(259) Castidad –2. en la virginidad
–La virginidad… Eso ya sé lo que es.
–Perdone, pero conociendo sus grandes limitaciones personales, me permito suponer que las nociones que usted tiene acerca de la virginidad son extremadamente escasas y no todas verdaderas.
Sigo hablando de la castidad. Pero al tratar esta vez de su realización virginal, he de mostrar otros misterios de la vida de la gracia que, integrando ciertamente la castidad, y precisamente en su realidad más perfecta, van mucho más allá que esa virtud concreta. En lo que sigue, celibato y virginidad tendrán una misma significación.
–Cristo fue célibe, «permaneció toda su vida en estado de virginidad, que significa su dedicación total al servicio de Dios y de los hombres» (Pablo VI, enc. 1967, Sacerdotalis coelibatus 21). Es verdad que Dios dijo al principio de la creación: «no es bueno que el hombre esté sólo» (Gén 2,18), y le creó una esposa. Pero Jesucristo, el Hijo encarnado, vive siempre como hijo, en unión filial con el Padre: «Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo» (Jn 16,32). En Él la virginidad, desconocida en el Antiguo Testamento como valor religioso, se realiza y se revela a los hombres, haciéndola posible para los que a ella son llamados. Él no vino al mundo para unirse conyugalmente con una persona humana, con una mujer concreta, sino para unirse con toda la humanidad, dándose entero a todos los hombres. Por eso la virginidad es el estado de vida elegido por Cristo.
–Cristo es el Esposo de la Iglesia. Jesucristo se une a la Iglesia tomándola como Esposa, como cuerpo suyo propio. Se une, pues, muy especialmente a toda aquella parte de la humanidad que, por obra de la gracia, cree en Él, le reconoce como Hijo unigénito de Dios, nacido eternamente del Padre, antes de todos los siglos; y le recibe como Enviado de Dios, como Salvador único del mundo. Y toda la humanidad está llamada a desposarse con Cristo por la fe y la caridad, es decir, por obra del Espíritu Santo. Sólo así puede renacer y salir de sus innumerables males.
La Biblianos muestra a Yavé como esposo fiel que se une con su pueblo en una Alianza de amor profundo, único e indisoluble (Is 54,4-8; 61,10; 62,4s; Jer 2,2. 20; 31,3; Ez 16 y 23; Os 1-3; Cantar; Sal 44; Sir 15,2; Sab 8,2). Y en la plenitud de los tiempos, las bodas entre Dios y la humanidad se consuman en Cristo Esposo. Por eso los apóstoles, los misioneros primeros, son «los amigos del novio» (Mc 2,19), son los que trabajan por desposar a la humanidad con Cristo (2Cor 11,2). Y la Iglesia es la Esposa (Ef 5,25.32), la Esposa del Cordero, purificada, amada y santificada por su Esposo (Ap 19,7ss; 20,9; 21,2 9ss; 22,17). Por eso los cristianos son los invitados a las bodas del Esposo (Mt 22,2-14; Lc 14,15-24), los que esperan con las lámparas de la oración y de la esperanza su segunda venida, como las vírgenes prudentes (Mt 25,1-13). Y la Esposa vive anhelando siempre, en todos los siglos, la venida final del Cristo glorioso: «el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha, diga: Ven… Ven, Señor Jesús» (Ap 22,17.20).
La tradiciónpatrística, litúrgica y teológica han visto en la unión conyugal de Cristo con la Iglesia la síntesis de los más altos valores evangélicos, porque no hay amor mayor que el amor esponsal. –El Esposo eligea su Esposa, y la Iglesia es la Señora elegida (2Jn 1). No se eligen los hermanos, ni los padres: la esposa sí es elegida. –La Iglesia, en cuanto Esposa, está unidaal Señor, pero es distintade él. –El mutuo amorque une a Cristo y la Iglesia hace que ésta sea fiel,siempre obediente,y permanentemente fecundaen hijos para Dios. –Entre Esposo y Esposa hay una intimidadtotal, forman «una sola carne» (Mt 19,5; Ef 5,31). –Los Esposos están siempre unidos en una colaboraciónconstante, pues «Cristo, esposo humilde y fiel, no quiere hacer nada sin su Esposa» (Isaac de la Estrella: Vat. II, SC 7b). Por último, –a la Esposa le corresponde estar femenina-mente velada,y orientar las miradas del mundo hacia Cristo, el Señor, no hacia sí misma. Como dijo el Sínodo de 1985, «la Iglesia se hace más creíble si, hablando menos de sí misma, predica más y más a Cristo crucificado [1Cor 2,2]» (II,A,2).
–Cristo Esposo se une con todos los cristianos en alianza conyugal indisoluble. En el principio, viendo Dios que «no es bueno que el hombre esté solo», decide: «Voy a hacerle una ayuda semejante a él» (Gén 2,18. 20), y nace el matrimonio; Adán y Eva están creados el uno para el otro. Ahora, en el tiempo de la Iglesia, Dios ha dispuesto para el hombre en Jesucristo una ayuda en todo semejante a él, menos en el pecado (Heb 2,17; 4,15), Jesucristo, el Señor, y por eso ha dispuesto para los cristianos dos vías posibles, las dos maravillosas: el celibato y el matrimonio sacramental. Antes de Cristo la virginidad no tenía sentido, y más bien era considerada como un estado deplorable, como una desgracia.
En el matrimonio,el cristiano halla en su cónyuge una sensibilización sacramental de Cristo Esposo. Por eso la alianza conyugal cristiana, porque está fortalecida y configurada en el amor esponsal de Cristo-Iglesia, logra ser indisoluble, fecunda y fiel (Ef 5,22-33; Juan Pablo II, catequesis 28-VII-1982ss).
En el celibato,el cristiano, sin mediación humana sacramental, se une conyugalmente a Cristo Esposo, y dejando casa, padres, hermanos, mujer, hijos, campos, barca y redes –todo lo que tenía o hubiera podido tener–, viene a formar con él una sola vida (Gén 2,24; Lc 18,28-29). Como dice Pablo VI, de este modo Cristo «ha abierto un camino nuevo,en el que la criatura humana, adhiriéndose total y directamente al Señor, y preocupada solamente de Él y de sus cosas (1Cor 7,33-35), manifiesta de modo más claro y completo la realidad profundamente innovadora del Nuevo Testamento» (S.Coelib. 20).
La virginidad-el celibato se entienden a la luz del matrimonio. En efecto, el sentido más profundo del celibato evangélico ha de verse en la unión inmediata de la persona con Cristo Esposo. Jesús mismo dice que el camino del celibato-virginidad se toma «por amor de mi nombre», «por amor de mí y del Evangelio», «por amor al reino de Dios» (Mt 19,29; cf. 19,12; Mc 10,29; Lc 18,29).Está claro, por amor a mí:el celibato es ante todo un enamoramiento de Cristo. Por él los cristianos vienen a ser sus «compañeros» (Mc 3,14), sus «amigos» (Jn 15,15), sus «hermanos» (20,17), sus «embajadores» (2 Cor 5,20), y serán llamados con razón «los que estaban con Jesús» (Hch 4,13). Todas esas expresiones son aplicables a todos los cristianos; pero su primera realización y expresión fue referida precisamente a los apóstoles: ellos, para unirse más plenamente a Cristo y quedar libremente a su servicio, lo dejan «todo», familia y trabajo, lo que tenían y lo que hubieran podido tener.
Las principales coordenadas en las que se inscribe generalmente la vida de los cristianos son el matrimonio y el trabajo,que proceden del orden creacional. –El matrimonio, «creced, multiplicáos, dominad la tierra» (Gén 1,28), halla en Cristo, en la restauración del mundo por su gracia, la plenitud de su ser. –El celibato, dejando matrimonio y trabajos y tomando el celibato y la pobreza,sigue de cerca a Cristo, dedicándose a Él totalmente: «designó a doce, para que le acompañaran (compañeros) y para enviarlos a predicar (colaboradores)» (Mc 3,14). Dejan todo, matrimonio y trabajo, familia, barca y redes, oficina de impuestos, y siguen a Jesús (Mt 19,27). Es una forma de vida nueva y distinta, instrituida y querida por el Señor: «venid conmigo, y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19).
Ya en la Iglesia primera,el Espíritu Santo suscita hombres «continenti», «asceti»,y mujeres «virgines»,que hacen suya la forma de vida del Bautista, Jesús y los Doce (Hch 21,9; San Ignacio de Antioquía: Esmirniotas 13,1; San Justino, I Apología 15). Los Padres entienden la virginidad como una consagración (consecratio) y una dedicación (dicatio) exclusiva al Señor. Vírgenes son «las que se han dedicado a Cristo» (San Cipriano: ML 4,443). En efecto, «la virginidad no merece honores por sí misma, sino por estar dedicada a Dios» (San Agustín: 40,400). «La costumbre de la Iglesia católica es llamar “esposas de Cristo” a las vírgenes» (San Atanasio: MG 25,640). Y por eso no es raro que la infracción del voto de virginidad sea considerada como un «adulterio» (San Cipriano: ML 4,459).
–La relación entre matrimonio y virginidad nos puede iluminar la naturaleza espiritual de ésta. Aristótoles explica el progreso del pensamiento por un movimiento espiritual que parte de lo conocido y llega a lo desconocido. En nuestro caso, el matrimonio es una realidad conocida, y de ella partimos para conocer la virginidad. Resumo así algunas notas fundamentales de la virginidad cristiana.
–La virginidad es un consejo y una gracia. Es un consejo,y por tanto «un medio más seguro y fácil para lograr que aquéllos a quienes ha sido concedido alcancen más segura y fácilmente la perfección evangélica y el reino de los cielos» (Pío XII, Sacra virginitas 20). Y es una gracia,una gracia personal que Dios da sólo a algunos, a quienes elige para esa vida (Mt 19,11-12). Por tanto, no se piense que Cristo invita a todos los cristianos a la virginidad, y que únicamente «los más generosos» la aceptan, mientras que «los menos generosos» se van al matrimonio. Sería entonces el hombre –más o menos generoso– el que elegiría su vocación, en contra de lo dicho por el Señor: «no me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros» (Jn 15,16). El celibato, la virginidad, son siempre un don, una gracia.
–La virginidad no es un sacramento, mientras que el matrimonio lo es. La razón es clara. El matrimonio es sacramento porque es signode la unión de Cristo con la Iglesia. La virginidad en cambio es esa misma realidadsignificada: es unión inmediata con Cristo Esposo, y por eso no tiene condición sacramental. Cuando en el cielo cesen los sacramentos, cesa el matrimonio (Mt 22,30), pero no cesa la virginidad, que permanece inalterada. De ahí que los Padres suelen dar a la vida celestial el nombre de vida angélica.
–«Es mejor y más perfecto permanecer en virginidad o celibato que unirse en matrimonio» (Trento 1563: Dz 1810). La virginidad «es mejor» (1Cor 7,35) no sólo porque posee una estructura objetivasuperior, por su fin más excelente (STh II-II,152, 3-4), sino también porque, teniendo en cuenta la fragilidad del hombre, ofrece una vía ascéticaprivilegiada, en la que es más fácil guardar para el Señor «el corazón indiviso» (1Cor 7,32-34; cf. Sacra virg. 11;Vaticano II, LG 42c; OT 10ab; Juan Pablo II, 23 y 30-VI-1982).
–«De la superioridad de la virginidad sobre el matrimonio en modo alguno se sigue que sea imprescindible para alcanzar la perfección cristiana» (Sacra virg. 20). Sabemos bien que todoslos cristianos están llamados por Dios a la santidad (Mt 5,48; LG 39-42), y que el matrimonio cristiano tiene en sí mismo el espíritu de la virginidad evangélica. Debemos, pues, guardarnos de contraponer virginidad y matrimonio, pues ambos estados de vida se complementan profundamente (Sacerdotalis coelibatus 50, 57, 96-97).
Hayy que guardarse, sin embargo, de un celibato orgulloso, pues Dios a vecesda la virginidad a los que más le aman, pero otras vecesla da, como camino más fácil y seguro, a cristianos flacos en el amor, para que no se le pierdan. Y es siempre Dios el que concede sus dones y el que lleva la iniciativa en los cristianos. A otros les dará el matrimonio, camino más difícil, porque los ha hecho fuertes en el amor, y sabe que con su gracia podrán santificarse en él.
–El cristiano soltero no aparece tipificado en el Evangelio. La condición adulta se realiza en el cristiano por una vinculación personalcon Cristo, sea en matrimonio, sea en celibato. Soltero significa en su sentido etimológico, solutus,suelto, no vinculado. Por tanto, el soltero cristiano ha de configurar espiritualmente su vida o bien según el matrimonio, o bien según el celibato.
También es cierto que la Providencia dispone en ocasiones la vida de algunos cristianos de tal modo que no cristalizan ni en uno ni en otro estado, sino que participan de ellos en una forma mixta. Pues bien, así realizada, la vida del soltero puede ser –y no pocas veces lo es– altamente plena, santificante y fecunda, cuando la persona realiza la total entrega de sí misma a Dios y al prójimo en formas diversas. El cristiano, entonces, se desarrolla del todo, pues se entrega en caridad sincera y establemente, no eventual y caprichosamente. Cuando el cristiano hace así la entrega de sí mismo, se vincula a Cristo y al prójimo en modos análogos al del matrimonio o al de la virginidad. Por tanto, ya no realiza el tipo de soltero, peyorativamente entendido como solutus, el que está suelto, el que no se debe a nadie, ni se compromete con ninguno.
–Los valores del celibato evangélico son inmensos. La virginidad es un misterio de gracia, una forma de vida que no viene del Génesis, sino del Evangelio, como ya indiqué; es una situación que en la vida temporal anticipa la vida celestial, y que implica dedicación a Cristo, consagración a la Iglesia, pobreza y renuncia, contemplación y apostolado.
–El celibato es una forma de pobreza: es no teneresposa, hijos, hogar, donde reclinar la cabeza (Lc 9,58). El celibato, siendo pobreza, participa de todos los valores de la pobreza evangélica. El celibato no es tenermujer, hijos y campos «como si no se tuvieran» (1Cor 7,29-31). Es no tener esos bienes, para tener más al Señor: «el Señor es el lote de mi heredad y mi copa, me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad» (Sal 15,5-6). En este salmo encuadra San Jerónimo, por ejemplo, la condición del clero cristiano, que viene expresada en su misma etimología («kleros, en griego; sorsen latín»): «El que posee al Señor, y dice con el profeta “el Señor es mi parte”, nada debe poseer aparte del Señor. Pues si uno poseyera algo además del Señor, ya el Señor no sería su heredad» (ML 22,531).
–El celibato es amor total a Jesucristo, que permite «unirse más al Señor, libres de impedimentos» (1Cor 7,35). Es, pues, enamoramientode Cristo Esposo, que debe excluir toda fuga afectiva y toda compensación ilícita. La unión virginal con Cristo Esposo es tan perfecta, que a su imagen debe ser la unión conyugal del matrimonio cristiano (Ef 5,22-33). Sin embargo, como ya he dicho, conocemos más el amor conyugalque el amor virginal,más misterioso, y por eso iluminamos éste con analogías tomadas de aquél.
Como la esposa enamorada se alegra en su esposo, la virgen cristiana ha de alegrarse siempre en el Señor (Flp 4,4). «Los santos Padres exhortan a las vírgenes a que amen a su divino Esposo con más afecto aún que amarían a su propio marido, si estuvieran unidas en matrimonio; y les aconsejan también que se sometan a Su voluntad siempre, y tanto en el pensamiento como en el obrar» (Sacra virg. 7).
Una buena esposa ordena todos los elementos de su vida –trabajos, casa, vestidos, aficiones, viajes, amistades– siempre en función del amor a su marido; y ésta es, evidentemente, la actitud espiritual que deben tener la virgen y el célibe consagrados a Cristo.
No es bueno que la esposa esté sola, sino que Dios quiso que se apoyara en la ayuda de un cónyuge, semejante a ella (Gén 2,18-24); tampoco es bueno que la virgen esté sola, sino que viva siempre en la esponsal compañía de Cristo, la ayuda semejante a ella en todo, menos en el pecado, que el Padre le ha dado (Heb 2,17; 4,15).
La esposa busca en el esposo la consolación de sus penas; y la virgen ha de acostumbrarse a buscar inmediatamente en Cristo Esposo la confortación que necesita en sus penas, que, como dice San Ignacio de Loyola, «sólo es de Dios nuestro Señor dar consolación al alma sin causa precedente», esto es, sin mediación de criatura (Ejercicios 330). Aunque habrá veces que el mismo Señor quiera confortarle con la mediación de algún ángel (Lc 22,43): familiar, amigo, padre espiritual.
Una buena esposa no se permite vinculaciones afectivas con otra persona, si lesionan, aunque sea mínimamente, el amor con su esposo; e igualmente un célibe no debe estimar que tiene derecho a compensaciones afectivas que lesionen, aunque sea sólo un poco, el amor con Cristo.
En fin, una buena esposa no debe buscar sino agradar a Cristo Esposo agradando a su marido; y del mismo modo «el célibe se cuida de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado ha de cuidarse de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y así está dividido. La mujer no casada y la doncella sólo tienen que preocuparse de las cosas del Señor, de ser santa en cuerpo y en espíritu» (1Cor 7,32-34).
–El celibato, como enamoramiento de Cristo, produce una gran autonomía afectiva.Las hostilidades del mundo, lo mismo que los eventuales halagos y éxitos, al corazón centrado en Cristo por la virginidad le traen sin cuidado: no se goza, ni se duele, ni espera, ni teme nada de este mundo, «con tal de gozar a Cristo» (Flp 3,8). Esto es lo absoluto, lo único necesario (Lc 10,42), y todo lo demás queda trivializado, son sólo añadiduras (Mt 6,33). En el amor de Cristo, para el corazón célibe, todo lo del mundo queda por un ladooscurecidoy por otro iluminado.
Oscurecido.«Cuanto tuve por ventaja lo reputo daño por amor de Cristo, y aun todo lo tengo por daño, a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por estiércol, con tal de gozar a Cristo» (Flp 3,7-8). Cuando sale el Sol, empalidecen las estrellas, hasta desaparecer. Esto es sabido: cuando una persona se enamora, todas las aficiones que tenía –amigos, viajes, deportes, etc.–, todo queda relativizado, algunas aficiones siguen, otras se transforman, algunas desaparecen, y todas quedan completamente a merced del amor. Así le pasó a Santa Teresa con Jesús: «De ver a Cristo me quedó impresa su grandísima hermosura», y ese amor le dejó el corazón libre de ciertas atracciones de criaturas, que antes la habían atado: «Después que vi la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que en su comparación me pareciese bien, ni me ocupase [el corazón]; que con poner un poco los ojos de la consideración en la imagen que tengo en mi alma, he quedado con tanta libertaden esto que después acá todo lo que veo me parece hace asco en comparación de las excelencias y gracias que en este Señor veía» (Vida 37,4).
Iluminado.Al corazón que se enamora de Cristo, todas las cosas del mundo se le transfiguran y embellecen. Y así se abre a una indecible ternura universal. Y es que el Cristo Amado, en palabras de San Juan de la Cruz, «mil gracias derramando – pasó por estos sotos con presura – e, yéndolos mirando, – con sola su figura – vestidos los dejó de hermosura» (Canc. entre el alma y el Esposo).
–El celibato es una ofrenda sacrificial hecha a Dios. Hay en la virginidad renuncia,dejarlo todo, no tener, perder la vida por amor a Cristo (Lc 9,24; 18,28); y hay consagración, dedicación total a Dios. Esta condición sacrificial y cultual del celibato se manifiesta claramente en el Ritual de consagración de vírgenes. Efectivamente, el celibato es sacrificio, y por eso conviene tanto al sacerdote, ministro de la eucaristía. Así, viviendo con fidelidad el celibato, «el sacerdote se une más íntimamente a la ofrenda, poniendo sobre el altar su vida entera, que lleva las señales del holocausto» (Sacerdotalis coelib. 29).
–El celibato «acrecienta la idoneidad para oír la Palabra de Dios y para la oración» (Sacerdotalis coelib. 27). La oración, el trato íntimo y amistoso con el Señor, hace posible el celibato. Pero a su vez el celibato es una situación privilegiada para la vida de oración, pues mientras que el casado también ha de «ocuparse de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer» (1Cor 7,33), «la virginidad se ordena al bien del alma según la vida contemplativa, que consiste en “ocuparse de las cosas de Dios”» (STh II-II,152,4; cf. 1Cor 7,32). Es significativo que la Iglesia, en su disciplina tradicional, ha unido normalmente la obligación de las Horas litúrgicas con la profesión del celibato y la virginidad. Según la norma de San Pedro, los que han sido elegidos por Cristo para la vida apostólica, en calidad de compañeros y colaboradores, deben «dedicarse a la oración y al ministerio de la palabra» (Hch 6,4; cf. Mc 3,14).
–El celibato es seguimiento e imitación de Cristo. Quienes lo viven «siguen al Cordero adondequiera que vaya» (Ap 14,4), esto es, se configuran a él y a su modo de vida en todo.
–El celibato evangélico es un camino feliz, es una bienaventuranza. Hay también en él rasgos de sacrificio y martirio. Pero, ciertamente, en las bodas del cristiano con Cristo Esposo prevalece la tonalidad festiva, enamorada y gozosa. Al cristiano célibe hay que felicitarle, pues le ha correspondido «la mejor parte» (Lc 10,42; cf. Sal 15,5-6). San Pablo lo dice muy claramente. Los casados «pasarán tribulaciones en su carne, que yo quisiera ahorraros. Yo os querría libres de cuidados. Esto [la exhortación a la virginidad] os lo digo para vuestra conveniencia, no para tenderos un lazo. Más felizserá si permanece así, conforme a mi consejo» (1Cor 7,28.32.35.40).
–La fecundidad de la virginidad es grande. El cristiano célibe, por su especial unión con Cristo Esposo, participa también de especial manera en el misterio fecundo de María y de la Iglesia.
María es la virgen-madre. La Madre de Cristo es la Madre de la Iglesia, y la fecundidad inmensa de su gloriosa virginidad ha venido a constituirla como Nueva Eva, «madre de todos los vivientes» (Gén 3,20). Por eso, dice Juan Pablo II, «la maternidad divina de María es también, en cierto sentido, una sobreabundante revelación de esa fecundidad en el Espíritu Santo, al cual somete el hombre su espíritu cuando elige libremente la continencia “en el cuerpo”: precisamente la continencia “por el reino de los cielos”» (24-III-1982).
Y la Iglesia, porque es la virgen-madre, no se casa con el mundo, sino que sólo reconoce como Esposo a Cristo, que «la alimenta y la abriga» (Ef 5,29). Jesucristo comunica a su Esposa una fecundidad universal. En la Iglesia Madre, «del agua y del Espíritu» (Jn 3,5), nacen todos aquellos que «no de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de hombre, sino que de Dios son nacidos» (1,13). La Esposa virginal de Cristo concibe a sus hijos, como la Virgen María a su unigénito, «por obra del Espíritu Santo», y tanto mayor es su fecundidad cuando más unida se mantiene a Cristo Esposo.
La historia de la Iglesia nos muestra que el celibato cristiano participa de esa admirable fecundidad virginal de María y de la Iglesia. Los doce Apóstoles célibes, con su palabra y su sangre, pusieron el fundamento constante de una segura transformación del mundo. Los misioneros, generalmente célibes y vírgenes, entregándose enteros a Cristo y a los hombres, han dado a luz pueblos, ciudades y naciones. La contemplación mística y la especulación teológica han alcanzado sus alturas máximas en el celibato y la virginidad: San Pablo, Santo Tomás de Aquino, Santa Catalina de Siena… Pío XII, considerando la historia de la Iglesia, enumeraba asombrado los frutos incontables de la virginidad: misiones, parroquias, monasterios, escuelas y universidades, asilos y hospitales. A todos los miembros de la Iglesia y del mundo extiende su solícita eficacia la caridad virginal (Sacra virg. 12-13). Éste es un «amor todo espiritual», que Santa Teresa explica: «me diréis: “esos tales no sabrán querer”. Mucho más quieren éstos, y con más pasión y más verdadero amor y más provechoso amor» (Camino Perf. 9,1; 10,2; cf. 11,1).
–Celibato y apostolado van muy unidos, como ya Jesús nos lo mostró en la misma vocación de los Doce. Los que son elegidos por Cristo para vivir como compañeros suyos, han de dedicarse a la oración, y para ser fieles colaboradores de su misión, deben aplicarse al ministerio de la palabra (Mc 3,14; Hch6,4). Es decir, dejan matrimonio-familia para vivir en cuanto compañeros de Jesús, y dejan sus trabajos para dedicarse plenamente a ser colaboradores de Jesús y de su obra en el mundo.
El celibato ofrece un marco de oro para esa vida de oración y de predicación del Reino. El apóstol célibe, centrado exclusivamente en el amor de Cristo, encuentra la máxima fuerza y libertad para anunciar el Evangelio a los hombres. En cambio, el apóstol de vida afectiva vulnerable, llena de necesidades sentimentales, deseoso de triunfos y temeroso de persecuciones, está perdido para el servicio de la Verdad. Por eso la Iglesia ha querido unir el celibato al sacerdocio ministerial, viendo entre uno y otro un nexo de «múltiple conveniencia», aunque no sea un vínculo esencial (PO 16; cf. Sacerd. coelib.17, 18, 21, 31, 35, 44).
Y esta suma conveniencia no es meramente por razones cuantitativas:un sacerdote célibe sale más barato, tendrá más horas libres para trabajar, será más fácilmente trasladable de una a otra función, etc. No, no va por ahí esa convenciencia del celibato –aunque también ésas son condiciones exteriores favorbles–, pues muchos trabajadores casados trabajan tanto o más que otros solteros. No. El celibato apostólico nace de razones cualitativas,espirituales, relacionadas con la misteriosa fecundidad de la virginidad. En efecto, el celibato «dilata hasta el infinito el horizonte del sacerdote» y le conduce a una «más alta paternidad» (Sacerd. coelib. 56; cf. 26,30).
–El célibe necesita vivir «una ascesis particular, superior a la exigida a todos los otros fieles» (Sacerd. coelib. 70). Una ascesis en la que el amor ha de ir creciendo con los años, y que implica aspectos negativos y positivos –aunque ya sabemos que en la ascética cristiana, siempre motivada por el amor, todo es en realidad positivo, también las negaciones–.
Negativamente,el cultivo del celibato lleva consigo una fidelidad vigilante, que evite ciertas ocasiones de pecado y que no transija con determinadas costumbres del mundo. El humilde comprende fácilmente la necesidad de proteger los sentidos y el corazón de estimulaciones malas o simplemente inconvenientes (Sacra virg. 24-28).
San Agustín decía: Ya que «la virginidad es un espléndido don de Dios en los santos, es preciso velar con suma diligencia, no sea que se corrompa por la soberbia. La guardiana de la virginidad es la caridad, pero el castillo de tal guardiana es la humildad» (ML 40,415.426). No sólo el celibato, la virtud de la castidad en general, ha de guardarse en la humildad, alejándose de aquellas ocasiones próximas de pecado que son evitables. El uso abusivo de la televisión, por ejemplo, o la aceptación pasiva de modas y costumbres absolutamente indecentes no sólamente dañan con gran frecuencia la castidad, sino también –y antes– la humildad.
Positivamente,todas las virtudes cristianas: obediencia, laboriosidad, castidad, pobreza, etc., todas concurren al perfeccionamiento de la virginidad. Pero sobre todo –el amor a Jesucristo, la oraciónasidua, continua, prolongada, que hace crecer en el célibe «su intimidad con Cristo» (Sacerd. coelib. 75), y –el amor al prójimo,en una vida de entrega total, que halla siempre a Cristo en los hermanos. Viviendo así, la pretendida soledad del célibe no es sino una plenitud constante de compañía. Y también la devoción a María es una inmensa ayuda para la virginidad,como lo han enseñado tantos santos desde hace mucho tiempo: «Para mí –decía San Jerónimo– la virginidad es una consagración en María y en Cristo» (ML 22,405).
–El significado escatológico es en la virginidad muy especial. «El tiempo es corto. Pasa la apariencia de este mundo» (1Cor 7,29.31). «Nuestro Señor y Maestro –escribe Pablo VI– ha dicho que “en la resurrección no se tomará mujer ni marido, sino que serán como ángeles de Dios en el cielo” (Mt 22,30). En el mundo de los hombres, ocupados en gran número en los cuidados terrenales y dominados con gran frecuencia por los deseos de la carne (cf. 1Jn 2,16), el precioso don divino de la perfecta continencia por el reino de los cielos, constituye precisamente “un signo particular de los bienes celestiales” (Vat. II, PC 12), anuncia la presencia sobre la tierra de los últimos tiempos de la salvación (cf. 1Cor 7,29-31) con el advenimiento de un mundo nuevo, y anticipa de alguna manera la consumación del reino, afirmando sus valores supremos, que un día brillarán en todos los hijos de Dios» (Sacerd. coelib. 34).
–El premio del celibato es también muy especial. Los evangelios sinópticos nos refieren una escena conmovedora (Mt 19,27-30; Mc 10,28-31; Lc 18,28-30). Un día Pedro, quizá animado por sus compañeros, se atrevió a preguntarle a Jesús: «nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué tendremos?» (Mt). Y Jesús le respondió: nadie que haya dejado «casa, mujer, hermanos, padres o hijos» (Lc) «por amor de mí y del Evangelio, dejará de recibir el céntuplo ahora en este tiempo en casas, hermanos, hermanas, madres e hijos y campos, con persecuciones, y la vida eterna en el siglo venidero» (Mc).
Santa Teresa observa que «no acabamos de creer que aun en esta vida da Dios ciento por uno» (Vida 22,15). Pero así es, ciertamente. Y después la vida eterna.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
20 comentarios
Cuando pensamos en la virginidad, inmediatamente nos viene al pensamiento la Santísima Virgen, "la Virgen". Por supuesto, también Jesucristo, pero Él, aunque tomó la naturaleza humana no deja de ser Dios. Y Ella fue madre sin dejar de ser virgen.
La única criatura solamente humana que inició la verdadera virginidad es una mujer, María Santísima. Benedicto XVI tiene un texto precioso, donde habla de la prerrogativa femenina de la virginidad y añade que, en esto, el hombre es un imitador.
Quien tome la idea de virginidad femenina y acuse por ello al cristianismo de minusvalorar a la mujer no sabe de qué habla.
Y tiene usted razón : virginidad consagrada es enamoramiento total de Cristo, en correspondencia a su amor primero. Esta opción es POR EL, porque para servicios eclesiales o humanitarios no se necesita ser virgen. Tenemos ejemplo de familias enteras que se van a misiones, por ejemplo. El enfoque ha de ser claro: POR EL. Lo que pasa es que, en lógica consecuencia, eso lleva a una fecundidad apostólica.
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JMI.-Si Dios me lo concede, escribo algo sobre las vírgenes consagradas.
Tengo quien me ayude.
Todo iba bien hasta que a la salida de misa nos encara una de las feligresas "conspicuas" del elenco parroquial, la cual luego de saludarnos nos espeta algo así: "¿Vieron chicos qué lástima, qué picardía un cura tan jovencito y que no se pueda casar? ¿No les parece que los curas deberían poder casarse, como ustedes y como todos?"
Mientras nos reponíamos de la sorpresa nos miramos con mi esposa y a mí me salió responderle algo como ésto: "Mire señora, si a mis obligaciones de padre de familia yo debiera agregarle las de atender una parroquia como ésta, creo que me volvería loco".
La conspicua feligresa acusó el impacto y se le notó; no recuerdo que luego nos haya vuelto a dirigir la palabra en el tiempo que nosotros seguimos concurriendo a esa parroquia.
Y estamos hablando de los años ´80.
Las "grandes limitaciones personales" a las que usted certeramente alude, Padre, las padece una buena parte del propio personal.
Por eso todos los sacerdotes la practican.
MIOff
Le pido y pediré al Señor por usted. Bendición +
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JMI.-Le remito al texto de Pablo VI, profundo, breve, conciso y preciso, sobre el tema, la enc. Sacerdotalis coelibatus. Allí explica muy bien las razones teológicas, espirituales y pastorales que llevaron a la Iglesia latina a unir sacerdocio ministerial y celibato. Basta buscar en Google "Sacerdotalis coelibatus", y la halla. Pero si quiere su dirección en la página-web del Vaticano:
www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_24061967_sacerdotalis_sp.html
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JMI.-En Efesios 6 da SPablo un resumen de "la armadura de Dios". Pero por mi cuenta le digo: Oración, frecuencia de sacramentos (eucaristía, penitencia), alejamiento de las ocasiones próximas de pecado, recogimiento de los santidos, de la vista concretamente, devoción a la Virgen María, etc. Todo lo que sea intensificar-profundizar la vida cristiana es una ayuda directa para librarnos de toda cautividad del diablo, del mundo... y de la carne.
Oremos por Antón.
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JMI.-El "espíritu del Concilio", el verdadero, es el que se expresa en los textos conciliares, votados siempre, después de haber sido estudiados, retocados, precisados, etc. por una inmensa mayoría de los Padres asistentes.
El "espíritu del Concilio" que se invoca para enseñar y hacer muchas cosas perfectamente contrarias a lo enseñado por el XXI Concilio Sagrado Ecuménico Vaticano II, es pura mentira, es ideología mundanizada del tiempo, y detrás de ese espíritu está el Padre de la mentira.
Pero Jesucristo ya dijo que venía a llamar a los pecadores; y los hombres nunca podremos hacer un pecado que no pueda perdonar Dios (si nos arrepentimos).
De manera que en vez de considerarnos lastrados por el pasado (aunque en cierta medida siempre lo estamos), hemos de mirar más al futuro: a lo que Dios, Padre amoroso, espera de mi "ahora". Y ahí hemos de poner todo el esfuerzo.
La penitencia por la vida pasada es muy buena. Pero la simple lamentación estéril puede llevar a la pereza y a la parálisis.
Si leemos, suponiendo que se lo queramos hacer, lo que hay en esta enseñanza del Padre Iraburu se comprendería a la perfección. El problema está, en que no todo se lee. Precisamente porque se trata de temas espirituales, y esto no atrae a los que viven y buscan los placeres de la carne.
El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede conocer pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas. (1 Corintios 2, 14)
En el Evangelio de San Juan, 6, 63, dice Jesucristo que es el Espíritu lo que da la vida, y la carne no sirve de nada. Por tanto, los deseos carnales ponen fin a la vida espiritual, y lo lleva hacia una falsa religiosidad. Por los placeres carnales, muchos han enloquecidos y han matado. Se empieza por no dar importancia en cosas que parecen pequeñas, pero luego viene el caos. Si un alma está en la ciénaga de la impureza, por más soluciones que se le explique, no siempre se convierte. Hay quienes por la adición a la impureza, no les importa terminar en el infierno, con más de uno me he encontrado que lo han dicho pasaba sin que yo dijera nada. Es como si dijeran. "A ver qué responde este", y no les decía nada, era en una librería por un testigo de "jehová", o por unos ancianos que no querían creer en Dios. La impureza es la negación de Dios.
Hay locuras como esta, que algunos se consagran a Dios, luego se familiariza con alguna persona, que se casa, y dicen: “Han encontrado el amor de su vida”, no consideraron el amor de Jesucristo, pues de haberlo hecho, hubieran perseverado en la castidad, pero el demonio, les apartan de Cristo.
Y así lo veo yo, “celibato opcional”, no es para acercarse más a Cristo, sino para alejarse más de Él. Pues cuántas almas han renunciado a su vocación religiosa, por un afán del matrimonio, y al final no le fueron nada bien, se arrepintieron.
Prisioneros del príncipe de este mundo
La siguiente carta la dirigió un sacerdote al P. Werenfried van Straaten, director de «Ayuda a la Iglesia necesitada», quien la comenta así: «Al copiar esta carta, recordaba un pasaje del diario de “Margarita”:
• Jesús le decía: ‘desgraciadamente, los hay que llevan su sacerdocio hasta el infierno’.
Roguemos para que sean muchos los imitadores de la conversión del autor de esta carta.»
Sigue el texto de la mencionada carta.
Mi reverendo padre.
Después de largas vacilaciones, le escribo esta carta para darle las gracias y alentarle en su obra. Yo era religioso y ahora soy lo que llama «un sacerdote casado o que ha colgado los hábitos.» Era de los que no creía en el demonio. Lleno de presunción me puse a luchar contra las traducciones medievales de la Iglesia. Ahora creo en la existencia de Satanás.
Puedo certificarle que he estado al borde del suicidio. Por el encuentro de un convertido, mi mujer y yo nos pusimos a rezar nuevamente el Rosario. Esto nos ha salvado, aunque ahora seamos la irrisión de parientes y “amigos”, a causa de nuestra fe “conservadora”.
Estas breves frases no pueden dar idea del drama que se ha desarrollado en mi alma. Mi día comienza con una lucha de desesperación, el hastío, la amargura, el odio y con un deseo de conversión, de penitencia y de perdón. Que Jesús, con su amor haya querido aún buscarnos y atraernos, es para mí, un incomprensible milagro de misericordia. He experimentado personalmente lo que algunas ideas “progresistas” en teología pueden hacer de uno: un hijo de la perdición. El Papa (Juan Pablo II) nos ha comparado a Judas. Lo creo firmemente y le estoy agradecido porque nos ha hecho la gracia de recordarnos esta verdad tan dura. Y a usted también le estoy agradecido porque se atreve a defender a este santo Papa (en cuanto se pueda atribuir la santidad a un hombre en vida).
Permítame encontrar algunas excusas para mí y para mis compañeros de infortunio: hemos sido cegados por Satanás y por nuestro propio orgullo. Creíamos estar al servicio de la renovación, y en realidad estábamos demoliendo la Casa de Dios. Creíamos hundir tabúes, y en realidad nos hacíamos esclavos del príncipe de este mundo. Pero, además, mi orgullo, mi sensualidad, mi falta de humildad y de obediencia han hecho inclinar la balanza. Quiera Dios que pueda hacer penitencia. No deseo que la Iglesia nos rehabilite como sacerdotes –no somos dignos de ello–, pero espero que un día podré hacer penitencia como hermano converso en un monasterio. Confío en la Providencia de Dios porque su gracia no me ha abandonado.
(Revista Ave María. Del Boletín «La Chaine», noviembre 1984, de la Fraternité Notre Dame de la Merci, 113 rue Garibaldi 94100. Saint-Maur des Fosses].
"...hemos sido cegados por Satanás y por nuestro propio orgullo. Creíamos estar al servicio de la renovación, y en realidad estábamos demoliendo la Casa de Dios."
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JMI.-Muy interesante todo.
Pero, José Luis, procure no alargarse tanto.
La castidad es la fuente de la vida.
Voy a rezar 5 rosarios diarios para que toda la humanidad sea casta y espero que Dios me oiga, pero no respondo de las consecuencias.
MIOff
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JMI.-Venga a hablar por aquí y por allá de la dignidad de la mujer. Pero aprecio NULO tanto por la maternidad como por la virginidad. Valores femeninos supremos.
Pues vamos bien...
No podía ser de otra manera porque ya explicó San Gregorio de Nisa que de no haber pecado original la multiplicación de la especie humana hubiera sido espiritual, como fue la concepción de Cristo.
La diferencia entre la multiplicación sin pecado original de la descendencia de Eva y Adán, con la de María y Jesús, es que mientras aquella descendencia sería en espíritu de Adán y Eva, la de María lo fue con el Espíritu Santo.
Por eso, en las memorias de Ana Katerina Emerich, es claro que la concepción de la Virgen María por San Joaquín y Santa Ana fue espiritual, aunque su parto fue natural. Cristo, además de una concepción espiritual tuvo un parto espiritual. Por eso, María es virgen antes, durante y después del parto.
San Gregorio de Nisa fue sacerdote, y luego obispo a instancias de su hermano San Basilio el Grande. Estaba santamente casado antes de ser un santo sacerdote, por lo que estaba en mejor disposición que nadie para entender estos misterios de la fe. Por eso, después de sus reflexiones teológicas lamentó toda su vida estar santamente casado, porque entendió el valor de la virginidad al conectarlo con la multiplicación de la especie sin reproducciòn sexual si no hubiera habido pecado.
Lamentablemente, San Agústin, quizá por la vida disipada que llevó antes de su conversión, se opuso a esta visión de San Gregorio. Y más lamentablemente aún, Santo Tomás, tal cual en un punto de su Suma Teológica, enfrenta a San Agustín y a San Gregorio en este tema, escogiendo equivocadamente a San Agustín. Por eso, Santo Tomás va a justificar la reproducción sexual sin pecado original en el paraíso, diciendo que no iba a existir rotura del himen, ni pasión desordenada, ni frotamiento sexual descontrolado,...etc. Es decir, que la reproducción sexual sin pecado original la pintan como una fábula: eyaculación sin frotamiento.
Evidentemente, aunque el pecado original no fue un pecado sexual, tuvo como consecuencia para el hombre la reproducción sexuada, que sí era propia de los animales.
Y evidentemente, Santo Tomás erró en lo de la concepción inmaculada de María porque erró al creer que la reproduccíón sexuada también era propia del hombre sin pecado original.
Y todos estos errores son debidos a que la teología todavía no ha explicado cual fue el ACTO CONCRETO que fue el pecado original, cuya categoría sí sabemos que fue el orgullo de querer ser como dioses, pero no sabemos qué fue concretamente, aunque sí se puede imaginar implícitamente con lo que se dice en el Génesis.
El acto concreto explica el porque de las maldiciones a Adán y Eva, porque entró la muerte en el mundo, porque en el Génesis se habla de animales puros e impuros que entraron al arca, porque hay dos genealogias: hijos de Dios e Hijos de los hombres, porque la concepción espiritual de María, porque los estigmatizados dejan de comer y solo se alimentan con la Ostia, porque Cristo adopta el titulo de Hijo del Hombre, porque Cristo tenía que nacer de una virgen, incluso virgen después del parto ...etc.
Ese acto concreto es lo que conecta y explica todo eso. Y es de importancia investigarlo porque a pesar de la defensa de la virginidad que se hace en este blog, estas razones no sirven para explicarle a los jóvenes porque tienen que ser vírgenes, y sino pueden serlo, por lo menos ser castos.
Los jóvenes no pueden entender porque Dios permitió que en su caída el instinto sexual sea tan fuerte, pero al mismo tiempo Dios lo restrinja tanto.
Los jóvenes antes de mayo del 68 y los hombres de épocas pasadas, sabían por vía de experiencia, que el descontrol sexual llevaba a la quiebra a las sociedades. Pero después de la píldora y los anticonceptivos, el descontrol sexual no lleva a la quiebra a la sociedad en el corto plazo como ocurría antes sino en el muy largo plazo.
Resumiendo, hay que volver al Génesis. Deshacerse de la teoría de la evolución que justifica la visión sexual liberal de nuestros días, y retomar el Génesis donde la Patrística, y especialmente San Gregorio de Nisa, lo dejó.
La Patrística abandonó aquel debate cuando tras derrotar a los paganos intelectualmente con la cosmología del génesis, los problemas pasaron a ser otros: la evangelizacion de los bárbaros. Por eso ya no hubo necesidad de adelantar más en estos temas.
Como ahora ha vuelto el neopaganismo hay que concluir el trabajo de la Patrística porque no es suficiente criticar el evolucionismo. Es indispensable entregar una cosmología alternativa sobre el origen del hombre para el hombre posmoderno.
¿Cuál fue el acto concreto del pecado original? Como no se sabe lo que es se hizo la barbaridad de rebajar el bautismo tras el posconcilio, sobre todo los exorcismos del sacramento. Y en la redacción del nuevo catecismo, los teólogos tampoco han estado muy finos, puesto que se ha dado un paso para atrás con respecto a Trento. Ya que han obviado los problemas del monogenismo -que es algo de fe-.
Y evidentemente, ese acto concreto que fue el pecado original explica cómo es posible que todo el género humano venga de Adan y Eva, pero que no haya habido incesto.
Evidentemente, como Noé estaba en un estado de naturaleza caída cuando el diluvio, Dios tuvo que rescatar a esa humanidad cuando aún quedaban tres o cuatro parejas para la repoblación futura. No podía esperar a que solo quedara una pareja porque entonces hubiera sido solo posible mediante el incesto.
En cambio, Adán y Eva, por lo que hicieron, no tuvieron que enfrentarse a esa situación.
Y evidentemente aquí volvemos a topar con San Agustín. Como el no resolvió bien la cuestión de la multiplicación de la especie antes del pecado original tampoco la supo resolver después del pecado original. Por eso, identifica a los hijos de los hombres con la desdencencia de Caín, cuando no lo dice en ningún sitio el texto inspirado. Y evidentemente, eso está conectado con el pecado original y no con Caín,
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JMI.-Comentario muy demasiado largo, con gran número de afirmaciones diversas, merecedora cada una de calificaciones teológicas diversas.
Mis comentarios serán más breves, que Dios le bendiga siempre y muchas gracias.
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Hay dos hipótesis teológicas válidas en cuanto a la multiplicación de la especie antes del pecado original: la de San Gregorio y la de San Agustín.
La de San Gregorio tiene la ventaja que explica directamente la concepción y el nacimiento de Cristo de una Virgen antes, durante y DESPUÉS del parto.
La de San Agustín tiene problemas. Que la encarnación de Cristo exige la virginidad de María antes del parto es de sentido común porque Dios es Espíritu.
Pero que la encarnación exigía la virginidad después del parte precisa una explicación porque Dios se hizo un hombre en todo SALVO EN EL PECADO. Por tanto, si Jesús no nació por parto natural (virginidad después del parto)fue porque al no tener pecado no tenía que nacer naturalmente, sino sobrenaturalmente.
Luego, la generación de la especie humana sin pecado original iba a ser espiritual.
Hay que retomar la investigación sobre el pecado original donde la dejó la patrística tras vencer al paganismo.
Hoy el neopaganismo nos tiene contra las cuerdas porque ha ideado una teoría -la evolución- que justifica una sexualidad humana desordenada en un origen simiesco.
No basta con criticar metafísicamente a la teoría de la evolución ni acumulando pruebas experimentales. A las pruebas me remito. Los evangélicos llevan 150 años luchando bien contra el darwinismo pero no hacen mella en el mundo moderno.
Y el motivo es porque a diferencia de los Padres de la Iglesia nosotros solo criticamos las "nuevas" teorías cosmológicas evolutivas del mundo moderno pero no ofrecemos una alternativa razonada actualizada de la patrística.
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JMI.-Comentario muy largo, y que no se ajusta al tema.
Como no cabe excluir, por la experiencia antecedente, que esté preparando usted otro escrito "muy largo" y posiblemente no atinente al tema, conviene avisarle que no sería publicado.
"Venga a hablar por aquí y por allá de la dignidad de la mujer. Pero aprecio NULO tanto por la maternidad como por la virginidad. Valores femeninos supremos."
¿Qué quiere decir eso de que la maternidad y la virginidad son valores femeninos supremos? ¿Acaso una mujer que ha mantenido relaciones sexuales pero, por la razón que fuese, no se ha conseguido quedar embarazada traiciona estos valores supremos? Hay muchísimas familias católicas con problemas de fertilidad, no sé yo muy bien que hay que reprocharles...
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JMI.-No, valores "supremos" no son, por supuesto. Es sólo un elogio oratorio. "Ser madre" es una maravilla, que sólo puede tener la mujer. Y "ser virgen" es una vocación preciosa, que también puede tener el varón.
El único valor supremo (tanto en la mujer como en el hombre) es la santidad.
Una esposa que no pueda tener hijos no merece ningún reproche. Eso es obvio.
¿Es que a caso la virginidad que defiende para nosotros "Hijos de los hombres" no es una participación de la virginidad de "los Hijos de Dios" de la nueva Eva, es decir la Inmaculada Concepción y Santísima Virgen María, Reina del Cielo?
¿Pero es que acaso no hay una corriente arrolladora dentro de la Iglesia que quiere que nuestros santos sacerdotes (y algunos no tan santos) pierdan la virginidad para entrar en el santo estado matrimonial?
¿Pero no comprueba usted por vía de la experiencia que ya no son suficientes las buenas explicaciones teológicas que da usted para defender la virginidad porque el Mundo nos arrolla?
¿Acaso la teoría de la evolución no implica una teoría sexual que acaba no solo con la castidad sino con la virginidad?
Pero por Dios. ¿Cómo que no se ajusta al tema? Su escrito que está muy bien son los ALREDEDORES del tema. El tema es el que yo le propongo y es que sin entender el pecado original no se pueden entender el porqué de la virginidad. Una casa no se empieza por el tejado.
Me encantaría escribiera un comentario sobre nuestro género de vida. Se lo agradeceremos mucho.
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JMI.-Quiera Dios concederme escribir sobre el Orden de las Vírgenes Consagradas. Bendición +
Por supuesto, puede tomar todos los textos míos que le sirvan para el blog o para lo que sea.
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