocional y litúrgica deben saber que no prevalecerá su manía ideológica, pues es contraria a la tradición. Y ya se va viendo en grupos de jóvenes y en comunidades religiosas de fundación reciente una vuelta a la oración de rodillas e incluso en postración rostro en tierra.
El influjo del ánimo en las actitudes del cuerpo, y de las posiciones del cuerpo en el ánimo, es algo de experiencia secular en todas las culturas, muy especialmente en el Oriente –yoga, zen, etc.–, y que cualquier experto en psico-somática conoce y reconoce hoy como algo evidente. Negar esa relación en la celebración de la Liturgia cristiana, eliminando en todo lo posible los gestos y posturas corporales, es un analfabetismo antropológico que, aunque se disfrace de progresismo, es intelectualmente deshonesto.
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Las normas fundamentales sobre los gestos y posturas corporales en la Misa las hallamos en la Ordención general del Misal Romano (OGMR), así como en el Ordinario de la Misa (OMR).
–Los fieles
«43. Los fieles están de pie desde el principio del canto de entrada, o bien, desde que el sacerdote se dirige al altar, hasta la colecta inclusive; al canto del Aleluya antes del Evangelio; durante la proclamación del Evangelio; mientras se hacen la profesión de fe [el Credo] y la oración universal [de los fieles]; además desde la invitación Orad, hermanos, antes de laoración sobre las ofrendas, hasta el final de la Misa, excepto lo que se dice más abajo.
[Destaco que el pueblo debe ponerse en pie al Orad, hermanos, porque en pie debe estar durante las tres oraciones propias de la Misa del día: colecta, ofrendas y comunión. No tiene sentido que esté en pie en la oración de colecta y de comunión, y sentado en la de las ofrendas.
Y también recuerdo que «Todos se inclinan» en el Credo, sacerdote y pueblo, cuando se dice «bajó del cielo… y se hizo hombre» (OMR 15). En esas mismas palabras, todos se arrodillan en las solemnidades de la Navidad y de la Anunciación, 25 marzo.
«43 (sigue). En cambio, estarán sentados mientras se proclaman las lecturas antes del Evangelio y el salmo responsorial; durante la homilía y mientras se hace la preparación de los dones para el ofertorio; también, según las circunstancias, mientras se guarda el sagrado silencio después de la Comunión.
Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración.
«160. Los fieles comulgan estando de rodillas o de pie, según lo haya determinado la Conferencia de los Obispos [o a su elección, si la Conferencia ha legitimado ambas formas]. Cuando comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia».
[Añado una nota de la Oficina para las celebraciones litúrgicas del Sumo Pontífice. Los signos externos de devoción por parte de los fieles (1-XII-2011). «Finalmente queremos destacar el arrodillarse en la consagración y, donde se conserva este uso desde el Sanctus hasta el final de la Plegaria Eucarística, o al recibir la sagrada Comunión. Son signos fuertes que manifiestan la conciencia de estar ante Alguien particular. Es Cristo, el Hijo de Dios vivo, y ante él caemos de rodillas. En el arrodillarse el significado espiritual y corporal forman una unidad, pues el gesto corporal implica un signficado espiritual y, viceversa, el acto espiritual exige una manifestación, una traducción externa. Arrodillarse ante Dios no es algo “no moderno”, sino que corresponde a la verdad de nuestro mismo ser. “Quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse, y una fe, o una liturgia que desconociese el arrodillarse, estaría enferma en uno de sus puntos capitales. Donde este gesto se ha perdido, se debe aprender de nuevo, para que nuestra oración permanezca en la comunión de los Apóstoles y los mártires, en la comunión de todo el cosmos, en la unidad con Jesucristo mismo” (J. Ratzinger, Opera omnia. Teologia della liturgia, p. 183)».
[Añado también una disposición la Congregación del Culto Divino en el Ritual del culto a la Eucaristía fuera de la Misa: «Ante el Santísimo Sacramento, ya reservado en el sagrario, ya expuesto para la adoración pública, sólo se hace genuflexión sencilla» (84), es decir, con una sola rodilla (Ritual publicado por la CEE en 1974)].
«43 (OGMR, sigue). Sin embargo, pertenece a la Conferencia Episcopal adaptar los gestos y las posturas descritos en el Ordinario de la Misa a la índole y a las tradiciones razonables de los pueblos, según la norma del derecho (Vat. II, SC 40). Pero préstese atención a que respondan al sentido y la índole de cada una de las partes de la celebración. Donde existe la costumbre de que el pueblo permanezca de rodillas desde cuando termina la aclamación del «Santo» hasta el final de la Plegaria Eucarística y antes de la Comunión cuando el sacerdote dice «Éste es el Cordero de Dios», es laudable que se conserve.
Para conseguir esta uniformidad en los gestos y en las posturas en una misma celebración, obedezcan los fieles a las moniciones que hagan el diácono o el ministro laico, o el sacerdote, de acuerdo con lo que se establece en el Misal.
«44. Entre los gestos se cuentan también las acciones y las procesiones, con las que el sacerdote con el diácono y los ministros se acercan al altar; cuando el diácono, antes de la proclamación del Evangelio, lleva al ambón el Evangeliario o libro de los Evangelios; cuando los fieles llevan los dones y cuando se acercan a la Comunión. Conviene que tales acciones y procesionesse cumplan decorosamente, mientras se cantan los correspondientes cantos, según las normas establecidas para cada caso».
–Los ministros sagrados
«274. La genuflexión, que se hace doblando la rodilla derecha hasta la tierra, significa adoración; y por eso se reserva para el Santísimo Sacramento, así como para la santa Cruz desde la solemne adoración en la acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor hasta el inicio de la Vigilia Pascual.
En la Misa el sacerdote que celebra hace tres genuflexiones, esto es: después de la elevación de la Hostia, después de la elevación del cáliz y antes de la Comunión.
Si el tabernáculo con el Santísimo Sacramento está en el presbiterio, el sacerdote, el diácono y los otros ministros hacen genuflexión cuando llegan al altar y cuando se retiran de él, pero no durante la celebración misma de la Misa.
Por el contrario, todos los que pasan delante del Santísimo Sacramento hacen genuflexión, a no ser que avancen procesionalmente. Los ministros que llevan la cruz procesional o los cirios, en vez de la genuflexión, hacen inclinación de cabeza».
«275. Con la inclinación se significa la reverencia y el honor que se tributa a las personas mismas o a sus signos. Hay dos clases de inclinaciones, es a saber, de cabeza y de cuerpo:
a) La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran al mismo tiempo las tres Divinas Personas [en el Gloria al Padre, etc.], y al nombre de Jesús, de la bienaventurada Virgen María y del Santo en cuyo honor se celebra la Misa.
b) La inclinación de cuerpo, o inclinación profunda, se hace: al altar [al llegar al altar, inclinación profunda y beso], en las oraciones Purifica mi corazón [antes de leer el Evangelio] y Acepta, Señor, nuestro corazón contrito [hecha ya la ofrenda del pan y del pan y del cáliz, antes del lavabo]; en el Símbolo [Credo], a las palabras “y por obra del Espíritu Santo” o “que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo”; en el Canon Romano, a las palabras Te pedimos humildemente [Supplices te rogamus, omnipotens Deus]. El diácono hace la misma inclinación cuando pide la bendición antes de la proclamación el Evangelio. El sacerdote, además, se inclina un poco cuando, en la consagración, pronuncia las palabras del Señor».
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Ya que el «Novus Ordo» de la liturgia católica es parco en signos y gestos no verbales, pongamos especialísima atención en cumplir bien los que las normas litúrgicas prescriben. De otro modo se deforma profundamente la liturgia, porque en lugar de ser ella palabras y signos, se reduce a puras palabras, pierde sacralidad misteriosa, oscurece su elocuencia para manifestar lo invisible; y vulgarizando sus formas de celebración, ahuyenta a los fieles.
Los cristianos, hoy más que nunca –si pensamos en la desacralización del mundo y aún de buena parte del pueblo cristiano–, debemos tener un gran aprecio por los gestos y signos físicos visibles en la oración privada y sobretodo en la liturgia. También, como digo, en la piedad privada. Iniciemos nuestra oración personal arrodillándonos ante el Señor, postrándonos en su Presencia santa y gloriosa, y recemos después algunos ratos de rodillas. Entrar en la iglesia, sentarse y permanecer sentado hasta partir, es de mala educación. «Ésos no son modales para tratar con Dios».
José María Iraburu, sacerdote
Nota.-Sobre la Comunión de Rodillas
Carta enviada por la Congregación del Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos a un Sr. Obispo, respondiéndole a una consulta («Notitiæ» nº 436, XI-XII-2002). Las abreviaciones y subrayados son míos.
Roma, 1º de Julio de 2002
Su Excelencia:
Esta Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha recibido recientemente informes de miembros de la feligresía de su Diócesis a quienes se les niega la Sagrada Comunión cuando, al acercarse a recibirla, se ponen de rodillas en lugar de permanecer de pie. Los informes dicen que tal norma ha sido anunciada a los fieles. (…)La Congregación está de hecho preocupada por el número de quejas similares que ha recibido desde varios lugares en los últimos meses, y considera que cualquier negativa de dar la Sagrada Comunión a un miembro de la feligresía, fundada en que se encuentra de rodillas para recibirla, es una grave violación a uno de los derechos más básicos del feligrés cristiano, a saber, el de ser ayudado por sus Pastores por medio de los Sacramentos (Código de Derecho Canónico, canon 213).
En vista de la ley que establece que «los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos» (C. Canónico 843, § 1), no debe negarse la Sagrada Comunión a ningún católico durante la Santa Misa, excepto en casos que pongan en peligro de grave escándalo a otros creyentes, como el pecador público o la obstinación en la herejía o el cisma, públicamente profesado o declarado.
Aún en aquellos países donde esta Congregación ha aprobado la legislación local que establece el permanecer de pie como la postura para recibir la Sagrada Comunión, de acuerdo con las adaptaciones permitidas a las Conferencias Episcopales por la Institución Generalis Missalis Romani n. 160, § 2, lo ha hecho con la condición de que a los comulgantes que escojan arrodillarse no les será negada la Sagrada Comunión.
De hecho, como Su Eminencia el Cardenal Joseph Ratzinger, ha enfatizado recientemente, la práctica de arrodillarse para recibir la sagrada comunión tiene en su favor una tradición multisecular, y es un signo particularmente expresivo de adoración, completamente apropiado en razón de la verdadera, real y substancial presencia de Nuestro Señor Jesucristo bajo las especies consagradas. (…)
Los sacerdotes deben entender que la Congregación considerará cualquier queja futura de esta naturaleza con mucha seriedad, y si ellas se verifican, actuará disciplinariamente en consonancia con la gravedad del abuso pastoral. (…).
Jorge A. Cardenal Medina Estévez, Prefecto
Francesco Pío Tamburrino, Secretario
Índice de Reforma o apostasía
25 comentarios
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JMI.-No, no es mejor.
Es mejor asistir y hacer lo que buenamente le permita su salud.
Desconocía esa instrucción de ponerse de rodillas desde el Santo hasta el final de la Plegaria Eucarística.
Esa diferencia en las instrucciones debe ser por determinación de la Conferencia Episcopal, no es cierto?
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JMI.-Arrodillarse durante la consagración.
Donde haya una tradición de hacerlo ya desde el Sanctus... etc.
Lo que he transcrito.
Santa cincuentena pascual.
“El influjo del ánimo en las actitudes del cuerpo, y de las posiciones del cuerpo en el ánimo, es algo de experiencia secular en todas las culturas, muy especialmente en el Oriente -yoga, zen, etc.-, y que cualquier experto en psico-somática conoce y reconoce hoy como algo evidente. Negar esa relación en la celebración de la Liturgia cristiana, eliminando en todo lo posible los gestos y posturas corporales, es un analfabetismo antropológico que, aunque se disfrace de progresismo, es intelectualmente deshonesto.”
Copio y pego una pregunta (y parte de la respuesta de BXVI) del periodista polaco Wlodzimierz Redzioch que ha sido el primero en entrevistar con detalle a Benedicto XVI desde que es Papa emérito:
Pregunta: “Ha abierto el iter para la beatificación antes de los tiempos establecidos por el Derecho Canónico. ¿Desde cuándo y cómo se ha convencido de la santidad de Juan Pablo II?"
Respuesta: ...."Juan Pablo II no pedía aplausos, ni ha mirado nunca alrededor preocupado por cómo eran acogidas sus decisiones. Él ha actuado a partir de su fe y de sus convicciones y estaba también dispuesto a sufrir golpes. La valentía de la verdad es, a mi modo de ver, un criterio de primer orden de la santidad. Sólo a partir de su relación con Dios es posible entender también su indefectible empeño pastoral.”
Coincido completamente con el Papa emérito BXVI:
“La valentía de la verdad es, a mi modo de ver, un criterio de primer orden de la santidad.”
Un afectuoso abrazo.
El gesto de permanecer de rodillas durante el canon (plegaria eucarística ahora) desde el Sanctus al Padrenuestro, viene del Rito antes de la reforma, donde, desde 1970, fue muy común en Francia, EEUU, por ser los que mas referencia tengo, que la gente permaneciera arrodillada por la costumbre del antiguo rito.
¡Feliz Pascua de resurrección, Pascua florida!
Un obstáculo para realizar oración de modo piadoso, arrodillándose o postrándose latréuticamente, es el hecho de que algunas personas siguen unas posturas y otras personas siguen otras. Si la gente se sienta y yo me arrodillo, siento las miradas de los demás sobre mi nuca y me avergüenzo, y me siento incómodo.
Una cosa es el texto consensuado del rito del concilio vaticano II, y otra cosa la práctica universal, que tiende a la cosmovisión humanista, por lo que lo normal es estar sentado como se estaría en un evento meramente humano, no religioso, como por ejemplo en una reunión de alcohólicos anónimos. ¡¡Ah si yo fuera papa¡¡ Enviaría la guardia suiza contra todos los modernistas y corruptores, y nombraría obispos llenos de cólera divina para castigar todas las transgresiones¡¡
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JMI.- Santiago y Juan consultaron al Señor si no sería bueno pedir al cielo unos cuantos rayos que pulverizaran los pueblos samaritanos que no los recibían por ser judíos que iban a Jerusalén. Pero el Señor dijo que, pensándolo bien, mejor no.
Antes de comenzar la adoración, uno de los canónigos se encargó de avisar convenientemente a los fieles presentes que podían acudir ante la cruz "de dos en dos, o de tres en cuatro" (sic) (esto último supongo yo que fue un error involuntario, pero me hizo gracia). Ah... y que tampoco era necesario que se hiciese la genuflexión, sino que bastaba con una simple inclinación de cabeza. De hecho, exceptuando el señor Arzobispo (cuyo nombre no cito, para no crear polémicas con estas innovaciones litúrgicas), el resto de canónigos presentes en la celebración se encargaron de dar buen ejemplo con sus sucesivas inclinaciones de cabeza ante la Cruz.
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JMI.-Me parece que es verdad que no pocos de los abusos en la liturgia por parte de los fieles laicos proceden de licencias abusivas promovidas por sacerdotes descriteriados. Pero en el caso que Ud. denuncia indignado creo que no acierta. El Ordinario del Misal Romano prevé que en la adoración de la cruz se haga genuflexión simple "o algún otro signo de veneración, p.ej., besándola, según las costumbres de cada lugar". Nada dice de si han de ir de uno en uno o, si así lo aconsejan las circunstancias, de dos o de tres etc. No se pase.
No se pasen.
- Pusieron a la Anunciación el 24 de marzo. Serán las primeras vísperas...
- No está muy claro el hecho de que siempre está permitido arrodillarse para recibir la Sagrada Comunión, independientemente de lo que las Conferencias Episcopales establezcan. Entiendo que no pasa lo mismo con la postura de pie: puede que en algún lugar (no sé si existirá tal) sólo se puede comulgar de rodillas.
Gracias por el artículo, padre.
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JMI.-
Ad primum. Lapsus. Es el 25 de marzo. Ya lo he cambiado.
Ad secundum. Estamos al OGMR 160, que he citado.
Por ejemplo:
corazones.org/doc/comunion_rodillas.htm
Saludos,
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JMI.-Muy oportuna su información sobre el derecho de cualquier cristiano para comulgar de rodillas, asegurado por la Congregación del Culto Divino, en respuesta a una consulta. La añadiré en unas horas (tengo que salir ahora) como apéndice a mi artículo.
Muchas gracias.
Ves? Tampoco estoy de acuerdo que los fieles nos vayamos inventando los gestos. En mi país la conferencia episcopal dio una instrucción y la obedezco. Punto.
No debemos andarnos inventando las cosas porque así es como en mi país alguien inventó que había que tomarse de las manos durante el Padrenuestro y ahora muchos lo hacen y otros, inventaron alzar las manos como el sacerdote y ahora todos lo hacen.
Un solo sacerdote he conocido que pide que nos tomemos de las manos pero es la excepción.
En términos generales, habiéndosenos dado las instrucciones lo que cabe es obedecer sin discusión.
A quien desconozca la instrucción se le comunica incluso si es el sacerdote.
El Misal dice "según las costumbres de cada lugar", no según la decisión que se tome en cada momento o la voluntad del Arzobispo, el cabildo en pleno o quien sea. Y por lo menos durante estos últimos años en los templos a los que he acudido el Viernes Santo (incluyendo la Catedral) todos los fieles besaban la Cruz, y algunos hacían la genuflexión.
Además el Misal sólo menciona expresamente estos dos actos de adoración (genuflexión y beso de la cruz), que eran, insisto, los que se han hecho hasta ahora, sobre todo el beso de la cruz. Signos más solemnes, me parece a mí, para manifestar la sacralidad misteriosa de lo invisible, que una simple inclinación hecha en tandas de tres o de cuatro.
Recuerda además usted en su post que "la genuflexión, que se hace doblando la rodilla derecha hasta la tierra, significa adoración; y por eso se reserva para el Santísimo Sacramento, así como para la santa Cruz desde la solemne adoración en la acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor hasta el inicio de la Vigilia Pascual". Y si ni siquiera en la Santa Iglesia Catedral los canónigos son capaces de hacer una simple genuflexión delante de la Santa Cruz, pues ya me dirá usted a mí lo que va a elegir el pueblo fiel...
En cuanto a la forma de acudir a la adoración, es cierto que el Misal no dice expresamente que deba ser de uno en uno, o de dos en dos, pero sí utiliza la expresión "procesionalmente", siendo lo más habitual acudir de uno en uno, o de dos en dos, pero no de tres en tres o de cuatro en cuatro, lo cual además puede causar cierta confusión o desorientación en los fieles.
Dice usted que esto podría ser "si así lo aconsejan las circunstancias". Pero es que no era el caso, ya que la única circunstancia que entiendo que podría justificar esa forma de acudir sería una gran afluencia de fieles en el templo, lo que no sucedía dicho día. De hecho, creo que había incluso menos presencia de fieles que en otras ocasiones, seguramente debido al buen tiempo, que hizo que mucha gente prefiriese estar en la calle viendo la procesión que acudiendo a los oficios religiosos.
En cualquier caso, y aún en caso de que concurrieran esas circunstancias a las que hace referencia, creo que el Misal sí las prevé expresamente, señalando que (y corríjame si me equivoco): "Si por el gran número de asistentes resulta difícil que cada uno de los fieles adore individualmente la santa cruz, el sacerdote, después que una parte de los fieles haya hecho la adoración, toma la cruz y, de pie ante el altar, invita al pueblo con una breve monición a que adore la santa cruz. Luego la levanta en alto durante unos momentos y los fieles la adoran en silencio".
Me quedo con un párrafo de su post:
" (...) Ya que el «Novus Ordo» de la liturgia católica es parco en signos y gestos no verbales, pongamos especialísima atención en cumplir bien los que las normas litúrgicas prescriben. De otro modo se deforma profundamente la liturgia, porque en lugar de ser ella palabras y signos, se reduce a puras palabras, pierde sacralidad misteriosa, oscurece su elocuencia para manifestar lo invisible; y vulgarizando sus formas de celebración, ahuyenta a los fieles (...)".
Añadiría yo simplemente que las modificaciones o innovaciones repentinas en la tradición y en la costumbre (a la que se remite expresamente el Misal) puede contribuir también a ahuyentarlos.
Le dejo esta respuesta por si estima oportuno publicarla, dejándolo a su criterio, pues no es mi intención entrar en debates o discusiones, ni pretendo pasarme con nadie, mucho menos con personas infinitamente más expertas y con más conocimientos que yo en estas materias. Simplemente soy un fiel de la Iglesia, bastante ignorante en cuestiones litúrgicas. Pero ello no impide que a veces sienta cierta confusión cuando veo que los ritos se cambian de repente, sin justificación objetiva aparente.
Que Dios le bendiga.
en comunión de oraciones, le saludo respetuosamente.
Una pregunta: puestos en el caso concreto en que hay clara oposición entre lo que pide la uniformidad y lo que manda la liturgia, que debería hacerse?
Le pongo un ejemplo: en mi parroquia, hace años que la gente se pone de pie cuando el sacerdote dice"levantemos el corazón". Una señora (una sola) decidió que como eso no es correcto, ella lo haría bien, casi para dar ejemplo. Así, en misas con más de 100 personas, una sola (a veces dos) se pone de pie para el orad hermanos.
Es correcto ese modo de actuar o sería preferible actuar como la mayoría en una materia como esta?
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JMI.-Estas consultas sobre casos concretos no puedo yo responderlas. Es la virtud de la prudencia la que, teniendo en cuenta todas las circunstancias, debe discernir lo que conviene, es decir, qué quiere Dios que se haga.
Si es previsible que al párroco le dé un infarto si esa señora se pone en pie, que siga sentada (lo digo en broma, es decir, en serio). Si el cura atiende a razones cuando se le expone bien la norma de la Iglesia, es posible que esto sea lo que conviene hacer, y se arregle el asunto. Si la señora se pone atrás, para no llamar la atención, y se levanta cuando está mandado, también puede ser solución...
Tantas cosas diversas se pueden hacer, y yo no tengo bola de cristal para saber qué es lo que Dios quiere allí, en ESA iglesia.
Aprovecho la ocasión para dar un criterio importante en casos semejantes. Es doctrina común que un precepto positivo de la Iglesia no obliga en conciencia "cum grave incommodo". Y levantarse en la Misa al "Orad, hermanos", por supuesto, es un precepto positivo. "El grave incomodo" puede ser estar enfermo, o pueden ser las consecuencias muy negativas que se prevén si se cumple el precepto: p.ej., supongamos que esa señora esté haciendo una gran labor de catequista, y prevea que si con "levantarse al Orad, hermanos" y alguna otra cosa semejante, el párroco se va a enojar y la va a quitar de la catequesis por fanática y legalista. Etc. En casos semejantes, puede ser justo, equitativo y saludable "no cumplir" la norma positiva de la Iglesia, para poder mejor servirla. Y que permanezca piadosamente sentada cuando diga el cura "Orad, hermanos".
Además, quienes permanecemos de rodillas durante todo el Canon contamos con la aprobación de nuestro párroco, que es un sacerdote piaoso pero muy elástico y prudente. Él no impone y ni siquiera sugiere posturas, pero favorece como puede las manifestaciones de piedad.
En el 2.010 en mi único viaje por España tuve ocasión de asistir a una misa en el camarín de la Virgen del Pilar de Zaragoza. Allí dos cosas me llamaron poderosamente la atención: la misa celebrada Coram Deo, y que dos feligreses permanecieron durante toda la celebración arrodillados en sendos reclinatorios. Luego pregunté y me dijeron que incluso de acuerdo al actual ordenamiento litúrgico, es lícito permanecer de rodillas durante toda la misa.
Así que verás que no es que nos andemos "inventando gestos".
Padre: soy muy zoquete y no me ha quedado claro si cuando está el Santísimo expuesto en la custodia la genuflexión es simple o con ambas rodillas.Muchas gracias por si me lo aclara.
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JMI.-Vuelva a leer el párrafo "Añado también"... Y lo que dice con toda exactitud, eso es lo que dispone el Ritual: "genuflexión sencilla", con una sola rodilla.
Tanto les cuesta a los sacerdotes seguir las directivas y normas?
Se imagina qué sucedería si en vez de ser párrocos fueran empleados de Mc Donnald's? No duran ni un día en su puesto de trabajo.
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JMI.-Cierto, si trabajaran en un Banco, en el Corte Inglés... y tomaran alguna decisión (incluso en forma habitual) contraria justamente a lo mandado por la Dirección, durarían en su puesto no más de dos horas.
Ahora bien, el sábado pasado asistí a la Vigilia Pascual en una parroquia de mi ciudad, celebrada por comunidades del Movimiento Neocatecumenal. Nada que objetar, bien celebrado, motivado, rezado, se aprecia y nos viene bien a quienes no participamos del Camino Neocatecumenal la riqueza y el espíritu de familia que se vive. Ahora bien, me quedé pasmada al comprobar que en la Consagración nadie se arrodilla. Una extraña uniformidad, ligeras inclinaciones. Al concluir la Vigilia pregunté a varias personas si me lo podían explicar, para tratar de comprender. No hubo ninguna explicación satisfactoria, salvo que una, que no resultó ni satisfactoria, sino bastante tremenda, ésta última venía de un sacerdote, y prefiero omitir la explicación por su falta de rigor.
Personalmente, entiendo que como creyente debería valernos aquello del "está aprobado por la Iglesia", pero... "hombre, sí, mire usted, pero... la realidad es la que es y esto rompe nuestra unidad y esencia más propias de lo católico."
Ignoro si en otros lugares sucederá lo mismo, para mí es una lástima, verdaderamente. En realidad nos arrodillamos las únicas 8 o 10 personas parroquianas que acudimos allí sin ser de ninguna comunidad.
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JMI.-En el texto que yo tengo de los Estatutos del Camino Neocatecumenal, que creo que es el ya aprobado por la Iglesia, dice en el Art. 13,3, que la comunión "los neocatecúmenos la reciben de pie, permaneciendo en su sitio". No lo sé, pero quizá en la consagración tengan también norma aprobada por la Iglesia de quedar de pie. Tampoco sé si lo que Ud. vio es común en la consagración a todas las comunidades neocatecumenales de la Iglesia.
Tengo idea, tampoco estoy seguro, de que hay en la Iglesia unos 20.000 comunidades del Camino. Y me figuro que no habrá entre todas ellas (en diferentes países y ambientes de Iglesia) la mismísima forma de celebrar la Eucaristía. Como también me figuro que en algunos casos habrá abusos.
En el resto de la Iglesia, por cierto (estará Ud. de acuerdo), tenemos una frecuencia de abusos que probablemente será mucho mayor.
Oremos unos por otros.
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JMI.-A su nuevo comentario, Carmen, debo decirle que, como norma, no publico en mi blog comentarios polémicos sobre asociaciones aprobadas por la Iglesia, como Opus Dei, Neocatecumenales, Comunión y liberación, etc.
En efecto, es una mala costumbre heredada de los tiempos litúrgicamente revueltos en los que surgió el Camino (los años sesenta) y en los que eso era algo habitual. Dios mediante, se irá corrigiendo con el tiempo gracias a la actitud de obediencia y amor a la Iglesia que tiene el Camino, como se han corregido otras cosas que la Iglesia no ha considerado oportunas.
Modifico un tanto el texto.
Cordial saludo + JMI
Gracias
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JMI.-La Iglesia lo manda porque en su tradición latina (al menos) ésa es la postura de mayor respeto para escuchar.
En alguno de mis viajes a África vi que en varias Iglesias locales, en señal de máximo respeto, los fieles se sentaban para escuchar a Cristo en el Evangelio.
Es cuestión de normas positivas, y en estas cuestiones las normas expresan ciertos usos culturales vigentes.
De todos modos, los cristianos en la Liturgia debemos obedecer las normas de la Iglesia (de aquélla en que vivimos, se entiende). La unanimidad del gesto en todos los fieles participantes es una expresión de la unión eclesial comunitaria: "un solo corazón y un alma sola".
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JMI.-Siempre es bueno humillarse ante el Señor, arrodillarse, adorarlo,
y pedirle que nos dé la gracia de poder comulgar.
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