(251-b) San Esteban, mártir de la verdad de Cristo
–Siempre celebrando con retraso la fiesta del día.
–Se hace lo que se puede. Y dando gracias a Dios.
Afirmar en público la verdad de Dios trae peligro de muerte, si no física, al menos social. Hace falta, pues, tener mucho amor a Dios y mucho amor a los hombres para arriesgar la propia vida dando a éstos la verdad que puede salvarlos. Es mártir (martyr: testigo) aquel que da testimonio de la verdad, pero no de cualquier verdad (los ángulos de un triángulo suman dos rectos), sino de la verdad de Dios. Y esto es así porque los pensamientos y caminos de Dios distan tanto de los pensamientos y caminos de los hombres «cuanto son los cielos más altos que la tierra» (Is 55,8-99). Y el hombre, más que a otros muchos bienes que posee, está apegado fuertemente a sus propios juicios, a sus propios modos de pensar. Y pocas cosas le duelen y ofenden tanto como que le digan que sus pensamientos, y consiguientemente sus obras, son falsos.
El martirio de San Juan Bautista se produjo porque «Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías [por eso] aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía». Sin embargo, con ocasión de un banquete real, Herodías se salió con la suya, y logró, valiéndose de su hija, que le entregaran la cabeza de Juan en una bandeja (Mc 6,14-29).
Podría haber considerado Juan: «si no denuncio al rey su grave pecado de adulterio, si me callo, como hacen los del Sanedrín y los rabinos, salvaré la vida, y podré seguir predicando el Reino. Pero si le digo a Herodes que vive en pecado de muerte, escandalizando gravemente al pueblo, es casi seguro que me matará. Y muerto, ya no podré dar testimonio de la verdad, como profeta de Dios». Pero no cayó en la trampa de esta gran mentira. Dio testimonio de la verdad ante el Rey, llamándolo a conversión, y murió mártir, fiel a su ministerio de profeta, proclamando la verdad de Dios.
El martirio de nuestro Señor Jesucristo se produjo igualmente por dar público testimonio de la verdad de Dios. Tanto amó a los hombres, tanto quiso su salvación, que arriesgó su vida hasta la muerte, dándoles lo único que puede salvarles: la verdad de Dios. «Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca» (Mt 3,2). Con las mismas palabras se inicia la predicación de su precursor, el Bautista (Mc 1,5). «Yo os lo aseguro: si vosotros no os arrepentís, todos moriréis igualmente» (Lc 13,3). Son palabras verdaderas, pero extremadamente peligrosas, y aún más cuando afirma en público que fariseos y escribas, hombres tan prestigiados ante el pueblo, son «guías ciegos que conducen a ciegos» (Mt 15,13). El Maestro de Nazaret se atreve a decirles: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócitas… ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar de la condenación del infierno?» (Mt 23,13.33). Denuncia Jesús que escribas y fariseos, sacerdotes del Templo y miembros del Sanedrín, han falsificado la ley de Moisés, reduciéndola a meras exterioridades vanas. En consecuencia, todos estos guías espirituales del pueblo odian a Jesús, y ya muy pronto comienzan a tramar su muerte. Finalmente, cuando en el Sanedrín dice Jesús la verdad de su identidad divina personal, lo condenan a muerte: “Ha blasfemado. Es reo de muerte” (Mt 26,65-66). Y consiguen después que el cónsul romano, Pilatos, aun sabiendo inocente a Jesús, lo condene a morir. Así nos salvó Jesucristo, cumpliendo fielmente la misión recibida de su Padre: «yo he venido al mundo para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37).
El martirio del diácono San Esteban tuvo la misma causa. «Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo» (Hch 6, 8). Llevado ante el Sanedrín, este diácono de Cristo, dice la verdad públicamente: «Hermanos y padres, escuchad». Les recuerda con gran respeto y devoción la historia de Israel, el pueblo elegido por Dios. Pero cuando llega a Cristo, a la plenitud de esa historia de salvación, les dice: «“¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado. Recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado”. Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia… Lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo… Él, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. Y, con estas palabras, murió» (Hch 7).
La verdad de Dios trae por Cristo a los hombres todos los bienes. Dice Jesús al Padre: «santifícalos en la verdad, pues tu palabra es verdad» (Jn 17,17). Y a nosotros: «Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos y conoceréis la verdad, y la verdad os librará» (8,31-32). Es decir, nos librará del pecado y de la muerte, de la mentira y del diablo, padre de la mentira, y del mundo sujeto a su influjo.
Padres de familia, Obispos, sacerdotes y catequistas, teólogos y profesores, artistas y políticos, traen de Dios a los hombres todos los bienes cuando dicen y obran la verdad. Y traen sobre ellos todos los males cuando niegan la verdad, cuando la ignoran o cuando, conociéndola, la callan y no la defienden eficazmente por temor al martirio.
San Esteban, primer mártir de la verdad de Cristo, ruega por nosotros.
José María Iraburu, sacerdote
Post post.–Sobre este tema ya escribí más ampliamente en este mismo blog: (22-23) Verdades de fe silenciadas –I –y II, y (42) Teólogos católicos ortodoxos, pero no combatientes.
Índice de Reforma o apostasía
8 comentarios
Muchas gracias
Terrible responsabilidad. Me recuerda a aquello de Ezequiel:
"A ti, hijo de hombre, te he puesto como centinela para la casa de Israel. En cuanto oigas que una palabra sale de mi boca, tendrás que advertírselo de mi parte. Cuando diga al malvado: ¡Malvado, vas a morir!, si no le hablas, si no haces que se preocupe por su mala conducta, el malvado morirá por su pecado, pero a ti te pediré cuentas de su sangre. Al contrario, si le has llamado la atención al malvado por su mala conducta y no se aparta de ella, si no deja su mala conducta, morirá por su pecado, pero tú nada tendrás que temer".
Me ocurre algo parecido en la familia, en la que me siento rechazado por intentar seguir con coherencia, sin miedo y en voz alta el camino del Evangelio. Les pido oraciones para hacer siempre lo correcto.
Que el ejemplo del diácono Esteban, siempre servidor de la verdad, nos dé aliento en toda persecución.
Yo entiendo que la misericordia y la justicia en el Amor de Dios,son como dos caras de una misma moneda y que Dios le da a cada uno la que elija.El que elija Cruz(Santidad),obtendra misericordia y el que elija la cara del pecado,obtendra justicia.
Sabemos que cuando uno esta encendido en el Amor de Dios,es como Cristo,que tiende a "excusar" al que lo mata(no sin estar lleno de Gracia),a dar la otra cara al que lo pega,a no responder al que le calumnia llevado por el orgullo,con el fuego de su hija la ira etc,porque sabe que en el fondo no "saben" lo que hacen,estan ciegos y no tienen,por el pecado,la conciencia iluminada por la Caridad,en fin,son dignos de compasion,porque son culpables,pues no hay conciencia por muy silenciada que este,que no denuncie la maldad.Es decir,Dios es Santisimo,y precisamente SU misericordia,nos hace justos,nos ajusta a SU imagen,por eso,en el otro lado,ese mismo incendio por Dios,hace a los martires pedir cuentas por su sangre a los que no se han arrepentido,cuando todavia en vida,pidieron misericordia,precisamente, para que se arrepintieran.
Padre,¿podria aclarar este punto,ya que ya me he encargado yo de cubrirle de sombras?.Perdoneme.
La Paz de Cristo.
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JMI.-Podría, al menos un poco. Pero no es ése el tema del artículo, y los comentarios deben comentar el tema, no sacar otro.
Y estamos en vacaciones de Navidad.
Y lo estamos viendo en la misma Iglesia Padre. Y no me refiero a los teólogos heteredoxos, sino a personas que están o al menos se les reconoce su pertenencia a la ortodoxia de la Iglesia. Y sin embargo unos opinan una cosa y otros la contraria.
Podría citar ejemplos y nombres, pero no lo hago por prudencia.
Que Dios lo bendiga Padre.
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JMI.-El Magisterio apostólico de la Iglesia tiene en nuestro tiempo un corpus doctrinal tan perfecto como no lo ha tenido nunca en su historia sobre todos los temas: Escritura, liturgia, sacerdocio, misiones, matrimonio y familia, doctrina social, etc. Nadie tiene derecho a estar confuso: que "persevere en la enseñanza de los Apóstoles" (Hch 2,42), que concretamente se sujete al Catecismo Católico de la Iglesia, que ilumina todas las verdades de la fe y la moral cristianas, y que no dé crédito aunque un ángel bajara del cielo enseñando algo distinto a lo enseñado por los Apóstoles (Gál 1,7-9).
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