(187) Fin de la Cristiandad. El protestantismo

(187) De Cristo o del mundo -XXIX. Fin de la Cristiandad. 2 -El protestantismo


–No vaya usted a lesionar el ecumenismo…

–Tranquilo. El ecumenismo ha de afirmar «la caridad en la verdad». Sólo así puede lograr de Dios la unidad de los cristianos en la verdad y en la caridad de la única Iglesia de Cristo.

Protestantismo y Renacimiento son fenómenos históricos más o menos simultáneos, que tienen entre sí semejanzas y diferencias. En algunos aspectos el protestantismo se une al impulso renacentista, agudizando con Lutero (1483-1545) grandemente la ruptura con la Edad Media. En efecto, el lute­ranismo, por el libre examen de la Escri­tura, separa al pueblo cristiano de la tradi­ción espiritual católica y de las grandes sín­tesis filosóficas y teológicas medievales. Y recha­zando la autoridad de los sucesores de los Apóstoles, destruye la unidad de la Cris­tiandad. En este sentido, unidos en un común empeño de romper con las tradiciones católicas, sobre todo de las medievales, la Reforma se casa con el Rena­cimiento, y ambos engendran la Edad Mo­derna.

Pero, sin embargo, hay que notar también que Renacimiento y Protestantismo son anta­gónicos en un aspecto muy im­portante. La Reforma profesa un acentuado pesimismo antropológico. El hombre está completa­mente perdido por el pecado original. La razón no tiene capacidad de verdad por sí misma. Y la li­bertad humana no existe, está esclavizada al mal y al demo­nio. Por tanto, la salvación del hombre, sólo puede obtenerse por la pura fe en Cristo, es decir, como una justicia imputada extrínsecamente al hombre por la miseri­cordia de Dios. Al extremo opuesto, el optimismo antropológico renacentista tiende a orientar la doctrina de la gracia por una espiritualidad semipelagiana. La contradicción es total.

Una de las causas principales del final de la Cristiandad es el pensamiento luterano esquizoide, del que he tratado en este blog (66). Muchos autores han señalado que las dolencias mentales de Lutero tuvieron influjo determinante en los errores de su doctrina. Él y su doctrina son división (vel, vel), en tanto que todo en la Iglesia católica es unidad, unificación, verdad que concilia extremos aparentemente contrapuestos (et, et). La Iglesia Católica une razón y fe, y ve la teología como «ratio fide illustrata» (Vaticano I: Dz 3016); une la Biblia con la Tradición y el Magisterio apostólico (Vaticano II, Dei Verbum 10); une la gracia con la libertad de la voluntad humana.

El pensamiento de Lutero, por el contrario, es esquizoide. Si «la razón es la grandísima puta del diablo», es necesario concluir: sola fides. Si la mente individual del cristiano está por encima de Padres, Papas y Concilios, está claro: sola Scriptura. Si el hombre no es libre, no son necesarias las buenas obras para la salvación, y la conclusión es evidente: sola gratia. Todos estos gravísimos errores cambiaron el alma de buena parte de Europa, y causaron en gran medida el final de la Cristiandad.

El pensamiento luterano en lo referente a la relación al mundo y a la vida religiosa, que renuncia al mundo, debe ser analizado en esta serie de artículos De Cristo o del mundo especialmente. En el XVI y XVII la Iglesia enseña, como siempre, que los religiosos, dejando el mundo, para mejor seguir a Cristo, andan por camino de perfección. Son cristianos que viven los consejos evangélicos, obligándose a ellos públicamente por los votos. Los pro­testantes, por el contrario, creyendo que la justificación es por la sola fe y no también por las obras (Stg 2,24), rechazan totalmente esa doctrina. Contra la vida religiosa los protestantes ar­gumentan lo siguiente:

1.- Vinculando la perfección a los consejos, la Iglesia católica niega que todos los cristia­nos están llamados a la perfección (Calvino, Instituciones IV,13,11). 2.- Los religiosos, profesando con votos cosas externas –celibato, pobreza, obediencia a superiores y a re­glas de vida («mera Satanæ mendacia»), estiman su vida como más perfecta que la de los laicos, cuando en realidad sólo cuenta ante Dios lo interior, y caen así ne­cesariamente en el orgullo y la hipo­cresía. 3.- Los religiosos se encadenan con los votos, y así destruyen la libertad cristiana que consi­guió Cristo para los hijos de Dios. 4.- La Iglesia, en fin, incurre al menos en semipe­lagianismo valorando en la obra de la santificación el esfuerzo humano, puesto en éstos o en aquellos medios de perfección, como si la santifica­ción no fuera pura obra de la gracia de Cristo, siem­pre gratuita (Lutero, 1530, Confesión de Augsburgo art.6, De votis monachorum). «La perfección evangé­lica es espiritual, es decir, consiste en movimientos del corazón, en temor de Dios, en fe, en caridad, en obediencia», y no en medios exteriores (art.16).

La primera denuncia puede aludir a defi­ciencias reales que se dieron en ciertos escritos católicos; pero la unánime tradición doctrinal de la Iglesia, así como el gran número de santos laicos canonizados, antiguos y medievales, manifiesta que es una denuncia falsa.

La segunda imputación niega todo valor a los consejos del Señor, y es por tanto contraria al Evan­gelio. Los religio­sos, en efecto, cum­pliendo los consejos de Cristo, llevan ca­mino de vida más perfecto que los laicos. Lo que no impide que tantos laicos puedan ser más santos que no pocos obispos y religiosos, como siempre ha creído y enseñado la Igle­sia, desde los Apotegmas de los primeros monjes hasta la Summa de Santo Tomás.

La tercera implica un grave error, pues los votos, libremente profesados, confortan la libertad del cristiano, sin disminuirla o su­primirla (STh II-II, 88, 4).

La cuarta, quizá la más grave, es falsa porque ignora la verdad católica sobre la gracia, según la cual tanto vivir los precep­tos como seguir los consejos es por gracia de Dios. La santificación no es pura fe, sino fe y obras; ni es pura gra­cia, sino gracia de Dios y libertad humana auxiliada por la gracia.

La primitiva alergia lute­rana a todo lo que en la Iglesia signifi­que ley, regla, obligación por voto, vida comunitaria religiosa, comienza a ser superada en el mundo protestante a mediados del siglo XIX. Y hace unos años, en el 450 aniversario de la Confesión de Augsburgo, celebrado en Salamanca entre protestantes y cató­licos (IX-1980), se decía: «Respecto del mo­nacato y de la vida religiosa, teniendo en cuenta la comprensión dominante y la praxis de la vida monástica en la Iglesia católico-romana, el duro juicio de la Confesión de Augsburgo no puede mantenerse» (Declaración conjunta luterano-católica so­bre la Confesión de Augsburgo n. 21: «Ecclesia» 27-9-1980, 15). Aceptan, pues, que es evangélico dejarlo todo para seguir a Cristo.

El protestantismo luterano, rechazando a la Iglesia, causa el final de la Cristiandad. En mi artículo Lutero, gran hereje, recordé que él nunca pretendió ser un reformador de las costumbres, relajadas en el Renacimiento, sino de la doctrina católica, que a su juicio se había alejado completamente del Evangelio. «Yo no impugno las malas costumbres –declaraba–, sino las doctrinas impías». Lutero, efectivamente, combate con todas sus fuerzas la doctrina de la Iglesia Católica. Vean los numerosos y enormes destrozos que produce así en el cristianismo.


Para empezar, Lutero arrasa con la Biblia, ya que dejándola a merced del libre examen, cambia la infalible y única Palabra divina, enseñada por la Autoridad apostólica, por una variedad innumerable y contradictoria de palabras humanas falibles. Niega y destruye la sucesión apostólica, el sacerdocio ministerial, los Obispos y sacerdotes, la doctrina de Padres y Concilios. Elimina la Eucaristía, en cuanto Sacrificio de la redención y Presencia real y substancial de Cristo. Impugna la devoción y el culto a la Santísima Virgen y a los santos, los votos y la vida religiosa, así como la función benéfica de toda ley eclesiástica. Deja en uno y medio los siete sacramentos. Afirma, partiendo de la corrupción total del hombre por el pecado original, que «la razón es la grandísima puta del diablo, una puta comida por la sarna y la lepra» (etc., sigue largamente). Y por la misma causa, y con igual apasionamiento, niega la libertad del hombre (1525, De servo arbitrio), estimando que «lo más seguro y religioso» sería que el mismo término «libre arbitrio» desapareciera del lenguaje cristiano. Como lógica consecuencia, niega también la necesidad de las buenas obras para la salvación. En fin, rechaza prácticamente todo lo principal de la Iglesia de Cristo, destrozando de paso la unidad de la Cristiandad con la herejía y el cisma.

Con Lutero el mundo comienza a prevalecer sobre la Iglesia, y se acaba la Cristiandad. Ya al final de la Edad Media, el principio laico había comenzado a afirmarse en sí mismo de forma autónoma frente a la Iglesia. Una muestra de ese espíritu la tenemos en 1303, cuando en Anagni el rey de Francia apresa y cautiva al papa Bonifacio VIII, humillándolo; o en el exilio de los Pa­pas en Avignon (1305-1378). Tan graves y significativos sucesos indican una crisis muy profunda, y anticipan un cambio de época…

La Reforma protestante, por su parte, en el Renacimiento, admite sin resistencia el poder de los príncipes, y está de acuerdo con esta tendencia secularizadora, o al menos la consiente como un mal inevitablemente incluído en el mal del mundo. La disociación entre la fe y la razón, reduce la Iglesia al fideísmo, y la hace tolerante frente al mundo secular y a sus poderes malignos. No hay, por ejemplo, ningún inconveniente en que una misma persona presida la Iglesia anglicana y, al mismo tiempo, el reino secular y la masonería. Este espíritu mundano se conecta sin duda con el Renacimiento paganizante, cuando los príncipes de las naciones cristianas van se­cularizando de hecho sus planteamientos políticos (Maquiavelo +1527). En su momento veremos cómo la secularización del mundo, que afectará no poco a la misma Iglesia católica, tiene profundas raíces protestantes, y conduce rectamente a la apostasía de las naciones.


El Renacimiento y el Protestantismo ponen las bases para la secularización del mundo. Rompiendo la unidad espiritual de la Cristiandad, dejan en el mundo europeo muchos demo­nios sueltos. En realidad, los primeros re­formadores pro­testantes no hacen sino una reforma a medias. No intentan aplicar hasta el final sus propios principios.

En efecto, si el protestantismo afirma la conciencia individual frente a la autoridad de la Iglesia en mate­ria de fe y costumbres; si la Tradición no vale, ni es criterio válido para la fe y la conducta; si propia­mente no hay ya Iglesia, sino sólo Dios, Escritura y conciencia personal; si no hay en el mundo quien pueda distinguir con certeza, con autoridad divina, la verdad del error, el bien del mal… queda entonces el libre examen abando­nado a su propia fuerza des­tructora, es inevitable el relativismo, hermano del agnosticismo, o incluso del ateísmo, que acabará destrozando la personalidad humana, la condición cristiana de los pueblos y la cohesión pacífica de las naciones. Sólo es cuestión de que ese tumor canceroso se vaya desarro­llando, hasta producir una metástasis que afecte a todo el cuerpo social.

Sin embargo, todavía es grande en Occidente la fuerza del cristianismo durante los siglos XVI y XVII, como hemos de comprobarlo próximamente.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

18 comentarios

  
Luis Fernando
La influencia de Lutero en el protestantismo posterior a él es bastante inferior a la de Calvino. Se puede decir que Lutero encendió la mecha, pero la pólvora y los cañones los puso el francés.
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JMI.-Así es. Ya tenía esa idea, de la que incluso me habías hablado. Pero he preferido hablar de Lutero porque hay más luteranos que calvinistas. Y de todos los protestantes es imposible hablar, ni siquiera limitándose a los primeros. Son demasiados.
31/07/12 6:02 PM
  
Ricardo de Argentina
Veo que Ud. muestra, Padre, a la verdad católica negada y ninguneada por dos fuerzas contradictorias: el Renacimiento, semipelagiano y optimista, y el Protestantismo, impugnador, fatalista y pesimista. Y entrambos gestando al Modernismo, síntesis de todas las herejías.
Y se me ocurre pensar: ¿Pero es que ahora no pasa exactamente igual? ¿No se nos aparece la Iglesia jaqueada por un optimismo tan estúpido como desmovilizador, por un lado, y por el otro acosada por un rigorismo soberbio e intolerante, siendo entre ellos, también, enemigos a muerte?
Pues si aquéllos parieron al Modernismo, éstos no sería extraño que nos regalen al Anticristo.
Dios nos libre.
31/07/12 7:14 PM
  
jorge
Estimado padre Iraburu

Debo entender que las imputaciones que hace al Renacimiento, confundiéndolo con el Protestantismo y haciéndolo corresponsable de lo que usted llama el "fin de la Cristiandad" son estrictamente opiniones personles y no enseñanzas de la Iglesia Católica.

Coincido con vuestra opinión cuando afirma que las naciones cristianas van se­cularizando de hecho sus planteamientos políticos, si es que se debe entender el término secularizar como relativizar.

Sin embargo, si se debe entender como separación e independencia del Estado frente a la Iglesia, entonces no puedo estar en mayor desacuerdo.

La Soberanía del Estado Nacional no puede ser plena si el Estado se somete a una autoridad distinta a la autoridad que emana del pueblo; y se traiciona al pueblo, verdadero poseedor de la Soberanía, si ésta se somete a la autoridad de algun otro Estado u organismo supranacional, ya sean las Naciones Unidas o la Iglesia representada por la Santa Sede, por ejemplo.

La Reforma Protestante y la Contrareforma están más cerca entre sí de lo que parece, y más distantes del Renacimiento de lo que podemos imaginar. Reforma y Contrareforma sólo comparten con una de las mayores y positivas manifestaciones de la cultura y pensamiento (el Renacimiento), el hecho de coincidir en la Edad Moderna.

sería difícil de imaginar la Iglesia de hoy, la evangelización, la cultura expresada en el arte religioso, la ciencia como búsqueda sincera de la verdad en el mundo físico, sin el Renacimiento.

Gracias
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JMI.- Si tiene usted la bondad de leer de nuevo el artículo, comprobará que no confundo Renacimiento y Protestantismo.

También podrá comprobar, leyendo la frase del Bto. Juan Pablo II al comienzo de mi artículo (186), que lo que digo yo de que en el Renacimiento se inicia la descristianización lo dice también el Papa. No es una enseñanza dogmática, pero es algo más que una mera opinión mía.

La objeción que señala acerca de que la Soberanía del Estado Nacional no debe estar sometida a otro Estado o unión de Estados. no sé muy bien a qué viene. Lo que sí es verdad es que hombres y naciones, todos deben someterse con amor, obediencia y agradecimiento a Dios, su Creador y sustentador, cumpliendo sus leyes.

Le recomiendo mis artículos en este blog sobre Católicos y política (95-125).
Un saludo.
01/08/12 8:44 AM
  
Anibal Clavel
Respecto al comentario de Jorge: "La Soberanía del Estado Nacional no puede ser plena si el Estado se somete a una autoridad distinta a la autoridad que emana del pueblo; y se traiciona al pueblo, verdadero poseedor de la Soberanía" es un concepto ateo materialista, ya que la autoridad (cuya raíz latina se refiere al "Autor" de todo) sólo proviene de Dios. A partir de este concepto (creo que se impone con la Revolución Francesa) provienen toda la corrupción de los estados actuales. Desde ya disculpas, el objetivo no es contradecir, si no tratar de echar un poco de luz.
Anibal
02/08/12 12:52 AM
  
jorge
Estimado Padre

Le confieso que he leido su artículo, y textualmente encuentro lo siguiente:

"...En este sentido, unidos en un común empeño de romper con las tradiciones católicas, sobre todo de las medievales, la Reforma se CASA con el Rena­cimiento, y ambos engendran la Edad Mo­derna..."

La Ral Academia de la Lengua dice sobre el verbo CASAR, entre otras cosas: "Unir, juntar o hacer coincidir algo con otra cosa"...

También dice sobre CONFUNDIR: "Mezclar, fundir cosas diversas"...


Y finalmente, sobre FUNDIR dice: "Reducir a una sola dos o más cosas diferentes"...

Por lo tanto, leyendo vuestro artículo, se concluye que casa, funde o confunde el Protestantismo con el Renacimiento.

Sobre su artículo 186 yo comenté que el Santo Padre Juan Pablo II cuando se refiere a la crítica del hombre moderno dice "desde el Renacimiento" y no "A CAUSA DEL Ranacimiento" o "A RAIZ DEL Renacimiento", o algo similar... que no es lo mismo que decir "DESDE"...

Respecto a si los hombres o naciones deben someterse a con amor, obediencia y agradecimiento a Dios, su Creador y sustentador, cumpliendo sus leyes, pues nuevamente observo que es su opinión, pues el Estado, como representación política de una nación debe obediencia a sus Leyes y no a aquellas que emanen de alguna otra organización distinta (como a la Naciones Unidas o a la Iglesia representada por la Santa Sede)

Efectivamente,m comparto que el hombre, la persona humana, sí deben someterse a con amor, obediencia y agradecimiento a Dios, su Creador y sustentador, cumpliendo sus leyes, pero no es lo mismo que una nación, representada por un Estado lo haga, pues de hacerlo, deja simplemente de ser soberana... y gracias a la Iglesia, y a partir del Renacimiento, es que se configuran los Estados Nacionales modernos.

Que los políticos de hoy aprueben leyes contraproducentes, irracionales, casi diabólicas, etc, no es culpa del Estado o Nación, es responsabilidad de la población, del pueblo, de los ciudadanos, no luchar por la verdadera libertad, como muchas veces lucharon nuestros antepasados.

Mil gracias.
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JMI.-"Protestantismo y Renacimiento son fenómenos históricos más o menos simultáneos, que tienen entre sí semejanzas y diferencias. En algunos aspectos el protestantismo se une al impulso renacentista, agudizando con Lutero (1483-1545) grandemente la ruptura con la Edad Media. En efecto, el lute­ranismo, por el libre examen de la Escri­tura, separa al pueblo cristiano de la tradi­ción espiritual católica y de las grandes sín­tesis filosóficas y teológicas medievales. Y recha­zando la autoridad de los sucesores de los Apóstoles, destruye la unidad de la Cris­tiandad. En este sentido, unidos en un común empeño de romper con las tradiciones católicas, sobre todo de las medievales, la Reforma se casa con el Rena­cimiento, y ambos engendran la Edad Mo­derna".

"Pero, sin embargo, hay que notar también que Renacimiento y Protestantismo son anta­gónicos en un aspecto muy im­portante. La Reforma profesa un acentuado pesimismo antropológico. (....) Al extremo opuesto, el optimismo antropológico renacentista tiende a orientar la doctrina de la gracia por una espiritualidad semipelagiana. La contradicción es total.

Por otra parte, creo que la interpretación que usted da a la frase del Papa "desde el Renacimiento" etc. está equivocada. No hace el Papa de él (que, ciertamente, es un fenómeno cultural complejísimo) un mero dato cronológico. Ese "desde" significa que ya en el Renacimiento, en forma más acentuada que en la Baja Edad Media, se inicia ese endiosamiento del hombre, ese rechazo de Dios en nombre de la dignidad del hombre, que cinco siglos más tarde llevará a la apostasía.
02/08/12 3:33 AM
  
Luis Fernando
P. Iraburu:
Pero he preferido hablar de Lutero porque hay más luteranos que calvinistas.


LF:
No, para nada. Hay muchísimos más calvinistas que luteranos. No hablo solo ya de los que son calvinistas "pata negra" sino que lo son aun llamándose de otra forma. La influencia de Calvino llega a los anglicanos, los bautistas, los presbiterianos, etc. La de Lutero, apenas pasa la barrera de los luteranos. Con esto no digo que Lutero sea un señor que pasaba por ahí. Fue el "padre" de la criatura. Pero su pensamiento influyó e influye menos que el de Calvino en el "ethos" protestante.
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JMI.- Enseñar al que no sabe es una obra de misericordia.
02/08/12 8:01 AM
  
jorge
Estimado Anibal

Que la autoridad de un Estado Nacional Soberano viene del pueblo, no niega la autoridad dada por Dios, pues de venir la misma de Él, nada niega que se la dé al pueblo, que es quien elige finalmente a su gobierno.

Ahora, entre dos Estados, ninguno tiene autoridad sobre el otro. Pero basta que uno la imponga al otro para cometer abuso del poder que se la ha otorgado, en tanto el otro es sometido y su autoridad, dada por Dios, ultrajada. De este modo, ni otro Estado, ni las Naciones Unidas, ni la Santa Sede (que no es Dios) tiene autoridad sobre otro Estado Soberano, cuya autoridad como mecionara, viene del pueblo, a quien Dios se la otorga.

Eso implica que ni el presidente de los EEUU por ejemplo, ni el Rey de España, ni las Naciones Unidas, ni el Papa, pueden interrumpir o limitar la soberanía de otro Estado, y de hacerlo, no puede justificarse que tienen autoridad dada por Dios para hacerlo, pues Dios se la ha dado al pueblo.

Ahora, la autoridad en este mundo es contingente, y por lo tanto no es necesaria, por lo que es posible para Dios permitirla. Si fuera voluntad de Dios no quererla, pues ni rey, ni Papa, ni el mismo pueblo por más que quisieran, la tendrían.

Sin embargo Dios permite el ejercicio de autoridad, ya que por su Sabiduría y Amor se espera se consigan bienes superiores para sus hijos.

Estimado Padre Iriburu

Aun señalando semejanzas y diferencias entre el Protestantismo y el Renacimiento, casamiento, y contradicción, resulta difícil ver que no hace sino confundir dos conceptos realmente distintos, y verdaderamente ajenos en los fines del uno y el otro. El Protestantismo no dista mucho de las primeras herejías que se daban apenas se iniciaba el Cristianismo, es decir, no trae nada nuevo que sume sino más bien que aleje al creyente de la Fe. En tanto el Renacimiento fue un proceso único e irrepetible que sentó la oportunidad para que el hombre se vea así mismo, libre de ataduras mundanas y sociales, y con humildad pueda emplear todo lo que Dios le dio, y sobre todo lo alabe.

El Arte y la Ciencia del Ranacimiento puesta al servicio de Dios y su Iglesia y por lo tanto del hombre, son el mejor ejemplo de la diametral diferencia entre este fenómemo (el Renacimiento) y la barbaridad del Protestantismo.
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JMI.-Iriburu, no. Iraburu.
Ya veo que su visión del Renacimiento, "proceso único e irrepetible" (como todos los procesos históricos, claro), es contraria a la mía y, por ejemplo, a la del Beato Juan Pablo II, al que cité en (186).
03/08/12 5:00 AM
  
Pedro
93 de Agosto de 2012
S.S. Juan Pablo II, Carta a los artistas
. El fértil ambiente cultural en el que surge el extraordinario florecimiento artístico del Humanismo y del Renacimiento, tiene repercusiones significativas también en el modo en que los artistas de este período abordan el tema religioso. Naturalmente, al menos en aquéllos más importantes, las inspiraciones son tan variadas como sus estilos. No es mi intención, sin embargo, recordar cosas que vosotros, artistas, sabéis de sobra. Al escribiros desde este Palacio Apostólico, que es también como un tesoro de obras maestras acaso único en el mundo, quisiera más bien hacerme voz de los grandes artistas que prodigaron aquí las riquezas de su ingenio, impregnado con frecuencia de gran hondura espiritual. Desde aquí habla Miguel Ángel, que en la Capilla Sixtina, desde la Creación al Juicio Universal, ha recogido en cierto modo el drama y el misterio del mundo, dando rostro a Dios Padre, a Cristo juez y al hombre en su fatigoso camino desde los orígenes hasta el final de la historia. Desde aquí habla el genio delicado y profundo de Rafael, mostrando en la variedad de sus pinturas, y especialmente en la «Disputa» del Apartamento de la Signatura, el misterio de la revelación del Dios Trinitario, que en la Eucaristía se hace compañía del hombre y proyecta luz sobre las preguntas y las expectativas de la inteligencia humana. Desde aquí, desde la majestuosa Basílica dedicada al Príncipe de los Apóstoles, desde la columnata que arranca de sus puertas como dos brazos abiertos para acoger a la humanidad, siguen hablando aún Bramante, Bernini, Borromini o Maderno, por citar sólo los más grandes, ofreciendo plásticamente el sentido del misterio que hace de la Iglesia una comunidad universal, hospitalaria, madre y compañera de viaje de cada hombre en la búsqueda de Dios.
El arte sagrado ha encontrado en este extraordinario complejo una expresión de excepcional fuerza, alcanzando niveles de imperecedero valor estético y religioso a la vez. Sea bajo el impulso del Humanismo y del Renacimiento, sea por influjo de las sucesivas tendencias de la cultura y de la ciencia, su característica más destacada es el creciente interés por el hombre, el mundo y la realidad de la historia. Este interés, por sí mismo, en modo alguno supone un peligro para la fe cristiana, centrada en el misterio de la Encarnación y, por consiguiente, en la valoración del hombre por parte de Dios. Lo demuestran precisamente los grandes artistas apenas mencionados. Baste pensar en el modo en que Miguel Ángel expresa, en sus pinturas y esculturas, la belleza del cuerpo humano .
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JMI.-Me figuro que esa cita no será de Juan Pablo II, sino de Benedicto XVI. Un lapsus. O quizá el lapsus afecte a la fecha: 93 [?] de Agosto de 2012.

10 de Octubre de 1980
Beato Juan Pablo II, Evangelización y ateísmo
«El hombre moderno, en un gigantesco desafío, desde el Renacimiento, se ha levantado con­tra el mensaje de salvación, y ha rechazado a Dios en nombre mismo de su dignidad de hombre. El ateísmo, reservado primero a un pequeño número de personas, esa inteligentsia que se consideraba una élite, se ha convertido hoy en un fenómeno de masas que pone a las Iglesias en estado de sitio».
03/08/12 11:24 AM
  
Pedro
Juan Pablo II. Ciudad 1999. Los problemas de usar el corta pega de Windows cuando se manejan muchos textos. De todas formas del texto que usted maneja no creo que se derive tanto una crítica al Renacimiento, como al ateísmo. Si bien éste empieza a mostrarse con sus rasgos modernos en esta época. Pero toma usted la parte por el todo. Tanto Juan Pablo II como Beneficto XVI han mostrado abiertamente su admiración y afecto por el humanismo cristiano renacentista. Aquí le dejo con una homilía de Benedicto XVI de 13 de octubre de 2011; "Queridos amigos, conozco el compromiso de vuestra Iglesia para promover la vida cristiana. Sed fermento en la sociedad, sed cristianos presentes, emprendedores y coherentes. La ciudad de Arezzo resume, en su historia plurimilenaria, expresiones significativas de culturas y de valores. Entre los tesoros de vuestra tradición está el orgullo de una identidad cristiana, testimoniada por tantos signos y por devociones arraigadas, como la que tributáis a la Virgen del Consuelo. Esta tierra, donde nacieron grandes personalidades del Renacimiento, desde Petrarca hasta Vasari, ha desempeñado un papel activo en la consolidación de la concepción del hombre que ha influido en la historia de Europa, poniendo énfasis en los valores cristianos. Incluso en tiempos recientes, pertenece al patrimonio ideal de la ciudad lo que algunos entre sus mejores hijos, en la investigación universitaria y en las sedes institucionales, han sabido elaborar sobre el concepto mismo de civitas, declinando el ideal cristiano de la edad comunal en las categorías de nuestro tiempo. En el contexto de la Iglesia en Italia, comprometida en este decenio en el tema de la educación, debemos preguntarnos, sobre todo en la región que es patria del Renacimiento, qué visión del hombre somos capaces de proponer a las nuevas generaciones. La Palabra de Dios que hemos escuchado es una fuerte invitación a vivir el amor de Dios a todos, y la cultura de estas tierras, entre sus valores distintivos, la solidaridad, la atención a los más débiles, el respeto de la dignidad de cada uno. Es muy conocida la acogida, que también en tiempos recientes habéis sabido dar a quienes han venido en busca de libertad y de trabajo. Ser solidarios con los pobres es reconocer el proyecto de Dios Creador, que ha hecho de todos una sola familia."
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JMI.-El Renacimiento, como todos los grandes procesos históricos, tiene elementos positivos y negativos. Perfectamente se pueden afirmar y recordar en un encuentro con artistas italianos o visitando una ciudad renacentista los rasgos positivos de él. Y lo que ahí se dice es verdad.

Pero lo que digo yo en mi artículo acerca del Renacimiento (186), considerando concretamente el "Final de la Cristiandad", es también todo verdad: creciente ruptura con la tradición católica, con la filosofía y teología tradicionales, giro antropocéntrico con desmedro teocéntrico, resurgimiento del semipelagianismo, descenso acentuado en las costumbres morales -acentuado incluso en las alta Jerarquías de la Iglesia, en Roma, concretamente-, glorificación creciente del hombre con la devaluación paralela del pecado original y de la ascética, etc.-

Y no digo del Renacimiento yo solo estas cosas, sino que son discernimientos frecuentes en muchos textos de historiadores de la Iglesia y en numerosos documentos pontificios.
03/08/12 2:03 PM
  
Catholicus
Jorge,
Has divinizado a la democracia o a esa perorata de que "la soberanía reside en el pueblo". Lo que se entiende por eso está completamente fuera del depósito de la fe. Es un mantra político de esta era que jamás deberías suponer como proclamación de fe o de institución divina.

Las democracias y lo similar solo son un medio para acercarnos a Dios socialmente, si no sirven para ese objetivo -por lo que sea- se pueden despreciar abiértamente.

No te crees becerros de oro innecesariamente.
06/08/12 10:49 AM
  
suso
realmente no es así, y según además confirman santos de la epoca, el cristianismo dejo de ser lo que debía, en teoría apostólica, en el 313 DC con la apropiación de Constantino y la clericalización funcionarial sistémica de los sacerdotes y obispos.
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JMI.-Quod gratis asseritur, gratis negatur.
06/08/12 5:24 PM
  
Ana
Es posible que haya interpretado mal éste y otros artículos pero la imagen que me queda es que el padre Iraburu siente nostalgia de "la cristiandad", sentimiento que yo no comparto.

Tengo la impresión de que para el P. Iraburu "la cristiandad" es la Verdad y el fin de la cristiandad significa poner en un mismo plano, en un plano de igualdad, la Verdad y los errores. Sinceramente, discrepo de este planteamiento.

No recuerdo en qué pasaje de no sé cuál de los 4 evangelios Jesús es rechazado en una aldea. Entonces Juan le propone hacer bajar fuego del cielo sobre esa aldea como castigo y dice el evangelista que Jesús se negó y le reprendió por su propuesta.

En varios evangelios, quizás en los cuatro, cuando Pedro toma la espada Jesús le ordena que la envaine. "Pedro, guarda la espada"

La cristiandad es la época en la que la Iglesia desobedece a Jesús: No consigue hacer bajar fuego del cielo, pero enciende la hoguera. Y blande la espada. Gobierna a espada, manda a espada, se impone a espada; a espada, a ballesta, a catapulta, según se tercie.

Cuando una institución derrama la sangre de los que no piensan, creen o sienten lo mismo que ella no puede decirse que esa institución sea depositaria de la verdad, toda la verdad y nada mas que la verdad, sino que hay que concluir que está seriamente contaminada de error. Del error que no cometió Jesús en aquella aldea o en el Monte de los Olivos.

Así pues, la caída de la cristiandad para mi no es el final del gobierno de la Verdad y el principio de una época en que verdad y error están en plano de igualdad; para mí es el final de una época en que una institución, la Iglesia católica, deja de tener, para sus verdades y para sus errores, el monopolio del poder.

No quiero recrearme en verbos que están en mi cabeza y que el P. Iraburu puede imaginar, porque, además, un debate serio no precisa repetir las cosas y decirlas con grandilocuencia. Pero una sola vez sí que quiero decirlo con todas las letras: Matar al que cree distinto, sea en una cruzada, en un acto de inquisición o en una guerra de religión, es un gravísimo error moral y en este punto no caben ambigüedades.

Hasta aquí una simple valoración histórica.

Sin embargo, para mí, estos 1.000 - 1.500 años en que la Iglesia usó la espada van más allá hasta el punto de llegar a poner en duda la propia divinidad de Jesús. Es verdad que Jesús pronunció las palabras: "Pedro, guarda la espada"; pero no puedo evitar preguntarme por qué Jesús no fue capaz de prever que esas palabras, escuetas, serían insuficientes y que SU Iglesia acabaría tomando la espada y matando en SU nombre, en santas cruzadas o con santas inquisiciones.

Si Jesús fue supuestamente capaz de profetizar la destrucción del templo de Jerusalem, ¿no supo lo que un día se haría en su nombre, durante "la cristiandad"? ¿No pudo ser más explícito: "Pedro, en verdad te digo que un día sentiréis la tentación de matar en mi nombre, y os digo que si caéis en esta tentación seréis malditos". Si Jesús hubiera dicho esas palabras, así de claras, ¿Se habría atrevido la Iglesia a organizar cruzadas, inquisiciones, guerras de religión, etc?

La alternativa de que Jesús no fue capaz de prever lo que durante 1.000 años, grosso modo, se haría por la Iglesia en su nombre no digo que implique necesariamente la no divinidad de Jesús, pero abre un serio interrogante. Un interrogante provocado por la Iglesia cada vez que ha matado a un sarraceno, judío, hugonote, valdense o "hereje" de cualquier tipo.

La alternativa de que Jesús lo previó y calló porque lo aprobó sería mucho más demoledora para el propio Jesús.

La cristiandad es la época en que la conducta de la Iglesia se convierte en testigo de cargo contra el mismo Jesucristo.

Me consta que Juan Pablo II ha pedido perdón en múltiples ocasiones. Sin embargo, corríjame si estoy equivocada, no me consta que lo haya hecho en textos que formen parte del magisterio "infalible", "definitivo" de la Iglesia. ¿Puede decirse, sin temor a blasfemar contra Él, que el Espíritu Santo inspira un Magisterio que no condena el quebrantamiento del 5º mandamiento cuando lo ha quebrantado la Iglesia supuestamente inspirada por Él? ¿Es realmente creíble que hubo un Espíritu Santo "Guadiana", que el lunes inspiraba un dogma, el martes se abstenía de inspirar cuando la Iglesia llamaba a una cruzada, el miércoles inspiraba una canonización y el jueves volvía a replegarse, mientras su Iglesia organizaba una inquisición?, ¿Acaso sería santo un espíritu que se encarga de inspirar a un Papa que las mujeres no están llamadas al sacerdocio y que, a la vez, se abstiene de inspirarle para que defina también como verdad definitiva que declarar una cruzada es pecado mortal?

En resumen, estoy segura de que la Iglesia hizo cosas buenas, pero si he de valorar su época de poder, es generoso hablar de claroscuros, porque los oscuros son muy serios, explicables, desde luego, por el "espíritu de la época" que, éste sí, está muy acreditado que guió a la Iglesia durante la cristiandad. Desde luego, sin motivos para el orgullo o la nostalgia. Más bien, para quien sea católico, con motivos de seria incomodidad como los expuestos pues la conducta de la Iglesia en esta época cuestiona al mismísimo Jesús y al propio Espíritu Santo.
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JMI.-Un comentario no debe ser un artículo. Suelen admitirse no más largos de 1.500 caracteres, si no recuerdo mal.
07/08/12 12:15 AM
  
jorge
Estimado Catholicus

Que la soberanía (soberanía nacional e refiero) resida en el pueblo no implica "divinizar" la democracia, pues soberanía no es un concepto teológico ni sagrado.

Forma parte de los instrumentos que permiten a las sociedades dentro de sus limitaciones contar con oportunidades para una vida terrenal más justa, sin negar la posibilidad para los miembros de la sociedad que consideren la pertinencia y ventaja de una justicia superior a la justicia humana. Pero en sí misma, la soberanía nacional no es algo propio que fuera regulado ni por los apóstoles ni por el dogma religioso.

La soberanía es propia de los Estados Nacionales y donde de ésta se padece, veremos sin lugar a dudas la presencia de algún imperio, además de inmensas injusticias.

Lo vivió el propio Jesús en Israel con la invasión romana, pues no es una autoridad judía quien lo condena sino una autoridad romana de ocupación. También lo vivieron aquellas tribus del Antiguo Testamento que padecieron las invasiones babilónicas.

Desconozco que exista algún instrumento de "acercamiento social" a Dios; por lo que sé, es Dios quien se acerca y no al revés y lo hace en forma personal y no social....no se acerca a todos si no a cada uno.
07/08/12 8:36 AM
  
jorge
Ana

No es la Iglesia la que va a la guerra con el fuego y la espada, son los feudos, reinos, estados y sobre todo imperios. Que entre la milicia haya presencia de católicos, no hace que la Iglesia misma como institución se la que pele una guerra.

Que Papas hayan intervenido en alguna guerra, como las Cruzadas por ejemplo, no implica que la Iglesia misma haya estado en guerra, aun a pesar de las Bulas Papales que convocasen las Cruzadas.

Las Cruzadas vienen por la presencias de estados imperiales, el Turco amenazante por un lado y el de Bizancio por el otro, imperio encantado de sí mismo, de su posición y su riqueza, a quienes los Papas latinos promovieron su defensa, defendiendo a la vez a Europa Occidental de unan nueva invasión ¿bárbara?, que España vivió en carne propia a lo largo de la Edad Media.

Ahora, te recomiendo también dirijas tus críticas a los gobernantes y políticos, en particular cuando mencionas:

..."Matar al que cree distinto, sea en una cruzada, en un acto de inquisición o en una guerra de religión, es un gravísimo error moral y en este punto no caben ambigüedades"...

Pues eso es exactamente lo que permiten y ordenan las leyes no de la Iglesia sino de algunas "democracias" (falsas diría yo) de hoy, cuando permiten y promueven el ABORTO.


07/08/12 9:10 AM
  
Catholicus
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JMI.-El tema de la guerra lícita y sus condiciones necesarias está enseñado claramente en el Catecismo. Pero las consideraciones que hace Ud. en su comentario no tienen nada que ver con mi artículo. Por eso no las publico.

Fue Jorge el que primero se salió del tema, y tras él fueron otros.
Suele ocurrir así. Pero llega un momento en que hay que parar.
08/08/12 12:31 PM
  
Catholicus
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JMI.-Como digo, ya vale. Hay que parar.
08/08/12 12:46 PM
  
Manuel
El problema que se me plantea, y si uno esto con lo que dice en el artículo de San Ignacio (al hereje se le llama como es, hereje, y el comienzo de este con "la caridad en la verdad". A mí muchas veces me censuran, compañeros de la parroquia cuando por ejemplo, les enseño un vídeo de una iglesia protestante destruyendo imágenes de santos, y pidiéndoles que oremos por ellos. Me censuran, no por no ser cierto, sino "para no crear violencia entre nosotros".

Ahora pues, si hasta el mero hecho de llamarles herejes no va a contribuir a su unión por crear odio entre ambos, ¿por qué esta paradoja en el ecumenismo? No podemos criticarles porque les ofendemos y va contra el espíritu de "paz" del ecumenismo, pero a la vez no podemos quedarnos inmóviles sin predicar.

¿Cómo combinar el respeto con el ecumenismo?
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JMI.-¿Como ejercitar el ecumenismo?... Perdone, pero no entra en el tema del artículo. Consulte, si le parece, Vat. II, Unitatis redintegratio 5-12.

El ejercicio de la caridad en el campo del ecumenismo va regido por la caridad y la prudencia. Y habrá que discernir en cada caso cómo se ejercitan según persona, grupo, ambiente.
09/08/12 2:08 PM
  
Javier
Estimado padre, ¿Quién es el personaje de la derecha en la imagen colocada?

Ana:
Tantas líneas ¿pertenecen a una católica con alguna formación? o ¿más bien a un mucho de "información" no católica cuando no anti?

Recomiendo antes la lectura de "Leyendas Negras de la Iglesia" de Messori que se encuentra en línea y en formato pdf en
http://www.mercaba.org/IGLESIA/Messori/leyendas_negras_de_la_iglesia.htm

Dios les guarde
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JMI.-Lucas Cranach, el Viejo, hizo el retrato de Lutero (1529) y el de su esposa Catalina de Bora (1526).
11/08/12 3:21 PM

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