(22) Verdades de fe silenciadas –I
–¿Y si aquellos que han recibido verdades de la fe y han sido enviados para predicarlas, no las predican, de qué hablan entonces al personal?
–Buena pregunta. Está claro que predicarán mentiras y tonterías vanas, incapaces de salvar al hombre. Pero lo que no está tan claro es que realmente hayan recibido las verdades de la fe. Siga leyendo, y ahora estudiamos el asunto.
Cristo salva a los hombres por la predicación de la verdad. Él ha venido al mundo «para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37). Él quiere «que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4). Cristo sabe que Él es «la verdad» (Jn 14,6), la luz del mundo, y que quien le sigue «no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida» (Jn 8,12). Y pide: Padre, «santifícalos en la verdad» (17,17), es decir, santifícalos por obra del Espíritu Santo, que es «el Espíritu de la verdad» (16,13). Sabe Cristo que solo «la verdad nos hará libres» (8,32) del demonio, del mundo y de la carne, es decir, de nosotros mismos. Según todo esto, por tanto, todo silenciamiento de las verdades de la fe que nos salva impide o dificulta la salvación de los hombres. Es algo gravísimo.
Los Apóstoles, enviados a predicar el Evangelio, entendieron esto perfectamente. «El justo vive de la fe + la fe es por la predicación + y la predicación por la palabra de Cristo» (Rm 1,17; 10,17). Ellos sabían bien que cuando se debilita o cesa la predicación de una verdad de la fe, se debilita o cesa esa convicción de fe, y consiguientemente se arruina la vida cristiana que suscita «la fe que obra por la caridad» (Gál 5,6).
Silenciamiento del Evangelio y apostasía. Tratando en este blog de la reforma de las Iglesias locales descristianizadas, he ido señalando en varios posts, a modo de ejemplo, las consecuencias nefastas de ciertos silenciamientos crónicos: sobre salvación o condenación (8-9), pudor (10-12), predicación de la conversión en las misiones (13), adulterio (14-15), demonio y exorcismos (16-18), vida cristiana como batalla contra el diablo y victoria total de Cristo en la parusía (19-20). Pero como esos ejemplos considerados, podrían señalarse cien más, y en muchos casos se referirían a verdades de fe de aún mayor importancia. Ahora bien, es evidente que una verdad de la fe silenciada en forma absoluta durante largo tiempo equivale a una negación de la misma. Y que por tanto la causa principal de la apostasía creciente entre los cristianos es precisamente el silenciamiento de muchas verdades fundamentales del Evangelio.
Si un párroco, por ejemplo, durante veinte años nunca afirma la presencia real de Cristo en el sagrario, y pasa ante él sin hacer el menor signo de reverencia, lo quiera o no, está predicando a su feligresía que Cristo no está presente en el sagrario. Que allí no hay nadie. Más aún, hay fundamento real para sospechar que ese sacerdote no cree en la presencia eucarística de Cristo. Si creyera, la predicaría y exhortaría a los fieles a la devoción eucarística, ya que «de la abundancia del corazón habla la boca» (Lc 6,45).
Las causas del silenciamiento del Evangelio, que conducen al pueblo a la apostasía de la fe, sea en forma explícita o implícita, deben ser conocidas y reconocidas, para superarlas con la gracia de Dios. Señalaré algunas de las más importantes. Todas, como es obvio, se relacionan entre sí y se implican mutuamente.
–El desconocimiento de las verdades por ignorancia. Un cristiano, sacerdote o laico, no puede enseñar aquellas verdades de la fe que desconoce. En tiempos antiguos, en los que faltaban seminarios, institutos de catequesis, etc. ese desconocimiento tenía forma normalmente de ignorancia. Imagínense ustedes cuál sería, por ejemplo, la situación del clero en el siglo IX cuando, bajo el impulso de la reforma carolingia, uno de los concilios de Aguisgrán –creo que el de 817– determinó que no fuera ordenado sacerdote aquel que no supiera leer, al menos los libros litúrgicos. O imaginen la situación del clero rural en Francia, antes de que en aquella Iglesia se aceptaran ¡en 1615! los decretos del concilio de Trento. Conoció San Vicente de Paul (1581-1660) no pocos casos de curas que en la Misa o en la confesión balbuceaban una monserga que hacía dudar de la misma validez del sacramento. En una situación semejante, el silenciamiento de muchas verdades de la fe procede simplemente de una enorme ignorancia, muchas veces inculpable.
–El desconocimiento de las verdades por mala doctrina. Pero el problema hoy es muy distinto, y sin duda aún más grave. Actualmente son innumerables los centros docentes para seminaristas, catequistas, religiosos, novios, etc. La ignorancia, pues, y el silenciamiento consiguiente de tantas verdades fundamentales de la fe católica se debe principalmente a la doctrina falsa que en esos centros se inculca con no escasa frecuencia. En ciertas Iglesias locales, especialmente maleadas en la doctrina, hallamos la fe católica genuina casi exclusivamente en un resto sencillo de fieles que, por la misericordia de Dios, se han librado de ciertos aggiornamentos doctrinales tenebrosos. O que, también por gracia de Dios, se han salvado del diluvio universal en el arca de algún movimiento cristiano fiel a la Iglesia. Es gravísimo lo que digo, pero no exagero.
Juan Pablo II, en un discurso a misioneros populares, describe en 1981 de modo semejante una situación de falsificación doctrinal generalizada: «Es necesario admitir con realismo, y con profunda y atormentada sensibilidad, que los cristianos de hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos, e incluso desilusionados. Se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han propalado verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones. Se ha manipulado incluso la liturgia. Inmersos en el relativismo intelectual y moral, y por tanto en el permisivismo, los cristianos se ven tentados por el ateísmo, el agnosticismo, el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva» (6-2-1981). El diagnóstico que hizo el Cardenal Ratzinger en su Informe sobre la fe, en ese mismo tiempo, era exactamente coincidente.
Pues bien, el Papa, al describir ese inmenso deterioro actual de la doctrina católica, no está pensando, por supuesto, en la prensa laicista, en Universidades agnósticas, en estadios deportivos, playas y teatros. Está pensando en seminarios, noviciados, facultades de teología, centros catequéticos, editoriales y librerías «católicas». En consecuencia, ¿ha de extrañarnos, pues, que no pocos Obispos, párrocos, teólogos, catequistas, religiosos, grupos laicales, que se formaron doctrinal y espiritualmente en esa situación descrita por el Papa, silencien verdades centrales de la fe? En muchos casos las silencian, sencillamente, porque no las recibieron. Por el contrario, recibieron justamente los errores contrarios. Así las cosas, lo verdaderamente admirable, lo que constituye un milagro de la bondad de Dios hacia su Iglesia, es que no pocas de estas personas perseveren heroicamente en sus ministerios, y aún habiendo recibido tan pésima formación filosófica e histórica, doctrinal y moral, espiritual y litúrgica, todavía transmitan, aunque sea con graves deficiencias, muchas veces inculpables, algunos elementos de la fe católica.
–Falta de fe. «Creí, por eso hablé; también nosotros creemos, y por eso hablamos» (2Cor 4,13). Por el contrario, «no creemos y por eso no hablamos». Los silenciamientos sistemáticos de tantas verdades de la fe católica están indicando que no hay fe en esos misterios revelados por Dios y enseñados por la Iglesia. Un sacerdote, un catequista, el profesor de un colegio católico, un padre de familia, si nunca hablan de la inhabitación de la Trinidad en el cristiano en gracia, si jamás aluden a la eterna salvación o condenación, a la Providencia divina sobre lo grande y lo mínimo, al horror del adulterio o de la anticoncepción, a la urgencia de evangelizar a los incrédulos, etc. es porque no creen en esas verdades de la fe, o porque la fe en ellos es tan débil que no da de sí como para «confesarla ante los hombres» (Lc 12,8). Veámoslo con un ejemplo:
El silencio casi total sobre la grave maldad de la anticoncepción fue denunciado por el Obispo Victor Galeone, de San Agustín (Florida, USA), en una carta pastoral (15-11-2003). Él habla porque cree en la doctrina católica. Consigna primero que el divorcio se ha triplicado, las enfermedades sexuales han aumentado de 6 a 50, crece la pornografía en todos los campos, aumenta la esterilización y la reducción extrema del número de los hijos, etc. Y declara que, a su juicio, la causa principal de todos esos males está en la anticoncepción generalizada. «La práctica está tan extendida que afecta al 90% de las parejas casadas en algún momento de su matrimonio, implicando a todas las denominaciones» (se refiere a todas las confesiones cristianas, también a la católica). «La gran mayoría de la gente de hoy considera la anticoncepción un tema fuera de discusión». Describe de modo impresionante el profundo y multiforme deterioro que la anticoncepción crónica produce en la vida de matrimonios y familias.
«Me temo que mucho de lo que he dicho parece muy crítico con las parejas que utilizan anticonceptivos. En realidad, no las estoy culpando de lo ocurrido en las últimas décadas. No es un fallo suyo. Con raras excepciones, los obispos y sacerdotes somos los culpables debido a nuestro silencio». Y concluye con algunas normas prácticas «para ir en contra del silencio que rodea la enseñanza de la Iglesia en esta área», pidiendo en el nombre de Cristo, como Obispo de la diócesis, la aplicación de ciertas normas sobre estudio de la doctrina católica, confesores, homilías, cursos de preparación al matrimonio, catequesis y escuelas superiores. Es obvio, no hay otro camino: reforma o apostasía.
–Falta de esperanza. No se intenta lo que se considera imposible. No se predica para intentar superar aquellos errores y males que se consideran irrevocables. Falta conciencia en la fe de que el mismo Dios que asiste con su gracia al predicador para decir la verdad es el Dios que asiste al oyente para darle crédito. Y así se admiten como hechos consumados e irrevocables, la anticoncepción, el absentismo de la Misa, la polarización en el enriquecimiento y tantos otros pecados. Y poco o nada se predicará y se hará para superarlos con la gracia de Cristo. Sin esperanza, sin esperanza teologal –la que se pone en Dios, y solo en Cristo: «lo que es imposible para los hombres es posible para Dios» (Lc 18,27)– los males de la humanidad y de la Iglesia no tienen remedio. Ni siquiera se intenta superarlos, porque se consideran inevitables. Un ejemplo:
En amplias regiones de la Europa medieval era tan general la simonía, la compra de Obispados, Abaciatos, etc. que no causaba apenas escándalo ni en la Jerarquía apostólica ni en los fieles. No se predicaba ni se hacía nada efectivo para desarraigarla, y perduraba impunemente. Cientos y cientos de Abades y Obispos simoníacos, reyes y nobles, se apoyaban mutuamente, unidos por intereses comunes. Innumerables teólogos y canonistas callaban discretamente, «conservando sus vidas» (Lc 9,23-24). Solo algunos hombres santos creyeron entonces, como Abraham, «contra toda esperanza» (Rm 4,18) que Cristo Salvador quería purificar a su Esposa, la Iglesia, de un pecado tan grave y generalizado. Nicolás II (Papa, 1059-1061), San Gregorio VII (1015-1085), San Bruno (+1101), San Bernardo (1090-1153) y con ellos otros hombres de fe y de esperanza, sabiendo que se exponían a sufrir calumnias, atropellos, exilios, cárcel, emboscadas mortales, pobreza, se atreven a iniciar y a mantener una lucha total contra la bestia diabólica de la simonía. Bernardo escribe a Eugenio III (Papa, 1145-1153): «si queréis ser un fiel seguidor de Cristo, haced que se inflame vuestro celo y se ejerza vuestra autoridad contra esta plaga universal» de la simonía. Por gracia de Dios, la esperanza de estos hombres «le dejó obrar a Cristo» en su Iglesia, y la simonía fue vencida progresivamente, con la ayuda decisiva de Concilios que ellos mismos impulsaron (Romano, 1060; Guastalla, 1106; Laterano II, 1139; Laterano III, 1179; etc).
Reforma o apostasía. Faltan hoy en nuestra Iglesia hombres audaces en la esperanza. Muchos, incluso entre los mejores, se resignan ya a una Iglesia siempre decreciente, reducida a un Resto, y a un Resto dividido, en el que hay a veces más errores que verdades, y más rebeldías que obediencias. Pues bien, sin estos hombres de esperanza no habrá reforma, no la concederá el Señor, y sin reforma, proseguirá creciendo la apostasía. Todos los males de la Iglesia –doctrinas falsas, abusos disciplinares– son perfectamente remediables, pues Dios ama a la Iglesia, la Esposa del Hijo, y es omnipotente. Es verdad que muchas veces no será posible superar esos males sin verdaderos milagros morales. Pero los milagros necesarios son normales en esa historia de la salvación que la Iglesia está viviendo hasta que vuelva Cristo. Y el Señor hace siempre esos milagros de salvación a través de cristianos creyentes y mártires. Cuando en uno de sus viajes evangelizadores estuvo Jesús en Nazaret, entre sus paisanos, «no hizo allí muchos milagros por su falta de fe» (Mt 13,58).
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
37 comentarios
Faltan hoy en nuestra Iglesia hombres audaces en la esperanza. Muchos, incluso entre los mejores, se resignan ya a una Iglesia siempre decreciente, reducida a un Resto.
Mi duda es si ¿resto o rescoldo?, ahí estará la diferencia.
resto o rescoldo, pero el caso es que por la oración y el trabajo nos entreguemos todos enteros (5 panes y 2 peces: no 4 y 1, asegurándonos por si acaso un bocadillo "personal"), cada uno según el don y la vocación que ha recibido de Dios, a luchar contra la mentira afirmando la verdad, y a combatir las rebeldías con la fidelidad absoluta a las normas de la Santa Madre Iglesia. Y en ésas estamos en InfoCatólica ¿no?
(Cuando has entrado antes en mi blog estaba la imagen sin poner, pero he combatido con audaz esperanza contra el Flickr, hasta que he conseguido que me obedeciera. Y ahí está la imagen puesta, tan chula).
Estoy empezando a moderar un foro en el que se tratan temas de Infidelidades en la Iglesia, intentando ayudar a resolver en lo posible los abusos litúrgicos, las catequesis anti-fe, etc.
Como texto a mirar puse el suyo sobre "Los laicos y las reformas en la Iglesia", junto a otros de interés.
El caso es que a veces a uno le entra miedo. Y no sabe cuando exactamente debe o no arriesgar su vida por denunciar un abuso litúrgico o una catequesis mal dada.
Leyendo en el libro: "Teología de la Caridad", de Antonio Royo Marín O.P encontraba un texto donde se veía el "Orden de la caridad para con el prójimo", el cual se puede ver en parte en el siguiente enlace (concretamente en las conclusiones 1 y 2):
http://www.es.catholic.net/foros/viewtopic.php?f=33&t=665&p=7131#p7131
También me ayuda la siguiente cita de la Redemptoris Sacramentum:
183. De forma muy especial, todos procuren, según sus medios, que el santísimo sacramento de la Eucaristía sea defendido de toda irreverencia y deformación, y todos los abusos sean completamente corregidos. Esto, por lo tanto, es una tarea gravísima para todos y cada uno, y, excluida toda acepción de personas, todos están obligados a cumplir esta labor.
Tomando estos textos, ¿estaríamos siempre obligados a denunciar un abuso litúrgico o una catequesis de una parroquia con errores, etc?
No se si será por el miedo, mas sigo teniendo la duda.
Gracias.
Un abrazo en Cristo y María.
"haya en todo discreción" (Sta. Teresa). No podemos tratar de combatir todos y cada uno de los errores doctrinales y de los abusos disciplinares y litúrgicos, pues sería como tratar de matar todos y cada uno de los millones de mosquitos que hay en un pantano pantanoso. Imposible.
+Combatimos algunos, los que nos parecen más graves.
+Combatimos más aquellos en los que hay más esperanza de victoria. Pegarse de cabeza contra una pared de modo insistente no parece una actividad muy útil. Y además, puede dañarse la pared.
+Y por la oración y el trabajo procuramos sobre todo sanear el pantano, para que no genere tal nube de mosquitos tan inmensa. Procuramos sanear o más bien que lo saneen aquellos que más misión y fuerza tienen para conseguirlo.
Ánimo, David, y sigue peleando contra Goliath, que el Señor está contigo.
Sobre esto que me dice:
"+Combatimos algunos, los que nos parecen más graves."
Alguien comentaba que había abusos pequeños, como quitándoles importancia, y me fijé en lo siguente de la Redemptoris Sacramentum:
171. Entre los diversos abusos hay algunos que constituyen objetivamente los graviora delicta, los actos graves, y también otros que con no menos atención hay que evitar y corregir. Teniendo presente todo lo que se ha tratado, especialmente en el Capítulo I de esta Instrucción, conviene prestar atención a cuanto sigue.
174. Además, aquellas acciones, contra lo que se trata en otros lugares de esta Instrucción o en las normas establecidas por el derecho, no se deben considerar de poca importancia, sino incluirse entre los otros abusos a evitar y corregir con solicitud.
Ahí se ve que hay otros abusos "que con no menos atención hay que evitar y corregir" y refiriéndose al resto de acciones distintas a los Graviora delicta y los actos graves "no se deben considerar de poca importancia, sino incluirse entre los otros abusos a evitar y corregir con solicitud".
Con eso, ¿no deberían combatirse todos los abusos, no sólo los graves?
En este caso me refiero al hecho de como debe ser un noviazgo cristiano. Si nadie le ha enseñado al jóven nada al respecto, luego, más adelante, si le enseñan la doctrina católica, a estas personas les choca de manera tan brutal que sienten un rechazo casi inmediato.
Son las consecuencias desastrozas de no enseñar la Verdad.
¿Puede explicar en algún post otro día la maldad grave de la anticoncepción?
En el intervalo de dos siglos, la Iglesia ha pasado de verse apoyada por la gran mayoría de los gobiernos del orbe occidental-que se consideraban obligados a ello- a verse combatida por la gran mayoría de los gobiernos del orbe - que también se creen obligados a ello-. Así las cosas, no todos los católicos han asumido con la debida "cintura" esta nueva situación (nueva en 2000 años de Iglesia, claro) , y andan ensarzados en lamentables e imposibles intentos de conciliación, que probablemente resulten vomitadísimos por el Dueño de la Mies.
Pues sí señor, Reforma o Apostasía. Ése es el imperativo de la hora, lo ha dicho Ud. muy claro.
Y lo está demostrando muy claro también.
Pablo VI, en la Humanae vitae, después de exponer positivamente la doctrina católica sobre la maravilla del matrimonio, tal como Dios lo creó y como Cristo lo restauró y elevó, que une el amor conyugal y la posibilidad de transmisión de la vida, advierte después (n.17) de las gravísimas consecuencias negativas que la anticoncepción generalizada ha de tener ciertamente en las relaciones pre-matrimoniales y matrimoniales, llevando a “una degradación general de la moralidad”. Las estadísticas confirman totalmente su previsión. Y lo que afirma Mons. Galeone es cierto.
La maldad de la anticoncepción y la maldad de sus consecuencias viene explicada y descrita muy claramente por Pablo VI.
Puede usted consultar la Humanae vitae en www.gratisdate.org en / Magisterio.
Cordial saludo + JMI
Decía el Papa Pío XII, que nunca es lícito adherirse al mal, aunque fuese un aparente pequeño mal, con la propia voluntad, bajo ninguna justificación, pero sí era lícito tolerar el mal, no por egoísmo claro, sino por pretender un bien mayor o para evitar un mal más grande.
Yo creo que todo esto tenemos que tener en cuenta si queremos denunciar algo; no vaya a ser que la denuncia, previsiblemente, pueda dar lugar a un mal más grande. Démonos cuenta de que en muchas ocasiones se presentan las denuncias delante de la persona responsable de aquello que se denuncia.
Creo que la buena intención depurada ayudará a ver lo que uno, en un momento determinado, tiene que atender o no, por existir otras prioridades u otras causas mayores de aquellos síntomas, ya que generalmente no es cuestión de centrarse en ciertas manifestaciones externas, sino que es fundamental ir a las causas últimas.
Hassel: la anticoncepción se relaciona con todo lo malo, y más, que citas, ya que es anteponer las conveniencias, las tentaciones, o los egoísmos, al amor, mediante algo tan antinatural como la anticoncepción. Antinatural ya que disocia una actuación determinada de sus naturales consecuencias, y por ello la anticoncepción sería algo así como comer y vomitar, cuando si tú comes algo es porque también quieres sus consecuencias y sus efectos. El amor por definición siempre está abierto a la vida, con lo cual la anticoncepción manifiesta que lo que allí se expresa no es amor, sino otra cosa, que ambas personas no se dirigen mutuamente al bien real de la otra, sino que anteponen sus propios intereses, con todas las consecuencias que esto tiene tanto sobre la propia persona, como sobre la relación en sí. Además, la denominación de “anticonceptivos” no es totalmente real, sino que pienso que obedece a la no total despenalización del aborto en España (En EEUU, con el aborto despenalizado, se denominan frecuentemente contraceptivos, en inglés, término más apropiado teniendo en cuenta el mecanismo de acción, ya que no sólo evitan la concepción, sino que van contra el producto de la concepción, impidiendo la implantación del embrión en el útero de su madre).
La anticoncepción es "Razón de Estado". Lo mismo que la homosexualidad,la pornografía, el aborto y las drogas. Lo mismo que la desintegración de la familia tradicional y la desintegración de la Iglesia.
¿De qué "Estado"?
Del Estado Globalizado, del Poder Mundial que a manera de Superestado, planea por todas las geografías, manejando las finanzas, los medios de comunicación y el poder político.
¿Quiénes lo dirigen?
Los ganadores de la IIGM.
¿Qué se proponen?
Llevar a las últimas consecuencias los postulados de la Revolución Francesa.
Ellos son el "mundo" que menciona el Evangelio y que señalaba ya Castellani como el "mundo mundano", para diferenciarlo del "mundo" del cual debemos ser levadura y que debe ser evangelizado.
Gracias.
(Añade a continuación un e-mail que ha recibido. Nota- JMI).
Ricardo de Argentina
Perdón Sr. Ricardo, sin acritud y con todo mi respeto, estoy de acuerdo en su apoyo al padre José María y sus verdades, y en la generalización de un mal común entre tanta "apostasía"; pero en lo que respecta a culpar de menear la batuta a "Los ganadores de la IIGM" es en mi opinión asumir demasiado. Estoy seguro que envuelto estarán, por ejemplo, alemanes que perdieron la guerra y por supuesto masones españoles hoy día gobernantes, que ni ganaron ni perdieron la IIGM y síperdieron la civil española.
Entiendo que viniendo de España o Argentina, en general, miremos a los americanos como la epitomía del mal que nos azota.
Sí, cierto que es que Hollywood americano en buena parte es causante de males tan infinitos pero el cine español no se queda atrás. Ni que decir tiene que el gobierno de EEUU no es exempto de culpas, yo pudiera nombrar personajes contemporáneos y de antaño, pero eso me parece una generalización, sin acritud, un poco aparatosa atrevida y hasta peligrosa.
Me baso en que nuestros enemigos son sobre todo esas ´pricipalidades´, aunque sus seguidores mortales jueguen importantemente en el plot que no triunfará, que ya ha sido vencido.
Su comentario daría pie para que me explaye en quiénes yo considero que son "los ganadores de la IIGM". No lo haré sin embargo, porque no es éste el ámbito adecuado , quedando a su disposición para otra ocasión o para un diálogo privado. Sólo diré al respecto, que los ganadores de la IIGM no fueron los norteamericanos solamente.
Ateniéndome al aspecto religioso de este asunto, quisiera sí mencionarle algunos hechos que, por la clarificación que da la lejanía en el tiempo, pueden ayudar a entender un poco lo que pasa ahora con nuestra muy amada Iglesia.
Las guerras ganadas por Alejandro Magno y los romanos, significaron la expansión del paganismo helénico por el mundo.
La guerra ganada por Constantino precedió a la oficialización y difusión del cristianismo en el Imperio.
La Guerra de la Reconquista española significó la desaparición de la religión musulmana en la península, inversamente a lo que había sucedido 800 años antes.
Los triunfos militares de los protestantes sobre Carlos V consolidaron la herejía en el norte europeo.
Pues mutatis mutando, cuando los poderes que se coaligaron para producir la Revolución Francesa, volvieron a unirse militarmente y ganaron la más grande y terrible de las guerras de la historia universal, pues luego sobrevinieron cosas y hechos que son una lógica consecuencia.
Me he permitido esta disgresión no para incursionar en temas políticos, sino porque cuando se habla de la crisis de la Iglesia (y este blog se especializa en ese tema) me parece oportuno señalar el marco general de causas que intervienen en este terrible fenómeno, en esa infiltración del "humo de Satán". Y es dentro de esa perpectiva que estimo que lo que sucedió en la IIGM tiene algo que ver con lo que nos está pasando a los católicos. Claro que hay causas endógenas como cobardías, traiciones e infidelifdades. Pero también hay causas exógenas, y muy determinantes por cierto.
qué significa lo que le dice Ana Vázquez tendrá que preguntárselo a ella, no a mí.
Pero ya que me lo pregunta a mí, le diré lo que afirma la Iglesia católica: que el amor conyugal viene a ser gravemente pervertido cuando por medio de anticonceptivos mecánicos o químicos disocia la mutua entrega amorosa interpersonal y la posible transmisión de vida, impidiendo ésta. Lea ud. la Humanae vitae o la Familiaris consortio o la Casti connubii o el Catecismo de la Iglesia, y verá esa verdad enseñada muchas veces con toda la autoridad del Magisterio apostólico.
Cuánto me alegra ver este énfasis que usted pone en la predicación, en el ejercicio de la fe, sobretodo, y de la esperanza. Usted a veces me parece un hijo de Domingo Guzmán, por no decirle que me parece primo de San Pablo cuando escribe : ) Dios le bendiga.
Algo que me llama la atención en esta centralidad de la predicación que usted resalta, es que los que se callan a veces creen que dejando de predicar hacen poco daño, pero así le están dejando todo el terreno libre a nuestro enemigo. La verdad es que Satanás es un excelente predicador, él no se calla nunca, extremadamente diligente, no descansa, está día y noche delante del trono de Dios acusando a los hijos de Dios, él es el padre de la mentira, el acusador, un diablo, por lo lo tanto su mayor arma es la palabra también; cuando un hijo de Dios se calla, Satanás no, cuando uno se calla le está dando toda la libertad a Satanás para que predique, y él nunca desperdicia una oportunidad para hablar, hasta cuando Dios lo deja hablar se atreve a hablarle a Dios.
Por eso, que no se trata necesariamente, de que quieran menos a su cónyuge que a sí mismos, pero lo que nunca verás es que el matrimonio es auténticamente constructivo, que ambos se esfuerzan y se ayudan mutuamente a ser la mejor persona posible, sino que su objetivo es más superficial, y temporal. Por eso que cuando un matrimonio se rompe ante una prueba, no es que antes hubiese sido bueno, sino que sencillamente habían sobrevivido en este tipo de relación superficial, ya sea por afinidad personal, por intereses múltiples, por afecto, etc.
Y, por supuesto, que esto no debe servir para juzgar a nadie, ya que aunque sepamos que están actuando mal, no podemos juzgarlos, es decir, atribuirles una responsabilidad, lo cual no nos corresponde; a nosotros nos corresponde vivir y transmitir lo que Cristo nos propone: vivir el amor e intentar transmitirlo; en este caso, que realmente nos interesen las personas y queramos que vean otra forma de actuar, considerando el gran potencial de cada persona. Y, por supuesto, negándonos a colaborar, con nuestra propia voluntad y/o responsabilidad, en nada relacionado con lo malo, estando dispuestos a dar la vida por ello. Lo malo, bajo ninguna justificación(todas engañosas). Como decía no recuerdo cuál santo: "Antes morir que pecar".
Hoy mayoritariamente se siguen formando "intelectuales" licenciados o doctorados en bla-blá (a manos de "teólogos" que son en realidad profesionales de la "opinología" "intelectual") en vez de verdaderos pastores... pues eso: titulitis.
De esta manera, el amor no se depura, no se hace el esfuerzo de anteponer el bien real de otra persona al interés propio.
Si realmente se intenta vivir, es muy fácil de entender; haz la prueba con cualquier persona.
Lo fácil es, por el contrario, encaminarte a bienes superficiales de los demás; esos en muchas ocasiones coincidirán con tus propios intereses, y no tendrás que hacer un esfuerzo a la hora de depurar tu intención.
Inspirado por sus palabras he escrito a mi párroco, solicitándole abnegadamente que predique sobre las verdades silenciadas, que impugne el error y a sus maestros. Hasta el momento mi petición no ha sido considerada, y la verdad es que no espero que lo sea en el futuro. Es un muy buen párroco, de lo mejor que hay en mi Páis. Sin embargo, él -como muchos otros buenos sacerdotes que conozco- está convencido que basta con predicar el valor de la Eucaristía, de la oración y de la devoción a la Virgen María, y que el resto -la conversión de los pecadores- lo haría la gracia divina.
Es frustrante ver que los mejores sacerdotes quieren ser santos, incluso que están dispuestos a intensificar su vida de oración y penitencia para imitar al Santo Cura de Ars, pero no creen que sea oportuno ni conveniente imitar mucho su estilo de predicación y combate -y menos el de san Pablo. Y me pregunto -porque es un misterio para mí-, ¿que le impide a un muy buen sacerdote como el que describo cumplir fielmente el triple ministerio docente? Si se trata de un sacerdote de intensa vida espiritual, ¿cómo es que no hay coraje? ¿Será que como nunca predica sobre el ayuno, quizá no es muy penitente? Y si lo es, entonces ¿porqué qué es?
Saludos, AHK.
En relación con lo que muy bien decía Chema, el uso de anticonceptivos, al ser una conducta muy mala en sí misma (tan mala, además, que de ella se puede derivar la muerte de seres humanos indefensos, los embriones), también refuerza este círculo de egoísmo.
No se trata sólo de no superar las pruebas, sino que durante la aparente no prueba o vida cotidiana, no es una relación constructiva, ya que no hay amor, no se encaminan tanto para ,como mutuamente, a lograr ser las mejores personas posibles.
Además de las consecuencias de esto; la persona ni siquiera se siente querida por su cónyuge ya que sabe que su afecto está condicionada a una serie de factores (como un determinado comportamiento, etc.), pero que no hay verdadero interés en que se crezca como persona, no hay un amor incondicional.
Esto se demostraría en seguida si una de los cónyuges comienza a actuar bien; por ejemplo dejan de tomar anticonceptivos, etc., y empiezan a creer sólo en el buen comportamiento y a anteponer hacer el bien a los propios intereses.
Con respecto a lo que dice Alejando, yo creo que lo que falla es el amor, es la caridad; no hay mucho celo por las almas. Sin caridad, nada sirve. Sin amor, cualquier intento de mejora personal, es un perfeccionismo inútil. Sólo con el amor, con la caridad, se logra la auténtica perfección cristiana.
Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron:
"¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?".
El respondió: "¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio,
los hizo varón y mujer;
y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a
su mujer, y los dos no serán sino una sola carne?
De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe
lo que Dios ha unido".
Jesús lo dijo muy claro, el hombre y su mujer serán una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido. No son acaso los anticonceptivos una separación entre el hombre y la mujer, que impide que sean una sola carne? Barreras físicas o químicas que impiden esa unión y cierran el amor a la nueva vida. Por eso la Iglesia recomienda, para las parejas que quieren regular de alguna forma su descendencia, que empleen solo los métodos naturales, el respeto del hombre a los ciclos naturales de su esposa. Es el único método que no separa la “sola carne” en “dos carnes” divididas por una barrera.
Atentamente y gracias por sus preguntas.
A ver si le aporta algo esto que guardo en mi memoria desde mis tiempos mozos, años ha.
Yo he leído a reconocidos jerarcas de la Iglesia -imposible acordarme ahora sus nombres, sólo registro lo que querían decir- que afirmaban que "al hombre moderno no se le puede predicar como lo hacía San Pablo". Si bien tampoco puedo situar cronológicamente estas expresiones, tengo la impresión de que eran en la época inmediatamente posterior al CVII.
O sea que parecería ser que la reciedumbre y contundencia paulinas, tan eficaces en su tiempo para llamar a la conversión al hombre de la cultura grecorromana (la nuestra), aparentemente ahora o no surtirían efecto, o serían contraproducentes.
Sin embargo, vemos que ha concluido el Año Paulino y no han vuelto a decirse cosas semejantes. A mí personalmente me parecen expresiones desacertadas, sin fundamento, que de un plumazo tiran al cesto de desperdicios uno de los tesoros más preciosos de la elocuencia católica que existen.
Y mucho me temo que esos prejuicios contra la predicación genuinamente católica, hayan calado hondo en muchos de los sacerdotes formados por esos tiempos y posteriores.
Totalmente de acuerdo. Precisamente pienso publicar varios posts dedicados al lenguaje eclesiástico de hoy, tan sumamente flojete, comparándolo con el de Cristo, San Pablo y otros santos, Castellani, etc.
Ya veremos cuánto me alargo. Lo que el Señor me dé.
El tema de este post es “El silenciamiento de verdades de fe”, un problema gravísimo que hoy se da en la Iglesia. Sin embargo, los comentarios han ido derivando más y más sobre problemas morales concretos en torno al tema de la anticoncepción, muy importante, sí, pero ajeno al objeto de consideración que debemos comentar.
Por eso suprimo un comentario más de Ana Vázquez en el que esta vez se pregunta “si los métodos naturales son alguna vez realmente lícitos” y si también ellos “podrían provocar abortos”. Atengámonos todos a lo que la Iglesia enseña sobre los métodos naturales, recomendando su uso, siempre que haya razones proporcionadamente graves. Basta con recibir lo que la Iglesia enseña, p. ej., en la Humanae vitae, la Evangelium vitae o el Catecismo.
---Nota de JMIraburu. Luis Fernando (entre tantísimos que no tienen ni idea) se ha enterado de qué va. Demos gracias a Dios. Ha debido leer el Apocalipsis.
Veamos algo sobre LAS VERDES DE LA FE SILENCIADAS
Si abrimos el catecismo católico inmediatamente encontramos la expresión «las verdades de nuestra fe». Igualmente si leemos cualquier devocionario protestante también ahí la encontramos. La frase las «verdades de nuestra fe» no deja de estar presente en las cartas apostólicas, pastorales, bulas, catequesis, homilías, encíclicas y en los Muto proprio de los Papas. Si entramos a la web de apologética ahí se habla de «las verdades de la fe»; lo mismo si escuchamos a un sacerdote o ministro protestante hablar en la radio o en la televisión ahí se bombardean los oídos del oyente con las «verdades de la fe».
El problema es que nadie ha demostrado una sola de esas verdades.
El dogmático nos dice que no son demostrables porque son “verdades de fe”.
Bueno… si no son demostrables ¿Cómo saben que son verdaderas?
Una proposición que no es demostrable carece de valor noético; y lo único que podemos decir es que no sabemos si es verdadera o es falsa.
La verdad se expresa en las proposiciones; toda proposición es verdadera o es falsa y existen los mecanismos para discernirlo ¿Por qué no lo hacen?
Si sus “verdades de fe” efectivamente lo son ¿Cuál es el proceso gnoseológico que les ha permitido afirmar que son verdaderas?
Les saluda.
Galeno Zalán
Monterrey, N.L.,México
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